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Fredy Perlman: La reproducción de la vida cotidiana (1969)


Traducción al castellano: @rebeldealegre
Traducción inédita al castellano del texto de 1969, «The Reproduction of Daily Life» de Fredy Perlman. Un análisis, en un lenguaje simple, de la alienación y el modo en que se reproduce la economía capitalista en nuestras vidas cotidianas.


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Roi Ferreiro: Resiliencia y alienación (2007)



Tal vez hay algo que no estamos viendo en nuestra lucha: a nosotros mismos y nuestro modo de relacionarnos con nuestra propia lucha y los ciclos de realimentación negativa psicológicos que de no verlos y superarlos nos llevarán inevitablemente a la derrota. El siguiente es un extracto [Parte I, Capítulo 5] de «Resistir, despertar y rehacernos» (2007) de Roi Ferreiro con importantes reflexiones en torno a esto. A modo de introducción corta a la "resiliencia" citamos:
«Brevemente, puede decirse que si la resiliencia puede expresarse como “resistir y rehacerse” (como indica el subtítulo de la obra que he tomado como referencia), la misma puede fallar o interrumpirse por ausencia o debilidad de uno de los dos aspectos: la adaptación sin resistencia es alienación y la resistencia sin rehacerse supone una interiorización traumática del conflicto psicológico


5. Resiliencia y alienación. 


  Si la consideramos desde un punto de vista dinámico y psico-social, la alienación puede entenderse como una desviación de la resiliencia. Ésta no es simplemente interrumpida o rota, sino que los individuos se “rehacen” conforme a necesidades externas o impuestas, en lugar de conforme a sus propias necesidades espontáneas. Se asumen como propias determinaciones que no nos son inmanentes, sino inducidas, de manera que las necesidades propias quedan subordinadas a las ajenas y lo mismo ocurre con las capacidades. Se anula la autodeterminación y sólo hay adaptación. La capacidad de resiliencia es desarticulada por el sometimiento a un poder ajeno y la subjetividad es de este modo subsumida por ese poder, a través del desarrollo de una constitución psicológica global enajenada (y por supuesto del mantenimiento de las relaciones sociales correspondientes).

  Habitualmente tendemos a concebir la alienación de una manera estática, en lugar de entenderla como una posibilidad y una tendencia permanentes de la acción humana, tanto individual como colectiva. Naturalmente, esto sólo es posible si entendemos que, en esencia, toda alienación es una autoalienación, aunque esto no se presente así en todos los casos individuales o aislados, sino sólo se evidencia gracias a una comprensión de las pautas dinámicas que sigue la sociedad como totalidad histórica en devenir. Es decir, la alienación es esencialmente un proceso colectivo e histórico-socialmente determinado, no existe fuera de ese proceso y condiciones. Un ejemplo conocido de este análisis es la teoría marxiana del automovimiento del capital, desarrollada en El Capital y en los Grundrisse, que explica el capitalismo como automovimiento expansivo del trabajo alienado bajo las condiciones de un desarrollo global del intercambio.

  Desde una perspectiva dinámica, existe tanto la posibilidad de un proceso de ruptura con las formas de alienación como de un proceso de ampliación de la misma. Las derrotas históricas de la clase obrera, en las que se evidencia un fracaso para adecuar su autoactividad ante un cambio sustancial en las condiciones sociales globales -y por tanto, en las condiciones de la lucha de clases-, siempre han supuesto una intensificación de la alienación, en absoluto meramente un problema de “dirección” u organización. Como ocurrió con el paso del capitalismo liberal al capitalismo de Estado en sus diversas variantes (keynesiana, fascista y bolchevique) -cuyas diferencias cualitativas afectan sólo a la forma-, y más recientemente con la descomposición del capitalismo de Estado y su reemplazo por un híbrido decadente, mezcla de liberalismo y estatismo, la clase obrera no fue capaz de llevar su autonomía hasta el nivel necesario para afrontar el cambio en las condiciones e imponer su propia alternativa. Lo más que logró fue lanzar un asalto a la sociedad contemporánea que fracasó, en lo inmediato debido a sus propias ilusiones políticas e ideológicas, pero, sobre todo, debido a su incapacidad para liberarse de las formas alienadas que limitaban su autoactividad y, por consiguiente, también para desarrollar sus propias capacidades revolucionarias. En consecuencia, la alienación se profundizó, no sólo porque se desarrollasen los mecanismos sociales de la alienación mediante la subsunción creciente del trabajo, la vida y la cultura en el capital, sino también porque la misma falta de autonomía supuso una incapacidad para comprender la derrota y se tradujo en una renuncia a las perspectivas e ideas revolucionarias que habían emergido en los períodos anteriores.

  A nivel colectivo, este tipo de derrotas cualitativas supusieron verdaderos traumas, que en la psicología de la resiliencia se entienden precisamente como rupturas, momentáneas o definitivas (suicidio), de la resiliencia. Podemos así entender la interiorización de las derrotas y la propia dominación del capital sobre la subjetividad proletaria como una ruptura de la resiliencia. Entonces, el problema fundamental no es analizar los factores técnico-organizativos o mecánicos (correlación de fuerzas) que han provocado la derrota, sino la autoalienación subyacente a la insuficiencia de la clase en lucha y su amplificación subsiguiente a la derrota. La superación definitiva de las derrotas cualitativas, tanto como retroceso en la lucha como en su dimensión cualitativa, no se solucionará mientras la resiliencia no se haga consciente, mientras l@s proletari@s no tomen conciencia de su capacidad de autosuperación y no se sientan, en consecuencia, con la potencia necesaria para vencer a las fuerzas capitalistas y transformar radicalmente la sociedad como un todo. Mientras tanto, subsistirá en todo momento la posibilidad de nuevos retrocesos y reflujos persistentes, con el consiguiente peligro para la perspectiva revolucionaria, ya que las revoluciones sólo pueden existir como procesos de transformación continua; la ruptura de la resiliencia es también la clave última que explica el fracaso de las revoluciones en lo tocante al desarrollo de la subjetividad y sus consecuencias prácticas.

  Nos interesan, por lo tanto, las claves intrapsíquicas de la superación de los traumas, que podemos sintetizar en:

  1) Capacidades para enfrentar las representaciones y los afectos suscitados por los traumas.
  2) Capacidad para racionalizarlos y comprenderlos
  3) Capacidad para actuar en consecuencia, de acuerdo con las necesidades propias y las condiciones sociales actuales.

  Las reacciones o mecanismos de protección ante el trauma también son importantes, porque tienden a convertirse en su contrario y a bloquear la resiliencia. Son, brevemente7:

  1) El recurso al imaginario (evasión)
  2) El humor (sublimación positiva)
  3) Escisión (separar lo bueno de lo malo, lo aceptable de lo insoportable)
  4) Negación (último recurso ante una realidad que se ha vuelto psicológicamente insoportable)
  5) Intelectualización (evasión mediante la racionalización)

  Todos estos mecanismos los habremos experimentado en nosotr@s y seguramente podemos seguir experimentándolos, pues son tendencias espontáneas. El problema viene cuando no se es consciente de ellos y, aún peor, cuando se plantea una comprensión del trauma o conflicto interiorizado que pretende obviarlos, interpretando acríticamente sus efectos mentales como un resultado de la sensibilidad. El resultado habitual es que los mecanismos se proyectan de forma enajenada en la teoría social, dando lugar a:

  1) Diversos géneros de utopismo, cuyo tipo regresivo se basa en la idealización o mistificación del capitalismo (por ejemplo, ese utopismo fundado en la individualidad atomizada y su conciencia, en la ciudadanía y la democracia formal, etc.)

  2) La sustitución de la crítica racional seria por la sátira y el sarcasmo, lo que es una subestimación de los problemas y de las capacidades del enemigo. En su forma regresiva deriva hacia el autoconformismo y la autojustificación ideológica.

  3) La simplificación de la lucha, dejando a un lado todo lo que no resulte “manejable” para la propia psicología, o peor aún, aquello que no interesa a la subjetividad particular (abandonando así la perspectiva de totalidad y la perspectiva de clase, por más que pueda pensarse en su nombre). Al autojustificarse, esta forma de pensar separativa y fragmentaria se aproxima de nuevo hacia la conciencia dominante -primero hacia la conciencia dominante en general, luego hacia la subconciencia dominante que impera en su estrato social o círculo cultural particular. Sus presupuestos últimos son del tipo: “eso siempre ha sido así y lo seguirá siendo”, “ya cambiará por sí mismo con el tiempo o gracias a otros factores”, y todo tipo de diferenciaciones mecánicas entre lo principal y lo secundario, lo que importa y lo que no, etc., etc.

  4) Se sustituye la comprensión integradora de la realidad por la negación simple de lo que se experimenta como antagónico, lo que lleva al mecanicismo y al reduccionismo teórico. En su forma regresiva conduce al sectarismo, pues favorece una visión subjetivista y excluyente de la realidad -sobre todo porque todo antagonismo implica al menos la unidad interna de cada opuesto; por consiguiente, el mecanicismo absoluto no existe y detrás de cualquier visión mecanicista subyacen siempre por ello concepciones muy diversas, basadas en unilateralidades que, debido al enfoque mecanicista, se vuelven inconciliables y fuente de división.

  5) La excesiva intelectualización lleva a reemplazar las soluciones prácticas por las teóricas, a construir anticipaciones o representaciones teóricas excesivamente elaboradas o infundadas. En su vertiente reaccionaria, favorece la concepción de que la teoría debe adelantarse y predeterminar la práctica, con lo cual se limitan y se ignoran tanto su potencial creativo como sus continuas y más o menos relevantes innovaciones. En su formulación progresiva sigue siendo un obstáculo a la actividad creativa y a veces resulta un freno al avance histórico práctico, ya que intenta amoldarlo todavía a sus directrices teóricas.


  Todos estos mecanismos pueden, pues, tener cierto componente progresivo dependiendo de las circunstancias objetivas y subjetivas, pero por sí mismos no son capaces de estimular una praxis que rompa la alienación. Todo lo más permiten sobrellevarla de manera “crítica”, o crear la ilusión mental de haberla superado. Son medios para preservar el equilibrio psíquico, pero al mismo tiempo impiden la emergencia de “estados alejados del equilibrio” en los que la autoorganización caótica de la psique y de la conciencia pueda producir nuevas actitudes prácticas, maneras de ver la realidad y representaciones intelectuales, y más en general la autoconciencia se amplíe en torno al reconocimiento más claro de las propias necesidades (como aspiraciones esenciales y en su expresión como deseos). La alienación tiende a autonomizar estos mecanismos de protección del control consciente y, por consiguiente, a convertirlos en rígidos obstáculos a la resiliencia: no sólo no favorecen el enfrentamiento efectivo con la realidad, sino que también impiden el aprendizaje a raíz del mismo, distorsionan la elaboración de las representaciones mentales subsiguientes y la emergencia de una nueva conciencia.

  La elaboración mental o “mentalización” no consiste sólo, ni fundamentalmente, en un proceso analítico y deductivo, como se piensa comunmente. Es un proceso holístico y complejo en el que intervienen todos los planos de la psique (la autoactividad psíquica total), mediante el cual las “excitaciones pulsionales” dan lugar a representaciones mentales. Y este proceso se entremezcla en cada fase con las sucesivas reacciones de placer o displacer, que informan el sentido o relación de identidad entre las necesidades y las representaciones. Por consiguiente, cada persona pone énfasis, sigue líneas de desarrollo mental, etc., que son singulares, que cada individuo reacciona de manera singular ante el mismo estímulo.

  En general, aquellos estímulos o “excitaciones” que resultan insoportables o intratables para la mente consciente se convierten en tensiones que provocan una ruptura de la resiliencia. Esto puede adoptar la forma de:

  1) “derrame” o “desorganización” de las representaciones en proceso de formación, dejando así de conformar nociones compartibles (delirio).

  2) “descarga por vía corporal” (violencia física) -por tanto, en esencia una sublimación irracional.

  3) Exteriorización agresiva (rechazo violento y confrontación). Contrariamente a lo que se piensa comunmente, esta actitud no favorece el desarrollo de la subjetividad, sino que sólo reafirma la subjetividad actual. La subjetividad cambia cuando es capaz de asumir su conflicto con el mundo exterior, no cuando rechaza ese conflicto. En consecuencia, el cambio implica reconocer que las reacciones agresivas son en sí mismas un obstáculo y que lo más adecuado para superar el conflicto es dirigir la energía a la acción desde una conciencia tranquila.

  Por tanto, una buena mentalización es decisiva. Aquí tiene su papel central la alienación al anular la autonomía mental y favorecer el empobrecimiento intelectual. Igual que el trabajo alienado supone, materialmente, que cuanta más riqueza se produce más se empobrece el trabajador, el pensamiento alienado supone espiritualmente que cuanto más se desarrollan las representaciones alienadas más se empobrece la conciencia de la persona (lógica ideológica, desarticulación de la capacidad de atención consciente y de análisis autónomo, etc.). El proceso de mentalización opera así de manera no consciente en su -ya previamente restringida- dimensión creativa. Y, a causa de esto último, la representación que los individuos se hacen de su vida alienada es considerada por ellos como una representación completamente “natural” y “espontánea”, incluso como una representación “puramente objetiva”. Pues asumen implícitamente que el proceso interno de elaboración del conocimiento “queda” (en realidad, se presenta) fuera de su control y está dominado (“determinado”) por las fuerzas sociales ciegas, por lo que, si el conocimiento es correcto, es porque consiste en un reflejo en la conciencia de la realidad exterior a través de las sensaciones. Es decir, asumen como algo natural y espontáneo, que proporciona una información incuestionable, lo que es un producto de un desarrollo social y personal totalmente dominado por relaciones alienantes.

  Pero la mentalización no es “reflexión”, sino “autorreflexión”. En esto el desarrollo del lenguaje y de la expresividad afectiva consciente es clave. A través de las relaciones sociales (primeramente, las relaciones familiares) aprendemos a asociar sentimientos y sensaciones con palabras y esa es la base sobre la que luego pensamos. Por eso, la asociación de los sentimientos a conceptos meramente negativos implica una inconciencia emocional o un intento de ocultar o prescindir de esos sentimientos o sensaciones. O lo que es lo mismo, un intento de prescindir de la propia subjetividad o de ocultarla (los conceptos “naturales” o “espontáneos”, que pretenden ser independientes de la realidad social, son una forma de conceptualización negativa implícita, ya que niegan precisamente lo que es su razón de ser -lo social-, dejándolo sin explicar críticamente). Todas las pretensiones de un pensamiento “objetivo” en sí mismo, capaz de reflejar la realidad independientemente de la subjetividad, implican una ruptura de la resiliencia, una incomunicación entre aspectos de la propia psique y subsiguientes contradicciones. Estos rasgos, que pueden encontrarse claramente en el leninismo, se manifiestan como praxis alienada, pero también como una incapacidad para la autosuperación, dando lugar siempre a sistemas de pensamiento rígidos y fuertemente tendentes a la ideologización. Al no querer reconocer la subjetividad implícita en el pensamiento, el diálogo se hace también imposible.

  La capacidad de mentalización influye en lo que se recuerda y lo que se olvida. Por ejemplo, un niño maltratado por sus padres, que de adulto reproduce el maltrato, suele idealizar a sus maltratadores justificando su actuación al olvidar su carácter injusto y autoinculparse. Lo mismo ocurre, en general, con las experiencias sociales traumáticas mal integradas. Sobre esta base, el olvido bloquea la capacidad de resiliencia que, frente a la negatividad, opera aprendiendo críticamente del pasado para poder aprender y actuar de manera contraria en el futuro. Este tipo de olvido es posible porque, de hecho, la memoria implica el olvido. No podemos recordarlo todo, tanto porque nuestra capacidad de atención es limitada, como porque la asimilación de la información que nos llega a través de los sentidos es mayormente un proceso inconsciente. Por ello, la adecuación del pensamiento a la experiencia real exige, por una parte, reconstruirla progresivamente mediante la representación de conjunto, y por otra, profundizar continuamente en la memoria misma para (re)descubrir nuevos matices (los cuales ya se han olvidado o incluso nunca se han recordado conscientemente).

  En todo esto pienso que juega su papel la distinción entre “recordar” y “acordar”. Podemos “recordar” (traer a la memoria) muchos datos de la sensibilidad sobre cierto suceso, pero habitualmente sólo nos “acordamos” de lo que consideramos interesante -“acordar” tiene el sentido de componer o conciliar, por lo que respecto a la memoria se refiere a recordar datos que ya habían sido anteriormente identificados. El resto de la información de los sentidos, lo que podemos recordar pero no nos resulta -consciente o inconscientemente- interesante, lo olvidamos. Esto crea luego la ilusión de que fundamos nuestras representaciones mentales siempre en nuestra memoria total, porque confundimos todo lo que podemos recordar (efectiva o potencialmente) con aquello que está ordinariamente en la parte más accesible o consciente de la memoria. Nos olvidamos que toda representación se construye a través de una sucesión de abstracciones respecto a los datos de la sensibilidad, que empieza por seleccionar lo que nos parece o no relevante para representar mentalmente nuestras necesidades8. De ahí que, para el desarrollo del pensamiento social, sea necesario seguir el proceso continuo y reiterativo de ir de lo concreto sensible a lo abstracto y luego volver de nuevo a lo concreto para someter a verificación las representaciones construidas. Pero de ahí también que, este desarrollo del pensamiento, no pueda llegar a ser holístico sin implicar un proceso simultáneo de autoconocimiento. Pues sólo volviendo una y otra vez sobre la sensibilidad -como mundo exterior, pero también como actividad interior-, siguiendo su proceso conscientemente, el pensamiento puede llegar a ser completamente concreto, ya que las múltiples determinaciones que definen la realidad incluyen también las determinaciones del sujeto.

  La inconciencia psíquica es, pues, el trasfondo que ocasiona la mala integración de las experiencias conflictivas, que se interiorizan conformando conflictos internos. Esto implica que, tras los conflictos internos, hay siempre una alienación consistente en que, determinaciones externas (subjetivas u objetivas, sociales o naturales) no son reconocidas como tales y se confunden con determinaciones de la propia subjetividad que, después, se autonomizan del control consciente9. De este modo, nuestra conducta reproducirá estos traumas. El odio, el rencor, la aversión, son emociones que, de volverse persistentes, indican una experiencia mal integrada y son una fuente de infelicidad. En cambio, la ecuanimidad, el perdón o la apertura indican una experiencia bien integrada, que se ha hecho parte del ser propio. Al identificar en nosotr@s lo que rechazamos, o sea, al comprender lo que experimentamos y cómo lo experimentamos, y cómo y qué experimentan l@s otr@s, llegamos a una verdadera conciencia social que nos permite superar el rechazo y establecer en su lugar una nueva perspectiva positiva. Entonces la negatividad se supera en la forma de una necesidad positiva, de una integración de pensamiento, finalidad, energía y capacidades, una unidad dinámica en la que se extingue la experiencia psicológica del conflicto. Con esto, la sensibilidad no se reduce, si no que se aclara y amplifica: lo que es fuente de sufrimiento puede ser reconocido y estudiado sin las perturbaciones psicológicas, la crítica creativa sustituye al rechazo y la frustración, los conflictos con el exterior dejan de interiorizarse y la percepción de los mismos deja de mezclarse con el conflicto interno.


7 Cuando hablemos en la segunda parte de los mecanismos de defensa en la psicoterapia Gestalt, veremos cómo esta lista es un poco simplificadora.

8 El proceso de abstracción de datos a partir de la sensibilidad afecta también a la propia sensibilidad en cuanto es una actividad práctica consistente (en términos fisiológicos) en la coordinación de las capacidades sensoriales con el procesamiento de la información en el cerebro. La subjetividad no es pasiva, sino activa, en el proceso de conocimiento, de manera que ni el contenido de su sensibilidad ni sus elaboraciones mentales dejan de ser conformados por ella. Esto es inevitable ya que el conocimiento del que somos capaces es siempre el resultado de una relación entre una parte y el todo, sean respectivamente el individuo y la sociedad, la sociedad y la naturaleza, etc. De la relatividad y de la autonomía inmanentes al sujeto se deriva la singularidad subjetiva del proceso de conocimiento.

9 Incluso si, por ejemplo, nos ponemos en el caso de una persona que ha sido traumatizada por una catástrofe natural, que ha arrasado su vida cotidiana y matado a familiares, podremos ver que la mala asimilación de esta experiencia radica en que se ha creado inconscientemente una identificación entre la experiencia exterior y el sufrimiento provocado por ella. Sin embargo, el sufrimiento no se deriva de esa experiencia, sino de las relaciones subjetivas con las condiciones de vida y las personas conocidas, o a nivel puramente individual de la capacidad psicológica para afrontar los peligros y la misma muerte. La experiencia traumática se produce precisamente porque la capacidad subjetiva de asimilación es sobrepasada por los hechos. Por consiguiente, para disolver el trauma es decisivo comprender la diferencia entre la experiencia interior y la exterior y a partir de ahí reconocer el trauma como un problema psicológico evitando su exteriorización social autonomizada. 

Albert Camus: Rebeldía y romanticismo (1952)

Transcripción: @rebeldealegre  
Transcripción desde el libro «Albert Camus. Si relación con los anarquistas y su crítica libertaria de la violencia» de Lou Marin, publicado por Editorial Eleuterio. Carta fechada en mayo de 1952. Carta al Libertaire en respuesta a una serie de artículos de Gastón Leval, publicados en este periódico. Esta versión fue publicada originalmente en: Albert Camus, La sangre de la libertad. Traducción de Fernando Gómez. Buenos Aires: Americalee, 1958. Pp. 118-122.

* Debe tomarse en cuenta que a la fecha de este intercambio escrito aún no se conocía la carta, descubierta en 1963, de Bakunin a Nechayev donde queda de manifiesto que el «Catequismo Revolucionario» — que contiene el carácter nihilista aludido en el texto de Camus —, es obra de Nechayev y una manipulación de éste en su relación con Bakunin. Se recomienda también la lectura del texto de Frank Mintz, «Bakunin y sus persistentes calumniadores».



Señor redactor en jefe:

Puesto que usted me propone que responda a los artículos de Gastón Leval, lo haré tan brevemente como me sea posible. Además, la conclusión del estudio de Leval me da deseo de hacerlo; deseo que su comienzo me había quitado. Mas lo haré sin intención de polemizar. Alabo por entero las intenciones de Leval y le doy la razón en torno a varios puntos. Si a su vez quiere él hacer favor de examinar mis argumentos sin criterio preconcebido, comprenderá que yo pueda decir que, globalmente, estoy de acuerdo con el fondo de sus artículos. En resumen, más que contradecirme me ha instruido.

Notará usted que mi pasaje ocupa cuatro páginas y media de un libro que tiene cerca de cuatrocientas. Es tanto como decir que no se me podía atribuir la intención de escribir un estudio completo sobre Bakunin, sino sólo de formar en él, como en tantos otros, una referencia al razonamiento que yo proseguía. Mi propósito en El Hombre Rebelde ha sido constante: estudiar una contradicción propia del pensamiento rebelde y tratar de superarla. Por lo que concierne a Bakunin, sólo he mostrado en él los indicios de esa contradicción, como lo he hecho a lo largo de mi obra con los más diversos pensadores. Todo reside, pues, en saber si esa contradicción puede hallarse en Bakunin. Yo sostengo que sí. Leval puede pensar que no he hecho resaltar suficientemente el aspecto positivo del pensamiento bakuninista (aunque deba él notar, para mejor comprenderlo, que ha necesitado no menos de cincuenta páginas para no dar más que un corto número de precisiones sobre el tema). Al menos, jamás ha pensado en negar que los textos propiamente nihilistas e inmoralistas existen. El que se hallen al comienzo o mitad de la vida de Bakunin, sólo prueba que se trata de una tentación constante en nuestro autor. Y no creo que pueda decirse, como lo hace Leval, que esos pensamientos hayan tenido sólo un destino libertario. Tengo por segura la filiación de Netchaiev al bolchevismo, al igual que la colaboración de Bakunin y Netchaiev, que Leval además no niega. Mas eso no significa en modo alguno, y debo aquí protestar contra la interpretación de Leval, que yo presente a Bakunin como uno de los padres del comunismo ruso. Al contrario, dos veces en cuatro páginas, y claramente, he dicho que Bakunin se había opuesto siempre al socialismo autoritario. Sólo he señalado los hechos de que hablo, para subrayar una vez más la nostalgia nihilista propia de toda conciencia rebelde. Por ello apruebo por entero a Gastón Leval cuando me cita extensamente los pensamientos positivos y fecundos de Bakunin: es éste uno de los dos o tres hombres que la rebeldía puede oponer a Marx en el siglo XIX. Mas estimo que, con esas citas, Leval abunda en mi opinión al hacer más flagrante la contradicción que, como en los demás, me interesaba señalar en Bakunin.

Tratemos ahora de ir más lejos. El nihilismo que en Bakunin y otros puede advertirse, ha tenido una utilidad pasajera. Mas hoy, y vosotros los libertarios de 1950 lo sabéis bien, no podemos pasar sin valores positivos. ¿Dónde hallarlos? La moral burguesa nos indigna con su hipocresía y su mediocre crueldad. El cinismo político que reina en gran parte del movimiento revolucionario nos repugna. En cuanto a la llamada izquierda independiente, en realidad fascinada por la fuerza del comunismo y atascada en un marxismo avergonzado de sí mismo, ya ha dimitido. Debemos, pues, hallar en nosotros mismos, en el centro de nuestra experiencia, es decir, al interior del pensamiento rebelde, los valores que necesitamos. Si no los hallamos, el mundo se hundirá, y quizá sea justo que así ocurra, mas nosotros nos hundiremos con él, y esto sería infame. No nos queda, pues, más recurso que estudiar la contradicción en que se ha debatido el pensamiento rebelde, entre el nihilismo y la aspiración a un orden vivo, y superarla en lo que de positivo tiene. Si he acentuado con tanta insistencia el aspecto negativo de ese pensamiento, sólo ha sido en la esperanza de que podríamos curarnos de él, aunque guardando el buen lado de la enfermedad.

Ahora se comprenderá que, en lo que concierne a Bakunin, me haya sentido inclinado por poner un acento grave sobre sus declaraciones nihilistas. No es que me haya faltado admiración para ese prodigioso personaje. Tan poco carecería de ella que la conclusión de mi libro se refiere expresamente a las federaciones francesa, jurásica y española de la I Internacional, que eran en parte bakuninistas. Tan poco carezco de ella, que estoy persuadido de que su pensamiento puede útilmente fecundar un pensamiento libertario renovado y encarnarse, desde ahora, en un movimiento del que los militantes de la CNT y del sindicalismo libre, en Francia y en Italia, atestiguan a la vez la permanencia y el vigor.

Mas a causa de este porvenir de incalculable importancia y porque Bakunin continúa tan vivo en mí como en nuestro tiempo, no he dudado en poner en primer plano los prejuicios nihilistas que con su época compartía. Parece, pues, pese a Leval, que con tal actitud he favorecido a la corriente de pensamiento de que Bakunin es el representante máximo. Ese infatigable revolucionario sabía que la verdadera reflexión progresa sin cesar y que muere con detenerse, ya sea en un sillón, una torre o una capilla. Sabía que sólo debemos guardar lo mejor de aquellos que nos precedieron. Y en efecto, la mejor manera de homenajearlos consiste en hacernos sus continuadores y no en consagrarlos: el marxismo pereció, a causa de la deificación de Marx. En mi opinión, el pensamiento libertario no corre ese peligro, pues que, efectivamente, posee una fecundidad pronta ya, a condición de apartarse sin equívoco de todo lo que, en él y hoy todavía, sigue amarrado a un romanticismo nihilista que no puede conducir a parte alguna. Verdad es que he criticado ese romanticismo, y continuaré criticándolo; pero con ello quise favorecer aquella fecundidad.

Sólo añadiré que lo he hecho con conocimiento de causa. La única frase de Leval que viniendo de un libertario corría el riesgo de serme amarga, es aquella en que escribe que me erijo en censor de todos. Sin embargo, si El Hombre Rebelde juzga a alguien es en primer lugar a su autor. Todos aquellos para quienes los temas agitados en este libro no son sólo pura retórica, han comprendido que analizaba una contradicción que fue esencialmente mía. Los pensamientos de que hablo me han nutrido y he querido continuarlos librándolos de lo que en ellos les impedía a mi juicio avanzar. En efecto, no soy un filósofo y sólo puedo hablar de lo que he vivido. Y he vivido el nihilismo, la contradicción, la violencia y el vértigo de la destrucción. Mas, al propio tiempo, he saludado la facultad de crear y el honor de vivir. Nada me autoriza a juzgar despectivamente una época de la que soy enteramente solidario. La juzgo desde dentro, confundiéndome con ella. Pero conservo el derecho de decir, en adelante, lo que sobre mí y los demás sé, con la sola condición de no hacer nada por agravar la insoportable desventura del mundo, sin sólo para designar en los oscuros muros en que tanteamos, los lugares todavía invisibles en que podemos abrirnos paso. En verdad, tengo derecho a decir lo que sé y no dejaré de hacerlo. Sólo me intereso por el renacimiento.

La única pasión que anima al Hombre Rebelde es justamente la del renacimiento. En lo que les concierne, ustedes conservan el derecho de pensar, y decir, que he fracasado en mi propósito y que, en particular, no he favorecido al pensamiento libertario, del que sin embargo creo que la sociedad del mañana no podrá prescindir. Tengo sin embargo la certidumbre de que se reconocerá, cuando todo el inútil ruido que se hace en torno al libro se haya apagado, que ha contribuido, a pesar de sus defectos, a dar mayor eficacia a ese pensamiento y a afirmar la esperanza, y las probabilidades, de los últimos hombres libres.


P.S. En lo que concierne a la ciencia, doy razón a Leval. No es exactamente contra la ciencia que Bakunin se alzaba con mucha perspicacia, sino contra el gobierno de los sabios. Debí añadir este matiz apreciable y lo haré en la próxima edición.

Bakunin: Solidaridad económica en el sentido más amplio


Transcrito y editado por @rebeldealegre
Ilustración: Sabotijo
Por vez primera disponible en la red, el Capítulo 8, Parte III del Tomo II de «Escritos de Filosofía Política» de Mijaíl Bakunin, compilado por G. P. Maximoff, traducido por Antonio Escohotado. Los títulos en negrita son de Maximoff, los textos son de Bakunin, cuyas fuentes están al final del documento.


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Algunos aforismos de Práxedis G. Guerrero


Una selección de “Puntos Rojos” del libro "Artículos de Combate"

Otros textos:
Ricardo Flores Magón: Práxedis G. Guerrero (1911)
La vida heróica de Práxedis G. Guerrero (edición de 1960)



Un conejo digerido en el estómago de un lobo ya no es conejo sino lobo

*

Millares de proletarios están viviendo en Guanajuato de tunas y quelites.
Si el vegetarianismo es una prueba de cultura, bien puede admitirse que México es la nación más culta por obra y esfuerzo de tiranos y burgueses.

*

La palabra, como medio para unificar las tendencias. La acción, como medio para restablecer los principios en la vida práctica.

*

Al espectáculo repugnante de la mujer-gendarme, se da el nombre de feminismo; siendo ese deplorable hombrunamiento lo contrario de la idea que expresa ese vocablo moderno.

*

El derecho a vivir es el primero de todos los derechos. Para apreciarlo y defenderIo basta la jurisprudencia de la propia conciencia.

*

La libertad no es la prerrogativa de escoger amo; es la imposibilidad del amo.

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¿Que tenéis miedo? Y bien, ¿acaso hay hombre que no lo tenga? Lo que se necesita es hacerse superior a él y no ponerlo sobre nosotros como el primer déspota.

*

Amar la vida cuando se sacrifica diariamente para satisfacer la avaricia, el orgullo y la lujuria de los déspotas, es el más necio de los amores.

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Es muy fácil suplantar un ídolo en la conciencia de los idólatras; no así destruir la idolatría. Por eso los suplantadores tienen mejor suerte que los reformadores.

*

La pereza se contenta con ser agradecida; si cada quien pusiera su parte en la conquista de la libertad general, nadie tendría la vergüenza de agradecer.

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Hay gentes que se creen humilladas si no devuelven la copa que les ofrece el vecino o el amigo, y aceptan sin ruborizarse el bienestar y la libertad que otros preparan sacrificando hasta la vida.

*

¡Tierra! fue el grito que salvó a Colón. ¡Tierra! es el grito que salvará a los esclavos del Capital.

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Si sentís deseos de inclinaros ante un déspota, hacedlo, pero levantad una piedra para terminar dignamente el saludo.

*

Derechos escritos, nada más escritos, son burlas al pueblo, momificados en las constituciones.

*

Instruir al cerebro es hacer efectivo el golpe del brazo; armar el brazo, es dar fuerza a las concepciones del cerebro.

*

La libertad no es diosa que pide adoración, ni hada que regala dones a quienes la invocan con palabras melosas; es una necesidad que los seres dignos y conscientes procuran satisfacer poniendo en juego el cerebro y el músculo.

*

Vivir para ser libres, o morir para dejar de ser esclavos.

*

La unión para obedecer y respetar a los verdugos ha traído a los hombres la opresión y la miseria; la unión en la desobediencia y en la acción irrespetuosa dará a los esclavos el pan y la Libertad.

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Manos iconoclastas lanzaron piedras a las ventanas de la casa del Dictador, rompiendo los vidrios.
Ahora fueron vidrios; mañana, serán coronas y cruces y galones los que caerán hechos pedazos.

*

¿Qué no podéis ser leones? Bueno. Sed simplemente hombres.

*

¿Teméis a la Revolución? Renunciad a la injusticia y el miedo se acabará en vosotros.

*

La pequeñez aparente del astro se debe a la debilidad de nuestra vista.

*

La Justicia no se compra ni se pide de limosna, si no existe, se hace.

*

Los triunfos morales no bastan para emancipar a un pueblo, como las comidas espirituales no alimentan ningún cuerpo.

*

Los mismos que condenan como desleales a los obreros, que se rebelan contra los amos y que piden cárcel para los que cometen algún pequeño robo moralizan a la sociedad ofreciendo premios a los delatores y a los traidores.

*

Habláis de amor a los hijos mientras vuestra pasividad les prepara una vida de esclavitud. Algún día ellos bendecirán vuestro amor, cuando se vean tratados como bestias.

*

Para algunos espíritus sensibles, es más doloroso y bárbaro que perezcan mil hombres en la revolución, que vivan y mueran millones de hombres, mujeres y niños en la cárcel y en la explotación.

*

El látigo que un día azota la espalda de un compañero, puede otro día despellejar la nuestra.

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La solidaridad con los demás, es la protección de nosotros mismos.

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Por la fisonomía del tirano se saca la filiación del pueblo que le obedece.

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Hacer mil esfuerzos diarios para beneficio de un holgazán es obrar cuerdamente; hacer uno sólo en la vida para contribuir al bienestar general es una locura.

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Es la época de los juramentos: los esbirros juran; los periodistas juran; a los niños se les hace jurar también; pero como decía Esquilo: el hombre es el que nos hace creer el juramento y no el juramento al hombre.

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Donde se usa del juramento es donde se abusa de la mentira.

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¿Quién es más responsable, el tirano que oprime al pueblo o el pueblo que lo produjo?

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La revolución con todo y sus violencias acabará con la posibilidad de las guerras.

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Hay muchos impacientes por la hora de la libertad, pero ¿cuántos trabajan por acercarla?

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Todavía la naturaleza no produce árboles que den frutos de justicia y de bienestar. Sembremos y cultivemos.

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Acompañad la acción al deseo y tendréis probabilidades ciertas de satisfacerlo.

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Un individuo manso podrá ser mártir pero nunca libertador.

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La libertad no se alcanza llevando puesto el freno de la legalidad. Cada libertador ha sido un ilegal; cada progreso de la civilización un atentado contra las leyes consagradas por el conservatismo enemigo del adelanto.

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Respetad el orden existente, someteos a las leyes que lo hacen inviolable para los cobardes y seréis eternamente esclavos.

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Sembrad una pequeña simiente de rebeldía y determinaréis una cosecha de libertades.

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La tiranía no es el crimen de los déspotas contra los pueblos; es el crimen de las colectividades contra ellas mismas.

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Proletario, ¿qué es tu vida que la amas tanto, que la cuidas del viento revolucionario y la metes gustoso en el molino de la explotación?

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Para luchar por la libertad no hacen falta odios; sin odio se abren los túneles, sin odio se ponen diques a los ríos, sin odio se hiere la tierra para sembrar el grano, sin odio puede aniquilarse a los despotismos, puede llegarse a la acción más violenta cuando sea necesaria para la emancipación humana.

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La pasividad y la mansedumbre no implican bondad, como la rebeldía no significa tampoco salvajismo.

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Imaginaos un tigre, un lobo, una fiera cualesquiera, rabiosa o hambrienta, atacando a vuestros compañeros y amenazando vuestra propia vida. Supongo en vosotros algunos sentimientos humanitarios, cierto valor y serenidad de ánimo y a vuestro alcance un arma. ¿Qué harías para evitar los daños de la fiera? ¿Escogerías la súplica, la prédica moralizador a, la amenaza con los juicios de la historia; argumentos incomprensibles para la bestia, o tomarías el arma que mata; argumento lógico, efectivo, para la violencia que ciegamente mata y devora?

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Una causa no triunfa por su bondad y su justicia; triunfa por el esfuerzo de sus adeptos.

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Detrás de la religión está la tiranía; detrás del ateísmo la libertad.

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Hay individuos que se habitúan a la vida de las cárceles ¿será cosa extraña, en esta sociedad de la desigualdad consagrada, ver esclavos encariñados con el látigo de sus amos?

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Un grupo de hombres tiene que levantar un peso que a todos interesa cambiar, pero la mayor parte abandonan la tarea; se marchan, riendo y murmurando de la poca fuerza de los que quedaron en su puesto con la sobre-carga de lo que tocaba a los otros levantar. La falta nuestra, la culpa ajena.

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Muchos hombres dicen que aman a una mujer cuando se desborda en ellos el sentimiento del propietarismo. 
 
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Maldecid a los descontentos, vosotros los que amáis la estabilidad del hongo; el descontento es el nervio más poderoso del progreso.

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Puede haber agua sin peces y pueblos sin tiranos, pero no puede haber peces sin agua ni tiranos sin pueblos.

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Cread un ídolo y os pondréis un yugo.

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Los trabajadores no tenemos necesidad de amistades piadosas que nos ofrezcan la salvación a cambio de una presidencia o una dictadura benignas y paternales; queremos compañeros que luchen con nosotros, conscientes de sus intereses.

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El acaparamiento de las tierras por unos cuantos, el monopolio de los artículos necesarios para la vida, la tiranía, la ignorancia, la cobardía, la infame explotación del hombre por el hombre, las fuentes de la riqueza burguesa son las de la miseria proletaria.

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Hay gentes que son humanitarias en extremo cuando se trata de una revolución que beneficie al pueblo, pero que olvidan todo escrúpulo cuando se trata de una guerra que sirva a sus ambiciones.

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La protesta contra la quema de un hombre vivo no pertenece a una nacionalidad, es de todo el género humano.

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Tenemos hambre y sed de justicia, se oye por todas partes; pero ¿cuántos de esos hambrientos se atreven a tomar el pan y cuántos de esos sedientos se arriesgan a beber el agua que está en el camino de la revolución?

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Si os parece que andando no llegáis a la libertad, corred entonces.
Si no podéis ser espada, sed relámpago.

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