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Emma Goldman: Anarquía y la cuestión sexual (1896)

Traducción al castellano: @rebeldealegre
Publicado en The Alarm, 27 de Septiembre de 1896


El obrero, cuya fuerza y musculatura son tan admiradas por los pálidos y enclenques hijos de los ricos, y que sin embargo cuya labor apenas le trae suficiente como para mantener al lobo de la inanición tras la puerta, se casa solo para tener una esposa y ama de casa, quien debe trabajar como esclava desde la mañana hasta la noche, quien debe hacer todo esfuerzo por mantener bajos los gastos. Sus nervios están tan cansados por el continuo esfuerzo por hacer que el lamentable salario de su esposo les sustente a ambos, que se torna ella irritable y ya no logra esconder su deseo de afecto por su señor y amo, quien, ay! pronto llega a la conclusión de que sus esperanzas y planes se han perdido, y entonces comienza prácticamente a pensar que el matrimonio es un fracaso.

 
LA CADENA SE VUELVE MÁS Y MÁS PESADA

    A medida que los gastos se vuelven mayores en vez de menores, la esposa, que ha perdido toda la pequeña fortaleza que tenía en el matrimonio, de igual modo se siente traicionada, y la constante preocupación y temor de la inanición consume su belleza en corto tiempo después del casamiento. Se desanima, abandona sus tareas domésticas, y como no hay lazos de amor y simpatía entre ella y su esposo como para darles fuerzas para enfrentar la miseria y la pobreza de sus vidas, en vez de aferrarse el uno al otro, se separan más y más, y se impacientan más y más con las faltas de cada cual.
    El hombre no puede, como el millonario, ir a su club, pero va a un salón e intenta ahogar su miseria en un vaso de cerveza o whiskey. La desafortunada compañera de su miseria, que es demasiado honesta como para buscar el olvido en los brazos de un amante, y demasiado pobre como para permitirse cualquier recreación o diversión legítima, permanece en medio del entorno escuálido y mantenido a medias que llama hogar, y lamenta agriamente la locura que le llevó a ser esposa de un hombre pobre.
    Sin embargo no hay modo en que se separen.

 
PERO DEBEN AGUANTÁRSELAS.

    Por mortificante que sea la cadena que en sus cuellos ha sido puesta por la ley y la Iglesia, no debe ser rota a menos que aquellas dos personas decidan permitir que lo sea.
    Fuese la ley lo suficientemente misericordiosa como para concederles libertad, cada detalle de su vida privada debe ser llevada a la luz. La mujer es condenada por la opinión pública y su vida completa es arruinada. El temor a esta desgracia con frecuencia le hace colapsar bajo el gran peso de la vida de casada sin atreverse a introducir una sola protesta contra el indignante sistema que la ha destrozado a ella y a tantas de sus hermanas.
    Los ricos lo aguantan para evitar el escándalo — los pobres por el bien de sus hijos y el temor a la opinión pública. Sus vidas son una larga seguidilla de hipocresía y engaño.
    La mujer que vende sus favores está en libertad de abandonar al hombre que la compra en cualquier momento, mientras “la respetable esposa” no se puede liberar de una unión que le es mortificante.
    Todas las uniones no naturales que no son santificadas por el amor son prostitución, ya sea sancionadas por la Iglesia y la sociedad o no. Tales uniones no pueden tener más que una influencia degradante tanto en la moral como en la salud de la sociedad.

 
EL SISTEMA TIENE LA CULPA

    El sistema que obliga a las mujeres a vender su femineidad e independencia al mejor postor es una rama del mismo vil sistema que le da a unos pocos el derecho a vivir de la riqueza producida por su prójimo, el 99 por ciento de los cuales debe esforzarse y trabajar como esclavo temprano y tarde por apenas lo suficiente para mantener unidos alma y cuerpo, mientras los frutos de su trabajo son absorbidos por unos cuantos vampiros ociosos que se rodean de todo el lujo que la riqueza pueda comprar.
    Miremos por un momento dos imágenes de este sistema social decimonónico.
    Miremos los hogares de los adinerados, aquellos palacios magníficos cuyo costoso amoblado pondría a miles de hombres y mujeres necesitados en circunstancias confortables. Miremos a las fiestas y cenas de estos hijos e hijas de la riqueza, una sola corrida de las cuales alimentaría a cientos de hambrientos para quienes una comida llena de pan remojado en agua es un lujo. Miremos a estos religiosos de la moda mientras pasan sus días inventando nuevos modos de goce egoísta — teatros, bailes, conciertos, paseos en yate, corriendo de un lado del mundo al otro en su búsqueda demente por regocijo y placer. Y luego giremos por un momento y miremos a quienes producen la riqueza que paga estos disfrutes excesivos y artificiales.

 
LA OTRA IMAGEN

    Mírenlos arreados en sótanos oscuros y húmedos, donde nunca tienen un respiro de aire fresco, vestidos con retazos, llevando sus cargas de miseria de la cuna a la tumba, sus hijos corriendo por las calles, desnudos, con hambre, sin nadie que les ofrezca una palabra de amor o un cuidado con ternura, creciendo en la ignorancia y la superstición, maldiciendo el día de su nacimiento.
    Miren estos dos asombrosos contrastes, ustedes moralistas y filántropos, y díganme a quién hay que culpar por ello! ¿A aquellas que son conducidas a la prostitución, ya sea legal o no, o a aquellos que conducen a las víctimas a tamaña desmoralización?
    La causa yace no en la prostitución, sino en la sociedad misma; en el sistema de desigualdad de la propiedad privada y en el Estado y la Iglesia. En el sistema legalizado de robo, asesinato y violación de mujeres inocentes y niños desamparados.

 
LA CURA PARA EL MAL.

    No será hasta que este monstruo sea destruido que nos desharemos de la enfermedad que existe en el Senado y todos los cargos públicos; en las casas de los ricos como también en los miserables caserones de los pobres. La humanidad debe hacerse consciente de su fuerza y sus capacidades, debe ser libre de comenzar una nueva vida, una mejor y más noble vida.
    La prostitución nunca será suprimida por los medios empleados por el Rev. Dr. Parkhurst y otros reformistas. Existirá mientras exista el sistema que la engendra.
    Cuando todos estos reformistas unan sus esfuerzos con quienes están luchando por abolir el sistema que engendra este crimen de toda descripción y erigir uno basado en la equidad perfecta — un sistema que garantice a cada miembro, hombre, mujer, o niño, los frutos totales de su labor y un derecho perfectamente igual a disfrutar los dones de la naturaleza y a alcanzar el más alto conocimiento — la mujer será auto-suficiente e independiente. Su salud ya no será aplastada por el esfuerzo y la esclavitud sin fin, ya no será víctima del hombre, y el hombre ya no poseerá pasiones y vicios nada saludables y antinaturales.

 
EL SUEÑO DE UNA ANARQUISTA

    Cada cual entrará al matrimonio con fuerza física y confianza moral mutua. Cada cual amará y estimará al otro, y ayudará a trabajar no solo por su propio bienestar, sino, siendo felices ellos mismos, desearán también la felicidad universal de la humanidad. La prole de tales uniones será fuerte y sana de mente y cuerpo y honrará y respetará a sus padres, no por que sea su deber hacerlo, sino porque los padres lo merecen. Serán instruidos y cuidados por la comunidad toda y serán libres de seguir sus propias inclinaciones, y no habrá necesidad de enseñarles el servilismo y el vil arte de asediar a sus semejantes. Su propósito en la vida será, no obtener poder por sobre sus hermanos, sino ganarse el respeto y la estima de cada miembro de la comunidad.

 
DIVORCIO ANARQUISTA.

    Si la unión de un hombre y una mujer probase ser insatisfactoria y desagradable para ellos, se separarán de manera tranquila y amistosa, y no viciarán las diversos vínculos del matrimonio continuando con una unión incompatible.
    Si, en vez de perseguir a las víctimas, los reformistas de hoy unen sus esfuerzos para erradicar la causa, la prostitución ya no deshonrará más a la humanidad.
    Reprimir a una clase y proteger a otra es peor que la demencia. Es criminal. No aparten sus cabezas, ustedes hombres y mujeres morales.
    No permitan que su prejuicio les influya: miren el asunto desde un punto de vista imparcial.
    En vez de ejercer su fuerza inútilmente, unan las manos y ayuden a abolir el sistema corrupto y enfermo.
    Si la vida conyugal no les ha despojado el honor y el respeto por sí mismos, si no tienen más que amor por quienes ustedes llaman sus hijos, deben, por su propio bien como por el de ellos, buscar la emancipación y establecer la libertad. Entonces, y solo entonces, los males del matrimonio cesarán.

 
FIN

Errico Malatesta: Los Bandidos Trágicos (1913)

Traducción al castellano: @rebeldealegre 
Publicado en La Société Nouvelle, año 19, No. 2, Agosto de 1913;


Parecería tarde para hablar aún de ello, pero el tema no obstante sigue siendo actual, dado que estamos tratando con actos y discusiones que han ocurrido una y otra vez en el pasado y que, ay, se repetirán también en el futuro mientras las causas determinantes no hayan desaparecido.

Unos cuantos individuos robaron, y para robar, mataron; mataron al azar, sin discernimiento, a quien se pusiese en medio de ellos y el dinero tras el cual iban. Mataron a personas desconocidas para ellos, trabajadores, víctimas como ellos mismos, e incluso más, de una mala organización social.

En el fondo no hubo nada en esto sino lo de costumbre: fueron ellos el agrio fruto que maduró en el árbol del privilegio en el curso normal de los eventos. Cuando toda la vida social está manchada de fraude y violencia, y cuando aquel que nace pobre está condenado a todo tipo de sufrimientos y humillaciones; cuando el dinero es algo indispensable para la satisfacción de nuestras necesidades y para el respeto hacia nuestra personalidad, y cuando para tantas personas es imposible obtenerlo por medio del trabajo honesto y digno, no hay razón para sorprenderse si de tiempo en tiempo emergen unos cuantos infortunados que, cansados del yugo e inspirados por la moral burguesa, pero sin poder apropiarse del trabajo de otros bajo la protección de los gendarmes, roba ilegalmente bajo las narices de éstos últimos. Ya que para robar no pueden organizar expediciones militares ni vender veneno disfrazado de alimento, asesinan directamente con revólveres o dagas.

Pero los “bandidos” se llamaban a sí mismos anarquistas y eso le dio una importancia y un significado simbólico a hazañas que estaban lejos de tenerlo por sí solas.

La burguesía saca provecho de la impresión que tales actos producen en el público para así denigrar al anarquismo y consolidar su propio poder. La policía, que con frecuencia son los instigadores secretos de estas hazañas, las utilizan para magnificar su propia importancia y para satisfacer sus instintos persecutorios y asesinos de modo de recuperar el costo de la sangre derramada en moneda fuerte y promociones. Lo que es más, dado que se habló del anarquismo, un número de nuestros camaradas se sintió obligado a no negar lo que se llama a sí mismo anarquista. Muchos, fascinados por lo coloreado de la aventura, admirando el coraje de los protagonistas, vio en esto nada más que un acto de rebelión contra la ley, olvidando examinar el por qué y el cómo.

Pero me parece que para determinar nuestra conducta, y aconsejar a la de otros, es importante examinar las cosas con calma, para juzgarlas de acuerdo a nuestras aspiraciones y para no conceder a las impresiones estéticas más valor del que tienen en realidad.

Seguro estos hombres fueron corajudos, y el coraje (que quizás es nada más que buena salud física) es sin temor alguno a la contradicción una cualidad maravillosa. Pero puede ser usada al servicio tanto del mal como del bien. Hemos visto personas corajudas entre los mártires de la libertad y también entre los más odiosos tiranos. Puede hallarse en revolucionarios como también puede hallarse entre camorristas, soldados y policías. Normalmente calificamos correctamente de héroes a quienes arriesgan sus vidas por el bien y tratamos de individuos violentos o, en los casos más serios, como brutos sin sentimientos y sedientos de sangre, a quienes usan su coraje para hacer mal.

No negaré lo colorido de estos episodios e incluso, en cierto sentido, su belleza estética. Pero los poetas admiradores del “beau geste” debiesen tomarse la molestia de reflexionar un poco.

Un automóvil yendo a toda velocidad, conducido por hombres armados con Brownings que esparcen el terror y la muerte en su camino es más moderno pero no más colorido que un bandolero de sombrero emplumado armado con un trabuco que asalta y roba a una caravana de viajantes, o que el barón feudal, vestido de acero y sentado en un caballo de guerra demandando su parte a una persona común, y no tiene más valor. Si el gobierno italiano hubiese tenido algo más que generales de operetta y jefes ignorantes y ladrones quizás hubiese logrado una bella operación militar en Libia, pero ¿hubiese sido la guerra en algo menos criminal o moralmente horrorosa por eso?

Sin embargo estos bandidos no eran, o al menos no todos eran, criminales vulgares.

Entre estos “ladrones” había idealistas desorientados; entre estos “asesinos” había naturalezas heróicas que en otras circunstancias, o inspirados por otras ideas, podrían haberse afirmado como tales. Lo cierto para quienes les conocían es que estos individuos estaban preocupados con ideas y que, si reaccionaron con ferocidad para satisfacer sus pasiones y sus necesidades, fue en gran medida bajo la influencia de una noción especial de la vida y la lucha.

¿Pero son anarquistas estas ideas?

¿Pueden estas ideas, aún si le concedemos a las palabras su sentido más amplio, ser confundidas con el anarquismo, o están, por el contrario, en flagrante contradicción con él?

Ese es el asunto.

* * *

Un anarquista es, por definición, alguien que no quiere ser oprimido ni opresor, que quiere el máximo de bienestar, la mayor cantidad de libertad, el más completo florecer de todos los humanos.

Sus ideas, sus deseos, todos rescatan sus orígenes del sentimiento de simpatía, del respeto por todos los seres, un sentimiento que debe ser lo suficientemente fuerte como para llevarle a desear la felicidad de los demás tanto como la propia, y para renunciar a las ventajas personales cuya obtención requiere el sacrificio de otros. Si este no fuera el caso, ¿por qué sería enemigo de la opresión y por qué buscaría no ser un opresor?

El anarquista sabe que el individuo no puede vivir fuera de la sociedad. Que por el contrario, como ser humano existe solamente porque carga, resumidos en él, con los resultados de las obras de incontables generaciones pasadas, y porque se beneficia toda su vida de la colaboración de sus contemporáneos.

Sabe también que la actividad de cada cual influye directa o indirectamente en la vida de todos, y por ende reconoce la gran ley de la solidaridad que reina en la sociedad así como también en la naturaleza. Y ya que desea la libertad para todos debe desear que la actividad de aquella solidaridad necesaria, en vez de ser impuesta y aceptada inconsciente e involuntariamente, en vez de ser dejada al azar y explotada para el beneficio de algunos y para el detrimento de otros, se vuelva consciente y voluntaria y que se manifieste en igual beneficio para todos.

O ser el oprimido o el opresor, o cooperar para el bien mayor de todos: no hay otras alternativas. Y los anarquistas están naturalmente — y no podría ser de otro modo — por la cooperación libre y consensuada.

Entonces no “filosofemos” ni hablemos de egoísmo, altruísmo y otros acertijos. Concordaremos con gusto: somos egoístas. Todos nosotros buscamos nuestra propia satisfacción, pero es  anarquista quien encontrará su mayor satisfacción en luchar por el bien de todos, por la venida de una sociedad dentro de la cual se sentirá hermano entre sus hermanos, entre seres humanos saludables, inteligentes, ilustrados y felices. Quien puede vivir satisfecho entre esclavos y puede sacar provecho del trabajo de esclavos no es, y no puede ser, anarquista.

Hay individuos fuertes, inteligentes, apasionados, presos de grandes necesidades materiales o intelectuales que, puestos en las filas de los oprimidos, quieren a cualquier costo liberarse y, para hacerlo, no dudan en volverse opresores. Estos individuos, hallándose bloqueados por la sociedad actual, llegan a odiar y despreciar a todas las sociedades y, cayendo en cuenta de que sería absurdo querer vivir fuera de la colectividad, quieren hacer que todas las personas se sometan a su voluntad, a la satisfacción de sus propias pasiones. A veces, cuando están de algún modo enamorados de la literatura, se llaman a sí mismos “superhombres.” Inescrupulosos, quieren “vivir sus vidas.” 

Burlándose de la revolución y de toda esperanza del futuro, quieren disfrutar el momento a cualquier precio y con desdén por todos. Sacrificarían a toda la humanidad por una hora — y algunos lo han dicho literalmente — de “vida intensa.”

Son rebeldes, pero no anarquistas. Tienen la mentalidad, los sentimientos de burgués fracasado, y si se las arreglan para tener éxito se convierten en reales burgueses, y ni un poco menos terribles entre ellos.

En el curso de la lucha ocurre a veces que los encontramos a nuestro lado, pero no podemos, no debemos, ni tampoco queremos confundirnos con ellos. Y ellos saben esto muy bien.

* * *

Pero muchos entre ellos aman llamarse anarquistas. Es cierto, y deplorable.

Por supuesto no podemos impedirle a las personas adoptar el nombre que gusten, y de nuestra parte no podemos abandonar el nombre que resume nuestras ideas y que nos pertenece, lógicamente e históricamente. Lo que podemos hacer es asegurarnos de que no haya confusión al respecto, o al menos la menor cantidad de confusión posible.

Sin embargo, debemos intentar descubrir cómo es que individuos con aspiraciones tan contrarias a las nuestras han podido apropiarse de un nombre que es la negación de sus ideas, de sus sentimientos.

Aludí antes a las sospechosas maniobras de la policía, y sería fácil para mí probar que ciertas aberraciones por las que han intentado culpar a los anarquistas tuvieron como lugar de origen los antros de perdición de la policía: Andrieux, Goron y su estirpe.

En el momento en que el anarquismo comenzó a manifestarse y a obtener importancia en Francia la policía tuvo la brillante idea, digna del más ladino de los jesuítas, de luchar contra el movimiento desde dentro. Con este fin en mente enviaron agentes provocadores entre los anarquistas que simulaban aires ultra-revolucionarios e ideas anarquistas hábilmente parodiadas, las volvían grotescas y diametralmente opuestas a lo que son en realidad. Fundaron periódicos pagados por la policía, provocaron actos dementes y criminales de manera de ponerlas de muestra y que calificasen como anarquistas, comprometieron a inocentes y sinceros jóvenes a quienes poco después delataron y, con la complicidad de la prensa burguesa, lograron persuadir a una parte del público que el anarquismo era lo que ellos presentaban. Y los compañeros franceses tienen buena razón para creer que las mismas maniobras policíacas están todavía llevándose a cabo y que no son ajenos a los eventos que estamos tratando en este artículo. A veces los eventos exceden a las intenciones de los provocadores, pero en cualquier caso, la policía se beneficia de ellos de igual modo.

Debemos añadir a estas influencias de la policía otras que son menos desagradables pero no menos dañinas. En un momento en que sorprendentes atentados atrajeron la atención del público a las ideas anarquistas, escritores de talento, profesionales del bolígrafo siempre en búsqueda de un tema novedoso y la sensacional paradoja, se dispusieron a hacer anarquismo. Y ya que eran burgueses de mentalidad y educación, con ambiciones burguesas, hicieron al anarquismo algo adecuado como para dar a las imaginativas jóvenes y las indiferentes señoras un escalofrío sensual, pero que nada tenía que ver con el movimiento emancipador de las masas que el anarquismo puede provocar… Eran hombres de talento, que escribían bien, a menudo proponiendo cosas que nadie entendía y… eran admirados. En cierto momento ¿no se dijo en Italia que Gabriele D’Annunzio se había vuelto socialista?

Luego de un tiempo estos “intelectuales” volvieron al seno burgués para probar ahí el precio de la notoriedad adquirida, mostrando ser lo que nunca dejaron de ser: aventureros literarios en busca de publicidad. Pero el daño ya se había hecho.

* * *

En resumen, nada de esto hubiese causado gran daño si solo existiesen personas con ideas claras, sabiendo claramente qué quieren y actuando en consecuencia. Pero junto a ellos cuántos hay con ideas confundidas, sus almas inciertas, yendo sin cesar de un extremo al otro.

Así es como es con aquellos quienes se llaman y se creen anarquistas pero que se glorifican en los viles actos que cometen (y que son generalmente excusables por necesidad o por su entorno) diciendo que los burgueses actúan de igual modo, e incluso peor. Esto es cierto, pero ¿por qué entonces pensar que eres distinto o mejor que ellos?

Condenan a los burgueses porque roban al trabajador buena parte de su trabajo, pero nada tienen que decir si uno de los suyos roba al trabajador lo poco que el burgués le dejó.

Se indignan cuando el patrón, para incrementar sus ganancias, hace trabajar a una persona en condiciones insalubres, pero están llenos de indulgencia por quien apuñala a la persona para robar unos cuantos sous.

No tienen más que desdén por el usurero que extorsiona unos cuantos francos de interés al pobre diablo por los diez francos que le prestó, pero encuentran estimable que uno de ellos tome diez francos de él de diez (que no le prestó) pasándole una moneda falsa.

Ya que son pobres de espíritu creen ser seres naturalmente superiores y sienten un profundo desprecio por las “masas atontadas,” arrogándose el derecho a hacer daño a trabajadores, a los pobres, y a los desafortunados porque “ellos no se rebelan y son por lo tanto defensores de la sociedad actual.” 

Conozco a un capitalista que, al sentarse en un café, se place en llamarse socialista, o incluso anarquista, pero en su fábrica no es menos explotador: un patrón avaro, duro, orgulloso. Y no lo niega en absoluto, pero tiene el hábito de justificar su conducta de un modo bastante original para un patrón:

“Mis trabajadores,” argumenta, “merecen el tratamiento que les hago sufrir, ya que se someten a él. Tienen personalidad de esclavos, y son defensores del régimen burgués, etc. etc.”

Este es exactamente el lenguaje de aquellos que se llaman anarquistas pero que no sienten ni simpatía ni solidaridad para con los oprimidos. La conclusión sería que sus verdaderos amigos son los patrones y sus enemigos la masa de los desheredados.

Bien entonces, ¿qué hacen hablando de emancipación y anarquismo? Que se vayan con la burguesía y nos dejen a nosotros en paz.

* * *

He dicho suficiente y debo concluir.

Concluiré dando algunos consejos a aquellos que quieren “vivir sus vidas” y que no les importa la vida de los demás.

El robo y el asesinato son medios peligrosos y, en general, no muy rentables. Por ese camino solo logras pasar la vida en prisión o dejar tu cabeza en la guillotina — especialmente si tienes la impudicia de atraer la atención de la policía llamándote anarquista y frecuentando anarquistas.

Es difícilmente un asunto rentable.

Cuando eres inteligente, enérgico e inescrupuloso es fácil hacerte paso entre la burguesía.

Que entonces se esmeren mediante el robo y el asesinato legal para volverse burgueses. Les iría mucho mejor, y si es cierto que tienen simpatías intelectuales con el anarquismo se evitarán el disgusto de dañar la causa que les es querida — intelectualmente.



Piotr Kropotkin: ¿Somos lo suficientemente buenos? (1888)

Traducción al castellano: @rebeldealegre

Una de las objeciones más comunes al comunismo es, que los seres humanos no son lo suficientemente buenos como para vivir en una situación comunista. Que no se someterían a un comunismo obligatorio, y que aún no están maduros para el comunismo libre anarquista. Que siglos de educación individualista les ha vuelto demasiado egoístas. Que la esclavitud, la sumisión ante el fuerte, y el trabajo bajo el látigo de la necesidad, les ha vuelto inadecuados para una sociedad en la que todos fuesen libres y no supiesen de obligación excepto de la que resulta de un compromiso adoptado libremente para con los demás, y de la desaprobación si no cumpliese con tal compromiso. Por lo tanto, se nos dice, es necesario un estado intermedio de transición de la sociedad como un paso hacia el comunismo.

Viejas palabras en una forma nueva; palabras dichas y repetidas desde el primer intento de toda reforma, política o social, en toda sociedad humana. Palabras que oímos antes de la abolición de la esclavitud; palabras dichas veinte y cuarenta siglos atrás por quienes gustan demasiado de su propia quietud como para gustar de cambios rápidos, a quienes la osadía de pensamiento les aterra, y quienes no han sufrido suficiente por las injusticias de la sociedad presente como para sentir la profunda necesidad de nuevas soluciones!

¿Los seres humanos no son lo suficientemente buenos como para el comunismo, pero lo son para el capitalismo? Si todos los seres humanos fuesen bondadosos de corazón, amables, y justos, nunca se explotarían los unos a los otros, aunque poseyeran los medios para hacerlo. Con seres humanos como tal la propiedad privada del capital no sería un peligro. El capitalista se apresuraría a compartir sus ganancias con los trabajadores, y los trabajadores mejor remunerados con aquellos que sufren por causas ocasionales. Si los seres humanos fuesen previsores no producirían terciopelo y artículos de lujo mientras se requiera alimento en los poblados: no construirían palacios mientras aún existan tugurios.

Si los seres humanos tuviesen un sentimiento de igualdad profundamente desarrollado no oprimirían a otros seres humanos. Los políticos no engañarían a sus electores; el parlamento no sería una caja de parloteos y trampas, y los policías de Charles Warren se rehusarían a apalear a los oradores y auditores de la plaza de Trafalgar. Y si los seres humanos fuesen corteses, respetuosos de sí mismos, y menos egoístas, incluso un mal capitalista no sería un peligro; los trabajadores pronto le habrían reducido al papel de un simple administrador-de-camaradas. Incluso un rey no sería peligroso, porque las personas le considerarían meramente como un semejante incapaz de hacer mejor trabajo, y por ende encomendado a firmar estúpidos papeles para enviarlos a otros excéntricos que se hacen llamar reyes. Pero los seres humanos no son tales prójimos libres de mente, independientes, previsores, amorosos y empáticos como nos gustaría verles. Y precisamente, por eso, no deben seguir viviendo bajo el sistema presente que les permite oprimir y explotar a otros. Tomemos, por ejemplo, a aquellos sastres sacudidos por la miseria que desfilaron el pasado Domingo en las calles, y supongamos que uno de ellos haya heredado cien libras de un tío en América. Con esas cien libras es seguro que no comenzará una asociación productiva para una docena de semejantes sastres abatidos por la misera e intentar mejorar su condición. Se volverá un explotador. Y, por lo tanto, decimos que en una sociedad donde los seres humanos son tan viles como este heredero es muy difícil para él rodearse de sastres sacudidos por la miseria. Tan pronto como pueda les explotará; mientras que si estos mismos sastres tuviesen un vivir asegurado, ninguno de ellos sudaría para enriquecer a su ex-camarada, y el joven explotador no se convertiría en la muy mala bestia en la que seguro se convertiría si sigue siendo un explotador.

Se nos dice que somos demasiado serviles, demasiado pretenciosos, como para situarnos bajo instituciones libres; pero nosotros decimos que ya que por cierto somos tan serviles ya no debemos seguir más bajo las instituciones presentes que favorecen el desarrollo del servilismo. Vemos que británicos, franceses, y americanos despliegan el más desagradable servilismo hacia Gladstone, Boulanger, o Gould. Y concluimos que en una humanidad ya dotada de tales instintos serviles es muy malo tener a las masas forzosamente privadas de una educación más elevada, y obligada a vivir bajo la presente injusticia en riqueza, educación, y conocimiento. Una instrucción más elevada y una igualdad de condiciones serían los únicos medios para destruir los instintos serviles heredados, y no podemos nosotros comprender cómo los instintos serviles pueden convertirse en argumento para mantener, incluso por un día más, la desigualdad de condiciones; para rechazar la igualdad de instrucción para todos los miembros de la comunidad. 
El espacio es limitado, pero sometamos al mismo análisis cualquiera de los aspectos de nuestra vida social, y verán que el presente sistema capitalista y autoritario es absolutamente inapropiado para una sociedad de seres humanos tan imprevisores, tan rapaces, tan egoístas, y tan serviles como lo son ahora. Por lo tanto, cuando oímos a personas diciendo que los anarquistas imaginan a los seres humanos mucho mejores de como realmente son, nos preguntamos simplemente cómo personas inteligentes pueden repetir aquel absurdo. ¿No decimos acaso contínuamente que el único medio para volver a los seres humanos menos rapaces y egoístas, menos ambiciosos y menos serviles al mismo tiempo, es eliminar aquellas condiciones que favorecen el crecimiento del egoísmo y la rapacidad, del servilismo y la ambición? La única diferencia entre nosotros y aquellos que formulan la objeción anterior es esta: Nosotros no exageramos, como ellos, los instintos inferiores de las masas, y no cerramos nuestros ojos complacientemente a los mismos malos instintos en las clases altas. Mantenemos que ambos, dominadores y dominados se pudren con la autoridad; ambos, explotadores y explotados se malogran con la explotación; mientras nuestros oponentes parecen aceptar que existen unos panes de dios — los gobernantes, los empleadores, los líderes — quienes, con gusto, previenen que los seres humanos malos — los gobernados, los explotados, los conducidos — se vuelvan peores de lo que son.

Ahí está la diferencia, y es una muy importante. Nosotros admitimos las imperfecciones de la naturaleza humana, pero no hacemos excepciones para los dominadores. Ellos sí lo hacen, aunque a veces inconscientemente, y, debido a que  nosotros no hacemos tal excepción, nos dicen ellos que somos soñadores, que somos ‘poco prácticos’.

Una antigua disputa, aquella entre los ‘prácticos’ y los ‘poco prácticos’, los supuestamente utopistas: una disputa que se renueva ante cada cambio propuesto, y que siempre termina en la total derrota de quienes se autodenominan personas prácticas.

Muchos debemos recordar la disputa que se propagó en América antes de la abolición de la esclavitud. Cuando se defendió la completa emancipación de los negros, los prácticos solían decir que si a los negros ya no se les obligara a trabajar mediante el uso de los látigos de sus amos, no trabajarían en absoluto, y pronto se volverían una carga para la comunidad. Los látigos gruesos podían ser prohibidos, decían, y el grosor de los látigos podría ser reducido progresivamente por la ley a media pulgada primero y luego a una pequeñez de unas pocas décimas de pulgada; pero algún tipo de látigo debe mantenerse. Y cuando los abolicionistas dijeron — tal como decimos nosotros ahora — que el goce del producto de la propia labor sería un inductor mucho más poderoso para el trabajo que el más grueso de los látigos, ‘tonterías, mi amigo,’ les dijeron — tal como se nos dice ahora. ‘No conoces la naturaleza humana! Años de esclavitud les ha vuelto imprevisores, flojos y serviles, y la naturaleza humana no puede cambiarse en un día. Estás impregnado, claro, con las mejores intenciones, pero estás siendo “poco práctico”.’

Bueno, por un tiempo los prácticos tuvieron su propio modo de elaborar planes para la emancipación gradual de los negros. Pero, ay!, los planes probaron ser bastante poco prácticos, y la guerra civil — la más sangrienta registrada — rompió. Pero la guerra resultó en la abolición de la esclavitud, sin ningún período de transición; — y ya ven, ninguna de las terribles consecuencias previstas por los prácticos acaeció. Los negros trabajan, son industriosos y laboriosos, son previsores — demasiado previsores, de hecho — y el único arrepentimiento que se puede expresar es, que el plan defendido por el ala izquierda del campo poco práctico — la igualdad completa y la distribución de tierras — no se realizara: hubiese ahorrado muchos problemas.

Alrededor del mismo tiempo una disputa similar se propagó en Rusia, y su causa fue esta. Había en Rusia 20 millones de sirvientes. Por varias generaciones habían estado bajo la dominación, o mejor dicho, la vara, de sus amos. Eran azotados por arar mal sus suelos, azotados para que hicieran el aseo en sus hogares, azotados por la imperfección en el tejido de sus vestimentas, azotados por no casar antes a sus niños y niñas — azotados por todo. Sevilismo, imprevisión, eran sus supuestas características.

Luego vinieron los utopistas y demandaron nada menos que lo siguiente: completa liberación de los sirvientes; abolición inmediata de toda obligación de los sirvientes hacia el señor. Más que eso: abolición inmediata de la jurisdicción del señor y su abandono de todos los asuntos sobre los que antes juzgaba, en tribunales campesinos elegidos por los campesinos y que juzgaba, no de acuerdo a la ley, que no conocen, sino a sus constumbres no escritas. Tal era el plan poco práctico del campo poco práctico. Fue tratado como mero desatino por los prácticos.

Pero felizmente había en esos tiempos en Rusia una buena cantidad de poca practicabilidad en los campesinos, quienes se sublevaron con palos contra las armas, y se rehusaron al sometimiento, no obstante las masacres, y por lo tanto reforzaron el estado mental poco práctico a un grado tal como para permitir que el campo poco práctico forzara al zar a firmar su plan — aún mutilado en algún grado.

Los más prácticos se apresuraron a abandonar Rusia, para que no les cortaran la garganta pocos días después de la promulgación de aquel plan poco práctico.

Pero todo continuó bastante bien, no obstante los diversos traspiés cometidos aún por los prácticos. Estos esclavos a los que se les reputaba como imprevisores, brutos egoístas, y demás, deplegaron tan buen sentido, tanta capacidad de organización como para superar las expectativas de incluso los más poco prácticos de los utopistas; y en tres años después de la emancipación la fisionomía general de los poblados había cambiado completamente. Los esclavos se estaban convirtiendo en seres humanos!

Los utopistas ganaron la batalla. Probaron que ellos eran los realmente prácticos, y que quienes pretendían ser prácticos eran imbéciles. Y el único arrepentimiento expresado ahora por todos quienes conocen el campesinado ruso es, que demasiadas concesiones les fueron hechas a aquellos imbéciles prácticos y egoístas estrechos de mente: que el consejo del ala izquierda del campo poco práctico no haya sido seguido a cabalidad.

No podemos ya dar más ejemplos. Pero invitamos fervorosamente a quienes gustan de razonar por sí mismos a estudiar la historia de cualquiera de los grandes cambios sociales que han ocurrido en la humanidad desde el levantamiento de las comunas a la Reforma y a nuestros tiempos modernos. Verán que la historia no es más que una lucha entre dominadores y dominados, opresores y oprimidos, en la que el campo práctico siempre toma parte del lado de los dominadores y los opresores, mientras que el campo poco práctico toma parte del lado de los oprimidos; y verán que la lucha siempre termina en una derrota final del campo práctico luego de mucha sangre derramada y sufrimiento, debido a lo que llaman su ‘buen sentido práctico’.

Si al decir que somos poco prácticos nuestros oponentes quieren decir que prevemos la marcha de los eventos mucho mejor que los cobardes prácticos cortos de vista, entonces tienen razón. Pero si quieren decir que ellos, los prácticos, tienen una mejor previsión de los eventos, entonces les enviamos a la historia y les pedimos que se dispongan a concordar con sus enseñanzas antes de realizar tan presuntuosa afirmación.

Freedom 
21 de Junio de 1888




Práxedis G. Guerrero: El interés verdadero del burgués y del proletario (1910)

Texto publicado en Regeneración, un 10 de Septiembre de 1910
 
Buscando la felicidad, muchos individuos pasan el tiempo dedicando sus faenas a la defensa de intereses falsos, alejándose del punto objetivo de todos sus afanes y aspiraciones: el mejoramiento individual y convirtiendo la lucha por la vida en la guerra feroz con el semejante.

Se oponen los privilegiados, con toda la fuerza que les presta la ignorancia atemorizada, a la emancipación de los proletarios; la ven como una horrible desgracia, como una catástrofe, como el fin de la civilización — cuando apenas es el comienzo de ella —, como un peligro que debe ser combatido con el hierro y con el fuego, con todas las armas de la astucia y de la violencia, y se oponen, sencillamente, porque no comprenden sus intereses verdaderos, que son los mismos para cada entidad humana.

Robar a otro el pan es poner en peligro cierto el propio sustento. Arrebatar a otros la felicidad, es echarse cadenas. Destruir la felicidad ajena para fabricar la nuestra con sus despojos, es una necedad. Porque pretender levantar la dicha propia sobre la miseria y el dolor de los demás, es igual a querer fortificar un edificio, comenzando por destruir sus cimientos. Y, sin embargo, la mayoría de las gentes, engañadas por la apariencia de sus falsos intereses, así caminan por el mundo en busca del bienestar, llevando por bandera este principio absurdo: hacer daño para obtener provecho.
En la satisfacción completa de las necesidades morales y físicas, en el disfrute de la vida, sin amenazas ni cargas que la amarguen, están radicados tanto el interés particular de los individuos, como el de la colectividad. Los que se opongan a ellos, rompiendo las lazos de solidaridad que la naturaleza estableció entre los miembros de la especie, laboran en contra de sí mismos; hiriendo a los otros se hace imposible el bienestar, que no puede ser duradero ni cierto, en medio de una sociedad que duerme sobre espinas; de una sociedad donde el hambre pasea su rostro lívido frente a las puertas de los almacenes repletos; donde una parte de los hombres, trabajando hasta el agotamiento, sólo pueden vestir mal y comer peor; donde otra parte de ellos arrebatan a los productores lo que sale de sus manos y de su inteligencia para entregarlo a la polilla o al estancamiento inútil; en una sociedad desequilibrada, donde sobran riquezas y abundan miserias; donde el concepto justicia tiene tan inicua representación, que se mantienen instituciones bárbaras para perseguir y martirizar a las inocentes víctimas de las aberraciones del medio.

La herencia, la educación, la desemejanza de las circunstancias de vida, habrán creado diferencias profundas, morales y hasta físicas entre burgueses y proletarios, pero una ley natural los mantiene reunidos en una sola tendencia: el mejoramiento individual. Ahí radica el interés verdadero de cada ser humano.

Conocido eso, precisa obrar racionalmente, sobreponiéndose a los prejuicios de clase y dando la espalda a los romanticismos. Ni la caridad, ni el humanitarismo, ni la abnegación, tiene poder bastante para emancipar la humanidad, como lo tiene el egoísmo consciente.

Allí donde los burgueses sean bastante sabios para comprender que la transformación del sistema presente es inevitable y que vale más para sus propios intereses facilitar esa transformación que oponerle necia resistencia, el problema social que agita en todos momentos en todos los rincones del mundo perderá su aspecto de tragedia y se resolverá blandamente en beneficio para todos. Aquellos habrán ganado con la libertad el completo derecho a la vida; éstos habrán perdido con lo superfluo, el temor a perderlo todo. Y sin duda que los privilegiados de hoy serán los que mejor parte saquen. En lo general, y eso debería avergonzarlos, son incapaces para servirse a ellos mismos; hay algunos que hasta para comer y echarse a dormir, necesitan la ayuda de esclavo. Cuando éste les falte, adquirirán hábitos distintos, que harán de ellos seres útiles y activos, aptos para unir su impulso al esfuerzo colectivo que se aplicará entonces sobre las brusquedades y asperezas de la naturaleza, no ya en la imbécil pugna del hombre contra el hombre.

Pero si los intereses falsos siguen ejerciendo influencia dominante en el cerebro de los burgueses, y si una parte de los trabajadores continúa como hasta hoy, oponiéndose con su pasividad sus tradiciones a la causa del trabajo, su causa, el cambio se impondrá por la violencia aplastando a los obstruccionistas del progreso.

 
Práxedis G. Guerrero 
Regeneración, N° 2 del 10 de Septiembre de 1910. 
Los Angeles, California.

Ricardo Flores Magón: Práxedis G. Guerrero (1911)

Texto publicado en Regeneración, un 30 de diciembre de 1911.
Extraído del libro: "Artículos de Combate" de Práxedis Guerrero

Hace un año que dejó de existir en Janos, Estado de Chihuahua, el joven anarquista Práxedis G. Guerrero, secretario de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano.

La jornada de Janos tiene las proporciones de la epopeya.

Treinta libertarios hicieron morder el polvo de una vergonzosa derrota a centenares de esbirros de la dictadura porfirista; pero en ella perdió la vida el más sincero, el más abnegado, el más inteligente de los miembros del Partido Liberal Mexicano.

La lucha se desarrolló en las sombras de la noche. Nuestros treinta hermanos, llevando la Bandera Roja, que es la insignia de los desheredados de la tierra, se echaron con valor sobre la población fuertemente guarnecida por los sicarios del Capital y de la Autoridad, resueltos a tomarla o a perder la vida. A los primeros disparos del enemigo, Práxedis cayó mortalmente herido para no levantarse jamás. Una bala había penetrado por el ojo derecho del mártir, destrozando la masa cerebral, aquella masa que había despedido luz, luz intensa que había hecho visible a los humildes el camino de su emancipación. ¡Y debe haber sido la mano de un desheredado, de uno de aquellos a quienes él quería redimir, la que le dirigió el proyectil que arrancó la vida al libertario!

Toda la noche duró el combate. El enemigo, convencido de su superioridad numérica, no quería rendirse, esperanzado en que tendría forzosamente que aplastar aquel puñado de audaces. Los disparos se hacían a quemarropa, se luchaba cuerpo a cuerpo en las calles de la población. El enemigo atacaba fieramente, como que contaba con una victoria segura; los nuestros repelían la agresión con valentía, como que sabían que, inferiores en número, tenían que hacer prodigios de arrojo y de audacia.

El combate duró toda la noche del 30 de diciembre, hasta que, al acercarse el alba, el enemigo huyó despavorido rumbo a Casas Grandes, dejando el campo en poder de nuestros hermanos y un reguero de cadáveres en las calles de Janos. El sol del 31 de diciembre alumbró el lugar de la tragedia, donde yacían dos de los nuestros: Práxedis y Chacón.

Práxedis fue, sencillamente, un hombre; pero hombre en la verdadera acepción de la palabra; no el hombre-masa atávico, egoísta, calculador, malvado, sino el hombre despojado de toda clase de prejuicios, el hombre de abierta inteligencia que se lanzó a la lucha sin amor a la gloria, sin amor al dinero, sin sentimentalismo. Fue a la revolución como un convencido. Yo no tengo entusiasmo, me decía; lo que tengo es convicción. Cualquiera se imaginaría a Práxedis como un hombre nervioso, exaltado, movido bajo el acicate de la neurastenia. Pues, no: Práxedis era un hombre tranquilo, modestísimo tanto en teoría como en la práctica. Enemigo de tontas vanidades, vestía muy pobremente. No bebía vino como muchos farsantes por alardear de temperantes: no lo necesito, decía cuando se le ofrecía una copa, y, en efecto, su temperamento tranquilo no necesitaba del alcohol.

Práxedis fue heredero de una rica fortuna que despreció: no tengo corazón para explotar a mis semejantes, dijo, y se puso a trabajar codo con codo con sus propios peones, sufriendo sus fatigas, participando de sus dolores, compartiendo sus miserias. Era niño entonces; pero no se arredró ante el porvenir tan duro que se le esperaba como esclavo del salario. Trabajó varios años en México, ya de peón en las haciendas, o de caballerango en las casas ricas de las ciudades, o de carpintero donde se le daba ese trabajo, o de mecánico en los talleres de los ferrocarriles. Por fin vino a los Estados Unidos, ávido de aprender y de ver esta civilización de la que tanto se habla en los países extranjeros, y, como todo hombre inteligente, quedó decepcionado de la pretendida grandeza de este país del dólar, de la insignificancia intelectual y del patriotismo más estúpido.

Aquí, en este país de los libres, en este hogar de los bravos, sufrió todos los atentados, todos los salvajismos, todas las humillaciones a que está sujeto el trabajador mexicano por parte de los patrones y de los norteamericanos que, en general, se creen superiores a nosotros los mexicanos porque somos indios y mestizos de sangre española e india. En Louisiana, un patrono a quien le había trabajado algunas semanas, iba a matarlo por el delito de pedirle el pago de su trabajo.

Práxedis trabajó en los cortes de madera de Texas, en las minas de carbón, en las secciones de ferrocarril, en los muelles de los puertos. Verdadero proletario libertario, tenía aptitud especial para ejecutar toda clase de trabajos manuales. Así fue como se templó ese grande corazón: en el infortunio. Nació en rica cuna y pudo haber muerto en rico lecho; pero no era de esos hombres que pueden llevarse tranquilamente a la boca un pedazo de pan, cuando su vecino está en ayunas.

Práxedis fue, pues, un proletario, y por sus ideales y sus hechos, un anarquista. Por dondequiera que anduvo, predicó el respeto y el apoyo mutuo como la base más fuerte en que debe descansar la estructura social del porvenir. Habló a los trabajadores del derecho que asiste a toda criatura humana a vivir, y vivir significa tener casa y alimentación aseguradas y gozar, además, de todas las ventajas que ofrece la civilización moderna, ya que esta civilización no es otra cosa que el conjunto de los esfuerzos de miles de generaciones de trabajadores, de sabios, de artistas, y, por lo tanto, nadie tiene derecho de apropiarse para sí solo esas ventajas, dejando a los demás en la miseria y en el desamparo.

Práxedis fue muy bien conocido por los trabajadores mexicanos que residían en los Estados del sur de esta nación, y la noticia de su muerte causó gran consternación en los humildes hogares de nuestros hermanos de infortunio y de miseria. Cada uno tenía un recuerdo del mártir. Las mujeres se acordaban de cómo el apóstol de las ideas modernas blandía el hacha para ayudarlas a partir leña con qué cocer los pobres alimentos, después de haber permanecido encerrado todo el día en el fondo de la mina, o de haber sufrido por doce horas los rayos del sol trabajando en el camino de hierro, o de haberse deslomado derribando árboles en las márgenes del Mississippi. Y las familias, congregadas en la noche, oían la amable y sabia plática de este hombre singular que nunca andaba solo; en su modesta mochila cargaba libros, folletos y periódicos revolucionarios, que leía a los humildes.

De todo esto se acordaban los trabajadores y sus familias cuando se supo que Práxedis G. Guerrero había muerto. Ya no se hospedaría más en aquellos honestos hogares el amigo, el hermano y el maestro...

¿Y qué habrá ganado el hijo del pueblo, que por sostener el sistema capitalista tronchó la fecunda vida del mártir?

¡Ah, soldados que militáis en las filas del Gobierno: cada vez que vuestro rifle mata a un revolucionario, echáis otro eslabón a vuestra cadena! Volved a la razón, soldados de la Autoridad; sois pobres, vuestras familias son pobres, ¿por qué matáis a los que todo lo sacrifican por ver a toda criatura humana libre y contenta?

Volved, soldados, las bocas de vuestros fusiles contra vuestros jefes y pasaos a las filas de los rebeldes de la Bandera Roja, que luchan al grito de ¡Tierra y Libertad! No matéis más a los mejores de vuestros hermanos.

Y vosotros, trabajadores, pensad en la ejemplar vida de Práxedis G. Guerrero. Ved su rostro: es una blusa de peón la que tiene encima, y, la actitud en que está, es la misma en que se le veía cuando al frente tenía unas hojas de papel en que vaciar generosamente sus exquisitos pensamientos.

Práxedis G. Guerrero, el primer anarquista mexicano que regó con su sangre el virgen suelo de México, y el grito de ¡Tierra y Libertad! que lanzó en el obscuro pueblo del Estado de Chihuahua, es ahora el grito que se escucha de uno a otro confín de la hermosa tierra de los aztecas.

Hermano: tu sacrificio no fue estéril. Al caer al suelo las gotas de tu sangre, surgieron de ella héroes mil que seguirán tu obra hasta su fin: la libertad económica, política y social del pueblo mexicano.

Ricardo Flores Magón
Regeneración, 30 de diciembre de 1911.

Errico Malatesta: Anarquismo y Reformas

Traducción al castellano: @rebeldealegre

Una breve reseña de nuestro primer número en el periódico comunista con base en Nápoles, Prometeo, trata principalmente de un artículo de Merlino*, y el reseñante reflexiona sobre la incomprensión básica de quienes afirman saberlo todo y que nunca se equivocan. Dice, ‘Aunque la definición parezca extraña, existe sin dudas una categoría de anarquista reformista’.

Claramente Prometeo cree haber hecho un descubrimiento.

A pesar de lo implacentero de la palabra, que ha sido abusada y desacreditada por los políticos, el anarquismo siempre ha sido y nunca podría ser otra cosa que reformista. Preferimos usar la palabra reformador para evitar toda confusión posible con quienes oficialmente se les clasifica de ‘reformista’y que luchan por mejorías pequeñas y con frecuencia ilusorias para hacer que el régimen sea más aceptable, ayudando por lo tanto a reforzarlo; o quienes, de buena fe, buscan eliminar los males sociales mientras reconocen y respetan (en la práctica y si es que no en la teoría) las instituciones políticas y sociales mismas que han dado pie y alimentan aquellos males.

La revolución, en el sentido histórico de la palabra, significa la reforma radical de las instituciones, ejecutada raudamente por medio de la insurrección violenta del pueblo contra el arraigado poder y privilegio.

Y somos revolucionarios e insurreccionarios porque queremos no solamente mejorar las instituciones que existen ahora, sino destruirlas completamente, abolir todas y cada una de las formas de poder del humano sobre el humano y todo parasitismo, de todo tipo, sobre el trabajo humano. Porque, también, queremos hacerlo tan rápido como sea posible y porque estamos convencidos de que las instituciones nacidas de la violencia se mantienen con la violencia y solo caerán si se les opone violencia suficiente.

Pero la revolución no puede ocurrir a pedido. ¿Debemos, entonces,  permanecer como espectadores pasivos, esperando que el momento correcto se presente. E incluso tras una insurrección exitosa, podremos realizar repentinamente todos nuestros deseos y que por algún milagro convirtamos el infierno del gobierno y el capitalismo en el cielo del comunismo libertario — esto es, la libertad completa del individuo en solidaridad de intereses con otros?

Estas son ilusiones que echan raíz en suelo autoritario; pues los autoritarios ven a las masas del pueblo como materia prima a ser manipulada hacia el molde que sea que ellos quieran a través del ejercicio del poder por decreto, por la pistola y las esposas.
Pero aquellas no son ilusiones anarquistas. Necesitamos del consentimiento del pueblo y debemos por lo tanto persuadir por medio de la propaganda y el ejemplo. Debemos educar y buscar cambiar el ambiente de tal modo que la educación sea accesible para un número siempre creciente de personas.
Todo, tanto en la historia como en la naturaleza, ocurre gradualmente. Cuando una represa revienta (es decir, muy rápido, aunque siempre bajo la influencia del tiempo) es porque o bien la presión del agua ha crecido demasiado para que la represa siga conteniendo o por la desintegración gradual de las moléculas del material del que está hecho la represa. De igual modo, las revoluciones estallan bajo la creciente presión de aquellas fuerzas que buscan el cambio social y ese punto se alcanza cuando el gobierno existente puede ser derrocado y cuando, por procesos de presión interna las fuerzas del conservadurismo se debilitan progresivamente.

Somos reformadores hoy en tanto buscamos crear las condiciones más favorables y el mayor número posible de personas responsables y conscientes necesario para desencadenar una insurrección popular exitosa.

Hemos de ser reformadores mañana, cuando la insurrección haya triunfado y la libertad se haya obtenido, en tanto hemos de buscar, por todos los medios que la libertad disponga — por la propaganda, el ejemplo y la resistencia — incluyendo la resistencia violenta contra quienes destruirían nuestra libertad — ganarnos a un número siempre creciente de personas hacia nuestras ideas.

Pero nunca hemos de reconocer — y aquí es donde nuestro ‘reformismo’ difiere de aquel tipo de ‘revolucionismo’ que termina sumergido en las urnas de votación de Mussolini o de otros de su especie — nunca hemos de reconocer las instituciones [existentes]. Hemos de llevar a cabo todas las reformas posibles en el espíritu en el que un ejército avanza siempre arrebatando en su camino el territorio ocupado por el enemigo. Y siempre hemos de permanecer hostiles a todo gobierno — ya sea monarquista como el de hoy o republicano o bolchevique, como el de mañana.

Marzo de 1924


* Saverio Merlino (1858-1930), anarquista italiano y contemporáneo de Malatesta. Siguieron siendo amigos hasta la muerte de Merlino en 1930 a pesar del hecho de que había dejado de llamarse anarquista muchos años antes y se convirtió en una especie de social demócrata que, de acuerdo a Malatesta en el obituario de su amigo, ‘en sus intenciones y esperanzas, buscó reunir a todos los partidos y grupos de avanzada’ — incluyendo a los anarquistas — aunque se declaró en favor de las elecciones parlamentarias y, de acuerdo a Malatesta, ‘se unió a la sección Napolitana del Partido Socialista’.



Sam Dolgoff: La Relevancia del Anarquismo para la Sociedad Moderna (1977)


Traducción inédita al castellano del panfleto clásico de 1977 con un resumen de las ideas y la práctica anarquista. Sam Dolgoff demuestra en este ensayo que a medida que la sociedad se vuelve más compleja, la teoría organizativa anarquista y las prácticas anarquistas se vuelven más, y no menos, relevantes.
"He intentado mostrar que el anarquismo no es una panacea que curará milagrosamente todos los males del cuerpo social, sino, una guía [moderna] para la acción basada en una concepción realista de la reconstrucción social."
Traducción al castellano: @rebeldealegre
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Peter Gelderloos: Los fascistas son instrumentos del Estado (2007)

Traducción al castellano: @rebeldealegre

    1.    El Fascismo se extiende en muchos países industriales y post-coloniales, y existe en forma de nacionalismo extremo, neo-nazismo, o algún otro autoritarismo extremo. En casi todos los casos, los comunes y corrientes de los movimientos fascistas tienden a ser miembros desposeídos de un grupo privilegiado en la sociedad (p.ej. blancos pobres). En la Alemania anterior a la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los alemanes de clase trabajadora estaban empobrecidos por la Depresión, en contraste con su auto-imagen de nación rica y poderosa. En la Alemania moderna, los partidos políticos neo-nazi obtienen la mayor parte de los votos, con frecuencia más del 10% del total, en estados donde el desempleo es mayor. En los EEUU, los blancos pobres del sur que no disfrutan de la riqueza prometida a las personas blancas de la nación más rica en la tierra, con frecuencia se unen al Ku Klux Klan. En Ruanda, los Hutus, empobrecidos y en gran necesidad de tierra, expresaron su deseo de más riqueza y poder identificándose con la etnia mayoritaria, uniéndose a los partidos fascistas Hutu responsables del genocidio. Hubo un movimiento fascista similar entre los Hindúes en India, aseverando su poder como etnia mayoritaria. Así, el fascismo puede ser visto como una respuesta al desempoderamiento y a las promesas incumplidas de privilegio.

    2.    El Fascismo puede también ser visto como un fenómeno de élite, un movimiento de caballeros. El partido Nazi Alemán incluía a muchos de los industrialistas más ricos, los fascistas españoles tras Franco eran una alianza de generales, la aristocracia terrateniente, y líderes de iglesia, mientras que Mussolini dijo que el fascismo debía ser llamado mejor “corporativismo” puesto que es la mezcla del poder del Estado y el poder corporativo. En los EEUU, el KKK era originalmente un club de caballeros, y antes de la Segunda Guerra, los industrialistas más ricos (Hearst, Rockefeller, Ford, DuPont, Morgan) apoyaron a los fascistas en Europa. Actualmente en los EEUU, muchos conservadores de élite apoyan al grupo anti-inmigración Minutemen y a otros grupos cripto-fascistas. El Fascismo está ligado especialmente a los sectores conservadores de la élite que temen que a las estrategias expansivas de la élite progresista les salga el tiro por la culata y desestabilicen todo el sistema. En estas manifestaciones, el fascismo es un modo en que la élite preserva la moral tradicional, fortalece la jerarquía social, y se defiende contra la actividad revolucionaria entre las clases inferiores.

    3.    Las ideas básicas comunes al fascismo (a: anti-inmigración, b: pureza racial, c: supremacía blanca, d: empoderamiento político a través del nacionalismo, e: las ideas Darwinistas sociales de la “supervivencia del más apto,” f: anti-Semitismo) son todas vacías e incorrectas. A: La anti-inmigración es hipócrita. Los partidos políticos anti-inmigración en los EEUU y la Unión Europea en general apoyaron los mismos tratados de libre comercio y guerras (e.g. NAFTA, la guerra civil en El Salvador) que son la causa de gran parte de la inmigración, y sus economías dependen del trabajo de inmigrantes (la agricultura de EEUU y la industria de la construcción colapsarían de la noche a la mañana sin el trabajo de inmigrantes). Los gobiernos europeos que están supuestamente preocupados de proteger sus culturas contra los inmigrantes son generalmente los mismos que colonizaron los países de donde éstos vienen; no tuvieron problema alguno en llevar su cultura al país de otros, y tampoco hacen algo por detener la “contaminación cultural” de McDonalds y MTV. B: En cuanto a la pureza racial, la idea no tiene base científica alguna, y de hecho la raza es una generalización arbitraria. No hay peligro en la reproducción interracial, de hecho un acervo génico diverso es mucho más saludable que uno homogéneo, y ningún grupo étnico es en realidad “puro.” Todos en realidad venimos de los mismos ancestros y nos hemos mezclado desde el comienzo. C: La supremacía blanca también es una mentira sin base en los hechos más que la cruda (y fabricada) pseudo-ciencia de la medición de cráneos que se llevó a cabo en el siglo 19. D: El Nacionalismo es una mentira descarada: las élites política y económica están constantemente haciendo tratos con otros países y enriqueciéndose mientras enseñan a sus ciegos seguidores a odiar a las personas de otros países, dividiendo así a las clases bajas. Ondear la bandera y amar la nación le da poder al gobierno, y esto es lo opuesto a darle el poder a las personas. Ridículamente, los nacionalistas creen que serán libres si sus carceleros se ven igual y hablan el mismo idioma que ellos. E: El Darwinismo Social — la idea de la “supervivencia del más apto” enaltecida como sistema político — tiene nada que ver con el Darwinismo científico. De hecho, Darwin nunca utilizó la frase “supervivencia del más apto,” y descubrió que las especies sobreviven adaptándose a la naturaleza, no declarándole la guerra. Los humanos malgastan sus mayores ventajas evolutivas — las habilidades de comunicación y de pensar creativamente — conformándose a estrictas jerarquías sociales que no tienen base natural real alguna. F: En cuanto al anti-semitismo, en la Edad Media, los mismos que asesinaron judíos les pusieron en el rol de prestamistas y dependían de ellos. En el siglo 20, los capitalistas anti-semitas afirmaron que los judíos eran parte de la “conspiración bolchevique internacional” mientras los anti-semitas anti-capitalistas dijeron que los judíos eran parte de una conspiración de banqueros y capitalistas. Claramente, los fascistas simplemente usan a los judíos para cuando sea que requieran culpar a alguien.

    4.    Tantos fascistas y neo-nazis no podrían seguir creyendo tales ideas estúpidas y sin base a menos que su odio sirviese a un propósito importante. Claramente, no podemos tomar las ideas fascistas en serio, pero debemos tomar a los fascistas mismos en serio, por todos los asesinatos, la violencia social, y la intimidación de los que son responsables. Entonces, si el fascismo es útil, debemos preguntar: ¿para quién es útil? El ejemplo anterior del anti-semitismo ofrece una pista. El fascismo provee de un chivo expiatorio. El fascismo alienta a los miembros pobres del grupo dominante (p.ej., blancos pobres o cristianos pobres) a odiar a algún otro grupo, de manera que su real enemigo esté a salvo. Los pobres tienen buenas razones para odiar a los ricos. Si los judíos pueden sustituir a los ricos (como parte de alguna conspiración internacional de banqueros), entonces los pobres odiarán a los judíos, y al judaísmo, en vez de odiar a los ricos, y al capitalismo. Cuando esto ocurre, la élite puede sonreír y estar en paz: están a salvo de la ira de aquellos a quienes explotan. El odio del fascismo también apunta a grupos oprimidos. En la historia de los EEUU esto quiere decir a los negros, a los nativos americanos, y a los inmigrantes latinos. Los blancos pobres deben tomar parte en explotar a las clases inferiores (en los días de la esclavitud generalmente ellos tenían el látigo). De acuerdo a la mitología de la supremacía blanca, se supone que todos los blancos son superiores (inclusive en términos de riqueza y poder). El fascismo le enseña a los blancos pobres y sin poder a culpar y odiar a los negros y a los inmigrantes (por “causar el crimen” o “acaparar nuestros empleos”) en vez de a su real enemigo, la élite. Este odio crea además una distancia psicológica que les hace más fácil a unos oprimir a las personas de color, y más difícil a los otros unirse. Son los blancos ricos, los capitalistas y la élite gobernante, quienes se enriquecen gracias a la esclavitud, el empleo inmigrante, y otras formas de explotación, pero son los blancos de clase trabajadora quienes deben asumir el rol de policía. Obtienen poco beneficio material, pero se engañan con beneficios psicológicos, pretendiendo ser poderosos y superiores como miembros de una raza blanca mítica. Los blancos ricos se pueden reír todo el camino hasta el banco de que han vuelto a tantos blancos de clase trabajadora sus instrumentos tan fácil, y por tan poco.

    5.    Si es que es correcto que las élites son las beneficiadas con el fascismo, entonces debiésemos poder encontrar evidencias de apoyo al fascismo por parte de éstas. Y de hecho podemos. Muchos gobiernos de la Unión Europea fomentan la idea de “pureza cultural” y de proteger la cultura superior europea de la “polución” de la inmigración, sometiendo a los inmigrantes a aprobar exámenes culturales. Los medios corporativos (propiedad de las élites) en la UE y los EEUU tratan el asunto de la inmigración de un modo en que por seguro fomenten la ignorancia y el miedo. Por ejemplo, rara vez dan el contexto de por qué las personas inmigran, las corporaciones y guerras de quién han destruido sus tierras de origen. Rara vez mencionan el hecho de que las economías Europeas y de los EEUU colapsarían sin la labor de los inmigrantes, de que los consumidores blancos dependen de la mano de obra barata y de las importaciones baratas (fruta, vestimenta, computadores, teléfonos celulares, etc.) de los inmigrantes y de los países de los que vienen. Y en los EEUU, los miembros de la élite dan grandes apoyos financieros a los grupos fascistas más respetables (especialmente a los cristianos fundamentalistas). George W. Bush ha sido incluso exitoso (como lo fue Reagan)  en dar dineros gubernamentales a tales grupos. En países como Italia, Polonia, Ucrania, y Rusia también es fácil hallar evidencias de que el gobierno o la iglesia otorguen apoyo ideológico o material a fascistas. Claramente, la élite alimenta los miedos y la ignorancia para darle un cimiento al fascismo.

    6.    ¿Qué obtiene la élite a cambio del fascismo? Mucho. Los instrumentos fascistas no desilusionan a sus amos de la élite. Los fascistas ayudan a distraer a las clases bajas culpando de los problemas de la élite (pobreza, desempoderamiento, globalización corporativa) a un chivo expiatorio, como por ejemplo a los inmigrantes. Los disturbios en Hungría el 2006 son un ejemplo perfecto. Las personas estaban tan molestas con las horribles condiciones que salieron a las calles, combatieron a la policía, y ocuparon la estación estatal de televisión, pero esta no era ninguna revolución! Las multitudes estaban dominadas por ideologías fascistas, de modo que de cara a la explotación capitalista (que empeoró después que el gobierno se unió a la UE) culparon en vez a las personas más pobres que ellos — inmigrantes; atacaron una sinagoga, y se desviaron hacia una fantasía de una historia húngara idílica, de hace cientos de años, aún cuando la mayoría de los responsables de sus problemas eran también húngaros. Los fascistas dividen a las clases bajas, haciéndoles pelear entre sí, y creando el odio y la distancia que le hacen fácil a los blancos y cristianos oprimir y explotar a personas de color, musulmanes, etc. Así, protegen a la élite de la revolución. 

    7.    Algunos fascistas (inspirados por el “nacional socialismo” de Hitler) son más conscientemente anti-capitalistas, o creen que lo son. Estos extremistas también son útiles para la élite, aún cuando éstos odien generalmente a los gobiernos de los que son instrumentos. Primero, hacen que toda potencial revolución anti-capitalista sea menos efectiva al dividir a las clases bajas,  y al poner énfasis en la raza. Debido a que confunden la naturaleza real del capitalismo terminan por apoyar un capitalismo nacional (como mucho esto solo implicará mayor control gubernamental, similar al “socialismo” de Hitler o Lenin). Segundo, como extremistas que pretenden ser revolucionarios, reservan mucho de su odio a los comunistas,  a los anti-fascistas, y a los anarquistas. Los comunistas autoritarios son tal como otra secta de fascistas en competencia, y una vez en el poder han demostrado tener la voluntad de utilizar los mismos métodos para purgar o purificar su país. Los fascistas de derecha o de izquierda podrán pelear, pero al final tienen mucho en común (como vemos en el tratado de Lenin con los austro-alemanes, el tratado nazi-soviético, y más recientemente el surgimiento de los “nacional-bolcheviques” fascistas y el apoyo del Partido Comunista a la Federación Rusa para el xenofóbico Movimiento Contra la Inmigración Ilegal). Los anarquistas, por otro lado, quieren abolir todo poder político, así que representan una amenaza sin compromisos para la élite. No es coincidencia que los fascistas no tengan compromisos en su asalto contra los anarquistas. Los fascistas han atacado e incluso asesinado a anarquistas en toda Europa y en los EEUU. En algunas partes de la Europa Oriental, los anarquistas apenas pueden organizar un concierto a beneficio, por la certeza de ataques fascistas. De este modo, los fascistas funcionan como fuerza paramilitar para el Estado. En los EEUU, el FBI (la policía federal) se ha infiltrado por largo tiempo en el KKK y otros grupos supremacistas blancos, usándoles para ataques contra los negros radicales, como en la Masacre de Greensboro; en Italia durante la “Estrategia de Tensión” en la década de 1970, los servicios de inteligencia utilizaron a grupos fascistas para asesinar izquierdistas, o para     hacer explotar bombas en zonas concurridas y culpar a las Brigadas Rojas; en Moscú en el 2006, los neo-nazis lucharon junto a la policía para atacar al desfile del Orgullo Gay.

    8.    Aparte de proveer este servicio constante, los fascistas son útiles instrumentos del Estado porque la élite y la burguesía puede usar una revuelta fascista para salvarse de una verdadera revolución de las clases bajas. Aunque el fascismo pueda derrocar a un gobierno en particular, el gobierno es solo una herramienta de la élite. En Italia, después que los terratenientes, los líderes de la iglesia, y los dueños de las fábricas vieron que les iba tan bien bajo Mussolini, la burguesía de todas partes comprendió que el fascismo les podía salvar de la revolución. Esto condujo a que la élite en España apoyara el golpe fascista de Franco, para salvarse del creciente movimiento anarquista.

    9.    El fascismo no es ni anti-autoritario ni anti-capitalista, así que la élite capitalista estará protegida con el fascismo. Incluso los fascistas que son anti-ricos y anti-globalización, que creen que son “nacional-socialistas” anti-capitalistas ponen su nacionalismo antes que nada, es decir, serán controlados fácilmente por los capitalistas de su propia nacionalidad. Se han privado a sí mismos del arma de la solidaridad al separarse de las personas de otras naciones. Los gobiernos nacionalistas que se han ganado el apoyo de los fascistas sostienen las desigualdades capitalistas y siguen facilitando la globalización — el único problema es que distraen a todos de los mismos problemas de siempre al ondear la bandera, desplegando una guerra contra un país más débil, o culpando a alguna minoría. Pero los problemas de la pobreza y el desempoderamiento continúan. Así, los fascista que creen que están “defendiendo a la nación” o “fortaleciendo a su gente” están en realidad simplemente lamiendo botas. Están pidiendo ser controlados por líderes de la misma nacionalidad, están jurando ciegamente lealtad a una élite que les consentirá en sus nimios prejuicios, y están asegurando que su explotación y falta de poder continúen.

    10.    Muchos fascistas (particularmente los neo-nazis) basan muchas de sus críticas a los problemas sociales en la raza. Pero es importante comprender que en términos científicos, la raza no existe. Algunas personas son más claras que otras, otras más oscuras, pero no hay líneas claras, y todos tienen herencia mixta. En términos de la genética, hay por lejos más diversidad dentro de una misma “raza” de lo que hay diferencia entre los promedios de las diversas razas (es decir, tus genes podrían fácilmente ser más parecidos a los de alguien de otra raza que de alguien de tu misma raza). La raza es una invención social. La idea no existía hasta que Europa comenzó su fase colonial. Una vez que comenzaron a esclavizar a los africanos, a colonizar a los asiáticos, y a exterminar a los nativos americanos, la élite europea comenzó a hablar en términos de raza para separarse y embaucar a los europeos de clase baja para que cumpliesen el rol de policía y cooperasen con la explotación de los más oprimidos. En las primeras colonias americanas, la clase gobernante tuvo que imponer rápidamente leyes contra el matrimonio de blancos con africanos o vivir con nativos americanos, puesto que en varias ocasiones los europeos de clase baja se unieron a los colonizados en la rebelión, o se fueron a vivir con ellos (hallando más libertad en aquellas sociedades).

    11.    El capitalismo y el Estado siempre producirán resentimiento y rebelión. Las personas no gustan ser controladas, ni explotadas. El racismo y el autoritarismo del Estado provocarán que algunos descontentos culpen a los chivos expiatorios y que se aferren a ideales fascistas de rebelión. La propaganda directa del Estado asegura el crecimiento del fascismo en las poblaciones de desposeídos. Por ende, mientras exista el Estado, el fascismo es inevitable. Aquellos que se oponen al fascismo deben apoyar la revolución antiautoritaria. (La revolución autoritaria no es la respuesta, porque el Estado es una herramienta de dominación, y aunque pueda ser retirado de las manos de una clase capitalista en particular, convertirá a aquellos que lo detentan en una nueva clase de élite similar. Después de todo, las revoluciones autoritarias de izquierda desembocaron en gobiernos como la URSS, similares de muchas maneras a los Estados fascistas). Pero si hay un movimiento fascista fuerte, la revolución se hace difícil o imposible, por la habilidad de los fascistas de dividir a las clases bajas y de atacar a los revolucionarios.

    12.    Por lo tanto, las personas que se oponen al fascismo deben atacar al gobierno y al capitalismo como sus causas, mientras se trata al fascismo como un síntoma agresivo y discapacitante. Los anti-fascistas sin crítica alguna al capitalismo o al Estado están peleando una batalla a perdedor, porque confunden la causa con el efecto. Los fascistas no salen de ninguna parte. Son alentados por el Estado, y se apoyan en la rabia producida por el capitalismo. El fascismo no puede ser vencido simplemente golpeando fascistas (aunque a corto plazo la auto-defensa es ciertamente necesaria). Después de todo, los fascistas reclutan con frecuencia desde la población pobre, que podría apoyar a la verdadera revolución anti-capitalista si pudiesen ser educados para ver más allá de la xenofobia y el racismo.

    13.    Entonces, para derrotar al fascismo necesitamos crear un movimiento anti-capitalista que además sea anti-autoritario. Y tal movimiento necesita pertenecer a las personas de todos los colores y naciones, capaces de solidaridad internacional. Pero renunciar a las divisiones nacionales/étnicas de los fascistas no significa ignorar las divisiones que sí existen en la sociedad. Son los liberales quienes adoptan el acercamiento “daltónico” al racismo. No hay diferencias inherentes entre las personas con distinto color de piel — en este sentido somos todos iguales. Pero sí hay diferencias en nuestras culturas e historias. Hace gran diferencia si la sociedad te ha tratado a tí y a tus ancestros como sub-humanos. Los sistemas de privilegio y opresión siguen dividiéndonos, aún cuando tenemos buenas intenciones. Con frecuencia, los blancos anti-fascistas ignoran estas divisiones  y se incapacitan para trabajar con personas de color aferrándose a sus privilegios o cegándose a las diferencias reales de necesidades, historias, y consecuencias de los actos (p.ej., cuán duro reaccionará la policía con distintas personas en base al color de su piel). Esta es una razón por la que los movimientos “anti-fascistas” en toda Europa y los EEUU son casi por completo blancos, excluyendo en efecto a personas de color e inmigrantes. Superar la supremacía blanca es tan importante como superar el capitalismo, y ser daltónico al punto de solo ver la economía es una manera en que las personas blancas dividen el movimiento (muchas personas de color no querrán trabajar con blancos que minimizan los problemas de largo alcance de la supremacía blanca). Las personas blancas deben además encontrar sus propias razones para luchar contra el sistema alienante de la supremacía. En vez de ignorarla, ver cómo hiere y limita sus propias identidades puede ayudarles a volverse mejores aliados para las personas de color que son las más obviamente heridas por el racismo. Superar la segregación que irónicamente acosa a los antifascistas no significa que los antifascistas blancos inviten a activistas inmigrantes y de color a entrar a su movimiento. Por el contrario, significa que los anti-fascistas deben comprender cómo pueden ser ellos mejores aliados para aquellos que sufren del fascismo más directamente; y significa además que necesitan asumir la responsabilidad por, en vez de desconocer, aquellos blancos que han sido despistados por el racismo para volverse una base para el fascismo, y educarles. Por lo tanto, los pasos inmediatos hacia la construcción de un movimiento capaz de destruir al fascismo en su raíz son comprender cómo nuestra sociedad se alimenta del fascismo y aprender dónde obstruir este proceso; comprender que los privilegiados y los oprimidos experimentan el fascismo y la resistencia de forma distinta, y reunir estas comprensiones en un espíritu de asistencia mutua; y dirigir la rabia de las personas insultadas a diario por la explotación y la autoridad lejos de los chivos expiatorios y hacia los objetivos que lo merecen: el capitalismo y el Estado.

Peter Gelderloos: Lenguaje Elitista

Traducción al castellano: @rebeldealegre

Este artículo fue escrito en el contexto de un debate acerca de un lenguaje supuestamente elitista, en el Grupo de Trabajo Anti-Opresión (Anti-Oppression Working Group) de SOA Watch

El problema del lenguaje elitista surge con frecuencia cuando personas de un trasfondo de clase media y educación universitaria intentan comunicarse con el ‘público general.’ Si aquellos que intentan la comunicación están embarcados en un emprendimiento comercial, pueden simplemente bajar la dificultad de su lenguaje al denominador común compartido por la audiencia promedio a la que apuntan, quizás apropiarse de algo de la jerga y símbolos culturales de dicha audiencia, y se aseguran de tener buenas ventas.
Sin embargo, si el motivo es más altruista, por ejemplo aquel de los activistas de clase media que intentan comunicarse con activistas de otros trasfondos, o compartir información, recursos, y opiniones con algún Público General, el problema se vuelve más complejo. Por buena razón y con bastante historia, el lenguaje de la academia, con el que muchos activistas de clase media se sienten cómodos, puede marginar o confundir a las personas que no recibieron una educación universitaria avanzada. Pero los problemas de nuestro mundo, desde el patriarcado al imperialismo, son patologías sistémicas que requieren, para comprenderlas, serio esfuerzo y atención. Y, en directa oposición a nuestra comprensión de estos problemas, hay un aparato cultural de un poder sin precedentes que manipula nuestros valores, nuestra ideología, nuestra historia, incluso nuestro lenguaje, para proteger el status quo. ¿Cómo podemos explicar ideas complejas e inextricables en un lenguaje simple — el cual ya es fuertemente controlado por la industria cultural — entregadas en segmentos breves y fácilmente digeribles, sensibles a los decrecientes intervalos de atención del Público General?
Creo que la respuesta obvia es, que no podemos. Necesitamos reconocer que el lenguaje en nuestra sociedad se utiliza como herramienta de control, y la tendencia hacia vocabularios más reducidos, sintaxis más simples, e intervalos de atención más cortos, es una de las formas más efectivas de despojo de poder ideados jamás. Resistir el embrutecimiento del lenguaje y desarrollar nuestra habilidad de pensar críticamente es una finalidad a largo plazo tan importante como obtener la autonomía y auto-suficiencia económica de la comunidad. El lenguaje requiere ser un sitio para la revolución; es un arma necesaria para todas las luchas sociales. Nuestro deber como activistas es utilizar nuestra educación para hacer accesible el lenguaje complejo, en vez de descartar todo lo no inmediatamente accesible con facilidad por la mayoría, por inherentemente inaccesible.

Pero para volver de la consideración del largo recorrido teórico y enfrentar el contexto presente, hay una validez sustancial en las críticas al lenguaje inaccesible. Éstas se han señalado en todas partes, y generalmente involucran un reconocimiento de que la educación completa es un privilegio retenido por unos pocos (predominantemente la clase media blanca), y que al hablar en el sofisticado lenguaje que acompaña a nuestra educación inhibimos la comprensión y simpatía de aquellos sin tal educación, e intencionalmente o sin intención mantenemos la influencia dentro de organizaciones y movimientos radicales en las manos de la élite educada. Vuelta doctrina, esta crítica es con frecuencia (mal) entendida a nivel básico como que las palabras largas y las frases complejas son indicadoras de privilegio, y el privilegio es malo. Falta en dicha versión popularizada de esta crítica la comprensión de que mientras la existencia de privilegio no está bien, existe un buen tipo de privilegio: aquel que debiese ser disfrutado por todos. La educación es uno de éstos.

Si la finalidad subyacente a estas críticas fuese desafiar al elitismo en el lenguaje, entonces veríamos una combinación consciente de lenguaje de mayor y menor sofisticación en la literatura radical, de modo que toda persona alfabetizada tuviese material tanto dentro como más allá de su nivel de comprensión, para darles así la bienvenida y también para desafiarles. Veríamos a activistas privilegiados usando conscientemente su lenguaje en un modo que invite a la comprensión. En realidad, o bien vemos radicales educados que ignoran el problema e ignoran a los segmentos menos educados de sus potenciales audiencias, o que intentan evitar el problema por medio de una abstinencia automática de vocabulario polisilábico, de análisis complejos, y discursos completos (léase: largos). La educación es anatematizada como burguesa, o en el decir más corriente, “exclusiva”, y en vez de resolver el problema, los activistas se unen a Fox News, USA Today, y la educación pública, contribuyendo a la masacre intelectual de las personas a las que supuestamente están ayudando.

Para conformar una consideración táctica del lenguaje elitista, debemos considerar algunas de las suposiciones inherentes en la crítica contra tal lenguaje. Una de las más fundamentales es el mito del Público General. Dice así: el Público General no es educado, y usar grandes palabras les margina. ¿Pero dónde exactamente trazamos la línea entre lo que es elitista y lo que no lo es? ¿La “mayoría de las personas” utiliza la palabra elitista? Cielos!: ¿es elitista la palabra misma elitista? ¿Qué hay de la escritura? Está bien, la mayoría de las personas en los EEUU son alfabetizados, pero muchos no lo son, sin ninguna falta propia. ¿Escribir cosas es elitista? ¿Los activistas no debiesen fabricar más panfletos y volantes? Ciertamente eso excluye a las personas que no pueden leer. De un modo muy condescendiente, los activistas educados están estableciendo un nivel de estupidez aceptable; aún cuando rechazan el lenguaje académico, sostienen la moral elitista al retener una jerarquía de la inteligencia, y solo bajarán la escalera para abastecer a los menos educados. A todo aquel que aún así sea excluido simplemente se le despoja de su concepto de “persona normal.”
El efecto del mito del Público General es que cuando abandonamos nuestras burbujas, la mayoría de los activistas le hablan con altanería a las personas que ellos asumen que no tienen educación universitaria, y en la práctica la pista más fácil para ello es si la audiencia es pobre, o no es blanca. Creo que muchos activistas ni siquiera son conscientes de cuán condescendientes son usualmente, y cuán obvio es cuando intentan hablar en un lenguaje que claramente no es el propio. Y luego se dan vuelta, ¿y hablan de elitismo?

Una prohibición a lo que se entiende por lenguaje elitista asume además que las personas de trasfondos más pobres con menos oportunidades de educación de calidad o bien no pueden o no quieren aprender. En realidad, obtener una buena educación es visto como una forma de mejoramiento en muchas comunidades pobres, pero pocos activistas intentan difundir esta educación al comunicarse con personas menos privilegiadas. Al evitar el lenguaje y análisis académico fuera de sus propios círculos, los activistas privilegiados mantienen una relación de dependencia, en la que actúan como guardianes del conocimiento, eternamente necesarios para traducir la ley, los estudios científicos, el análisis político, etcétera, al “lenguaje simple.”
La otra suposición inherente en tal crítica es la idea de que ciertos tipos de lenguaje son inherentemente elitistas. Los vocabularios más extensos y las sintaxis más complejas son en realidad herramientas muy útiles, aunque las personas requieren de más educación para poder utilizarlas. No es el lenguaje, sino el sistema de educación capitalista y racista de este país lo que es elitista. La tarea de los activistas educados es hacer accesible esa educación, y transmitir ese lenguaje como herramienta popular. No queremos palabrerías Orwelianas hechas para las masas, queremos lenguajes liberados y desmitificados.

Desafortunadamente, los activistas educados siguen idealizando el “lenguaje simple”, y además siguen quejándose cuando Las Masas son engañadas una vez más a por el apoyo a la última guerra o a cambios a políticas draconianas por medio de las más claras e incluso clichés tautologías y sofismas comunicados por los políticos y defendidos por los medios de comunicación. Retirar las variadas formas de lenguaje de la jerarquía de privilegios actual, y ponerlas en el paisaje adecuado de las culturas diversas y diferentes es un acto crucial (que antes requiere de permitir que las distintas culturas en nuestra sociedad disfruten de la igualdad). Pero reconocer la validez de los lenguajes no académicos, el lenguaje de los negros urbanos de la costa este o de lo apalaches blancos, no significa ponerlos en un museo.

El fortalecimiento revolucionario hará que estos lenguajes cambien, que desarrollen mucha de la complejidad hasta ahora monopolizada por la academia blanca, pues esa complejidad misma es fortalecimiento. ¿Escéptico? Simplemente compara las letras de Puffy con las de Mr. Lif. Compara al Jefe Indio del cine supremacista blanco que solo dice “¿How?”, con Ward Churchill, el activista y profesor del Movimiento Indio Americano, que habla de pseudopraxis patológica [1].
Mientras otras comunidades existan en la servidumbre económica, mientras otras culturas carezcan de autonomía, mientras otras formas de lenguaje adolezcan de complejidad desatada y fortalecida, los revolucionarios de aquellas comunidades harán propias las herramientas que necesiten para construir un lenguaje que sea piedra de toque para una cultura autónoma.

En efecto, muchas de las críticas existentes contra el lenguaje elitista son ellas mismas elitistas, pues sirven para preservar el monopolio del discurso analítico en las manos de los institucionalmente educados (quienes generalmente son institucionalizados, en vez de radicales, y por ende no están de nuestro lado). La negación del lenguaje por parte de los radicales educados que abofetean a la sofisticación sirve para embrutecer a los radicales mismos. Los radicales no educados no son más proletarios, ni más inclusivos. Son simplemente más inefectivos [2].

¿No sería más efectivo subvertir la educación, y educar la subversión; exponer y superar la norma patriarcal que hace que preguntar “¿qué significa eso?” sea un crimen intelectual? Debiésemos usar las formas de lenguaje con las que nos sentimos cómodos, académicas u otras, mientras lo hagamos con lucidez y de un modo que invite a aprender y compartir ese conocimiento. Aquellos a nuestro alrededor estarían mejor con ello. Similarmente, podemos beneficiarnos de aprender los distintos tipos de lenguaje que otras personas usan. Reconocer la variedad de lenguajes, pero perturbar la jerarquía económica, racial y de género en la que estos lenguajes han sido puestos.

NOTAS
[1] En cada ejemplo, el primer elemento representa una forma esencializada del lenguaje de un grupo oprimido, ya sea comercializada o creada por instituciones culturales supremacistas blancos: Hollywood o los grandes sellos discográficos. El segundo elemento de cada ejemplo no necesariamente representa al lenguaje de un grupo oprimido, pero quiere demostrar una tendencia de los revolucionarios de comunidades oprimidas a adoptar un lenguaje "educado", ya sea por completo o incorporado a su propio lenguaje.
[2] No, esto no quiere deicr que los radicales de trasfondos más pobres son menos efectivos que los radicales privilegiados. Por el contrario, hay que notar que los radicales de clases bajas con frecuencia se educan a sí mismos, y son más inteligentes por lo mismo. Por ejemplo, George Jackson estaba en prisión mientras los activistas de clase media usualmente están en la facultad, pero aún así gran parte de la estatura intelectual de Jackson vino de leer a Marx, Malcolm X, Fanon.