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Marie Louise Berneri: El Laberinto Español de Brenan (1944)

Traducción al castellano: @rebeldealegre

Una reseña del libro de Gerald Brenan, El Laberinto Español, escrita por Marie Louise Berneri (1918–1949), la talentosa periodista y escritora  anarquista, nace en Italia, una de las hijas de Camillo Berneri y Giovanna Berneri, prominentes anarquistas al frente de la lucha contra el fascismo. Fueron forzados a abandonar Italia en 1926. Marie Louise fue a la universidad en Francia, donde trabajó con Louis Mercier Vega.  En Mayo de 1937, Camillo Berneri fue asesinado en España, probablemente por agentes estalinistas. Marie Louise terminó en Inglaterra, donde hizo campaña por los anarquistas españoles y ayudó a revitalizar el movimiento anarquista inglés. Escribió prolíficamente para los periódicos anarquistas ingleses Spain and the World, luego War Commentary, luego Freedom. Tras su prematura muerte en 1949 se publicó una colección de sus artículos bajo el título, Ni Este ni Oeste (1952), enfatizando el rechazo anarquista de la falsa dicotomía de la Guerra Fría planteada por los ideólogos del occidente capitalista y el oriente comunista, y la necesidad de una alternativa anarquista.
"Es desde un punto de vista anarquista y sin ser impedidos por una falsa lealtad o por consideraciones oportunistas, sino también con modestia y comprensión que debemos intentar rescatar las lecciones de la Revolución Española. Estoy convencida de que nuestro movimiento se demoralizará y debilitará más por ceguera y admiración acrítica que por la franca admisión de errores pasados."



Libros sobre España han sido escritos ya sea por instruidos profesores que narran la historia ignorando completamente los movimientos de la clase trabajadora y la existencia de la lucha de clases y quienes por ende disponen caprichosas interpretaciones sobre eventos que no pueden comprender, o por periodistas que se sienten calificados para escribir sobre España tras pasar unos días o unas semanas en el país y sin haber adquirido ningún conocimiento previo del trasfondo histórico de su pueblo. Tales libros contienen a veces pasajes brillantes, como en El reñidero español de Borkneau y el Homenaje a Cataluña de George Orwell, pero están también llenos de inexactitudes y de generalizaciones apresuradas. Son escritos con frecuencia además con un sesgo para adecuarse al estilo político del momento. Se escribieron varios libros sobre la revolución española que no mencionan la obra del movimiento anarquista o siquiera su existencia. Por otra parte, ya que está en boga realzar a los comunistas, la mayor parte del trabajo hecho durante la revolución se le atribuye a ellos.
    El Laberinto Español se aparta de todos estos libros, tanto por la erudición que el autor despliega como por su aproximación objetiva al tema. Gerald Brenan no utilizó ningún método conveniente para escribir este libro. Se ha esforzado por hallar la verdad y por ser justo con todas las partes con las que lidia, y si a ratos el libro contiene imprecisiones se siente que se deben a una información errada más que a un prejuicio político.
    El libro de Brenan se hace interesante y penetrante por su simpatía con el tema tratado. Él ama a España y a los españoles y tiene un entendimiento particular de los campesinos españoles entre los que vivió por tanto tiempo, no como turista sino como uno de ellos, compartiendo sus hogares, su comida, sus charlas, sus canciones y bailes. Un historiador debiese intentar experimentar en la imaginación los sentimientos y reacciones del pueblo que describe, y es capaz de hacerlo sólo si puede, por así decirlo, ponerse en su lugar. Brenan es extremadamente talentoso a ese respecto. Ha lidiado con el tema no sólo como estudioso sino también como artista y como psicólogo. Esto le ha permitido comprender acciones que, no siendo él un revolucionario, no puede aprobar, como la quema de iglesias, el uso de bombas, el asesinato de sacerdotes, la expropiación de terratenientes y muchos otros actos de sublevación de los trabajadores españoles. Él ve estos hechos en su correcta perspectiva y hace burla de los reaccionarios que, al más leve movimiento de revuelta entre las masas, están preparados para ver a toda la clase trabajadora como una pandilla de criminales. Desacredita efectivamente las historias de atrocidades, una tarea que, desafortunadamente, los historiadores no están dispuestos a emprender, particularmente cuando estas historias se usan para desacreditar a enemigos nacionales o de clase. Brenan dice que ya en 1873 las más infames historias circulaban contra los anarquistas. Los carlistas, que eran el equivalente a los fascistas de hoy, lanzaron dos periódicos pseudo-anarquistas para darle más peso a sus historias de atrocidades. La portada de uno de ellos, Los Descamisados, ponía el siguiente grito de batalla:
    ¡900.000 cabezas! ¡Despedacemos el baúl del cielo como si fuese un tejado de papel! ¡La propiedad es un robo! ¡Completa, total igualdad social! ¡Amor libre!

Tras la sublevación asturiana de octubre de 1934 circularon nuevamente acusaciones de atrocidades a gran escala contra los trabajadores revolucionarios. Brenan dice:
Se contaban y se daba fe solemnemente de los cuentos más increíbles. Se decía que las monjas de Oviedo habían sido violadas; se decía que les habían sacado los ojos a veinte niños hijos de la policía de Trubia; que sacerdotes, monjes y niños habían sido quemados vivos; mientras que se declaraba que el sacerdote de Suma de Lagreo había sido asesinado y su cuerpo había sido colgado sobre un gancho con el mensaje “se vende aquí carne de cerdo” sobre él. Aunque la búsqueda más cuidadosa de periodistas independientes y de diputados radicales — miembros del partido en el poder — no revelaban huella alguna de ninguno de estos horrores,  y aunque las considerables sumas recogidas para los veinte niños cegados tenían que ser dedicados a otros propósitos porque no se encontraba a ninguno de estos niños, estas y otras historias seguían siendo repetidas en la prensa de derechas por meses en adelante.

    De los métodos terroristas utilizados por los anarquistas a fines del siglo pasado Brenan da una explicación muy penetrante y particularmente importante pues estos actos son casi universalmente condenados y son aún tenidos en contra del anarquismo:
    Los años noventa fueron en todas partes el período del terrorismo anarquista. Hemos visto cómo la pérdida de sus adherentes de clase trabajadora y la estupidez de la represión policial condujo a esto. Pero hubo otras causas también. El reino de la burguesía estaba ahora en su punto más alto. La maldad, su filisteísmo, su insufrible santurronería pesando sobre todo. Crearon un mundo soso y feo y estaban tan firmes en ello que parecía inútil siquiera soñar con la revolución. El deseo de sacudir por la acción violenta la complacencia de esta tremenda, inerte y estancada masa de opiniones de clase media se tornó irresistible. Los artistas y escritores compartían este sentimiento. Debe uno situar libros como Bouvard er Pécuchet de Flaubert y A Rebours de Huysman, los epigramas de Butler y Wilde y los salvajes arrebatos de Nietzsche en la misma categoría que las bombas de los anarquistas. Asombrar, enfurecer, registrar la protesta se volvió lo único que una persona decente o sensible podía hacer.
    Se podría citar muchos pasajes para demostrar que la actitud de Brenan no está obstruida por prejuicios y que sus juicios no son hechos de acuerdo a un código fijo de moral burguesa.

 
* * *

El Laberinto Español está dividido en tres partes. La primera describe la historia del antiguo régimen, eso quiere decir los regímenes políticos en España desde 1874 a 1931. Esta parte es en su mayoría una crónica de eventos.
    La segunda parte que, desde un punto de vista social, es la más interesante, trata en detalle de las condiciones de las clases trabajadoras y contiene un análisis cuidadoso de: la cuestión agraria, los anarquistas, los anarcosindicalistas, los carlistas, los socialistas.
    La tercera parte trata de los eventos en España después de 1931, luego de la caída de la monarquía y la institución de la República. Contiene un capítulo sobre la historia del Frente Popular y un breve bosquejo sobre la historia de la Guerra Civil de 1936-39.
    Se verá que el número de temas tratados justifica el subtítulo del libro: “Un recuento del trasfondo social y político de la Guerra Civil.” Todas las fuerzas que llegaron a chocar durante la revolución son analizadas aquí desde su nacimiento y el estudio de este libro es indispensable si uno ha de comprender apropiadamente la Guerra Civil misma.
    Partes de El Laberinto Español son de particular interés para los anarquistas y he de tratarlos en extenso a riesgo de darles una prominencia que no alcanzan a tener en el libro mismo.
    El primer punto de interés para los anarquistas es la relación entre el anarquismo y el movimiento comunalista en España. España se asemeja a la Europa del medioevo, cuando las comunas tenían bastante autonomía y cuando cada miembro jugaba un rol activo en el funcionamiento de las comunidades. Contrario a las comunas en la Alemania, Francia e Italia medievales, que florecieron mayormente en los pueblos y se compusieron de artesanos y mercaderes, las comunas en España existieron mayormente en el campo y se componían de campesinos, ganaderos, pastores. Hubo también comunas de pescadores en la costa. El sentimiento provincial y municipal era por ende muy fuerte y cada pueblo era el centro de una intensa vida social. Esta autonomía de los pueblos y las villas permitió el total desarrollo de la iniciativa de las personas y le volvió más individualistas que en otras naciones, aunque al mismo tiempo desarrollaron el instinto de ayuda mutua que en otras partes había sido atrofiado por el crecimiento del Estado.
    Es difícil comprender España si no se ha leído El Apoyo Mutuo, y, por cierto, algunas páginas del Laberinto Español serían un valioso suplemento a la obra de Kropotkin. Las instituciones comunalistas españolas le hubiesen dado a Kropotkin tremenda cantidad de material para ilustrar su teoría del Apoyo Mutuo, pero es probable que el material no estaba disponible a él en aquel tiempo. El libro de Brenan ha rellenado el vacío en gran medida dando ejemplos de las comunidades agrícolas y de pescadores que han sobrevivido en los siglos, independientes de la autoridad central del gobierno. Mientras en el resto de Europa las comunas eran gradualmente absorbidas por el Estado y habían perdido la mayor parte de sus libertades y privilegios a mediados del siglo XIII, sobrevivieron por mucho más en España.

    Claramente, no hay nada muy destacable sobre este sistema comunal de cultivar la tierra. Fue alguna vez general — en Rusia (el mir), en Alemania (el flurzwang), en Inglaterra (el sistema open-field). Lo destacable es que en España las comunidades villeras  desarrollaron espontáneamente desde esta base un extenso sistema de servicios municipales, al punto de a veces alcanzar una etapa avanzada de comunismo . . . Podría uno preguntar qué hay en el carácter español o en las circunstancias económicas del país que ha llevado a este sorprendente desarrollo. Es claro que las condiciones agrarias peculiares de la península, el gran aislamiento de las múltiples villas y el retardo en el crecimiento de un sistema incluso elemental capitalista han jugado todas su parte. Pero no han sido los únicos factores en función. Cuando uno considera el número de guildas o confraternidades que hasta hace poco poseían tierra y la trabajaban en común para proveer de un seguro para la vejez y la enfermedad a sus miembros; o tales instituciones populares como la Cort de la Seo en Valencia que regulaban sobre una base puramente voluntaria un complicado sistema de irrigación; o también el sorprendente desarrollo en años recientes de sociedades cooperativas productivas en las que campesinos y pescadores adquirieron los instrumentos de su trabajo, la tierra que necesitaban, las instalaciones necesarias y comenzaron a producir y vender en común: debe uno reconocer que las clases trabajadoras españolas muestran un talento espontáneo para la cooperación que excede a todo lo que puede encontrarse hoy en otros países europeos.


    Cuando se toma en cuenta el fértil crecimiento de instituciones comunistas, el apoyo mutuo desplegado entre campesinos, pescadores y artesano, el espíritu de independencia en los pueblos y villas, no es difícil comprender por qué las ideas anarquistas encontraron suelo tan propicio en España.
    Las teorías de los anarquistas, y de Bakunin y Kropotkin en particular, se basan en la creencia de que los seres humanos se vinculan por el instinto de apoyo mutuo, que pueden vivir felices y en paz en una sociedad libre. Bakunin a través de su simpatía natural por los campesinos, Kropotkin a través de su estudio de la vida de los animales, de las sociedades primitivas y del medioevo, habían llegado ambos a la conclusión de que los seres humanos son capaces de vivir felices y de mostrar sus habilidades sociales y creativas en una sociedad libre de todo gobierno central y autoritario.
    Estas teorías anarquistas corresponden a las experiencias del pueblo español. Donde fuese que fuesen libres de organizarse independientemente habían mejorado su suerte, pero cuando el gobierno central de Madrid a través de los propietarios, los ruines burócratas, la policía y el ejército, interferían en sus vidas, ello siempre les trajo opresión y pobreza. El partido socialista con su desconfianza sobre los instintos sociales de los seres humanos, con su creencia en una autoridad central y sabelotodo, fue en contra de la ancestral experiencia de los trabajadores y campesinos españoles. Les demandó la rendición de las libertades por las que habían luchado en preservar por siglos y por esa razón nunca adquirió la influencia que alcanzó el movimiento anarquista.
    Otra causa para el rápido y extenso crecimiento del movimiento anarquista en España fue, de acuerdo a Brenan, los intensos sentimientos religiosos del pueblo, particularmente de los campesinos.
    Esto en un comienzo parece paradójico. Los anarquistas en España, quizás más que en ningún otro país, atacaron mordazmente a la religión y la Iglesia. Lanzaron cientos de libros y panfletos denunciando la falacia de la religión y la corrupción de la Iglesia; incluso fueron tan lejos como para quemar iglesias y asesinar sacerdotes.
    Brenan no ignora esto, pero distingue entre las creencias cristianas de las masas españolas y su intenso desagrado por la Iglesia, y se debe admitir que su interpretación de la relación entre la religión y el anarquismo es muy convincente.
    Describe a los españoles, y en particular a los campesinos, como un pueblo muy religioso. Por religión no quiere decir, claro, creencia y sumisión a la Iglesia sino una fe en valores espirituales, en la necesidad de que los seres humanos se reformen a sí mismos, en la fraternidad que debe existir entre todos.
    A comienzos del siglo XIX tomó lugar un decaimiento general de la fe religiosa, pero la religión había significado tanto para los pobres que quedaron con hambre de algo que la reemplazara y esto podía ser solamente una de las doctrinas políticas, el anarquismo o el socialismo. El anarquismo por su insistencia en la hermandad entre los seres humanos, en la necesidad de una regeneración moral de la humanidad, en la necesidad de la fe, se acercaba más a las ideas cristianas de los campesinos españoles que las teorías secas, impersonales, materialistas de los marxistas. Los campesinos españoles tomaron literalmente las frecuentes alusiones a la perversión de los ricos en las Escrituras; la Iglesia por supuesto no podía admitir esto. El pueblo español a su vez no podía perdonar a la Iglesia por haber abandonado las enseñanzas de Cristo ni la Iglesia podía perdonarles por interpretar literalmente las enseñanzas de los evangelios. Brenan sugiere que la rabia de los anarquistas españoles contra la Iglesia es la rabia de un pueblo intensamente religioso que siente que ha sido abandonado y engañado.
    Brenan previó que su interpretación daría pie a muchas críticas (de parte de los anarquistas e incluso más de parte de personas religiosas), y dice:
    Podría pensarse que he enfatizado demasiado el elemento religioso ya que el anarquismo español es, después de todo, una doctrina política. Pero los fines de los anarquistas fueron siempre mucho más amplios y sus enseñanzas fueron más personales que todo lo que pueda ser incluido bajo la palabra política. A los individuos les ofrecía un modo de vivir: el anarquismo debía ser vivido como también se debía trabajar para él.

    Este es un punto muy importante. Los anarquistas no apuntan solamente a cambiar el gobierno o el sistema; apuntan también a cambiar el modo de pensar y de vivir de las personas, los que han sido distorsionados por años de opresión.
    Cual sea la causa de esta actitud, ya sea religiosa u otra, es importante recalcarla. Los anarquistas son siempre acusados de tener un credo negativo, pero los críticos pasan por alto que el anarquismo a través de sus intentos por hacer mejores a los seres humanos incluso bajo el sistema presente hace de hecho un  positivo y muy útil trabajo.
    Brenan ha visto esto con mucha claridad y rehusa juzgar a los anarquistas por sus logros materiales solamente. No considera meramente el número de huelgas que han llevado a cabo, los aumentos en los salarios que han obtenido o la parte que han jugado en la administración del país. Su rol, dice, debe ser juzgado no en términos políticos sino en términos morales, un hecho que es casi universalmente ignorado.
    Por ejemplo, el rol de los anarquistas en educar a las masas españolas es con frecuencia pasado por alto. Mientras los socialistas pensaban que la educación era un asunto del que se debía encargar el Estado, los anarquistas creían en comenzar el trabajo inmediatamente. Ya tan temprano como a mitad del siglo pasado los anarquistas formaron pequeños círculos en pueblos y villas que iniciaron escuelas nocturnas donde muchos aprendieron a leer.
    A comienzos de este siglo la propaganda anarquista se diseminó rápidamente en el campo e iba siempre acompañada de esfuerzos por educar a las masas. La prensa anarquista no sólo publicaba libros de Kropotkin y Bakunin y los periódicos anarquistas españoles eran leídos ávidamente. El movimiento anarquista tenía varios diarios, pero más importante quizás era el gran número de periódicos provinciales. En una provincia relativamente pequeña como Andalucía a fines de 1918 más de 50 pueblos tenían periódicos libertarios propios. El trabajo de editar estos periódicos debe haber provisto a los miembros del movimiento de muchísima educación y experiencia. La obra de Francisco Ferrer de establecer escuelas libres, las primeras fuera del control de la Iglesia, es bien conocida.
    Esta educación no se limitaba al conocimiento de libros solamente. Se esperaba que los anarquistas diesen un buen ejemplo en sus vidas privadas. Solidaridad Obrera, el diario anarquista, en un artículo publicado en 1922, dice que el anarquista debe disponerse a tener una ascendencia moral sobre los demás. Debe obtener prestigio a los ojos de los trabajadores por su conducta en la calle, en el taller, en su hogar y durante las huelgas.
    Estaban igualmente ansiosos de llevar la honestidad al asunto del sexo. Brenan dice:
    Los anarquistas, es cierto, creen en el amor libre — todo, incluso el amor, debe ser libre —pero no creen en el libertinaje. Así en Málaga enviaron misiones a las prostitutas. En Barcelona barrieron con los cabarets y burdeles con una minuciosidad que la Iglesia española (que se frunce ante el vicio abierto, como vestir un traje de baño sin falda ni mangas, pero que cierra los ojos ante las ‘válvulas de seguridad’) nunca aprobaría.

    Los anarquistas intentaron vivir a la altura de sus ideales dentro del movimiento mismo. No tenían burocracia pagada como los otros partidos. En un país como España, donde hay la mayor desconfianza por el dinero y por quienes lo buscan, la actitud de los anarquistas les trajo la simpatía de las masas. Brenan señala varias veces que los líderes anarquistas nunca fueron pagados y que en 1918, cuando su sindicato, la CNT, contenía alrededor de un millón de miembros, tenía un solo secretario pagado.
    El libro de Brenan carga un mensaje alentador para los anarquistas. Aunque él mismo considera el anarquismo impracticable, ofrece abundantes pruebas de que está profundamente arraigado en España. Al contrario del fascismo y el comunismo, no tendría para qué depender de influencias externas para surgir.
    La práctica del apoyo mutuo que se mantuvo en las comunas de villas y pueblos, la aspiración del pueblo español por la libertad, la justicia y la hermandad de todos los seres humanos, su amor por la independencia que dio pie a aspiraciones federalistas, todo esto apunta a la conclusión de que sólo un sistema anarquista de sociedad será posible en España.
    Aquí debo decir, sin embargo, unas cuantas palabras en desacuerdo con las conclusiones de Brenan. Aunque admite que los árbitros del destino de España deben ser los trabajadores y campesinos, él cree que un gobierno (del tipo correcto) debe controlar España. No dice dónde puede encontrarse un buen gobierno. Declara que un gobierno en España no debe depender de la Iglesia, el ejército o los propietarios; y como por otro lado no parece creen en la dictadura del proletariado (que acertadamente condena en Rusia) es difícil ver por qué rechaza tan firmemente la solución anarquista.
    Defiende fuertemente además la colectivización de la tierra, pero parece esperar que un “gobierno sensible” puede llevarla a cabo, cuando la historia muestra que ningún gobierno en España ha sido nunca preparado para ir contra los intereses de los propietarios.
    Creo que Brenan ha enfatizado demasiado la naturaleza agraria del anarquismo. Esto se debe probablemente al hecho de que vivió en Andalucía, una región completamente agrícola. Incidentalmente, fue criticado en este punto por H. N. Brainsford quien reseñó su libro en el New Statesman, y que dijo:
    Presencié su asombroso éxito (de los anarquistas) durante la guerra civil en llevar las fábricas con altos principios como su equipamiento principal, y me emocioné profundamente con las escuelas que establecieron para los extremadamente extenuados  niños de Madrid.

    Brenan da además, en mi opinión, demasiada importancia a la rivalidad entre Madrid y Barcelona. En su opinión todos los castellanos son autoritarios y todos los catalanes son independientes y amantes de la libertad. Para mantener su tesis comete ciertos errores de hechos que no vale la pena discutir aquí. Está también lejos de la verdad cuando atribuye prácticamente todas las quemas de iglesias a los anarquistas; de hecho la quema de iglesias ocurrió en todas partes espontáneamente, y tomó lugar a veces en villas y pueblos donde no había anarquistas.
    Sin embargo, estos son mayormente detalles, y no dejan de hacer al libro una muy seria contribución a la historia de los movimientos revolucionarios. Brenan, que vivió tanto tiempo en España, parece haber sido influenciado por sus instituciones comunales y ha escrito el libro al espíritu del artesano del medioevo. Como ellos ha producido su chef-d'oeuvre que es la prueba de su amor por su arte y su respeto por sus semejantes para quienes está escrito el libro. El Laberinto Español ha sido creado con el concienzudo y desinteresado amor que caracteriza a toda obra duradera.