Transcripción: @rebeldealegre
La Antorcha, Buenos Aires, 24 de julio de 1925
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Sí. Nosotros sabemos que los oficios viles, las taras morales, la morbosidad y el vicio, provienen en gran parte del pasado y que el presente, con su cúmulo de monstruosas aberraciones humanas, se ha cuidado con excesivo celo de su intenso y extenso cultivo, hasta constituir estas inmundas manifestaciones la condición de la existencia de la presente sociedad. Sí. Nosotros sabemos también que la ignorancia, el egoísmo y el principio autoritario en que están asentadas todas las presentes instituciones, pesan como inmensas montañas de granito sobre los hombres que intenten sobreponerse al presente estado actual de cosas. Sí. Nosotros sabemos que el ambiente mefítico que con repugnancia respiramos en cualquier parte del globo en pleno siglo XX, impide que el individuo ponga en práctica libremente sus pensamientos y sus vocaciones, y dé libre expansión a sus sentimientos más íntimos, ahogando de esta manera toda iniciativa que surja espontánea aunque ésta sea hija de las más nobles intenciones.
Sí. Nosotros sabemos el abismo profundo que se interpone entre el individuo y la sociedad, y porque sabemos esto, y sabemos mucho más, es que sentimos una especie de respeto hacia todos los caídos sin exclusión, víctimas de las sociedades modernas, y diferentemente de lo que hacen los individuos malos y perversos, nosotros extendémosle nuestra mano fraterna a fin de elevarlos hacia una vida más noble y más digna.
No hacemos como la mayoría de los imbéciles que, encontrándose en presencia de un ser que ellos creen más desgraciado, lo hacen aun víctima de sus ironías y de sus insolentes burlas. No se dan cuenta que empleando conducta semejante hácense acreedores ellos mismos de un merecido desprecio y colócanse así a nivel mil veces más bajo que el más abyecto de los relajados morales. Nosotros, en el fondo de todas aquellas personas que no han poseído la energía suficiente para evitar su caída en el fango de las humanas debilidades, descubrimos todavía los restos de algún noble y humano sentimiento, para elevarlos al cual es de necesidad tan sólo que se les aliente y estimule.
No hagamos entonces más penosa y desgraciada la existencia de aquellos que la sociedad empujó barranca abajo, porque no son ellos los exclusivos responsables de su caída: quizás esta responsabilidad nos alcance en parte también a nosotros por no haber laborado aun lo suficiente para evitar los males que a todos nos aquejan.
Ellos son los que en mayor grado necesitan alicientes para soportar esta existencia miserable, y nosotros, entonces, que hemos logrado comprender sus sufrimientos, debemos brindarles nuestro afecto y nuestra amistad y con ello habremos logrado atraer mayores simpatías hacia nuestra causa, que es la causa de todos los que aspiran a una vida mejor y más humana. Y ellos, al igual que nosotros sienten repugnancia hacia el estado de degradación y de vicio en que han caído, y quizás no les sea muy fácil substraerse a esa perversión, ya que, en caso que lo pretendieran, la sociedad, más perversa aún que ellos, les niega hasta el derecho de rehabilitarse. Porque no se nos diga que el vagabundo desea ser vagabundo, ni que la prostituta entrega su cuerpo por placer, ni que el mendigo solicita la compasión de los demás porque sea de su agrado, ni que el “ladrón” y el asesino “roben” y maten por el gusto de ir a parar con sus huesos a una cárcel tétrica e inmunda: no. Porque bien sabemos nosotros que estas actividades, vicios, o como querráis llamarlas, truécanse siempre en dolores morales y físicos, dolores a los cuales todo ser humano trata de substraerse. Combatamos a todos los vicios en sí, cuidémosnos de caer en ellos, y hagamos en seguida todo lo posible porque las personas que ellos hayan caído se eleven hasta la comprensión de nuestras concepciones de libertad, igualdad y justicia, que ellas mismas se encargarán luego de abandonar las posiciones que conceptúen denigrantes. Somos optimistas en lo que respecta a la evolución del individuo, y creemos fundadamente que del ser más perverso surge, con el tiempo y las oportunidades, un individuo capaz de ascender hasta la cumbre de las más altas idealidades humanas.
Marchamos hacia la conquista de un mundo donde haya pan, libertad, cultura y bienestar para todos, y esa conquista la ejecutaron todos los descontentos y víctimas de este sistema burgués y estatal. Vengan, pues, con nosotros, vagabundos y prostitutas, mendigos y proletarios, que, juntos con los artistas y los poetas, los hombres de acción y de pensamiento, levantaremos un mundo nuevo, donde los viles oficios, la prostitución y el vicio, no posean razón de existencia, y en donde podremos cantarle a pulmón lleno a la vida, a la santa vida.