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Ignotus: Los anarquistas. Vidas que se autoconstruyen

Editado por @rebeldealegre

Parte de una tesis de magíster titulada ¡Viva la Anarquía! Sociabilidad, vida y prácticas culturales anarquistas. Valparaíso-Santiago, 1890-1927, que relata y rescata el carácter y naturaleza de los anarquistas en la región chilena en aquellos años. Una narración rica en el rescate de su profunda humanidad y de su compromiso a toda prueba con la Idea. Magno Espinosa, Luís Olea, Armando Triviño, Inocencio Lombardozzi, Chamorro, el viejo Silva, Ignacio Mora, Juan Gandulfo, Daniel Antuñano, Francisco Pezoa, Pedro Ortúzar, y muchos otros nombres desfilan aquí descritos por sus propios compañeros.

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Bakunin: De qué carecen los trabajadores


Transcrito y editado por @rebeldealegre
Por vez primera disponible en la red, el Capítulo 9, Parte III del Tomo II de «Escritos de Filosofía Política» de Mijaíl Bakunin, compilado por G. P. Maximoff, traducido por Antonio Escohotado. Los títulos en negrita son de Maximoff, los textos son de Bakunin, cuyas fuentes están al final del documento.


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Errico Malatesta: Temas del comunismo anárquico [Parte I de «Páginas de lucha cotidiana»] (1921)


Transcrito y editado por @rebeldealegre
Primera parte del libro «Páginas de lucha cotidiana», editado por Editorial Argonauta en Buenos Aires en 1921, titulada: «Temas del comunismo anárquico», donde aparecen los artículos, publicados orginalmente en el  Umanitá Nova entre Febrero y Octubre de 1920: Anarquismo | Comunismo | “Tanto peor, tanto mejor” | ¡Caras duras! | El momento de la acción | ¡Disciplina! | Revueltas y revolución | Las leyes históricas | Reformas y revolución | Mayorías y minorías.


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Rudolf Rocker: Una jornada en la vida de Malatesta (1921)

Transcrito por @rebeldealegre
Un texto de Rudolf Rocker que la da cierre al libro «Páginas de lucha cotidiana», editado por Editorial Argonauta en Buenos Aires en 1921, y que fue originalmente publicado en el «Freie Arbeiter Stimme» de Nueva York, un 29 de Abril de 1921:


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Prólogo a «Errico Malatesta: Páginas de lucha cotidiana» (1921)

Transcrito por @rebeldealegre
Compartimos el libro «Páginas de lucha cotidiana», editado por Editorial Argonauta en Buenos Aires en 1921, una rareza sepultada y olvidada en una “biblioteca pública” ¡sin acceso a público! Pues bien, comenzaremos desde ahora a liberarlo para su disfrute y propagación. Por ahora, el prólogo:


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Bakunin visto por Kropotkin (1905)

Del libro compilatorio «Bakunin. Crítica y acción» de Frank Mintz  (1)

El viejo Blanqui muchas veces decía que el significado de los acontecimientos no se mide de acuerdo con sus resultados inmediatos sino según sus consecuencias indirectas, que resultan siempre mucho más importantes.

Se aplica exactamente al hablar de Bakunin. Se debe apreciar su papel no en razón de lo que hizo él mismo, sino en razón de la influencia que ejerció sobre los hombres que lo rodeaban, sobre su pensamiento y su acción.

Su herencia intelectual no es grande. Estatismo y anarquía, El desarrollo histórico de la Internacional (2), Dios y el Estado son los tres libros suyos no muy grandes; el resto El Imperio knuto-germánico, las Cartas a un francés sobre la crisis actual, La teología política y Mazzini, Los Osos de Berna, etc., son folletos escritos sobre temas de actualidad. E incluso los tres libros, ya citados, tienen un origen idéntico. Bakunin se ponía a redactar un folleto sobre una cuestión del día pero el folleto se convertía en un libro, porque, con su inteligencia profunda de la filosofía de la historia y su amplio conocimiento de los acontecimientos contemporáneos, tenía tanto que decir que las páginas se agregaban unas a otras.

Si recordamos todo lo que él y sus amigos (y sus amigos eran Herzen, Ogaref, Mazzini, Ledru-Rolin y todos los actores más notables del período revolucionario de los años 1840-50 en Europa), habrían debido pensar ante aquellos dramas, aquellas esperanzas, aquellas desilusiones, vividas por ellos; si recordamos todo lo que tuvieron que sentir durante el año 1848, tan lleno de esperanzas, y durante la reacción que siguió, es fácil comprender por qué las ideas, las imágenes, los argumentos, sacados del conocimiento de la vida, bullían en la cabeza de Bakunin y por qué sus enfoques filosóficos e históricos son siempre tan ricamente llenos de hechos y juicios relativos a la actualidad.

Sin embargo es interesante apuntar que cada folleto de Bakunin marca un hito en la historia del pensamiento revolucionario en Europa. Su discurso en el congreso de la “Liga de la Paz y de la Libertad” era un desafío a todos los radicales de Europa. Bakunin declaraba que la era del radicalismo de los años 1840-50 había terminado y que una nueva fase del pensamiento revolucionario se iniciaba: la era del socialismo obrero. Al lado de la cuestión de la libertad política se planteaba el problema de la independencia económica, que iba en adelante a ser predominante en la historia. Su folleto dirigido a los mazzinistas anunciaba el fin de la conspiración, puramente política y revolucionaria, por la emancipación nacional, y el principio de la revolución socialista. Él anunciaba también el fin, en la historia, de un cristianismo sentimental y socialista, y el comienzo de un realismo ateo y comunista. Su carta a Herzen sobre la Internacional (3) y sobre el realismo de Bazarof tenía la misma significación para Rusia.

Los Osos de Berna son una despedida al democratismo burgués suizo; las Cartas a un francés, escritas durante la guerra de 1870-71, señalan la muerte del radicalismo de Gambetta y el de una nueva era que pronto iba a inaugurar la Comuna de París, rechazando la idea socialista-estatista de Louis Blanc y proclamando una idea nueva, la del comunismo de los municipios y de las ciudades. La Comuna, alzándose por la defensa de su territorio y empezando en su seno la revolución social, esto aconsejaba Bakunin en estas Cartas, para oponer a la invasión alemana.

El Imperio knuto-germánico, este folleto que los socialdemócratas alemanes tanto aborrecen, es el grito profético de un viejo revolucionario que, ya en ese momento (en 1871), comprendía todo el horror de la reacción que iba a pesar sobre Europa con una duración de 30 a 40 años tras el triunfo del Estado militar de Bismark, y también del socialismo estatalista, cuyo padrino en Alemania fue el mismo Bismarck. Este folleto señalaba al mismo tiempo un cambio brusco, en los países latinos, en dirección del comunismo antiestatalista, del anarquismo.

Por fin, Estatismo y anarquía, El desarrollo histórico de la Internacional y Dios y el Estado, a pesar de la forma de panfletos combativos, puesto que se escribieron con la rabia del momento, contienen, para un lector atento, más pensamiento político y una mejor inteligencia filosófica de la historia que la gran masa de los tratados universitarios y social-estatistas, que ocultan la ausencia de pensamiento, con una dialéctica oscura, confusa, por consiguiente mal reflexionada. En estos libros de Bakunin no hay recetas ya preparadas. Quienes esperan que un libro resuelva todas las dudas, sin que tengan que pensar por sí mismos, no lo hallarán en Bakunin. Pero si somos capaces de pensar de modo independiente, sin seguir a ciegas al autor, considerando el libro como un material para el pensamiento — como una conversación inteligente que provoca en nosotros el trabajo intelectual —, entonces las generalizaciones ardientes, ya desordenadas, ya brillantes, de Bakunin serán una ayuda para nuestra educación revolucionaria infinitamente más que todos esos tratados que se escriben para persuadirnos que sólo somos buenos para obedecer y que debemos seguir ciegamente en el pensamiento al autor y en la acción al jefe.

Además, la principal fuerza de Bakunin no radicaba en sus escritos. Estaba en su influencia personal sobre los hombres. Él hizo que Bielinsky se volviera para Rusia el tipo de revolucionario incorruptible, socialista y nihilista, que iba más tarde a encarnar nuestra maravillosa juventud de los años 1870. Él hizo que renaciera: “Eres mi padre espiritual”, le escribía el mismo Bielinsky. Y sabemos qué fuerza fue Bielinsky (4) en la evolución de Rusia.

En París, en 1847 (el año en que fue expulsado) y en Alemania en 1848, su influencia sobre los mejores hombres de su tiempo fue enorme. Bernard Shaw cuenta con una forma en parte humorística (The perfect Wagnerite) que Wagner representó a Bakunin bajo los rasgos de su Siegfried, que no conoce el miedo y lleva a Brunhaut por su amor. Desde luego, no es a Bakunin en particular al que se representa así, sino al revolucionario en general, lleno de coraje y audacia. Pero no cabe duda que tanto en Wagner como en George Sand, en Herzen y Ogaref, en todo el grupo socialista francés que estaba en aquel entonces en París y en la Joven Alemania, y sobre la Joven Italia, y sobre la Joven Suecia, la influencia de Bakunin fue enorme. “No es posible acercarse a él sin estar contagiado por su ardor revolucionario”, decían sus contemporáneos.

Y era aún el mismo hombre cuando, tras su fuga en 1862 de Siberia, volvió a aparecer entre sus amigos en Londres. Herzen, como se sabe, describió su aparición en Londres y con un tono medio burlón la propaganda que Bakunin lanzó entre los eslavos (5). Es muy posible, e incluso cierto, que Bakunin a menudo colocaba, en los hombres que se le acercaban, más esperanzas de lo que merecían. ¿Pero acaso otro tanto no se podrá decir de Mazzini y de todo revolucionario sincero? Y quizá la potencia mágica que él poseía venía precisamente de que creía en el hombre, en lo que la gran obra que le confiaba iba a despertar en él lo mejor. Y él lo despertaba, en efecto, y la persona, bajo la influencia de Bakunin, dedicaba ya a la revolución lo mejor de sí mismo.

Herzen cuenta con tono de broma cómo Bakunin adoctrinaba a la gente, lanzándola a la acción. ¿Acaso estaba tan equivocado en su apreciación de los hombres? Quienes inspiró en Italia, en Suiza, en Francia: Varlin, Eliseo Reclus, Cafiero, Malatesta, Fanelli (su emisario en España), Guillaume, Schwitzguebel, etc., agrupados enderredor suyo en la célebre Alianza, ¿no eran los mejores hombres de las razas latinas en esa gran época? Me parece que su apreciación de los hombres era, al contrario, sorprendentemente justa. Leamos, por ejemplo, lo que escribía respecto de Nechayef, cuyas vertientes fuertes y débiles supo caracterizar tan atinadamente que no podemos añadir nada (6). ¿Y quién mejor que él comprendió a Nicolás Utin, ese ídolo de los marxistas de Ginebra?

Una observación más. Lo que es más llamativo y más aleccionador para nosotros es el nivel moral elevado de los hombres que, en Europa occidental, se juntaban con Bakunin. No conocí a Bakunin, pero intimé con la mayor parte de los hombres que lo rodearon en la Internacional y por eso fueron perseguidos de modo tan inexorable por Marx, Engels y Liebknecht. Y puedo afirmar resueltamente, frente a sus enemigos, que cada uno de esos militantes de la Internacional federalista que acabo de nombrar era una personalidad moral de primer orden. La historia, lo sé, confirmará esta apreciación y no dejará, al mismo tiempo, de echar de menos que en el campo de sus adversarios, entre los principales jefes por lo menos, se hallaba inteligencia, pero la base moral distaba mucho de alcanzar la altura y la firmeza que presentaban esos amigos de Bakunin.

En lo que concierne la importancia de la actividad de Bakunin en la Internacional, caractericé el papel de los bakuninistas al hablar de la Federación Jurasiana en mis Memorias de un revolucionario (7).

En el momento en que la derrota de Francia, el exterminio de los proletarios franceses después de la Comuna y del triunfo militar del Imperio alemán había inaugurado un período de reacción que dura hasta hoy día, en el momento en que Marx y sus amigos querían, mediante intrigas subterráneas, hacer de la acción de la Internacional obrera, creada por una lucha directa contra el capitalismo, un arma para la agitación parlamentaria en favor de los socialistas aburguesados, los “ex miembros” de la Internacional federalista de antes, inspirados por Bakunin, constituían la única defensa contra la reacción que invadía Europa.

Y a él le debemos, en gran parte, el hecho de que el espíritu revolucionario ha quedado vivo en los países latinos (8), ha encontrado en las masas obreras de estos países una nueva fuerza viva para combatir la brusca evolución de la burguesía antes radical.

Y es en el seno de esas jóvenes fuerzas vivientes, desafiando los riesgos y los peligros, que declaró la guerra al viejo mundo, sin ningún apoyo de parte de los burgueses, en este medio se asentó por fin el comunismo anarquista moderno, con su ideal de igualdad económica y política y su negación audaz de toda explotación del hombre por el hombre.

Tales son los méritos de Bakunin ante la historia.


— Pedro Kropotkin, junio de 1905 (traducido del ruso)



NOTAS



  1. El texto aparece bajo el título de “A guisa de prólogo” en un folleto en ruso de 1905 Sbornik statey M. Bakunina [Colección de artículos de M. Bakunin], 30 páginas, publicado por Jleb i Volia [Pan y Libertad], grupo anarquista ruso en exilio. Los textos de Bakunin son “La política de la Internacional, La organización de la Internacional, La Comuna de París y la noción del Estado, A propósito del congreso de la Haya”. El formato (19/ 12,5) y la tipografía pequeña facilitaban el envío clandestino, dada la importancia de los eventos en Rusia. (N. del T.)
  2. Confusión de Kropotkin, el libro fue escrito por Ross y James Guillaume, véase Bakounine œuvres complètes Étatisme et anarchie, París, 1976, p. XXII. (N. del T.) 
  3. Carta del 19 de julio de 1866 cuya parte más famosa es “Ya es tiempo de que yo presente un resumen: la propaganda de ustedes [en Rusia], no cabe duda, ni siquiera se beneficia, en la actualidad, de la décima parte de la influencia que tenía hace cuatro años. Los sonidos de vuestra Kolokol [“campana” en ruso, título de la revista de Herzen] se propagan y se pierden hoy en el desierto y el eco que encuentran es, digamos, casi nulo.... Significa que la Campana tañe en el vacío y que no anuncia lo que hace falta. Les quedan dos salidas: parar o dar otra orientación. Les corresponde decidir. ¿Qué debería ser la orientación?” (N. del T.)
  4. Visarión Bielinsky, crítico literario y publicista ruso de gran talento, que ejerció una influencia decisiva tanto en su generación –la de Bakunin– como en las siguientes. (N. del T.) 
  5. “Bakunin creía en la posibilidad de un levantamiento campesino armado en Rusia. Lo creíamos en parte y nosotros –incluso el mismo gobierno lo pensaba– como ocurrió a consecuencia de una serie de medidas, de artículos, de peticiones, de detenciones y de ejecuciones de condenas a muerte. La presión de la inteligencia, el ímpetu del espíritu era incontenible, y nadie preveía en aquel entonces que ello iba a terminar en un violento patriotismo. Bakunin, no insistiendo demasiado en todas las circunstan- cias posibles, apuntaba a una finalidad lejana y tomaba el segundo mes del embarazo por el noveno. Se dejó arrastrar no por los argumentos, sino por los deseos.” Herzen Alexander Biloe i Dumi [Pasado y palabras], parte seis, texto ruso en az.lib.ru/g/gercen_a_i/text_ (N. del T.).
  6. “Usted me engañó, y yo, sospechando o presintiendo instintivamente la superchería, me negaba consciente y sistemáticamente a creerlo [...] pero ni este afecto ni este respeto podrían impedirme decirle francamente que su sistema de engaño, que tiende cada vez más a convertirse en su principal, su solo y único sistema, su arma y su método preferido, resulta funesto a la misma causa.”
    “Sí, estimado amigo, usted no es un materialista como nosotros, los pecadores, sino un idealista, un profeta. [...] por su forma de pensar usted está más cerca [...] de los jesuitas que de nosotros.” Bakounine œuvres complètes relations avec Sergej Nechaev 1870-1872, París, 1977, pp. 222, 225 (traducido del ruso). (N. del T.)
  7. “El nombre de ‘Michel’ se repetía sin cesar en sus charlas, no como el nombre de un jefe ausente cuyas opiniones marcarían la ley, sino como el de un amigo personal, del que cada uno hablaba con amor y con un espíritu de camaradería. Lo que me llamaba más la atención era que la influencia de Bakunin venía menos de su superioridad intelectual que de su personalidad moral.” París, 1971, p. 295. (N. del T.)
  8. Es evidente que la interpretación parte de un absurdo enfoque antialemán, más visible en Kropotkin que en Bakunin (N. del T.).

Errico Malatesta: La tragedia de Monza (1900)

Traducción al castellano: @rebeldealegre

(Traducido desde el inglés y el original en italiano disponibles en A-Rivista Anarchica)
Tras el regicidio de Humberto I en manos de Gaetano Bresci, Errico Malatesta — exiliado en Londres luego del temerario escape del confinamiento en Lampedusa dos años antes — publica en el periódico de número único Causa ed effetti del año 1900, el artículo «La tragedia di Monza», como respuesta al ensayo de Tolstoy “No matarás”. Más tarde, será reimpreso en Rivoluzione e lotta quotidiana.


Otro acto de violencia llegó a abrumar las almas… y susceptible a recordar a los poderes que no carece de peligros ponerse por sobre las personas y pisotear el gran precepto de la igualdad y la solidaridad humana. 
Gaetano Bresci, trabajador y anarquista, asesinó al rey Humberto. Dos hombres: uno murió prematuramente, el otro condenado a una vida de tormento, ¡que es mil veces peor que la muerte! ¡Dos familias sumergidas en el pesar! 

¿A quién culpar?

Cuando hacemos una crítica a las instituciones existentes, y recordamos las incontables muertes y el dolor indescriptible que producen, nunca fallamos en advertir que estas instituciones no son solo dañinas para las grandes masas proletarias por las cuales están sumidas en la pobreza, la ignorancia y todos los males que resultan de la pobreza y la ignorancia, sino que también lo son para la minoría privilegiada misma que sufre, física y moralmente, del ambiente viciado que crea, y está en constante temor a que la ira del pueblo les haga pagar caro por sus privilegios.

Cuando auguramos la revolución redentora, estamos siempre hablando del bien de todos los hombres sin distinción; y queremos decir que, cual sea la rivalidad de intereses y de partido que hoy nos divide, todos deben olvidar los odios y resentimientos, y volverse hermanos en el trabajo en común por el bienestar de todos.

Y cada vez que los capitalistas y los gobiernos cometen un acto excepcionalmente malvado, cada vez que el inocente es torturado, cada vez que la ferocidad del poderoso es desplegada en obras de sangre, nosotros deploramos el hecho, no solo por el dolor que directamente produce y por el sentido de justicia y piedad ofendido en nosotros, sino también por el legado de odio que deja, por el sentido de venganza que ello introduce al ánimo del oprimido.

Pero nuestras advertencias siguen sin ser atendidas; son de hecho un pretexto para la persecución.

Y después, cuando la ira acumulada del largo tormento rompe en tempestad, cuando un hombre reducido a la desesperación, o un generoso conmovido por el dolor de sus hermanos e impaciente por esperar por una justicia que tarda en venir, alza el brazo vindicatorio y golpea donde cree que esté la causa del mal, entonces los culpables, los responsables… somos nosotros.
¡Es siempre el cordero el que tiene la culpa!

Sueñan complots absurdos, que hay un peligro para la sociedad, fingen creer — y tal vez algunos creen realmente — en monstruos sedientos de sangre, en criminales para los que no debe haber más remedio que la cárcel y el manicomio criminal…

De todos modos, es natural que sea así. ¡En un país donde viven libres, poderosos, con honores, los Crispi, los Rudini, los Pelloux y todos los asesinos y los que tienen en la hambruna al pueblo, no puede haber lugar para nosotros, que contra las masacres y contra el hambre protestamos y nos rebelamos!

Pero hagamos de lado a los incorregibles de la policía; hagamos de lado a los interesados que mienten sabiendo que mienten; hagamos de lado a los viles que se arrojan sobre nosotros para evitar los golpes que podrían caerles a ellos, y razonemos un poco con la gente de buena fe y de sentido común.

En primer lugar, reduzcamos la cosa a sus proporciones adecuadas.

Un rey fue asesinado; y como un rey es sigue siendo un hombre, el hecho es deplorable. Una reina quedó viuda; y como reina es también una mujer, nos solidarizamos con su dolor.

Pero ¿por qué tanto alboroto por la muerte de un hombre y por las lágrimas de una mujer cuando se acepta como algo natural que cada día muchos hombres mueran, y muchas mujeres lloren, a causa de las guerras, los accidentes en el trabajo, las revueltas reprimidas y fusiladas, y los muchos crímenes producidos por la miseria, por el espíritu de venganza, por el fanatismo, y por el alcoholismo?

¿Por qué tal despliegue de sentimentalismo a propósito de una desgracia particular, cuando miles y millones de seres humanos mueren de hambre y de malaria ante la indiferencia de aquellos que tienen los medios para remediarlo? ¿Tal vez porque esta vez las víctimas no son trabajadores vulgares, no un hombre honesto y una mujer común honesta, sino un rey y una reina? … ¡A decir verdad, nos hallamos ante un caso más interesante, y nuestro dolor se siente más, más vivo, más real, cuando se trata de un minero aplastado por un deslizamiento de tierra mientras trabajaba y una viuda se presta a morir de hambre con sus hijos!

Sin embargo, aquellos también son real sufrimiento humano y debe ser deplorado. Pero el lamento sigue estéril si no se investigan las causas y no se las intenta eliminar.

¿Quién provoca la violencia? ¿Quién la hace necesaria, fatal?

Todo el sistema social vigente está basado en la fuerza bruta al servicio de una pequeña minoría que explota y oprime a la gran masa; toda la educación que se da a los niños se resume en una continua apoteosis de la fuerza bruta; todo el ambiente en el que vivimos es un continuo ejemplo de violencia, una sugestión continua a la violencia.

Al soldado, es decir, al asesino profesional, se le honra, y encima de todo se honra al rey, cuya característica histórica es la de estar a cargo de los soldados.

Con la fuerza bruta se fuerza al trabajador a ser robado del producto de su trabajo; con la fuerza bruta se arrebata la independencia por una débil nacionalidad.

El emperador de Alemania incita a sus soldados a no dar cuartel a los chinos; el gobierno británico trata de rebeldes a los Boer que rehusan someterse a la potencia extranjera, y a la quema de las granjas y la caza de las mujeres de las casas y a la persecución de incluso no-combatientes y renueva los hechos horribles de España en Cuba; el sultán hace asesinar a los armenios por cientos de miles; el gobierno americano masacra filipinos después de haberlos traicionado vilmente.

Los capitalistas hacen morir a los trabajadores en las minas, los ferrocarriles, en los campos de arroz para cubrir los gastos necesarios para la seguridad en el trabajo, y llaman a los soldados para intimidar y disparar ante la ocurrencia de los trabajadores de demandar mejoras en sus condiciones.

Una vez más, ¿de dónde viene la sugestión, la provocación a la violencia? ¿Quién hace de la violencia la única manera de salir de la situación actual, la única manera de no sufrir eternamente la violencia de los demás?

Y en Italia es peor que en otros lugares. El pueblo sufre perennemente el hambre, peor que escuderos del señor en el Medioevo, el gobierno, que compite junto a los propietarios, desangra a los trabajadores para enriquecer sus negocios y desperdiciar el resto en empresas dinásticas; la policía arbitra  sobre la libertad de los ciudadanos, y cada grito de protesta, incluso cada tenue lamento es estrangulado en la garganta del carcelero y sofocado en la sangre de los soldados.

Larga es la lista de masacres: de Pietransa en Conselice, de Calatabiano a Sicilia, y así.

Hace solo dos años, las tropas reales masacraron al pueblo desarmado; hace solo unos días las tropas reales han llevado a los propietarios de Molinella a rescatar sus bayonetas y su mano de obra forzada, contra los trabajadores hambrientos y desesperados.

¿Quién es culpable de la rebelión, quién es culpable de la venganza que erupciona de tiempo en tiempo, el provocador, el ofensor, o quien denuncia la ofensa y quiere eliminar las causas?

Pero dicen que el rey no es el responsable.

Ciertamente no nos tomamos en serio el chiste de las funciones constitucionales. Los periódicos “liberales” que ahora discuten sobre la irresponsabilidad del rey, sabían, en lo que a ellos concierne, por sobre el parlamento y los ministros, que había una influencia poderosa, una alta esfera que no permitió a los fiscales  reales hacer alusiones muy claras. Y ahora los conservadores, que esperan una “nueva era” con la energía del nuevo rey, demuestran saber que el rey, al menos en Italia, no es el títere que nos quieren hacer creer a la hora de establecer la responsabilidad. Y además, aún si no hace mal directamente, siempre es responsable de ello, un hombre que pudiendo evitarlo, no lo impide — y el rey es el cabeza de los soldados y puede siempre, al menos, impedir que los soldados hagan fuego contra la población indefensa. Y también es responsable de los que, si es incapaz de prevenir un mal, les deja hacerlo en su nombre, en lugar de renunciar a las ventajas del puesto.

Es cierto que si se toma en cuenta las consideraciones de la herencia, la educación, el medio ambiente, la responsabilidad personal de los poderosos se desvanece mucho y puede desaparecer por completo. Pero entonces, si el rey es irresponsable de sus actos y sus omisiones, si a pesar de la opresión, el despojo, la masacre del pueblo hechos en su nombre, se hubiese quedado en el país, ¿por qué hacer responsable a Bresci? ¿Por qué Bresci servirá una vida de sufrimiento indecible, por un acto que, por mucho que se quiera juzgar errado, nadie puede negar que fue inspirado por intenciones altruistas?

Pero esta cuestión de la investigación de la responsabilidad nos interesa poco. 
Nosotros no creemos en el derecho de castigar, rechazamos la idea de la venganza como sentimiento bárbaro: no tratamos de ser justicieros ni vengadores. Más santa, más noble, más fecunda nos parece la misión de liberadores y pacificadores. A los reyes, a los opresores, a los explotadores les tenderemos con gusto la mano, cuando ellos quieran solamente volverse hombres entre los hombres, iguales entre iguales. Pero mientras se obstinen en disfrutar del actual orden de cosas y en defenderlo con la fuerza, produciendo así el martirio, el embrutecimiento y la muerte por inanición a millones de criaturas humanas, estamos en la necesidad, estamos en el deber de oponer la fuerza a la fuerza.

¡Oponer la fuerza con la fuerza!

¿Quiere eso decir que nos deleitamos en complots melodramáticos y que estamos siempre en el acto y la intención de apuñalar a un opresor?

De ningún modo. Nosotros aborrecemos la violencia por sentimiento y por principio, y siempre hacemos todo lo posible por evitarlo; sólo la necesidad de resistir al mal con medios adecuados y eficaces nos puede inducir a recurrir a la violencia.

Sabemos que estos actos individuales de violencia, sin suficiente preparación en el pueblo son estériles y a menudo, provocan reacciones a las que se es incapaz de resistir, producen dolor interminable y hieren a la causa misma a la que pretenden servir.

Sabemos que lo esencial, lo indiscutiblemente útil consiste no ya en matar la persona de un rey, sino en matar a todos los reyes — los de las Cortes, de los Parlamentos y de las fábricas — en el corazón y la mente de la gente; es decir, en erradicar la fe en el principio de autoridad al cual rinde culto una parte tan considerable del pueblo.

Sabemos que si la revolución es menos madura, puede ser más sangrienta e incierta.

Sabemos que, siendo que la violencia surge desde la autoridad, que de hecho el fondo de todo el asunto es el principio de autoridad, más la revolución será violenta y más será el peligro de que dé lugar a nuevas formas de autoridad.

Y así es que nos esforzamos por lograr, antes de utilizar las últimas razones de los oprimidos, la fuerza moral y material necesarias para derribar al régimen de violencia a la que hoy la humanidad está sujeta.
 
¿Os dejamos en paz a por nuestro trabajo de propaganda, de organización, de preparación revolucionaria?En Italia nos impiden hablar, escribir, asociarnos. Se prohíbe a los trabajadores unirse y luchar pacíficamente por la emancipación, incluso en pequeñas proporciones, para mejorar sus condiciones de vida incivilizadas e inhumanas. Prisión, arresto domiciliario, represiones sangrientas, son los medios que oponen no sólo a nosotros los anarquistas, sino a cualquiera que se atreva a pensar una condición más civil de las cosas.

No es de asombrarse si, perdida la esperanza de poder combatir con beneficios por la propia causa, las mentes ardientes se dejan llevar a actos de justicia vengativa.

Las medidas de la policía, de la que los menos peligrosos son  siempre víctimas; la búsqueda frenética de instigadores inexistentes, que parece ridícula a quien sabe un poco del espíritu dominante entre los anarquistas; las mil divertidas propuestas de  exterminio hechas por el policiaquismo aficionado, sólo sirven para poner en evidencia el fondo salvaje que eclosiona en el alma de la clase dominante.

Para eliminar totalmente la revuelta sangrienta de las víctimas no hay otro medio que la abolición de la opresión, mediante la justicia social.

Para disminuir y atenuar las explosiones, no hay otro medio que dejar a todos la libertad de propaganda y de organización; que dejar a los desposeídos, los oprimidos, los descontentos, la posibilidad de lucha civil; que darles la esperanza de poder conquistar, aunque sea gradualmente, la propia emancipación por vía incruenta.

El gobierno de Italia no hace nada; sigue reprimiendo… y seguirá cosechando aquello que siembra.

Nosotros, a la vez que deploramos la ceguera de los gobernantes que imprimen a la lucha una amargura innecesaria, seguiremos luchando por una sociedad en la que se haya eliminado toda violencia, en la que todos tengan pan, libertad, ciencia, en la que el amor sea la ley suprema de la vida.




Aníbal D'Auria: El anarquismo ante la propiedad


D'Auria introduce así su texto: « En este artículo pretendo pasar revista a la posición anarquista frente al problema de la propiedad. Para ello, comenzaré por exponer las principales críticas que el anarquismo hace, desde sus orígenes, a dicha institución jurídica. Luego repasaré rápidamente las diferentes propuestas anarquistas de organización económica alternativa a la que surge de la propiedad capitalista. De esta forma, se verá cómo el anarquismo maduro, lejos de girar en torno de la idea de un comunismo dogmático, presenta una batería de modelos prácticos experimentales donde el comunismo absoluto es visto más como un horizonte que como una receta a priori. »

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Errico Malatesta: Nota al artículo “individualismo y anarquismo” de Adamas
 (1924)

Traducción al castellano: @rebeldealegre
Publicado originalmente en Pensiero e Volontà, n. 15, 1 de Agosto de 1924

La respuesta de Adamas a mi artículo en el n. 13 muestra que no expresé bien mi pensamiento, y me induce a añadir algunas aclaraciones.

Señalé que “el anarquismo individualista y el anarquismo comunista son lo mismo, o muy cercanos, en términos de motivaciones morales y fines últimos.”

Sé que se podría contrariar mi afirmación con cientos de textos y muchos actos de auto-proclamados anarquistas individualistas, lo que demostraría que el anarquismo individualista y el anarquismo comunista están separados por una especie de abismo moral.

Sin embargo, yo niego que tal tipo de individualistas puedan ser incluidos entre los anarquistas, a pesar de su gusto por denominarse así.

Si la anarquía significa no-gobierno, no-dominación, no-opresión del hombre por el hombre, ¿cómo puede uno llamarse anarquista sin mentirse a sí mismo y a los demás, cuando afirma con franqueza que oprimiría a los demás por la satisfacción de su Ego, sin escrúpulo ni límite alguno, mas que aquel que impone su propia fuerza? Podrá ser un rebelde, porque está siendo oprimido y lucha por convertirse en opresor, así como otros rebeldes más nobles luchan por destruir todo tipo de opresión; pero por seguro no puede ser anarquista. Es un aspirante a burgués, un aspirante a tirano, que es incapaz de alcanzar sus sueños de dominación y riqueza por medio de su propia fuerza y por medios legales, y por ende se aproxima a los anarquistas para explotar su solidaridad moral y material.

Por lo tanto, pienso que el asunto no se trata de “comunistas” e “individualistas”, sino de anarquistas y no-anarquistas. Y nosotros, o al menos muchos de nosotros, estuvimos muy equivocados al discutir cierto tipo de supuesto “individualismo anarquista” como si realmente fuese una de las diversas tendencias del anarquismo, en vez de combatirle como uno de los muchos disfraces del autoritarismo.
Sin embargo, Adamas dice, “si se desnuda al anarquismo individualista de todo lo que no es anarquista, no queda anarquismo individualista alguno”. No estamos de acuerdo en esto.

Moralmente, el anarquismo es suficiente como tal; pero para ser traducido a hechos requiere de formas concretas de vida material, y es la preferencia por una u otra forma lo que distingue a las diversas escuelas anarquistas de pensamiento.

En el ambiente anarquista, el comunismo, el individualismo, el colectivismo, el mutualismo y todos los programas intermedios y eclécticos son simplemente los modos considerados como mejor para alcanzar la libertad y la solidaridad en la vida económica; los modos que se cree corresponden con más cercanía a la justicia y la libertad para la distribución de los medios de producción y de los productos del trabajo entre los hombres.

Bakunin fue un anarquista, y era un colectivista, un enemigo declarado del comunismo pues veía en él la negación de la libertad y, por lo tanto, de la dignidad humana. Y con Bakunin, y por largo tiempo después de él, casi todos los anarquistas españoles fueron colectivistas (propiedad colectiva de la tierra, de las materias primas y de los medios de producción, y asignación de todo el producto del trabajo al productor, tras descontar la contribución necesaria para las cargas sociales), y sin embargo se cuentan entre los más conscientes y consistentes de los anarquistas.

Otros por la misma razón de la defensa y la garantía de libertad se declaran individualistas y quieren que cada persona tenga como propiedad individual la parte que le toca de los medios de producción y por lo tanto la libre disposición de los productos de su trabajo.

Otros inventan sistemas más o menos complicados de mutualismo. Pero a la larga siempre es la búsqueda de una garantía más segura de libertad el factor común entre los anarquistas, y lo que les divide en distintas escuelas.

Nosotros somos comunistas, porque creemos que un modo de vida social basado en la hermandad, sin oprimidos ni opresores, puede ser logrado mejor por medio de una solidaridad libremente establecida y de una libre cooperación en el interés de todos, apuntando a la satisfacción más plena posible de las necesidades de todos en vez de al derecho a una recompensa mayor o menor.

Nosotros creemos que la distribución de los medios naturales de producción y la determinación del valor de cambio de las cosas, ambos necesarios en todo sistema excepto el comunismo, difícilmente podría lograrse sin lucha e injusticia, lo que podría eventualmente terminar en el establecimiento de nuevas formas de autoridad y de gobierno. Por otra parte, admitimos sin reparos el peligro que involucra intentar aplicar el comunismo antes que el deseo y la consciencia de éste  estén profundamente arraigados, y en mayor grado que lo permitido por las condiciones objetivas de la producción y las relaciones sociales: una burocracia parasitaria podría nacer, que centralizaría todo en sus manos y se convertiría en el peor de los gobiernos.

Por ende seguimos siendo comunistas en nuestro sentimiento y aspiración, pero queremos dejar libertad de acción a la experimentación de todos los modos de vida que puedan imaginarse y desearse.

Para nosotros, es necesario y suficiente que todos tengan completa libertad, y que nadie pueda monopolizar los medios de producción y vivir del trabajo ajeno.
* * *

Adamas habla además de la necesidad de “un movimiento organizado, homogéneo, continuativo, conectado para una acción común de lucha y demanda”. Dice también que nuestra propaganda en hechos no debe consistir en “posponer la acción, iniciativa, organización, etc. hasta que todos quienes se llaman anarquistas concuerden en lo que se ha de hacer. En vez, nosotros mismos quienes ya concordamos, debemos tomar acción inmediata, de acuerdo a nuestros programas generales y tácticos, sin contenernos por un temor absurdo a herir los sentimientos de quienes disienten y que pertenecen a las diversas fracciones y tendencias”.

Concuerdo perfectamente con él; sin embargo, creo que está equivocado cuando piensa que los “individualistas” tienen la culpa de que lo que él desea no haya sido hecho hasta ahora, o haya sido hecho insuficientemente y mal.
En mi opinión, la culpa la tiene un estado mental de los anarquistas, que deriva de ideas erradas difundidas desde los orígenes de nuestro movimiento, que les hizo oponerse a todo plan práctico de acción. Tales errores dependen de una especie de providencialismo natural, que condujo a creer que los eventos humanos ocurren automáticamente, naturalmente, sin preparación, sin organización, sin planes preconcebidos. Tal como muchos de nosotros piensan que la revolución vendrá por sí misma, cuando llegue el momento oportuno, por la acción espontánea de las masas, así también ellos piensan que después de la revolución la espontaneidad popular será suficiente para todo y que no habrá necesidad de prever y preparar nada. Esta es la razón de los males señalados por Adamas, no los “individualistas”, que han sido siempre una minoría muy pequeña entre nosotros, después de todo, generalmente sin crédito y sin influencia.

La máxima “la anarquía es el orden natural”, que, en mi opinión, es diametralmente opuesta a la verdad, no fue inventada por los individualistas!
En fin, podemos hablar de esto en alguna otra oportunidad.


Emma Goldman: El niño y sus enemigos (1906)

Traducción al castellano: @rebeldealegre
Publicado originalmente en Mother Earth, Vol. 1 No. 2, Abril de 1906.

¿Debe el niño ser considerado como una individualidad, o como un objeto a ser moldeado de acuerdo al antojo y capricho de cada quien? Esta parece ser la pregunta más importante a responder por padres y educadores. Y si es que el niño ha de crecer desde dentro, si es que a todo lo que ansíe expresión le será permitido salir a la luz del día; o si es que ha de ser amasado como masilla por fuerzas externas, eso depende de la respuesta adecuada a esta pregunta vital.

El anhelo de los mejores y más nobles de nuestros tiempos hace a las más fuertes individualidades. Todo ser sensible aborrece la idea de ser tratado como mera máquina o como mero loro de lo convencional y lo respetable, el ser humano ansía el reconocimiento de sus semejantes.

Debe tenerse en mente que es por el canal del niño que el desarrollo de la persona madura debe pasar, y que las ideas presentes de la educación o entrenamiento de éste en la escuela y la familia — incluso la familia del liberal o el radical — son tales que sofocan su crecimiento natural.

Toda institución de nuestros días, la familia, el Estado, nuestros códigos morales, ve en cada personalidad fuerte, bella, sin compromisos, un enemigo mortal; por ende se hace  todo esfuerzo por coartar la emoción y la originalidad de pensamiento humano en el individuo con una camisa de fuerza desde su más temprana infancia; o se le da forma a todo ser humano de acuerdo a un patrón; no una individualidad integral, sino una de paciente esclavo del trabajo, un autómata profesional, un ciudadano que paga sus impuestos, o un recto moralista. Si uno, no obstante, se encuentra con la espontaneidad real (que, por cierto, es un rasgo raro) eso no se debe a nuestro método de crianza o educación del niño: la personalidad a menudo se afirma a sí misma, independiente de las barreras oficiales y familiares. Un descubrimiento como ese debe ser celebrado como un evento inusual, ya que los obstáculos puestos en el camino del crecimiento y el desarrollo del carácter son tan numerosos que se ha de considerar un milagro si retiene su fuerza y belleza y sobrevive a los diversos intentos de incapacitar aquello que le es más esencial.

Ciertamente, aquel que se ha liberado de las cadenas de la irreflexión y la estupidez comunes y corrientes; aquel que puede pararse sin muletas morales, sin la aprobación de la opinión pública — la pereza privada, le llamó Friedrich Nietzsche — puede bien entonar un canto alto y voluminoso de independencia y libertad; ha obtenido el derecho a ello con fieras y ardientes batallas. Estas batallas comienzan ya a la más delicada edad.

El niño muestra sus tendencias individuales en sus juegos, en sus preguntas, en su asociación con las personas y las cosas. Pero debe luchar con la perpetua interferencia externa en su mundo de pensamiento y emoción. Que no debe expresarse en armonía con su naturaleza, con su personalidad creciente. Que debe convertirse en cosa, en objeto. Sus preguntas encuentran respuestas estrechas, convencionales, ridículas, en su mayor parte basadas en falsedades; y, cuando, con grandes, curiosos e inocentes ojos, desea contemplar las maravillas del mundo, quienes le cuidan cierran rápidamente las ventanas y las puertas, y mantienen a la delicada planta humana en una atmósfera de invernadero, donde no puede ni respirar ni crecer libremente.

Zola, en su novela Fecundidad, mantiene que grandes grupos de personas le han declarado la muerte al niño, han conspirado contra el nacimiento del niño, — una imagen horrible ciertamente, pero la conspiración ingresada por la civilización contra el crecimiento y la formación del carácter me parece por lejos más terrible y desastrosa, debido a la lenta y gradual destrucción de sus cualidades y rasgos latentes y el efecto estupefaciente e incapacitante por lo tanto sobre su bienestar social.

Ya que todo esfuerzo en nuestra vida educativa parece estar dirigida hacia hacer del niño un ser extraño a sí mismo, debe por necesidad producir individuos extraños los unos con los otros, y en perpetuo antagonismo los unos con los otros.

El ideal del pedagogo promedio no es un ser completo, íntegro, original; en vez, busca que el resultado de su arte de la pedagogía sean autómatas de carne y sangre, para adecuarse mejor al molino de la sociedad y al vacío y la insipidez de nuestras vidas. Todo hogar, escuela, colegio y universidad está por el utilitarismo seco y frío, que rebalse el cerebro del pupilo con tremenda cantidad de ideas, traspasadas desde generaciones pasadas. “Hechos y datos,” como les llaman, constituyen mucha información, suficiente tal vez como para mantener toda forma de autoridad y para crear mucho temor reverencial por la importancia de la posesión, pero esto no es más que un gran retardo en la comprensión real del alma humana y su lugar en el mundo.

Verdades muertas y olvidadas hace mucho tiempo, ideas del mundo y sus pueblos, cubiertas de moho, incluso en los tiempos de nuestras abuelas, se machacan en las cabezas de nuestra generación joven. El cambio eterno, la miríada de variaciones, la innovación continua son la esencia de la vida. La pedagogía profesional nada sabe de ello, los sistemas de educación son ordenados en archivos, clasificados, y numerados. Carecen de la semilla fuerte y fértil que, al caer en rico suelo, les haga crecer hacia grandes alturas, están desgastados y son incapaces de despertar la espontaneidad del carácter. Instructores y maestros, con almas muertas, operan con valores muertos. La cantidad es forzada para reemplazar a la calidad. Las consecuencias por lo tanto son inevitables.

En la dirección que uno mire, buscando ansiosamente por seres humanos que no midan las ideas y las emociones con la vara de la propia conveniencia, se encuentra uno con los productos de la instrucción de ganado en vez de con los resultados de espontáneas e innatas características formándose a sí mismas en libertad.

“Ningún rastro veo ahora 

de la voluntad del espíritu. 

Es instrucción, nada más.”

Estas palabras del Fausto se adecuan a nuestros métodos de pedagogía perfectamente. Tomemos, por ejemplo, la manera en que la historia se enseña en nuestras escuelas. Veamos cómo los eventos del mundo se vuelven presentaciones baratas de títeres, donde unos pocos tira-cuerdas se supone que dirigieron el curso del desarrollo de todo la especie humana. 

Y la historia de nuestra propia nación! ¿Acaso no fue escogido por la Providencia que fuese la nación líder sobre la tierra? ¿Y acaso no está en lo alto de las montañas por sobre las otras naciones? ¿No es acaso la joya del océano? ¿No es acaso incomparablemente virtuosa, ideal y valiente? El resultado de tal enseñanza ridícula es un soso y superficial patriotismo, cegado de sus propias limitaciones, con testarudez de toro, completamente incapaz de juzgar las capacidades de otras naciones. Así es como se castra el espíritu de la juventud, se sofoca por medio de una sobre-estimación del valor propio. No sorprende entonces que la opinión pública pueda ser manufacturada tan fácilmente.

“Alimento pre-digerido” debiese estar inscrito en toda sala de aprendizaje como advertencia a todos quienes no deseen perder su personalidad y su sentido original de juicio, quienes, en vez, estarían contentos con una gran cantidad de conchas vacías y superficiales. Eso debería ser suficiente como reconocimiento a los múltiples obstáculos puestos en el camino de un desarrollo mental independiente del niño.

Igualmente numerosas, y no menos importantes, son las dificultades que confronta la vida emocional de los jóvenes. ¿No debe uno suponer que los padres deban estar unidos a los niños por las más tiernas y delicadas cuerdas? Debería uno suponerlo; sin embargo, triste como es, es, no obstante, cierto, que los padres son los primeros en destruir las riquezas internas de sus niños.

Las Escrituras nos dicen que Dios creó al Hombre a Su semejanza, lo que por ningún motivo ha sido un éxito. Los padres siguen el mal ejemplo de su amo celestial; hacen todo esfuerzo por dar forma y moldear al niño de acuerdo a su imagen. Se aferran tenazmente a la idea de que el niño es mera parte de ellos mismos — una idea tan falsa como injuriosa, y que solo aumenta la incomprensión del alma del niño, y de las necesarias consecuencias de la esclavitud y la subordinación.

Tan pronto como los primeros rayos de conciencia iluminan la mente y el corazón del niño, comienza instintivamente a comparar su propia personalidad con la personalidad de quienes lo cuidan. ¿Cuántos riscos duros y fríos encuentra su gran mirada curiosa? Pronto se enfrenta con la dolorosa realidad de que está aquí solo para servir de materia inanimada para padres y guardianes, cuya autoridad sola le da molde y forma.

La terrible lucha de la mujer y el hombre pensantes contra las convenciones políticas, sociales y morales debe su origen a la familia, donde el niño es siempre obligado a batallar contra el uso interno y externo de la fuerza. Los imperativos categóricos: Tú has! tú debes! esto es correcto! eso es incorrecto! esto es cierto! eso es falso! caen como violenta lluvia sobre la cabeza rudimentaria del joven ser y le imprime en sus sensibilidades que debe postrarse ante las largamente establecidas y duras nociones de los pensamientos y las emociones. Sin embargo las cualidades e instintos latentes buscan afirmar sus propios métodos peculiares de encontrar la base de las cosas, de distinguir entre lo que comúnmente se denomina incorrecto, verdadero o falso.

Se inclina a ir por su propio camino, ya que está compuesto de los mismos nervios, músculos y sangre, tal como aquellos que asumen dirigir su destino. No puedo entender cómo esperan los padres que sus niños crezcan para ser espíritus independientes, auto-suficientes, cuando hacen todo esfuerzo por abreviar y limitar las diversas actividades de sus hijos, el plus en cualidad y carácter, que diferencia a su prole de sí mismos, y en virtud de la cual son portadores eminentemente equipados de ideas nuevas y vigorizantes. Un árbol joven y delicado, que está siendo recortado y podado por el jardinero para darle una forma artificial, nunca alcanzará la majestuosa altura y la belleza que cuando se le deja crecer en su naturaleza y libertad.

Cuando el niño alcanza la adolescencia, se encuentra, sumado a las restricciones del hogar y la escuela, con inmensa cantidad de tradiciones rígidas de la moral social. Las ansias de amor y sexo se topan con la ignorancia absoluta de la mayoría de los padres, quienes lo consideran algo indecente e inapropiado, algo vergonzoso, casi criminal, a ser reprimido y combatido como una enfermedad terrible. El amor y los tiernos sentimientos en la joven planta se tornan en vulgaridad y ordinariez por la estupidez de quienes le rodean, de modo que todo lo lindo y bello es o bien aplastado por completo o escondido en las profundidades más internas, como un gran pecado, que no osa enfrentar la luz.

Lo más asombroso es el hecho de que los padres se privarán de todo, sacrificarán todo por el bienestar físico del niño, se desvelarán por las noches y temerán agonizantes cualquier mal físico de su amado; pero seguirán fríos e indiferentes, sin la más leve comprensión de las ansias del alma y los anhelos de su niño, ni oyendo ni queriendo oír el fuerte llamado del joven espíritu que demanda reconocimiento. Por el contrario, sofocarán la bella voz de la primavera, de una nueva vida de belleza y el esplendor del amor; pondrán el largo y esbelto dedo de la autoridad sobre la tierna garganta y no permitirán desahogo al plateado canto del crecimiento individual, de la belleza del carácter, de la fuerza del amor y la relación humana, que por sí solos hacen que la vida valga la pena vivirla.

Y sin embargo estos padres imaginan que quieren lo mejor para su niño, y que yo sepa, algunos realmente lo quieren; pero lo mejor significa la muerte y el deterioro para el brote en desarrollo. Después de todo, no están más que imitando a sus propios amos en los asuntos de Estado, comercial, social, y moral, reprimiendo por la fuerza todo intento independiente de analizar los males de la sociedad y todo sincero esfuerzo hacia la abolición de estos males; nunca capaces de asir la eterna verdad de que todo método que emplean sirve como el mayor ímpetu por hacer nacer un mayor anhelo por la libertad y un fervor más profundo por luchar por ello.

Esa compulsión está destinada a despertar la resistencia, todo padre y maestro debiese saberlo. Gran sorpresa se expresa ante el hecho de que la mayoría de los niños de padres radicales o bien se oponen a las ideas de éstos, muchos de ellos circulando los viejos y anticuados caminos, o son indiferentes a los nuevos pensamientos y enseñanzas de regeneración social. Y sin embargo nada hay de inusual en ello. Los padres radicales, aunque emancipados de la creencia de apropiación del alma humana, aún se aferran tenazmente a la idea de que son dueños del niño, y de que tienen el derecho de ejercer su autoridad sobre el niño. De modo que se disponen a moldear y formar al niño de acuerdo a su propia concepción de lo que es correcto e incorrecto, forzando sus ideas en él con la misma vehemencia que usa el padre católico promedio. Y, con esto último, sostienen la necesidad ante el joven de “hacer lo que te digo y no lo que yo hago.” Pero la mente impresionable del niño se da cuenta pronto que las vidas de sus padres están en contradicción con las ideas que representan; que, como el buen cristiano que fervientemente reza los días domingo, pero sigue rompiendo los mandamientos del señor el resto de la semana, el padre radical  acusa a Dios, al clérigo, la iglesia, el gobierno, la autoridad doméstica, pero sigue ajustándose a la condición que aborrece. Así también, el padre librepensador puede jactarse orgulloso de que su hijo de cuatro años reconoce la imagen de Thomas Paine o de Ingersoll, o que sabe que la idea de Dios es estúpida. O el padre social-demócrata puede señalar a su pequeña niña de seis años y decir, “¿quién escribió el Capital, querida?” “Karl Marx, papá!” O la madre anarquista puede hacer saber que el nombre de su hija es Louise Michel, Sophia Perovskaya, o que puede recitar los poemas revolucionarios de Herwegh, Freiligrath, o de Shelley, y que señalará los rostros de Spencer, Bakunin o Moses Harmon en todo lugar.

Estas no son exageraciones; son tristes realidades que he encontrado en mi experiencia con padres radicales. ¿Cuáles son los resultados de tales métodos de inclinación de la mente? Lo siguiente es la consecuencia, y no muy poco frecuente, tampoco. El niño, alimentado de ideas unilaterales, establecidas y fijas, pronto se agota de volver a tocar las creencias de sus padres, y sale en busca de nuevas sensaciones, no importa cuán inferior y superficial pueda ser la nueva experiencia, la mente humana no soporta lo mismo y la monotonía. Entonces ocurre que el niño o la niña, sobre-alimentado de Thomas Paine, caerá en los brazos de la iglesia, o votará por el imperialismo solo por escapar del determinismo económico y del socialismo científico, o abrirá una fábrica de blusas y se aferrará a su derecho de acumular propiedad, solo para hallar consuelo del anticuado comunismo de su padre. O la niña se casará con el primer hombre, mientras pueda mantenerse, solo para arrancar de la charla perpetua de la variedad.

Tal condición de los asuntos puede ser muy doloroso para padres que desean que sus hijos sigan su camino, pero yo lo veo como fuerzas psicológicas muy refrescantes y alentadoras. Son la más grande garantía de que la mente independiente, al menos, resistirá siempre a toda fuerza externa y extraña ejercida sobre el corazón y la cabeza humanas.

Algunos preguntarán, ¿qué hay de las naturalezas débiles, no deben ser protegidas? Sí, pero para poder hacerlo, será necesario darse cuenta de que la educación de los niños no es sinónimo de la instrucción y entrenamiento de ganado. Si la educación ha de significar realmente algo, debe insistir en el libre crecimiento y desarrollo de las fuerzas y tendencias innatas del niño. Solo de este modo podemos esperar al  individuo libre y eventualmente también a una comunidad libre, que habrá de hacer que la interferencia y la coerción del crecimiento humano sea imposible.


Patrick Rossineri | La aceptación del concepto de poder como negación del anarquismo (2012)

Célebre consigna aparecida en un muro de Oaxaca el 2006:
“Nos quieren obligar a gobernar. No vamos a caer en esa provocación.”

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Davide Turcato | Sentimiento y método: la lección de Errico Malatesta

Traducción al castellano: @rebeldealegre
Breve artículo publicado en A — Rivista anarchica año 40 no. 358 (diciembre 2010 — enero 2011)
donde Davide Turcato sintetiza la profundidad de significado en la definición de Anarquía de Malatesta, quien, conmina a la continuidad entre la acción anárquica en esta sociedad y la futura.
 
Los escritos de Errico Malatesta contienen quizás el más rico patrimonio de experiencias e ideas que el movimiento anarquista posee. Llenan más de cinco mil páginas; tal es el tamaño de las obras completas del anarquista, un proyecto de publicación actualmente en camino que, se espera, completará la obra comenzada en 1930 por Luigi Fabbri.

Pero si en estos escritos tuviese que escoger una sola frase símbolo, ésta sería una definición contenida en el librillo La Anarquía de 1891: «La Anarquía, como el socialismo, tiene por punto básico de partida para el ambiente necesario la igualdad de condiciones, por su faro la solidaridad y por método la libertad.» La frase simboliza la buena mezcla de simplicidad de exposición y profundidad de pensamiento que caracteriza a la obra de Malatesta. Parece una definición natural en su referencia a la tríada clásica de los valores de la Revolución Francesa, y sin embargo sintetiza toda la idea del anarquismo, reflexiva y original. En esta concepción de la igualdad de condiciones, a saber, la puesta en común de los medios de producción, el socialismo, no es un punto de llegada, sino el punto de partida de un proceso de evolución social animado por un sentimiento de solidaridad entre las personas, y vuelto explícito mediante la libertad de iniciativa de cada quien.

La definición no propone un modelo estático de una sociedad perfecta, sino que describe una sociedad abierta, socialista, experimental y pluralista. Al caracterizar la anarquía en términos de un sentimiento, la solidaridad, y de un método, la libertad, que pongan ya hoy los anarquistas en práctica, Malatesta postula la continuidad entre la acción anárquica en la sociedad del presente y aquella del futuro. Y ya que aquel sentimiento y aquel método son opciones voluntarias de cada individuo, la suya es una visión gradualista de la anarquía, que más se verá realizada cuantos más  individuos hagan propio ese sentimiento y ese método. No hay idea que pudiese estar más alejada del estereotipo, duro de matar, del anarquismo que anhela una arcadia perfecta y de una filosofía del “todo o nada.” Aún hay mucho que entender sobre lo que el anarquismo es, y nadie lo ha explicado mejor que Malatesta.

Al reconsiderar su tradición en vistas a luchas futuras, como esta maravillosa iniciativa de “A” [«rivista anarchica»] lo hace, los anarquistas han de rescatar desde este inestimable patrimonio, en gran medida inexplorado o incomprendido: las “páginas de lucha cotidiana” de Malatesta.

Aníbal D'Auria: Introducción al ideario anarquista




Texto de apertura del libro «El anarquismo frente al derecho» del Grupo de Estudio sobre Anarquismo del que hemos hecho un documento aparte por su gran valor tanto introductorio como aclaratorio para personas tanto familiarizadas como no familiarizadas con el ideario ácrata.

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Errico Malatesta: Gradualismo (1925)

Traducción al castellano: @rebeldealegre

Publicado originalmente en el «Pensiero e Volontà» de Roma (2, No. 12, 1 de Octubre de 1925). Malatesta explica su visión del gradualismo anarquista y cuáles son los criterios de acción antes, durante y después de la revolución social, que, fieles al principio ácrata esencial de la coherencia entre medios y fines conducirán a través del anarquismo — “por caminos de libertad” — hacia la anarquía.

*

En el curso de aquellas polémicas que surgen entre anarquistas en cuanto a las mejores tácticas para alcanzar, o aproximarse a la creación de una sociedad anarquista — y estas son discusiones útiles, y por cierto necesarias, cuando reflejan tolerancia y confianza mutuas y evitan las recriminaciones personales — ocurre con frecuencia que algunos reprochan a otros por ser gradualistas, y los otros rechazan el término como si fuese un insulto.

Pero el hecho es que, en el sentido real de la palabra y dada la lógica de nuestros principios, somos todos gradualistas. Y todos, en cuales sean los distintos modos, debemos serlo.

Es cierto que ciertas palabras, especialmente en política, están continuamente cambiando de significado y a menudo asumen uno que es muy contrario al sentido original, lógico y natural del término.

Así pasa con la palabra posibilista. ¿Hay alguien de sano juicio que clamaría seriamente querer lo imposible? Sin embargo, en Francia, el término se convirtió en la etiqueta especial de una sección del Partido Socialista que eran seguidores de un ex-anarquista, Paul Brousse — y más dispuestos que otros a renunciar al socialismo en búsqueda de una cooperación imposible con la democracia burguesa.

Tal es también el caso con la palabra oportunista. ¿Quién realmente quiere ser un in-oportunista, y como tal, renunciar a las oportunidades que surjan? Sin embargo, en Francia, el término oportunista terminó siendo aplicado específicamente a los seguidores de Gambetta [1] y aún se usa en el sentido peyorativo para referirse a una persona o partido sin ideas o principios y guiados por intereses viles y cortoplacistas.

Lo mismo es cierto de la palabra transformista. ¿Quién negaría que todo en el mundo y en la vida evoluciona y cambia? ¿Quién hoy no es un ‘transformador’? Sin embargo la palabra se usó para describir a las políticas corruptas y cortoplacistas lideradas por el italiano Depetris [2].

Sería buena cosa poner freno al hábito de atribuir a las palabras un significado distinto de su sentido original, que da pie a tanta confusión e incomprensión. Pero cómo hacerlo es otro asunto, particularmente cuando el cambio en significado es una táctica deliberada de parte de políticos que disfrazan sus perversos propósitos tras finas palabras.

Tal vez es cierto, por lo tanto, que la palabra gradualista, como se aplica a los anarquistas, podría terminar de hecho describiendo a quienes usan la excusa de hacer las cosas gradualmente, a medida que y cuando se hacen posibles, y en el último análisis hacen nada en absoluto — o bien eso o se mueven, si es que se mueven, en dirección contraria a la anarquía. Si este es el caso, el término debe ser rechazado. Pero el sentido real de gradualismo sigue siendo el mismo: todo en la naturaleza y en la vida cambia en grados, y esto no es menos cierto de la anarquía. Ésta solo puede llegar poco a poco.

Como decía antes, el anarquismo es, por necesidad,  gradualista. La anarquía puede ser vista como perfección absoluta, y es correcto que esta idea permanezca en nuestras mentes, como un bastión que guíe nuestros pasos. Pero obviamente, tal ideal no puede ser alcanzado en un salto repentino desde el infierno del presente al anhelado cielo del futuro. Los partidos autoritarios, con lo cual me refiero a aquellos que creen que es moral y apropiado imponer un orden social dado por la fuerza, puede que esperen — ¡vana esperanza! — que cuando lleguen al poder puedan, usando las leyes, decretos… y gendarmes, someter a todos indefinidamente a su voluntad. Pero tales esperanzas y anhelos son inconcebibles para los anarquistas, ya que los anarquistas buscan imponer nada más que respeto por la libertad, y contar con la fuerza de la persuasión y de las ventajas que se perciban de la cooperación libre, para la realización de sus ideales.

Esto no significa que yo crea (como, por polemizar, un inescrupuloso y mal informado periódico reformista hizo creer que creía) que para alcanzar la anarquía debemos esperar a que todos se vuelvan anarquistas. Por el contrario, yo creo — y es por esto que soy un revolucionario — que bajo las condiciones presentes solo una pequeña minoría, favorecida por circunstancias especiales, puede arreglárselas para concebir qué es la anarquía. Sería ilusorio esperar por una conversión general antes de que tomase lugar realmente  un cambio en el tipo de ambiente donde el autoritarismo y el privilegio hoy florecen. Es precisamente por esta razón que creo en la necesidad de organizarse para la realización de la anarquía, o al fin y al cabo aquel grado de anarquía que pudiese volverse gradualmente factible, tan pronto como una libertad suficiente haya sido obtenida y exista en alguna parte un núcleo de anarquistas que sea tanto suficientemente fuerte numéricamente como capaz de ser autosuficiente y de extender su influencia localmente.

Repito, necesitamos organizarnos para aplicar la anarquía, o aquel grado de anarquía que se haga gradualmente posible.

Ya que no podemos convertir a todos de una vez y las necesidades de la vida y los intereses de la propaganda no nos permiten permanecer aislados del resto de la sociedad,  se debe hallar formas de poner tanta anarquía como sea posible en práctica entre las personas que no son anarquistas o que solo simpatizan.

El problema, por lo tanto, no es si es que hay necesidad de proceder gradualmente sino que buscar la vía más rápida y sincera que conduzca a la realización de nuestros ideales.

En todo el mundo hoy la vía está bloqueada por los privilegios conquistados, como resultado de una larga historia de violencia y errores, por ciertas clases que además de una superioridad intelectual y técnica que disfrutan como resultado de esos privilegios, disponen también de fuerzas armadas reclutadas de entre las clases sometidas y las usan cuando lo creen necesario sin escrúpulos ni contención.

Por eso es que la revolución es necesaria. La revolución destruye el estado de violencia en el que vivimos ahora, y crea los medios para el desarrollo pacífico hacia cada vez mayor libertad, mayor justicia y mayor solidaridad.

¿Cuáles debiesen ser las tácticas anarquistas antes, durante y después de la revolución?

Sin duda la censura [3] nos prohibiría decir lo que se requiere hacer antes de la revolución para prepararnos para ella y para llevarla a cabo. En cualquier caso, es un tema mal llevado en presencia del enemigo. Es, sin embargo, válido señalar que necesitamos seguir siendo fieles a nosotros mismos, esparcir la palabra y educar tanto como sea posible; evitar todo compromiso con el enemigo y estar preparados, al menos en espíritu, a tomar todas las oportunidades que puedan presentarse.

¿Y durante la revolución? Permítaseme comenzar diciendo, que no podemos hacer la revolución por nuestra cuenta; tampoco sería deseable hacerlo. A menos que todo el país esté detrás de ella, juntos con todos los intereses del pueblo, tanto actuales como latentes, la revolución fracasará. Y en el  caso lejos de ser probable de que alcancemos la victoria por nuestra cuenta, nos hallaremos en una posición absurdamente insostenible: ya sea porque, en el hecho mismo de imponer nuestra voluntad, mandar y restringir, dejaríamos de ser anarquistas y destruiríamos la revolución con nuestro autoritarismo; o porque, por el contrario, nos retiraríamos del campo, dejando que otros, con propósitos opuestos a los nuestros, se beneficiaran de nuestro esfuerzo.

Debemos entonces actuar junto con todas las fuerzas progresivas y los partidos de vanguardia a las que despertemos interés, y atraer a las masas del pueblo al movimiento, dejando que la revolución — de la cual formaríamos una parte, entre otras — ceda lo que pueda.

Esto no significa que debamos renunciar a nuestros propósitos específicos. Por el contrario, tendríamos que mantenernos muy unidos y distinguidamente separados del resto al luchar a favor de nuestro programa: la abolición del poder político y la expropiación de los capitalistas. Y si, a pesar de nuestros esfuerzos, surgiesen nuevas formas de poder que busque obstruir la iniciativa del pueblo e imponer su propia voluntad, no debemos formar parte alguna de éste, y nunca otorgarles reconocimiento alguno. Debemos trabajar por asegurar que el pueblo les niegue los medios para gobernar — les niegue, es decir, los soldados y los  ingresos públicos; que se asegure de que aquellos poderes continúen débiles… hasta que llegue el día en que podamos aplastarlos de una vez y para siempre.

De todos modos, debemos reclamar y demandar, con la fuerza si es necesario, nuestra autonomía total, y el derecho y los medios para organizarnos como nos parezca adecuado y para poner nuestros propios métodos en práctica.

¿Y después de la revolución — es decir, tras la caída de aquellos en el poder y el triunfo final de las fuerzas de la insurrección? Es aquí que el gradualismo se vuelve particularmente relevante. Debemos prestar atención a los problemas prácticos de la vida: la producción, el intercambio, las comunicaciones, las relaciones entre grupos anarquistas y con aquellos que retienen una creencia en la autoridad, entre colectivos comunistas e individualistas, entre la ciudad y el campo. Debemos asegurarnos de usar para nuestro beneficio las fuerzas de la naturaleza y las materias primas, y de que atendamos a la distribución industrial y agrícola — de acuerdo a las condiciones que prevalezcan en ese momento en los distintos países — a la educación pública, el cuidado infantil y el cuidado de los discapacitados, a la salud y los servicios médicos, a la protección contra criminales comunes y contra aquellos, más insidiosos, que sigan intentando suprimir la libertad de otros por el interés de individuos y partidos, etc. La solución para cada problema no solo debe ser la más económicamente viable sino que debe responder a los imperativos de la justicia y la libertad, y ser aquellas con más posibilidad de mantener abierto el camino a futuras mejoras. Si es necesario, la justicia, la libertad y la solidaridad deben tener prioridad sobre la ventaja económica.

No hay necesidad de pensar en términos de destruir todo creyendo que las cosas se atenderán solas. Nuestra civilización presente es el resultado de miles de años de desarrollo y ha encontrado algunos medios para resolver el problema de que millones y millones de personas cohabiten, con frecuencia abarrotados en áreas restringidas, y de poder satisfacer sus necesidades cada vez más crecientes y complejas.

Dichos beneficios son reducidos — y para la gran mayoría de las personas, virtualmente negados — por el hecho de que el desarrollo ha sido llevado a cabo por medios autoritarios y en el interés de las clases dominantes. Pero, si el dominio y los privilegios son removidos, los logros reales permanecen: los triunfos de la humanidad sobre las fuerzas adversas de la naturaleza, el peso acumulado de la experiencia de las generaciones pasadas, los hábitos sociables adquiridos durante la larga historia de la cohabitación humana, las ventajas probadas del apoyo mutuo. Sería una necedad, y además imposible, renunciar a todo esto.

En otras palabras, debemos luchar contra la autoridad y el privilegio, y tomar aprovechar los beneficios que la civilización ha conferido. No debemos destruir nada que satisfaga necesidades humanas por mal que lo haga — hasta que tengamos algo mejor que poner en su reemplazo.

Por intransigentes que sigamos para con toda forma de imposición o explotación capitalista, debemos ser tolerantes de todas aquellas ideas sociales que prevalezcan en las diversas agrupaciones humanas, mientras no dañen la libertad y los iguales derechos de otros. Debemos contentarnos con el progreso gradual mientras el nivel moral de las personas crezca, y con ello, los medios materiales e intelectuales disponibles para la humanidad; y mientras, claramente, hacer todo lo que podamos, a través del estudio, el trabajo y la propaganda, por apresurar el desarrollo hacia ideales cada vez más elevados.

He traído aquí más problemas que soluciones. Pero creo haber presentado brevemente los criterios que deben guiarnos en la búsqueda y la aplicación de las soluciones que ciertamente serán muchas y diversas de acuerdo a las circunstancias. Pero, en cuanto a lo que nosotros concierne, deben siempre ser consistentes con los principios fundamentales del anarquismo: nadie mandonea a nadie, nadie explota a nadie.

Es tarea de todos los compañeros pensar, estudiar y prepararse — y hacerlo con toda rapidez y concienzudamente, pues los tiempos son ‘dinámicos’ y debemos estar listos para lo que pueda ocurrir.

Octubre de 1925



NOTAS
[1] Leon Gambetta (1838-1882), abogado y político francés.
[2] Agostino Depetris, político italiano y primer ministro en varias oportunidades entre 1876 y 1887.
[3] Malatesta escribía en 1925 en Italia bajo la dictadura de  Mussolini donde todas las publicaciones debían pasar por el censor de prensa fascista.

Nestor Makhno: El abecedario del anarquista revolucionario (1932)




Nueva revisión y edición de la traducción castellana disponible, comparando con la traducción inglesa y el original en francés:

Nicolas Walter: Anarquismo y Religión (1991)

Nicolas Walter (izq.) y Vernon Richards (der.)
Traducción al castellano: @rebeldealegre

Nicolas Hardy Walter (1934 – 2000) fue un escritor, orador y activista británico, anarquista y ateo. Uno de sus libros más celebrados, «Sobre el anarquismo» (1969) [aquí en inglés], fue traducido a múltiples lenguas. El texto a continuación está basado en una charla ofrecida en la South Place Ethical Society el 14 de Julio de 1991. Además sirve un doble propósito: está lleno de referencias a personajes y eventos históricos a los que hemos agregado enlaces para mayor investigación. Recomendamos además otro texto que dedica notables palabras a este tema, de Herbert Read, «La Filosofía del Anarquismo». Así mismo, «Anarquismo y religión: otra vuelta de tuerca», de Capi Vidal (donde a su vez reseña a otros entendidos compañeros como Charles Malato, Aníbal D'Auria y al mismo Read).


Para el propósito presente, el anarquismo se define como la ideología política y social que señala que los grupos humanos pueden y han de existir sin autoridad instituida, y especialmente como el movimiento anarquista histórico de los últimos doscientos años; y la religión se define como la creencia en la existencia e importancia de seres sobrenaturales, y especialmente como el sistema prevaleciente  Judeo-cristiano de los últimos doscientos años. Mi tema es la pregunta: ¿Hay una conexión necesaria entre los dos, y de ser así, cuál es? Las respuestas posibles con las siguientes: puede que no haya conexión alguna, si es que las creencias sobre la sociedad humana y la naturaleza del universo son más bien independientes; puede que haya una conexión, si es que tales creencias son interdependientes; y, si hay una conexión, puede ser positiva, si es que el anarquismo y la religión se refuerzan el uno al otro, o negativa, si es que el anarquismo y la religión se contradicen el uno al otro.

La suposición general es que hay una conexión negativa lógica, porque la autoridad divina y humana se reflejan la una a la otra; y psicológica, porque el rechazo a la autoridad humana y divina, de la ortodoxia política y religiosa, se reflejan la una a la otra. De este modo, la Encyclopedie Anarchiste francesa (1932) incluye un artículo sobre el Ateísmo de Gustave Brocher: «Un anarquista, que quiere a ningún amo todopoderoso sobre la tierra, ningún gobierno autoritario, debe necesariamente rechazar la idea de un poder omnipotente al cual todo debe estar sujeto; si es consistente, debe declararse ateo.» Y el número centenario del periódico anarquista británico Freedom (Octubre de 1986) contiene un artículo de Barbara Smoker (presidente de la National Secular Society) titulado, «Anarquismo implica Ateísmo». A decir verdad, históricamente, la conexión negativa ha sido ciertamente la norma que los anarquistas sean en general no-religiosos y con frecuencia anti-religiosos, y el lema estándar anarquista es la frase acuñada por el socialista (no-anarquista) Auguste Blanqui en 1880: «¡Ni dieu ni matre!» (¡Ni Dios ni amo!). Pero la respuesta completa no es tan simple.

Por eso es razonable señalar que no hay conexión necesaria. Las creencias sobre la naturaleza del universo, de la vida en este planeta, de esta especie, del propósito y los valores y la moral, y así, pueden ser independientes de las creencias sobre lo deseable y lo posible de la libertad en la sociedad humano. Es muy posible creer a la vez que hay una autoridad espiritual y que no debiese haber una autoridad política. Pero es también razonable argumentar que hay una conexión necesaria, sea positiva o negativa.

El argumento por una conexión positiva es que la religión tiene efectos libertarios, aún si las iglesias establecidas raramente los tienen. La religión puede refrenar a la política, la iglesia puede equilibrar al Estado, la sanción divina puede proteger a los oprimidos. En la Grecia clásica, Antígona (en el mito de Edipo) apela a la ley divina en su rebelión individual contra la ley humana del rey Creonte. [1] Sócrates (la máxima figura en el pensamiento griego) apeló al demonio divino dentro suyo para inspirar su juicio individual. Zenón (el fundador de la escuela Estoica de filosofía) apeló a una autoridad superior al Estado. En el Judaísmo, los Profetas del Antiguo Testamento desafiaron a los Reyes y proclamaron lo que se conoce como el “Evangelio Social”. Uno de los textos más elocuentes en la Biblia es la oración de Ana cuando concibe a Samuel, de la que se hace eco en la oración de María cuando concibe a Jesús, el Magnificat:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, y se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador; … Él hizo proezas con su brazo: dispersó a los soberbios de corazón, derribó del trono a los poderosos y enalteció a los humildes, a los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió vacíos
En el Cristianismo, Jesús vino por los pobres y débiles, y los primeros cristianos resistieron al Estado Romano. Cuando el Cristianismo se volvió la ideología establecida, los herejes religiosos desafiaron tanto a la Iglesia como al Estado. Las herejías medievales ayudaron a destruir el antiguo sistema: los  Albigenses y los Valdenses, los Hermanos del Libre Espíritu y los  Taboritas en Bohemia, los Anabaptistas en Alemania y Suiza.

Este patrón puede verse en Gran Bretaña. John Ball, el ideólogo de la Revuelta de los Campesinos de 1381, fue un sacerdote que proclamó en un sermón a los rebeldes: «Las cosas no irán bien hasta que no haya ni amo ni esclavo.» Mas adelante, el disentimiento religioso condujo al disentimiento político, y los extremos Puritanos en la Revolución Inglesa de 1649–1659 fueron los pioneros en la tradición nativa del anarquismo. Gerrard Winstanley, el ideólogo de los Diggers o True Levellers, que se acercaron más al anarquismo que nadie antes de la Revolución Francesa, pasaron dentro de pocos años desde citar la Biblia a invocar a «el gran Creador, la Razón». La tradición continuó con los Ranters y los Seekers, los Cuáqueros y los Shakers, y más tarde con los Universalistas y Unitarios, y puede verse en el movimiento moderno por la paz.

El argumento por una conexión negativa es que la religión respalda a la política, la Iglesia respalda al Estado, los oponentes a la autoridad política también se oponen a la autoridad religiosa. En la Grecia y Roma clásicas, los escépticos de la religión Protágoras, Diógenes, Epicuro, Lucrecio, Sexto Empírico fueron los reales liberadores (y lo mismo cierto en la India Antigua y China). En el Judaísmo, Dios es la figura arquetípica de la autoridad (masculina), el Estado Judío era una teocracia gobernada por sacerdotes, y los pocos buenos Profetas (y los buenos Rabbis que les seguían) han de ser vistos como disidentes. En el Cristianismo, Pablo dijo a sus seguidores que «los poderosos son ordenados por Dios», la Iglesia y el Estado representan juntos las "dos espadas" del Evangelio de Lucas, y los buenos cristianos han sido rebeldes contra lo eclesiástico tanto como contra el poder secular los herejes y escépticos, esprits forts, y libertinos, los librepensadores y filósofos, Jean Meslier y Denis Diderot (ambos deseaban ver «al último rey estrangulado con las tripas del último sacerdote») y Voltaire (cuyo lema era «Ecrasez l’infeme!»), Thomas Paine (el pionero del librepensamiento y también de la sociedad libre, el oponente al sacerdocio como también a los reyes) y Richard Carlile (quien guió cambio hacia el ateísmo y el anarquismo), y muchos más en el movimiento histórico del librepensamiento.

En el movimiento anarquista histórico, estas dos actitudes existen juntas. El anarquismo revolucionario, como el socialismo revolucionario, tiene rasgos cuasi-religiosos expresados en el irracionalismo, el utopianismo, el milenarismo, el fanatismo, el fundamentalismo, el sectarianismo, y así. Pero el anarquismo, como el socialismo y el liberalismo, también tiene rasgos anti-religiosos, todas ideologías políticas modernas que tienden a asumir el rechazo a toda creencia y autoridad ortodoxa, y es el ejemplo supremo de disentimiento, des-creencia, y desobediencia. Todo pensamiento progresivo, culminando en el humanismo, depende del supuesto de que cada uno de los seres humanos tiene el derecho a pensar por sí mismo; y toda política progresiva, culminando en el anarquismo, depende del supuesto de que cada uno de los seres humanos tiene el derecho a actuar por sí mismo. (Algo valioso de mencionar es la conexión del anarquismo, como del liberalismo y el socialismo, con la religión alternativa de la francmasonería, a la cual han pertenecido varios anarquistas como Proudhon, Bakunin, Louise Michel, Ferrer, Volin, y demás.) No hay duda de que la vena prevaleciente dentro de la tradición anarquista es la oposición a la religión. William Godwin, autor de Enquiry Concerning Political Justice (1793), el primer texto sistemático de política libertaria, fue un ministro Calvinista que comenzó por rechazar el Cristianismo, y pasó por el deísmo al ateísmo y luego a lo que más adelante se llamó agnosticismo. Max Stirner, autor de El Único y su Propiedad (1845), el texto más extremo de política libertaria, comenzó como un ateo Hegeliano-de-izquierda, post-Feuerbachiano, rechazando los "fantasmas" de la religión como así también la política incluyendo el fantasma de la "humanidad". Proudhon, la primera persona en llamarse a sí mismo anarquista, quien fue conocido por decir, «La Propiedad es un robo», dijo también, «Dios es el mal» y «Dios es la X eterna». Bakunin el principal fundador del movimiento anarquista, atacó a la Iglesia tanto como al Estado, y escribió un ensayo que más tarde publicaran sus seguidores como Dios y el Estado (1882), en el que invierte el famoso dicho de Voltaire y proclama: «Si Dios realmente existiera, tendría que ser abolido.» Kropotkin, el más conocido escritor anarquista, fue un hijo de la Ilustración y la Revolución Científica, y asumió que la religión sería reemplazada por la ciencia y que tanto la Iglesia como el Estado serían abolidos; se preocupó en particular del desarrollo de un sistema secular de ética que reemplazara a la teología sobrenatural con la biología natural. Errico Malatesta y Carlo Cafiero, los principales fundadores del movimiento anarquista italiano, ambos venían de familias librepensadoras (y Cafiero estuvo involucrado en la National Secular Society cuando visitó Londres durante la década del 1870). Élisée y Élie Reclus, los más amados anarquistas franceses, eran hijos de un ministro Calvinista, y comenzaron por rechazar la religión antes de moverse hacia el anarquismo. Sébastien Faure, el más activo orador y escritor del movimiento francés por medio siglo, iba a pertenecer a la Iglesia y comenzó por rechazar el Catolicismo y pasar del anti-clericalismo y el socialismo hacia el anarquismo. Andre Lourot, un importante individualista francés anterior a la Primera Guerra Mundial, fue entonces un importante librepensador por medio siglo. Johann Most, el más conocido anarquista alemán por un cuarto de siglo, que escribió feroces panfletos sobre la necesidad de la violencia para destruir la sociedad existente, también escribió un feroz panfleto sobre la necesidad de destruir la religión sobrenatural llamado La Peste Religiosa (1883). Multatuli (Eduard Douwes Dekker), el gran escritor holandés, fue un importante ateo como también anarquista.  Ferdinand Domela Nieuwenhuis, el más conocido anarquista holandés, fue un ministro Calvinista que comenzó por rechazar la religión antes de pasar por el socialismo en vías al anarquismo. Anton Constandse fue un importante anarquista  y librepensador holandés. Emma Goldman y Alexander Berkman, los más conocidos anarquistas judíos norteamericanos, comenzaron por rechazar el Judaísmo y pasaron por el populismo hacia el anarquismo. Rudolf Rocker, el líder alemán de los anarquistas judíos en Gran Bretaña, fue otro hijo de la Ilustración y habló y escribió de temas tanto seculares como políticos. En España, el más grande movimiento anarquista del mundo, que ha sido con frecuencia descrito como un fenómeno cuasi-religioso, fue de hecho profundamente naturalista y secularista y anti-Cristiano como anti-clerical. Francisco Ferrer, el famoso anarquista español asesinado judicialmente en 1909, fue mejor conocido por fundar la Escuela Moderna, que intentó dar educación secular en un país católico. Los líderes de los movimientos anarquistas en Latinoamérica casi todos comenzaron rebelándose contra la Iglesia antes de rebelarse contra el Estado. Los fundadores de los movimientos anarquistas en India y China todos tuvieron que comenzar por descartar las religiones tradicionales de sus comunidades. En los Estados Unidos, Voltairine de Cleyre fue (como sugiere su nombre) hija de librepensadores, y escribió y habló sobre temas seculares tanto como políticos. Los dos anarquistas norteamericanos más conocidos hoy (ambos de origen judío) son Murray Bookchin, quien se autodenomina humanista ecológico, y Noam Chomsky, quien se autodenomina racionalista científico. Dos figuras prominentes de una generación más joven, Fred Woodworth y Chaz Bufe, son ateos militantes y anarquistas. Y así.

Este patrón prevalece en Gran Bretaña. No solo William Godwin sino casi todos los libertarios se han opuesto a la religión ortodoxa y a la política ortodoxa. William Morris, Oscar Wilde, Charlotte Wilson, Joseph Lane, Henry Seymour (quien fue activo en la National Secular Society antes de ayudar a fundar el movimiento anarquista británico), James Tochatti (quien fue activo en la British Secular Union antes de volcarse al socialismo el anarquismo), Alfred Marsh (el hijo del yerno de G. J. Holyoake, quien fundó el movimiento secularista), Guy Aldred (quien rápidamente pasó del Crisianismo evangélico al secularismo y el socialismo, hacia el anarco-sindicalismo), A. S. Neill (cuya obra educativa se opuso a la ortodoxia religiosa y ética tanto como a la ortodoxia política y social), y así. Y por supuesto Shelley es el poeta laureado de ateos y anarquistas.

Ha habido pocos estudios serios sobre psicología anarquista, pero aquellos que existen concuerdan en que el primer paso hacia el anarquismo es con frecuencia el rechazo a la religión. No obstante, hay bastantes excepciones a esta regla. En Gran Bretaña, por ejemplo, Edward Carpenter fue un místico, Herbert Read veía al anarquismo como una filosofía religiosa, Alex Comfort pasó del humanismo científico al cuasi-religioso, Colin MacInnes veía al anarquismo como una especie de religión; en los Estados Unidos, Paul Goodman rechazó el Judaísmo pero retuvo una especie de religión, y el absurdo del New Age ha infectado a anarquistas tanto como a otros radicales. Pero la gran excepción es el fenómeno del anarquismo Cristiano y el anarco-pacifismo religioso. Por sobre todo, León Tolstói, quien rechazó todas las ortodoxias, tanto de la religión como de la política, ejerció doble presión hacia el anarquismo "aunque siempre repudió al movimiento anarquista" y hacia la religión empujando a los cristianos hacia su versión idiosincrática del anarquismo tanto como empujó a los anarquistas hacia su versión idiosincrática del Cristianismo. Influyó a los movimientos occidentales por la paz (incluyendo a figuras como Bart de Ligt y Aldous Huxley, Danilo Dolci y Ronald Sampson), y también a movimientos del Tercer Mundo (especialmente India, incluyendo a figuras como M. K. Gandhi y J. P. Narayan). Un desarrollo similar en los Estados unidos es el movimiento del trabajador católico (incluyendo figuras como Dorothy Day y Ammon Hennacy).

La conclusión entonces es que hay por cierto una fuerte correlación entre anarquismo y ateísmo, pero que no es completa, y no es necesaria. La mayoría de los anarquistas son no-religiosos o anti-religiosos, y la mayoría toma su ateísmo por hecho, pero algunos anarquistas son religiosos. Hay por lo tanto varias perspectivas libertarias válidas sobre la religión. Tal vez la más persuasiva y productiva es aquella expresada por Karl Marx (antes que se hiciera "marxista") en el famoso pasaje de su ensayo «Hacia la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel» (1884):
La miseria religiosa es, a la vez, la expresión de la miseria  real y la protesta contra ella. La religión es el sollozo de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, el espíritu de una época privada de espíritu. Es el opio del pueblo. La abolición de la religión como felicidad ilusoria del pueblo es necesaria para su real felicidad. La demanda por renunciar a las ilusiones sobre su condición es la demanda por renunciar a una condición que requiere de ilusiones. La crítica de la religión es por lo tanto un embrión de la crítica del valle de lágrimas cuyo halo es la religión.
La verdadera actitud anarquista hacia la religión es por seguro atacar no tanto a la fe o a la Iglesia como a qué es lo que hay en tantas personas que requieren de la fe y la Iglesia, tal como la verdadera actitud anarquista hacia la política es por seguro atacar no tanto a la obediencia o al Estado como a qué es lo que hay en tantas personas que requieren de la obediencia y del Estado, la voluntad de creer y la voluntad de obedecer. Y la última esperanza anarquista sobre la religión y la política es que, tal como la Iglesia alguna vez pareció ser necesaria para la existencia humana pero ahora se marchita, así el Estado aún parece necesario para la existencia humana pero también se marchitará, hasta que ambas instituciones desaparezcan finalmente. Puede que aún terminemos Sin Dios Ni Amo!

*



NOTA
[1] En la obra Antígona (c. 440 a.e.c.) de Sófocles, Creonte dice por cierto en respuesta a su rebelión, «No hay mayor mal que la anarquía», uno de los usos más tempranos de la palabra en el doble sentido peyorativo.