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Rudolf Rocker: Socialismo y Libertad


Traducción al castellano: @rebeldealegre 
Extracto de un artículo sobre el anarquismo publicado por primera vez en 1937. Fue publicado y editado también para “Anarquismo y Anarcosindicalismo” (Freedom Press).

En Rusia, donde la llamada dictadura del proletariado se ha hecho realidad, las aspiraciones de un partido en particular por el poder político han impedido toda reorganización verdaderamente socialista de la vida económica y han forzado al país hacia la esclavitud de un demoledor capitalismo de Estado. La dictadura del proletariado, que las almas inocentes creen que es una etapa de transición inevitable hacia el Socialismo real, ha resultado hoy en un temible despotismo y en un nuevo imperialismo, que dejaatrás en la nada a la tiranía de los Estados fascistas. La afirmación de que el Estado debe seguir existiendo hasta que la sociedad ya no esté dividida en clases hostiles suena casi, a la luz de la experiencia histórica, como un mal chiste.

Todo tipo de poder político presupone alguna forma particular de esclavitud humana que se pone en marcha para la mantención de éste. Así como hacia el exterior, es decir, en relación con otros Estados, el Estado debe crear ciertos antagonismos artificiales para así justificar su existencia, de igual modo hacia el interior la división de la sociedad en castas, rangos y clases es una condición esencial para su continuidad. El desarrollo de la burocracia Bolchevique en Rusia bajo la presunta dictadura del proletariado – que nunca ha sido más que la dictadura de una pequeña camarilla sobre el proletariado y sobre todo el pueblo ruso – es meramente una nueva instancia de una antigua experiencia histórica que se ha repetido incontables veces. Esta nueva clase gobernante, que hoy se desarrolla rápidamente en  una nueva aristocracia, se separa de las grandes masas de campesinos y trabajadores rusos con tanta claridad como lo hacen las castas y clases privilegiadas de la masa del pueblo en otros países. Y esta situación se torna aún más intolerable cuando un Estado despótico niega la lucha a las clases inferiores para reclamar por las condiciones existentes, de manera que toda protesta se hace a riesgo de sus propias vidas.

Pero incluso un grado muchísimo mayor de equidad económica que la que existe en Rusia no sería garantía contra la opresión política y social. La igualdad económica por sí sola no es la liberación social. Es precisamente esto lo que todas las escuelas del Socialismo autoritario nunca han entendido. En la prisión, en el claustro, o en los cuarteles uno encuentra un grado medianamente alto de igualdad económica, pues a todos los presos se les otorga las mismas viviendas, la misma comida, el mismo uniforme, y las mismas tareas. El antiguo Estado Inca en el Perú y el Estado Jesuita en Paraguay daban igual provisión económica a cada habitante en un sistema fijo, pero a pesar de esto prevalecía ahí el más vil despotismo, y el ser humano era meramente el autómata de una voluntad superior sobre cuyas decisiones no tenía ni la más leve influencia. No fue sin razón que Proudhon vio en un “Socialismo” sin libertad la peor forma de esclavitud. La pulsión por justicia social solamente puede desarrollarse de manera apropiada y ser efectiva cuando nace del sentido de libertad y de responsabilidad de la persona, y se basa en ellas. En otras palabras, el Socialismo será libre o no será. En el reconocimiento de este hecho yace la genuina y profunda justificación del Anarquismo.

El Anarquismo no es la solución patente para todos lo problemas humanos, no es la Utopía de un orden social perfecto (como se le ha llamado a menudo), pues, en principio, rechaza todo esquema e idea absoluta. No cree en ninguna verdad absoluta, o en ninguna meta final definitiva para el desarrollo humano, sino en una perfectibilidad ilimitada de los patrones sociales y las condiciones de vida humana, que siempre están queriendo ir tras más elevadas formas de expresión, y a las que, por esta razón, no se les puede asignar ningún término definitivo ni establecer ninguna meta fija. El mayor mal de toda forma de poder es simplemente que éste siempre intenta forzar la rica diversidad de la vida social hacia formas definitivas y ajustarla a normas particulares. Mientras más fuertes se sienten sus defensores, más plenamente logran llevar toda esfera de la vida social a su propio servicio, más incapacitante es su influencia sobre la operación de todas las fuerzas culturales creativas, más dañino su efecto sobre el desarrollo intelectual y social, y ese es un terrible augurio para nuestros tiempos, pues demuestra con aterradora claridad cuánto puede desarrollarse la monstruosidad del Leviatán de Hobbes. Es el triunfo perfecto de la máquina política sobre la mente y el cuerpo, la racionalización del pensamiento, del sentir y de la conducta humana de acuerdo a las reglas establecidas de los oficiales y, en consecuencia, el fin de toda cultura intelectual verdadera.

Donde la influencia del poder político sobre las fuerzas creativas en la sociedad se reduce a un mínimo, ahí la cultura prospera mejor, pues la soberanía política siempre lucha por la uniformidad y tiende a someter todo aspecto de la vida social a su vigilancia. Y, en esto, se halla a sí misma en contradicciones inescapables con las aspiraciones creativas del desarrollo cultural, que siempre está en busca de nuevas formas y campos de actividad social, y para el cual la libertad de expresión, la multi-lateralidad y el continuo cambio de las cosas, son tan vitalmente necesarios como lo son las formas rígidas, las reglas muertas, y la supresión forzosa de las ideas, para la conservación del poder político.

Toda obra exitosa agita el deseo de mayor perfección y más profunda inspiración; cada nueva forma se convierte en mensajera de nuevas posibilidades de desarrollo. Pero el poder siempre intenta mantener las cosas como están, cuidadosamente ancladas a estereotipos. Esa ha sido la razón de todas las revoluciones en la historia. El poder opera solo destructivamente, siempre inclinado a forzar toda manifestación de la vida social en la camisa de fuerza de sus reglas. Su expresión intelectual es un dogma muerto, su forma física es la fuerza bruta. Y esta des-inteligencia de sus objetivos pone su sello en sus representantes también, y les vuelve frecuentemente estúpidos y brutales, incluso cuando originalmente estaban dotados de los mejores talentos. Aquel que está constantemente luchando por forzar todo hacia un orden mecánico al final se vuelve él mismo una máquina y pierde todo sentimiento humano.

Es de esta comprensión que el Anarquismo moderno nace y traza su fuerza moral. Solo la libertad puede inspirar a las personas a las cosas grandes y traer consigo transformaciones intelectuales y sociales. El arte de gobernar a las personas nunca ha sido el arte de educarles e inspirarles a una nueva formación de sus vidas. La compulsión sombría tiene como mandato solo la rutina inerte, que asfixia toda iniciativa vital en su nacimiento y trae consigo solo sujetos, no personas libres. La libertad es la esencia misma de la vida, la fuerza incitante en todo desarrollo intelectual y social, la creadora de toda nueva mirada hacia el futuro de la humanidad. La liberación de las personas de la explotación económica y de la opresión intelectual, social y política, que encuentra su más alta expresión en la filosofía del Anarquismo, es el primer prerrequisito para la revolución de una cultura social más elevada y de una nueva humanidad.


Errico Malatesta: Sobre el 'Revisionismo Anarquista' [3 de 3]

Traducción al castellano: @rebeldealegre

Un compañero escribe: 'Después de su acto de arrepentimiento en el No. 3 [ver 'Más Pensamientos sobre Anarquismo y Movimiento Obrero'] es su deber decirnos abiertamente cuáles son los medios prácticos para llevar a cabo la revolución. Solo entonces podremos discutir. '

Otro me pide que me 'desabroche'; muchos otros esperan como si hubiese una fórmula mágica para resolver todas las dificultades.

Extraña mentalidad en anarquistas!

Permítanme comenzar diciendo que no he hecho ningún ‘acto de arrepentimiento’. Podría fácilmente documentar que lo que estoy diciendo ahora lo he estado diciendo por años; y si ahora pongo más énfasis en ello y otros prestan más atención que antes, es porque los tiempos están más maduros, en tanto que la experiencia ha convencido a muchos, que antes se regocijaban en aquel bendito optimismo Kropotkiniano – que solía yo llamar ‘providencialismo ateo’ – a bajar de las nubes y a ver las cosas como son: tan distintas de como quisiéramos que fuesen.

Pero dejemos estos recuerdos de interés personal atrás y volvamos al problema general y contemporáneo.

Nosotros, en esta reseña, como nuestros compañeros de otras publicaciones anarquistas, no afirmamos haber preparado una solución pre-empaquetada, infalible y universal a todos los problemas que vengan a la mente. Pero, reconociendo la necesidad de un programa práctico que pueda ser adaptado a las diversas circunstancias que puedan surgir a medida que la sociedad se desarrolla antes, durante y después de la revolución, hemos invitado a todos los compañeros con ideas que presentar y propuestas que hacer a tomar parte en la formación de tal programa. Aquellos, por ende, que sienten que todo ha ido bien hasta ahora y que debemos seguir como lo hemos estado haciendo, necesitan solamente defender su punto de vista, mientras que aquellos que, como nosotros, piensan que necesitamos prepararnos intelectualmente y materialmente para la tarea práctica que le espera a los anarquistas, en vez de esperar pasivamente nuestras palabras debiesen intentar hacer su propia contribución a la discusión donde les interese.

Por mi parte, creo que no hay ‘solución única’ a los problemas sociales, sino mil distintas y variantes, tal como la vida de una sociedad, en el tiempo y el espacio, es diversa y cambiable.

Básicamente todas las instituciones, todos los proyectos, todas las utopías, serían igualmente buenas para resolver el problema, si ese problema se define como satisfacer a un pueblo donde todos tienen los mismos deseos y opiniones y todos viven en las mismas condiciones. Pero tal unanimidad de pensamiento e identidad de condiciones es imposible y, a decir verdad, ni siquiera sería deseable. Y por lo tanto en nuestra conducta actual y en nuestros proyectos para el futuro debemos tener en mente que no vivimos, no hemos de vivir mañana en un mundo poblado exclusivamente de anarquistas. Por el contrario, somos y hemos de ser por largo tiempo una minoría relativamente pequeña. Aislarnos no es, completamente, posible, y aún si lo fuese sería perjudicial para la misión que nos hemos propuesto. Debemos por lo tanto encontrar un modo de vivir entre no-anarquistas en la manera más anárquica posible y para el mejor beneficio posible para nuestra propaganda y para la realización de nuestras ideas.

Queremos hacer la revolución porque creemos en la necesidad de cambio radical y esto, debido a la resistencia de quienes detentan el poder, no puede llevarse a cabo pacíficamente. Creemos en una necesidad de cambio en el orden político y social dominante porque queremos crear un nuevo ambiente social que permitiría la elevación moral y material del pueblo que la propaganda y la educación no pueden crear bajo las circunstancias presentes. Pero no podemos hacer la revolución exclusivamente ‘nuestra’ porque somos una pequeña minoría, porque carecemos del consentimiento de la masa del pueblo y porque, aunque fuésemos capaces, no quisiéramos contradecir nuestros propios fines e imponer nuestra voluntad por la fuerza.

Para escapar de este círculo vicioso debemos entonces contentarnos con una revolución que sean tan ‘nuestra’ como sea posible, favoreciendo y tomando parte, tanto moral como materialmente, en cada movimiento dirigido hacia la justicia y la libertad y, cuando la insurrección haya triunfado, asegurar que el paso de la revolución se mantenga, avanzando hacia cada vez mayor libertad y justicia. Esto no significa ‘colgarnos’ a los otros partidos, sino espolearles a avanzar, de modo que el pueblo sea capaz de elegir entre una gama de opciones. Podríamos ser abandonados y traicionados, como ha ocurrido en otras ocasiones. Pero tenemos que correr ese riesgo si no queremos quedarnos infructuosos y renunciar a la oportunidad de que nuestras ideas y acciones tengan una influencia en el curso de la historia.

Otra observación. Muchos anarquistas, incluyendo algunos de los más conocidos, y añadiría algunos de los más eminentes, que – sea porque realmente lo creen o porque piensan que es útil para la propaganda – han esparcido la idea de que la cantidad de bienes producidos y que están en las bodegas de los terratenientes y propietarios es tan grande que todo lo que se requeriría sería sacar libremente esos suministros. Estos satisfarían ampliamente las necesidades y deseos de todos, y pasaría un tiempo antes que estuviésemos obligados a preocuparnos por problemas de trabajo y producción. Y naturalmente, encontraron personas dispuestas a aceptar esta idea. Desafortunadamente, las personas tienden a evitar el esfuerzo y el peligro. Como los social demócratas que encontraron amplio apoyo convenciendo a las personas de que todo lo que necesitaban hacer para emanciparse era deslizar un pedazo de papel en la urna y confiar su destino a otros, así ciertos anarquistas se han ganado a otros diciéndoles que un día de épica lucha – sin esfuerzo, o solo con el mínimo esfuerzo – será suficiente para poder disfrutar de un paraíso de abundancia y libertad.

Ahora, precisamente lo contrario es cierto. Los capitalistas producen para vender y lucrar; por lo tanto paran la producción cuando se dan cuenta de que están disminuyendo o no hay ganancias. Generalmente tienen mayor beneficio al mantener el mercado relativamente escaso de bienes, y esto se comprueba con el hecho de que una mala cosecha es suficiente para que los productos realmente escaseen o desaparezcan completamente. Se puede entonces decir que el peor daño hecho por el sistema capitalista no es tanto el ejército de parásitos que alimenta sino el obstáculo que representa para la producción de cosas útiles. Los harapientos y hambrientos se deslumbran cuando pasan por las tiendas abarrotadas de bienes de todo tipo. Pero intenten distribuir esas riquezas entre los necesitados y vean cuán poco realmente es para cada persona! El socialismo, en el sentido más amplio del término, la aspiración al socialismo, involucra un problema de distribución, en que es el espectáculo de la miseria de los trabajadores al enfrentarse con la afluencia y el lujo de los parásitos y el asco moral contra la injusticia social patente lo que ha llevado a las víctimas y a todas las personas generosas a buscar e imaginar mejores modos de vivir juntos en sociedad. Pero la consumación del socialismo – ya sea anarquista o autoritario, mutualista o individualista – es predominantemente un problema de producción.

Si no hay bienes no hay para qué hallar mejores modos de distribuirlos y si las personas son reducidas a disputar por una miga de pan, los sentimientos de amor y solidaridad corren el gran peligro de dar paso a una brutal lucha por la supervivencia.

Hoy, afortunadamente, los medios de producción abundan. La ingeniería, la química, la agricultura, etc., han aumentado por cientos el poder productivo del trabajo humano. Pero es necesario trabajar y para trabajar útilmente  es necesario saber: saber cómo debe hacerse el trabajo y cómo puede el trabajo ser organizado económicamente.

Si los anarquistas quieren actuar efectivamente entre los diversos partidos deben profundizar su comprensión del campo de experticia en el que se sienten más aptos, y hacer un estudio de todos los problemas teóricos y prácticos de la actividad útil.
         
Otro punto. Ya no vivimos en un tiempo o en un país en que una familia pudiese contentarse con un pedazo de tierra, una pala, un puñado de semillas, una vaca y unas cuantas gallinas. Hoy nuestras necesidades se han multiplicado y se han vuelto enormemente complejas. La natural distribución desigual de materias primas fuerza a toda aglomeración de mujeres y hombres a sostener relaciones internacionales. La densidad misma de la población humana hace no solo miserable sino completamente imposible vivir una vida de ermitaño – suponiendo que hay muchos inclinados a ello.
Necesitamos importar desde todo el mundo; queremos escuelas, vías férreas, servicios postales y telegráficos, teatros, sanidad pública, libros, periódicos, etc.
Todo esto, el logro de la civilización, puede funcionar bien o mal; funciona principalmente para beneficio de las clases privilegiadas. Pero funciona y sus beneficios pueden, relativamente fácil, ser extendidos a todos, una vez que el monopolio de la riqueza y el poder fuesen abolidos.
¿Queremos destruirlo? ¿O estamos en la posición de organizarlo desde el comienzo de mejor manera? Especialmente a nivel económico, la vida social no permite interrupción. Necesitamos comer cada día; cada día debemos alimentar a los niños, los enfermos, los desamparados; y hay quienes además, después de trabajar duro todo el día, quieren pasar la tarde en el cine. Para suministrar todas estas necesidades impostergables – olvidemos el cine – hay toda una organización comercial que puede que funcione mal, pero que de alguna manera satisface la tarea. Esto debe claramente usarse, privándole tanto como sea posible de su naturaleza explotadora y lucrativa.

Es hora de deshacerse de esa retórica – porque eso es todo lo que es, retórica – que busca resumir todo el programa anarquista en una palabra: ‘Destruir!’

Sí, destruyamos, o busquemos destruir toda tiranía, todo privilegio. Pero recordemos que el gobierno y el capitalismo son meramente las superestructuras que tienden a restringir los beneficios de la civilización a un pequeño número de individuos, y para abolirles no hay necesidad de renunciar a ninguno de los frutos de la mente humana y el trabajo humano. Es mucho más un asunto de qué necesitamos quedarnos que de qué necesitamos destruir.

En cuanto a nosotros, no debemos destruir lo que no podemos reemplazar con algo mejor. Y mientras tanto debemos trabajar en todas las áreas de la vida para el beneficio de todos, incluidos nosotros mismos – rechazando, por supuesto, aceptar o realizar toda función coercitiva. 

Mayo de 1924

Errico Malatesta: Más Pensamientos sobre Anarquismo y el Movimiento Obrero [2 de 3]

Traducción al castellano: @rebeldealegre

Obviamente no he podido hacerme entender con los compañeros de habla castellana, al menos en cuanto a mis ideas sobre el movimiento obrero y sobre el rol de los anarquistas en él.

Intenté explicar estas ideas en un artículo que fue publicado en El Productor el 8 de Enero (un artículo cuyo encabezado ‘El Movimiento Obrero y el Anarquismo’ fue traducido erradamente como ‘Sindicalismo y Anarquismo’). Pero de la respuesta que vi en aquellos números de El Productor que me han llegado veo que no he logrado hacerme entender. Volveré por lo tanto al asunto con la esperanza de mayor éxito esta vez.

El asunto es este: Estoy de acuerdo con los compañeros Españoles y Sudamericanos sobre los fines anarquistas que deben guiar y conformar toda nuestra actividad. Pero no estoy de acuerdo con algunos respecto a que el programa, o bien, la etiqueta, anarquista deba ser impuesta a los sindicatos de trabajadores.

Y respecto a que, si tal programa fallase en tener la aprobación de la mayoría, los anarquistas deban permanecer dentro de la organización más amplia, continuando la propaganda desde dentro y oponiéndose a las tendencias autoritarias, monopolistas y colaboracionistas que son una característica de todas las organizaciones de trabajadores, o separarse de ellas y establecer organizaciones minoritarias, mantengo que ya que la mayoría de los trabajadores no es anarquista, una organización obrera que se ponga tal nombre debe o bien estar compuesta exclusivamente de anarquistas – y por lo tanto ser no más que un simple e inútil duplicado de los grupos anarquistas – o mantenerse abierta a los trabajadores de todas las opiniones. En tal caso la etiqueta anarquista es pura apariencia, útil solo para ayudar a comprometer a los anarquistas a las mil y una transacciones que un sindicato está obligado a llevar a cabo en la realidad de la vida en el presente si desea proteger los intereses inmediatos de sus miembros.

Me he encontrado con un artículo de Diego Abad de Santillán que se opone a esta visión . . . Santillán cree que yo confundo el sindicalismo con el movimiento obrero, mientras que la verdad es que siempre me he opuesto al sindicalismo y he sido un cálido defensor del movimiento obrero. Estoy contra el sindicalismo, tanto como doctrina como práctica, porque me  parece una criatura híbrida que pone su fe, no necesariamente en el reformismo como Santillán lo ve, sino en la exclusividad y autoritarismo clasista. Favorezco al movimiento obrero porque creo que es el modo más efectivo de elevar la moral de los trabajadores y porque, además, es una gran y universal iniciativa que solo puede ser ignorada por quienes han perdido la noción de la vida real. Al mismo tiempo estoy bien consciente de que, haciendo como hace en proteger los intereses de corto plazo de los trabajadores, tiende naturalmente al reformismo y no puede, por lo tanto, ser confundido con el movimiento anarquista mismo. Santillán insiste en argumentar que mi ideal es ‘un movimiento obrero puro, independiente de cualquier tendencia social, y que sostiene sus propios fines dentro de sí mismo.’ ¿Cuándo he dicho yo tal cosa? Sin retroceder – lo que fácilmente podría hacer – a lo que Santillán llama el tiempo prehistórico de mis primeras actividades, recuerdo que ya en 1907, en el Congreso Anarquista de Amsterdam, me encontré cruzando espadas con los sindicalistas de la ‘Carta de Amiens’ y expresando mi total desconfianza hacia las milagrosas virtudes de un ‘sindicalismo que sea suficiente en sí mismo.’

Santillán dice que un movimiento obrero puro nunca ha existido, no existe y no puede existir sin la influencia de ideologías externas y me desafía a dar un solo ejemplo de lo contrario. Pero yo estoy diciendo lo mismo! Desde el tiempo de la Primera Internacional y antes, los partidos – y uso el término en el sentido general de personas que comparten las mismas ideas y propósitos – han buscado invariablemente usar al movimiento obrero para sus propios fines. Es natural que así sea, y yo, como los anarquistas, y creo que Santillán también, no he de desatender el poder del movimiento obrero como medio de acción.

Todo el asunto en cuestión es si se adecua a nuestros propósitos, en términos de acción y propaganda, que las organizaciones obreras estén abiertas a todos los trabajadores, independiente del credo filosófico o social, o si es que éstas deban separarse en distintas tendencias políticas y sociales. Esto es un asunto no de principios sino de táctica, e involucra distintas soluciones de acuerdo al tiempo y al lugar. Pero en general me parece a mí mejor que los anarquistas se mantengan, cuando puedan, dentro de las agrupaciones más grandes posibles.

Escribí: ‘Una organización obrera que se estile anarquista, que fuera y permaneciera genuinamente anarquista y se compusiera exclusivamente de anarquistas acérrimos y convencidos podría ser una forma – en algunas circunstancias una extremadamente útil – de agrupación anarquista; pero ésta no sería el movimiento obrero y carecería del propósito de tal movimiento.’ Esta afirmación, que me parece simple y obvia, deja a Santillán boquiabierto. Se lanza a ella en términos trascendentales, concluyendo que ‘si el anarquismo es la idea de la libertad no puede funcionar nunca contra los fines del movimiento obrero como todas las otras facciones lo hacen.’

Mantengamos nuestros pies firmes en la tierra. ¿Cuál es el propósito del movimiento obrero? Para la vasta mayoría, que no son anarquistas, y que, salvo en momentos excepcionales de elevado heroísmo, piensa más en el momento presente que en el futuro, el propósito del movimiento obrero es la protección y el mejoramiento de las condiciones de los trabajadores ahora y no es efectivo si sus filas no están abarrotadas del mayor número posible de asalariados, unidos en solidaridad contra los patrones. Para nosotros, y en general para todas las personas de ideas, la principal razón de nuestro interés en el movimiento obrero es las oportunidades que permite para la propaganda y la preparación para el futuro – y aún este propósito se pierde si nos reunimos solamente con personas de ideas afines.

Santillán dice que si los anarquistas italianos hubiesen logrado destruir la Confederación General del Trabajo quizás no habría fascismo hoy. Esto es posible. ¿Pero cómo destruir la Confederación General si la abrumadora mayoría de los trabajadores no es anarquista y mira hacia donde haya menos peligro y la mayor chance de obtener algún pequeño beneficio en el corto plazo?

No deseo aventurarme a ese tipo de retrospectiva que consiste en decir lo que hubiese ocurrido si esto o aquello se hubiese hecho, porque una vez en esa esfera cualquiera puede decir lo que quiera sin temor a ser desmentido. Pero me permitiré una pregunta. Dado que la Confederación General no pudo ser destruida y reemplazada por otra organización igualmente poderosa, ¿no hubiese sido mejor haber evitado el cisma y mantenerse dentro de la organización para advertir a los miembros de la somnolencia de sus líderes? Podemos aprender algo de los constantes esfuerzos hechos por aquellos líderes por frustrar toda propuesta de unificación y por mantener a los disidentes a raya.

Una última prueba de la equivocación de ciertos compañeros españoles al interpretar mis ideas sobre el movimiento obrero:

En el periódico de San Feliu de Guixol, Acción Obrera hay un artículo de Vittorio Aurelio en el que señala:

'Creo que mi misión es actuar dentro de los sindicatos, buscando abrir desde dentro de las organizaciones obreras un camino siempre en ascenso hacia la realización total de nuestros ideales. Y que logremos eso depende de nuestro trabajo, nuestra moral y nuestra conducta. Pero debemos actuar a través de la persuasión, no de la imposición. Por esta razón no estoy de acuerdo con que la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en España deba directamente llamarse anarquista, cuando, desafortunadamente, la inmensa mayoría de sus miembros no sabe lo que esto significa, de qué trata la ideología libertaria. Me pregunto, si los defensores de este argumento saben que los miembros de la organización de trabajadores no piensan ni actúan anárquicamente, ¿por qué esta ansiedad por imponer un nombre, cuando sabemos muy bien que los nombre por sí solos no significan nada?'

Este es precisamente mi punto. Y me pregunto por qué, al decir esto,  Vittorio Aurelio encuentra necesario declarar que no concuerda con Malatesta!

O bien mi estilo de escritura se está volviendo demasiado oscuro o mis escritos están siendo regularmente distorsionados por los traductores españoles.

Marzo de 1926


Errico Malatesta: El Movimiento Obrero y el Anarquismo [1 de 3]

Traducción al castellano: @rebeldealegre

Carta abierta dirigida a los editores de El Productor, un periódico anarquista publicado en Barcelona, en el mes de Diciembre de 1925

Queridos compañeros

En su periódico me crucé con la siguiente frase: ‘Si hemos de escoger entre Malatesta, que llama a la unidad de clase, y Rocker, que está a favor de un movimiento obrero con objetivos anarquistas, escogemos a nuestro compañero alemán.’

Esta no es la primera vez que nuestra prensa en lengua castellana me ha atribuido ideas e intenciones que no tengo, y aunque quienes deseen conocer lo que realmente pienso pueden encontrarlo claramente expuesto en lo que yo mismo he escrito, he decidido pedirles que publiquen la siguiente explicación de mi postura.

Primero, si las cosas fuesen realmente como las presentan ustedes, yo también optaría por Rocker contra su ‘Malatesta’, cuyas ideas sobre el movimiento obrero tienen poca semejanza con las mías.

Pongamos algo en claro: un movimiento obrero con objetivos anarquistas no es lo mismo que un movimiento obrero anarquista. Naturalmente, todos desean lo primero. Es obvio que en sus actividades los anarquistas buscan el triunfo final de la anarquía – más aún cuando tales actividades se llevan a cabo dentro del movimiento obrero, que tiene tanta importancia en la lucha por el progreso y la emancipación humana. Pero lo segundo, un movimiento obrero que no solo está involucrado en la propaganda y en ganar terreno para el anarquismo gradualmente, sino que es ya declaradamente anarquista, me parece que es imposible y carecería del propósito que deseamos dar al movimiento.
Lo que importa para mí no es la ‘unidad de clase’ sino el triunfo de la anarquía, que le concierne a todos; y en el movimiento obrero veo solo un medio para elevar la moral de los trabajadores, acostumbrarlos a la libre iniciativa y la solidaridad en una lucha por el bien de todos y volverlos capaces de imaginar, desear y poner en práctica una vida anarquista.

Por ende, la diferencia que puede haber entre nosotros concierne no a los fines sino a las tácticas que creemos más apropiadas para alcanzar nuestros fines en común. Algunos creen que los anarquistas deben congregar a los trabajadores anarquistas, o al menos a aquellos con simpatías anarquistas, en asociaciones separadas. Pero yo, por el contrario, quisiera que todos los asalariados, cual sea su opinión – o no-opinión – social, política o religiosa, unidos solo en la solidaridad y en la lucha contra los patrones, pertenecieran a las mismas organizaciones, y me gustaría que los anarquistas se mantuvieran indistinguibles del resto incluso mientras busquen inspirarles con sus ideas y su ejemplo. Pudiera ser que las circunstancias específicas que incluyen las personalidades, el entorno o la ocasión, sugiriese, o dictase el quiebre de la masa de trabajadores organizados en varias tendencias distintas, de acuerdo a sus visiones sociales y políticas. Pero me parece que en general debiese haber un esfuerzo hacia la unidad, que hermane a los trabajadores en el compañerismo y les acostumbre a la solidaridad, les de mayor fuerza para las luchas de hoy o les prepare mejor para la lucha final y para la armonía que hemos de necesitar en el período posterior a la victoria.

Claramente, la unidad por la que debemos luchar no debe significar la supresión de la libre iniciativa, la uniformidad forzada o la disciplina impuesta, las que frenarían o definitivamente extinguirían al movimiento de liberación. Pero es solamente nuestro apoyo a un movimiento unificado lo que puede salvaguardar la libertad en la unidad. De otro modo, la unidad ocurre por la fuerza y para detrimento de la libertad.

El movimiento obrero no es la creación artificial de ideólogos diseñada para apoyar y poner en efecto un programa social y político dado, sea anarquista o no, y que pueda por lo tanto, en las actitudes que ataca y las acciones que toma, seguir la línea establecida por ese programa. El movimiento obrero brota del deseo y la necesidad urgente de los trabajadores de mejorar sus condiciones de vida o al menos prevenir que empeoren. Debe, por lo tanto, vivir y desarrollarse dentro del ambiente como es ahora, y necesariamente tiende a limitar sus demandas a lo que parece posible en el momento.

Puede ocurrir – por cierto, ocurre a menudo – que los fundadores de las asociaciones de trabajadores sean personas de ideas de cambio social radical y que se beneficien de las necesidades sentidas por la masa del pueblo para despertar un deseo de cambio que se ajuste a sus propios fines. Se rodean de compañeros de mentalidad similar: activistas determinados a luchar por los intereses de otros incluso a expensas de los propios, y forman asociaciones de trabajadores que son en realidad grupos políticos, grupos revolucionarios, para los que los asuntos del salario, horas, regulaciones del ambiente interno de trabajo, son asuntos secundarios que sirven como pretexto para atraer a la mayoría a sus propias ideas y planes.

Pero poco después, a medida que crece el número de miembros, los intereses de corto plazo toman la delantera, las aspiraciones revolucionarias se vuelven un obstáculo y un peligro, los ‘pragmáticos’, conservadores, reformistas, ansiosos y dispuestos a entrar en cualquier acuerdo y acomodación que surja de las circunstancias del momento, chocan con los idealistas y los de línea dura, y la organización de los trabajadores se transforma en lo que necesariamente debe ser en una sociedad capitalista – un medio no para rehusarse a reconocer y para derrocar a los patrones, sino simplemente para prevenir y limitar el poder de los patrones.

Esto es lo que siempre ha ocurrido y no podría ocurrir de otra manera puesto que las masas, antes de adoptar la idea y adquirir la fortaleza para transformar a la sociedad toda de abajo hacia arriba, siente la necesidad de mejorías modestas y de una organización que defenderá sus intereses inmediatos mientras se preparan para la vida ideal del futuro.

Entonces, ¿qué deben hacer los anarquistas cuando la organización de los trabajadores, enfrentada al influjo de una mayoría atraída a ésta solo por sus necesidades económicas, deje de ser una fuerza revolucionaria y se involucre en un acto de equilibrio entre el capital y el trabajo y posiblemente incluso se vuelva un factor en la preservación del status quo?

Hay compañeros que dicen – y lo han hecho cuando se hace esta pregunta – que los anarquistas deben retirarse y formar agrupaciones minoritarias. Pero esto, para mí, significa condenarnos a volver al comienzo. La nueva agrupación, si no ha de seguir siendo un mero grupo de afinidad sin influencia alguna en la lucha de los trabajadores, describirá la misma parábola que la organización que antes abandonó. En el entretanto se sembrarán las semillas de lo amargo entre los trabajadores y sus mejores esfuerzos serán desperdiciados en la competencia con la organización de la mayoría. Luego, en un espíritu de solidaridad, para no caer en la trampa de jugar el juego de los patrones y para seguir los intereses de sus miembros, llegará a términos con la mayoría y se postrará ante su liderazgo.

Una organización obrera que se estile anarquista, que fuera y permaneciera genuinamente anarquista y se compusiera exclusivamente de anarquistas acérrimos y convencidos podría ser una forma – en algunas circunstancias una extremadamente útil – de agrupación anarquista; pero no sería ésta el movimiento obrero y carecería del propósito de tal movimiento, que es atraer a la masa de los trabajadores a la lucha, y, especialmente para nosotros, crear un vasto campo para la propaganda y formar nuevos anarquistas.

Por estas razones creo que los anarquistas deben mantenerse – y si es posible, naturalmente, con dignidad e independencia – dentro de aquellas organizaciones como son, trabajar dentro de ellas y buscar su avance con la mejor de sus habilidades, listos para hacer uso, en momentos críticos de la historia, de la influencia que puedan haber obtenido, y transformarlas prontamente desde modestas armas de defensa a poderosas herramientas de ataque.

Mientras tanto, por supuesto, el movimiento mismo, el movimiento de ideas, no debe ser desatendido, pues esto provee de la base esencial para la cual todo lo demás provee de medios y herramientas.

Suyo por la anarquía,
Errico Malatesta

Diciembre, 1925

Errico Malatesta: Democracia y Anarquía

Traducción al castellano: @rebeldealegre

En el siguiente artículo de 1924, Errico Malatesta, mientras concuerda con que la democracia es preferible a una dictadura, ofrece una crítica anarquista a la democracia, y explica por qué es mejor la anarquía. Malatesta enfatiza que para que la revolución social y la anarquía triunfen, los anarquistas deben ofrecer soluciones prácticas a los problemas urgentes que el pueblo enfrenta.

Los descontrolados gobiernos dictatoriales en Italia, España y Rusia, que despiertan tanta envidia y anhelo entre los partidos más reaccionarios y pusilánimes alrededor del mundo, están suministrando ‘democracia’ desposeída con una suerte de nueva virginidad. Así, vemos re-emerger – cuando no les falta arrojo – a criaturas de antiguos regímenes, bien acostumbradas a las turbias artes de la política, y responsables de la represión y las masacres del pueblo trabajador, presentarse como hombres de progreso, buscando capturar el futuro cercano en nombre de la liberación.

Y, dada la situación, podrían incluso lograrlo.

Hay algo que decir de las críticas hechas a la democracia de parte de los regímenes dictatoriales, y del modo en que exponen los vicios y mentiras de la democracia. Recuerdo a aquel anarquista, Hermann Sandomirski, un compañero de ruta Bolchevique con quien tuvimos agridulce contacto en el tiempo de la conferencia de Génova, y quien está ahora intentando asemejar a Lenin con Bakunin, nada menos; digo que recuerdo a Sandomirski quien para defender al régimen ruso sacó su Kropotkin para demostrar que la democracia no es la mejor forma imaginable de estructura social. Su método de razonamiento, como ruso, me recordó – y creo que se lo dije – al razonamiento hecho por algunos de sus compatriotas cuando, en respuesta a la indignación del mundo civilizado ante el desnudamiento, azotamiento y ahorcamiento de mujeres, argumentaron que si los hombres y las mujeres tienen iguales derechos debiesen también aceptar iguales responsabilidades. Esos defensores de la prisión y el cadalso recuerdan los derechos de la mujer solo cuando sirven de pretexto para nuevas atrocidades! De este modo, las dictaduras se oponen a los gobiernos democráticos solo cuando descubren que hay una forma de gobierno que da aún mayor cabida al despotismo y la tiranía para quienes se las arreglan en detentar el poder.

Para mí no hay duda de que la peor de las democracias es siempre preferible, si es que quizás solo desde el punto de vista educativo, que la mejor de las dictaduras. Por supuesto que la democracia, el así llamado gobierno del pueblo, es una mentira; pero la mentira siempre ata levemente al mentiroso y limita el grado de su poder arbitrario. Por supuesto que el ‘pueblo soberano’ es un payaso de soberano, un esclavo con corona y cetro de papel maché. Pero creerse libre, aún cuando no se es, es siempre mejor que saberse esclavo y aceptar la esclavitud como algo justo e inevitable.

La democracia es una mentira, es opresión y es, en realidad, oligarquía; esto es, el gobierno de los pocos para beneficio de una clase privilegiada. Pero aún podemos combatirla en nombre de la libertad y la igualdad, al contrario de quienes la han reemplazado o quieren reemplazarla por algo peor.

No somos demócratas, pues, entre otras razones, la democracia tarde o temprano conduce a la guerra y la dictadura. Así como no somos defensores de las dictaduras, entre otras cosas, porque la dictadura despierta un deseo por la democracia, provoca un retorno a la democracia, y por ende tiende a perpetuar un círculo vicioso en el que la sociedad humana oscila entre la tiranía abierta y brutal, y una libertad falsa y embustera.

Así que, declaramos la guerra a la dictadura y guerra a la democracia. ¿Pero qué ponemos en su lugar?

No todos los demócratas son como los descritos antes – hipócritas que están más o menos conscientes de que en nombre del pueblo desean dominar al pueblo y explotarle y oprimirle. Hay muchos, especialmente entre los jóvenes republicanos, que tienen una creencia seria en la democracia y la ven como el medio para obtener la libertad de desarrollo total y completa para todos.

Estas son las personas jóvenes que quisiéramos desengañar, persuadirles a no confundir una abstracción — ‘el pueblo’ — con la realidad viva, que es mujeres y hombres con todas sus distintas necesidades, pasiones y a menudo contradictorias aspiraciones.

No es nuestra intención aquí repetir nuestra crítica al sistema parlamentario y a todos los medios pensados para tener diputados que realmente representen la voluntad del pueblo, una crítica que, después de cincuenta años de propaganda anarquista es al fin aceptada e incluso repetida por aquellos escritores que más aparentan menospreciar nuestras ideas (p.ej., Ciencia Política, del Senador Gaetano Mosca).

Nos limitamos a invitar a nuestros jóvenes amigos a usar mayor precisión en el lenguaje, con la convicción de que una vez que las frases se analicen minuciosamente verán por sí mismos cuán vacías son.

‘Gobierno del pueblo’, no, porque esto presupone lo que no podría ocurrir nunca – la unanimidad completa de la voluntad de todos los individuos que componen el pueblo.

Sería más cercano a la verdad decir, ‘gobierno de la mayoría del pueblo’. Esto implica una minoría que deba o bien rebelarse o someterse a la voluntad de los demás.

Pero nunca ocurre que los representantes de la mayoría del pueblo concuerden en todos los asuntos; es necesario por ende recurrir nuevamente al sistema de mayorías, y así, nos acercaremos más a la verdad con: ‘gobierno de la mayoría de los elegidos por la mayoría de los electores.’ Lo que ya comienza a tener una fuerte semejanza con el gobierno de la minoría.

Y si uno luego toma en consideración el modo en que se sostuvieron las elecciones, cómo se conforman los partidos políticos y los grupos parlamentarios  y cómo se fabrican las leyes, cómo se votan y se aplican, es fácil comprender lo que ya ha sido comprobado por la experiencia histórica universal: incluso en la más democrática de las democracias es siempre una pequeña minoría la que gobierna e impone su voluntad y sus intereses por la fuerza.

Por ende, quienes realmente deseen el ‘gobierno del pueblo’ en el sentido que cada quien pueda afirmar su propia voluntad, ideas y necesidades, deben asegurar que nadie pueda gobernar sobre los demás, ni mayoría ni minoría; en otras palabras, se debe abolir el gobierno, es decir toda organización coercitiva, y reemplazarlo por la libre organización de aquellos con intereses y propósitos en común.
Esto sería muy simple si todos los grupos y todos los individuos pudiesen vivir aislados y por su cuenta, a su manera, sustentándose independientes del resto, suministrándose sus propias necesidades materiales y morales. Pero esto no es posible, y si lo fuera, no sería deseable puesto que ello significaría el declive de la humanidad hacia la barbarie y el salvajismo.

Si están determinados a defender su propia autonomía, su propia libertad, todo individuo o grupo debe por lo tanto comprender los lazos de solidaridad que les atan al resto de la humanidad, y poseer un sentido medianamente desarrollado de simpatía y amor por su prójimo, de modo de saber hacer voluntariamente aquellos sacrificios esenciales para la vida en sociedad que traigan los máximos beneficios posibles en cada situación dada.

Pero por sobre todo debe hacerse imposible que algunos se impongan, y absorban, a la vasta mayoría mediante la fuerza material.

Erradiquemos al gendarme, al hombre armado al servicio del déspota, y de un modo u otro hemos de alcanzar el libre acuerdo, pues sin tal acuerdo, libre o forzado, no es posible vivir.

Pero aún el libre acuerdo siempre beneficiará más a quienes estén intelectualmente y técnicamente preparados. Nosotros recomendamos por lo tanto a nuestros amigos y a quienes verdaderamente deseen el bien de todos, estudiar los problemas más urgentes, aquellos que requerirán una solución práctica el mismísimo día en que el pueblo sacuda el yugo que le oprime.


Pensiero e Volontà, Marzo de 1924

Piotr Kropotkin: La Acción de las Masas y la Acción Individual (1890)

Traducción al castellano: @rebeldealegre

Luego de un artículo suyo sobre la organización obrera, donde pone énfasis en la necesidad de organizaciones revolucionarias de la clase trabajadora controladas por los trabajadores mismos para que cualquier revolución sea exitosa, Kropotkin responde a una carta respecto a la creciente actividad huelguista entre los trabajadores en conjunto con las protestas del Primero de Mayo.

Nuestros compañeros están perfectamente en lo correcto al decir [en su carta] que las huelgas de Mayo son consecuencia de las condiciones económicas generales. Si la vuelta al trabajo en las minas y en la industria del hierro, y si la pobreza espantosa en otros oficios no existiese, no habría huelga alguna, así como no las había a tan gran escala diez años atrás. Pero lo que ignoran nuestros compañeros es que, fuera de todas las organizaciones socialistas, ahora mismo, en los trabajadores de todas las nacionalidades, se está desarrollando una inmensa labor por avanzar hacia una huelga general. Demócratas, sindicalistas, socialistas, anarquistas, tienen absolutamente nada que ver con ello. – “Estamos abrumados por este movimiento” nos dijo, hace dos años, un socialista Belga. En Inglaterra, en una gran ciudad, los socialistas al menos, se agarraron de este movimiento. Fueron bien recibidos al comienzo; pero cuando las personas se dieron cuenta de que querían emplearlo para un fin electoral, les expulsaron por la borda. [1]

Que sea suficiente decir que este movimiento internacional viene de América; [2] que está tomando forma fuera de toda organización [existente]; y que nos encontramos con uno de estos hechos que siempre han caracterizado a los grandes movimientos populares – es comprensión tácita que se establece fuera de los periódicos, los comités, los agitadores. La palabra difundida en el taller es suficiente y se dicen unos a otros: “Que así sea, nos vemos el primero de Mayo!” Luego un trabajador va de Inglaterra a Austria, o de Austria a Inglaterra, y expresa la misma idea, y la idea – ya que resulta de una necesidad económica – es aceptada inmediatamente.

Todas las huelgas de los dos últimos años, en Bélgica, en Inglaterra, en Moravia [3], etc., etc,. se deben a esta difusión espontánea de la idea. Si alguna vez hubo un movimiento anarquista en su esencia y una propaganda esencialmente anarquista en sus procesos, es este. Pues no hay secreto – es un acuerdo tácito que se establece.

Nuestros compañeros de Génova se equivocan al atribuir el primero de Mayo al Congreso de París. [4] Ocurrió absolutamente fuera del Congreso, contra la voluntad de los social-demócratas, contra la voluntad de los comités sindicales y a pesar de la indiferencia de los socialistas, anarquistas y autoritarios. Es precisamente por esa razón que le asignamos importancia.

En un Congreso donde Liebknecht [5] disfrutó de derechos de realeza, un desconocido proveniente de Australia hace la propuesta. Los líderes estupefactos no se atreven a renunciar a ella, pues los delegados obreros – los desconocidos – la aclaman unánimemente. Luego, la propuesta es olvidada. La consigna de la prensa socialista es no exhalar una sola palabra de ello. Socialistas y anarquistas la tratan como chiste. Los demócratas se oponen. Y mientras tanto los trabajadores esparcen el llamado [a una huelga general] entre ellos: nos vemos el Primero de Mayo. Y quince días antes del Primero de Mayo los líderes sindicalistas, socialistas y demócratas se enteran con espanto que los trabajadores estarán en las calles aquel día. Así que ponen buena cara ante estas malas noticias, luego intentan contener la protesta y terminan por unirse a ella. Pero aún así, esperan una protesta poco significativa – y ahí va todo el Londres obrero saliendo de sus casas, un tercio de Viena saliendo al Prater [6], todo Hamburgo a pie, y una revuelta general de mineros comienza en Moravia, en las provincias Vascas, etc.

De hecho, estamos convencidos de que lo que los iniciadores populares del movimiento querían para el Primero de Mayo era la huelga general – como lo habían querido, unos años atrás, en América. Y estamos convencidos de que la idea de una huelga general ha sido pospuesta solamente, y que el acuerdo popular hallará en un año o dos otra fecha, no prevista por aquellos en el poder, para así comenzar la huelga general.

* * *
Creemos que estos hechos son en general desconocidos y son la mejor respuesta a la carta de nuestros compañeros y por esa misma razón tuvimos que exponerlos en extenso.
“¿Iniciativa individual?” – Maldición! Practiquémosla tanto como sea posible! No hablemos: actuemos! Pero cuando estamos ante un movimiento espontáneo de las masas – frente a una iniciativa individual de millones de trabajadores – no metamos un palo en las ruedas de lo que se está haciendo sin nosotros, en nombre de la iniciativa individual, que excelente será cuando se pone en marcha, pero que, por sí misma, no hará la revolución. El punto fuerte de la iniciativa individual es despertar el espíritu de la revuelta en las masas – porque sin las masas, no hay revolución. Pero una vez que las masas despierten, una vez que se muevan y desciendan por las calles, a riesgo de dormir esa noche en las barricadas (era la idea en Viena), ¿dónde debe ir la iniciativa individual?

La respuesta es obvia – Donde están las masas! Y en el mismísimo día en que las masas se congreguen! Para nosotros, es absolutamente obvio que en Moravia, en las provincias Vascas, en Barcelona, en Valencia y en todo otro lugar, aquellos entre los trabajadores que realmente tienen algo de iniciativa individual y que no esperan la consigna de parte de los anarquistas más que de los demócratas, se dijeron: “Mientras las tropas están en Viena o en Madrid, comenzaremos la revolución aquí, en Moravia, en Barcelona o en Bilbao. Y lo haremos precisamente en el Primero de Mayo (o tal vez el 2 de Mayo) mientras las tropas están aún en Viena o en Madrid, y no el 15 de Mayo o el 15 de Junio, cuando estén de vuelta en nuestras provincias.”

No han sido apoyados, precisamente porque la iniciativa faltaba en otras partes.

En cuanto a los arrestos de los anarquistas – es hora de anticiparlos por adelantado. Toda vez que hay agitación en las masas, de donde sea que venga, el gobierno arrestará anarquistas – si no toman precauciones. Eso ocurrirá antes de la revolución, durante la revolución y después de la revolución. Necesitamos solo recordar a Marat [7] y a tantos otros, menos conocidos, que fueron forzados a vivir en sótanos justo en medio de 1793, mientras los aristócratas eran guillotinados por docenas. Los anarquistas serán arrestados porque – a veces erradamente, pero a menudo acertadamente – los gobiernos se dirán: “Cuando el pueblo esté en la calle y falte aquella iniciativa individual entre las masas que marchan para tomar la sociedad, es desde los anarquistas que la iniciativa de movimiento podrá venir, no de los legalistas.”

Y, notemos, que será absolutamente igual durante la revolución misma, en tanto la revolución, en su desarrollo, no haya alcanzado la fase anarquista. Por lo tanto, no hablemos de ello.

* * *
Sumemos además que si, en el día de una gran protesta popular, difícilmente tome lugar un movimiento en una gran ciudad, siempre unos pocos días tras tal protesta comienza el movimiento. Nos contamos, entendimos su fuerza, fuimos ofendidos por la brutalidad de la policía, nos enrabiamos por el baño de sangre en una demostración pacífica: los soldados mismos están furiosos con sus líderes que les hicieron disparar contra mujeres y niños; y luego, ante un llamado que, una vez más, nace espontáneamente en las masas – preparamos otra protesta. Pero, antes de aquel día, la revolución ya comienza.

En resumen, demos vueltas al asunto una y otra vez tanto como queramos, pero no podemos llegar a otra conclusión que esta: “ya sea que seamos partidarios de la acción individual o de la acción de las masas – y es obvio que ambas son necesarias – el lugar de la persona de acción está donde las masas están. Si lleva a cabo un acto individual; si responde a la patada de un policía con un disparo; si se rebela contra tal inequidad; si extingue el fuego en alguna fábrica obrera, o si rompe sus ventanas (como se hizo en Moravia); si va a prisión por esparcir propaganda entre las tropas o si emprende algún otro acto de valentía individual – su acto tendrá solamente mayor impacto, ya que fue realizado ante los ojos de las masas, abierta y públicamente, y mientras, la prensa hablará de ello con todo detalle, y mientras, todo trabajador hablará de ello en el taller.”

Es tan simple, y estamos tan seguros de que todos los revolucionarios son de la misma opinión, que solo puede haber debate sobre ello por un malentendido.

Piotr Kropotkin
La Révolte, 24 de Mayo de 1890

NOTAS
[1] Una referencia a la Huelga Portuaria de Londres en 1889 (ver el artículo de  Kropotkin “Ce que c’est qu’une gréve” [“Lo que una huelga es”], La Révolte, 7 de Sepitembre de 1889. (traductor)
[2] Una referencia al movimiento de 1886 por las ocho horas en América que llamó a los trabajadores a huelga el Primero de Mayo. El evento de Haymarket en  Chicago – un ataque policial, una bomba lanzada y la consecuente encarcelamiento y la horca para cinco Anarquistas, fueron parte de esta oleada de huelgas. (traductor)
[3] Moravia fue un país histórico en Europa Central en el Este de la República Checa y uno de los territorios históricos Checos, junto a Bohemia y la Silesia Checa. (traductor)
[4] Una referencia a la fundación del congreso de la Segunda Internacional sostenida en París durante Julio de 1889. Este congreso designó el Primero de Mayo como feriado internacional para el trabajo, marcado por protestas y marchas. Se inspiró en el movimiento Americano por las Ocho Horas de 1886. (traductor)
[5] Wilhelm Martin Philipp Christian Ludwig Liebknecht (1826-1900) fue un sobresaliente social demócrata alemán. Bajo su liderazgo, el Partido Social Demócrata Alemán (SPD) pasó de ser una pequeña secta a el partido político más grande del país. (traductor)
[6] El Prater es un gran parque público en el segundo distrito (Leopoldstadt) de Viena. (traductor)
[7] Jean-Paul Marat (1743-1793) fue una de las voces más radicales de la Revolución Francesa. Fue un vigoroso defensor de los sans-culottes y publicó el periódico L’Ami du people (El Amigo del Pueblo) renombrado por su tono fiero y su defensa de los derechos políticos y económicos de las clases trabajadoras. Fue asesinado mientras tomaba un baño medicinal y se volvió un mártir revolucionario para los Jacobinos. Kropotkin le cita favorablemente en su historia clásica de 1909, La Gran Revolución Francesa. (traductor)


Errico Malatesta: Estas son sus cosas!

El texto a continuación, “Estas son sus cosas,” fue publicado por Errico Malatesta en Junio de 1920, cuando Italia estaba a un paso de la revolución. Los trabajadores habían ocupado las fábricas, expulsando a los patrones, actuando por sí mismos, sin esperar a que los diversos partidos socialistas y comunistas hicieran la revolución por ellos. Cuando Malatesta oyó que algunos trabajadores y campesinos estaban destruyendo lo que produjeron, les urgió en vez a considerar como propias esas cosas que habían producido.

Estas son sus cosas!
 
Desde unos cuantos lugares de Italia, donde los corazones rebeldes laten más fuerte, oímos rumores de irracional noción.
De la destrucción de las cosechas.
Recientemente en la zona de Novara los campesinos mutilaron a los bueyes solo para fastidiar a los patrones; y nos recordamos de aquel marido que mutiló sus propias partes bajas solamente para escarmiento de su esposa.
Tales actos serían comprensibles en un momento en que los trabajadores no tuvieran esperanza alguna de liberación inminente, cuando el esclavo, sin alternativas de liberarse, buscara un momento de agridulce deleite llevándose al patrón consigo a la muerte.
Pero en estos días, tales actos serían más una especie de manía suicida.
Hoy los trabajadores están al borde de volverse amos de todo lo que han producido; hoy la revolución golpea los pórticos y debiésemos estar compartiendo todos los productos, especialmente los alimentos, de manera de asegurar la supervivencia y la victoria.
¿O hay alguien por ahí que piense que, venida la revolución, ya no habrá necesidad de comer?
La destrucción de bienes sería equivalente a hacernos imposible sacar adelante una revolución que traiga beneficios; y, a la vez, ya que serían destruidos los bienes de solo unos pocos patrones, esto sería jugar para otros patrones que lucrarían con la creciente escasez y venderían sus productos a mayores precios.
En vez de pensar en destruir cosas, los trabajadores deben acostumbrarse a la idea de que todo lo que hay, todo lo que se produce, es suyo, hoy en manos de ladrones, pero mañana arrebatados de vuelta.
Nunca se le ocurre a ninguna víctima de robo destruir sus posesiones solo para fastidiar al ladrón, cuando sabe que pronto recuperará sus cosas.
En vez de jugar con la idea de destruir las cosas, los trabajadores deben vigilar que los patrones no las despilfarren; han de prevenir que los patrones y el gobierno dejen que los productos se arruinen a través de la especulación o el descuido, de que dejen las tierras sin cultivar y a los trabajadores sin trabajo, o que se embarquen en la producción masiva de bienes inútiles o dañinos.
Comenzando ahora mismo, los trabajadores deben pensarse a sí mismos como dueños, y comenzar a actuar como dueños.
La destrucción de las cosas es el actuar de un esclavo — un esclavo rebelde, pero un esclavo no obstante.
Los trabajadores no quieren y no tienen que ser esclavos ya más.

— Errico Malatesta, Umanità Nova, Junio de 1920

Max Baginski: El derecho a vivir

Publicado en Mother Earth en Enero de 1912
Traducción al castellano: @rebeldealegre

El ser humano moderno está abundantemente dotado de derechos políticos. Tiene el derecho a la ciudadanía, siempre que sea virtuoso y no un Anarquista; puede elegir a sus propios gobernantes y carceleros; incluso disfruta, siendo parte de la mayoría, el privilegio de presenciar al gobierno actuar "en el nombre del pueblo."

Este privilegio es una broma particularmente mala, porque las actividades del gobierno y los tribunales tienen por lo general el único propósito de intensificar el robo y el sometimiento del pueblo; es decir, el pueblo — en su propio y sagrado nombre — se condena a sí mismo a la dependencia y la esclavitud.

El vacío y la farsa de los derechos políticos se vuelven totalmente evidentes cuando consideramos que todos ellos juntos no incluyen el derecho a vivir.

El derecho a vivir — es decir, la garantía de la obtención de los medios de existencia, la organización de la sociedad de modo de asegurar a cada cual la base material de la vida y hacerla tan evidente como la respiración, —la sociedad actual no puede dar este derecho a las personas.

El carácter bárbaro de las formas dominantes de existencia nunca es tan ofensivamente demostrado como cuando sometemos el derecho a vivir a una prueba crítica. Este derecho es atacado y anulado a diario de mil maneras distintas mediante la coerción, la pobreza y la dependencia. Es una cruel ironía justificar la existencia de la maquinaria asesina del gobierno, con sus brutales leyes imbéciles, en torno a que es necesario para "la protección de la vida y la propiedad".

Entre las miles de leyes y estatutos no hay un solo párrafo que garantice a cada miembro de la sociedad el derecho a vivir. El tierno cuidado de la propiedad es de poca utilidad; pues es característica principal de una sociedad basada en la santidad de la propiedad que la gran mayoría no posea propiedad suficiente para así justificar la costosa maquinaria de la policía, los tribunales, los carceleros y verdugos.

El derecho a vivir depende principalmente de la posesión y el poder consecuente. Pero como sólo una pequeña minoría está en posesión y control, el derecho a vivir sigue siendo una quimera en cuanto a la mayoría se refiere.

El anarquismo considera al derecho a vivir como el eje de su filosofía. Lo considera cimiento indispensable de una sociedad que dice ser humana.

Hoy en día el más necesitado, el hambriento y el sin techo no encuentra providencia alguna, ningún tribunal donde pueda apelar al derecho a vivir. Si fuera a reclamarlo, poniendo a prueba este derecho, pronto se encontraría en el asilo o en la cárcel. En medio de fabulosas riquezas, carece incluso de lo necesario para la sola existencia. Está aislado, abandonado. En un vistazo, a cada paso, ve plenitud de comida, ropa y comodidades, una milésima parte de lo cual le salvaría de la desesperación y la destrucción. Pero ni siquiera el más mínimo derecho a vivir le da el poder sobre las cosas, la carencia de tales le convierte en un paria social.

¿De qué le sirven los derechos a la ciudadanía, a "libertades políticas", o a su soberanía de un día como votante, cuando se le priva del derecho a vivir y se le niega el uso de las cosas que necesita?

Cuando todo, todo lo esencial para la vida es monopolio de una determinada clase — garantizado por las leyes, los ejércitos, los tribunales y los estrados — es evidente que la clase poseedora dominará totalmente la vida, con el consiguiente sometimiento del resto de la gente.

La demanda por el derecho a vivir es la demanda más revolucionaria de nuestro tiempo. Los privilegiados son conscientes de ello. Dondequiera que la demanda se exprese en serio, si va acompañada por la acción correspondiente, donde los desheredados recurren a la expropiación, a la huelga general, los guardianes del "orden" de una vez se dan cuenta de que la bandera de la revolución social se agita en el viento.

Ceterum censeo! Lo que hoy llaman hipócritamente "orden" debe caer y perecer para que el derecho a vivir pueda llegar a ser una dichosa realidad.

Max Baginski: Sin gobierno

Publicado en Mother Earth Vol I, No I, Marzo de 1906
Traducción al castellano: @rebeldealegre

Lo esencial de la idea anarquista es esto; que hay cualidades presentes en el ser humano, que permiten la posibilidad de vida social, organización, y trabajo cooperativo, sin la aplicación de la fuerza. Tales cualidades son la solidaridad, la acción común, y el amor a la justicia. Hoy están averiadas o se les ha vuelto inefectivas a través de la influencia de la coacción; difícilmente pueden ser desplegadas por completo en una sociedad en la que grupos, clases, e individuos son situados en oposición hostil, irreconciliable, de unos con otros. En la naturaleza humana hoy se fomentan y desarrollan rasgos tales que separan en vez de asociar, motivan el odio en vez de un sentimiento común, destruyen lo humano en vez de construirlo. La cultivación de estos rasgos no podría ser tan exitosa si no encontrase la mejor nutrición en las bases y en las instituciones del orden social presente.
Frente a una inspección cuidadosa de estas instituciones, que se basan en el poder del Estado que las mantiene, la humanidad se muestra a sí misma como una inmensa colección de animales, en la que las fieras cautivas buscan arrancarse las unas a las otras los bocados de sus bocas codiciosas. Los dientes más afilados, las garras y patas más fuertes vencen a los competidores más débiles. La malicia y el trato deshonesto triunfan sobre la franqueza y la confianza. La lucha por los medios de existencia y por el mantenimiento del poder alcanzado llenan todo el espacio de la colección de animales con un ruido infernal. Entre los métodos utilizados para asegurar esta bestialidad organizada los más prominentes son el verdugo, el juez con su mecánico "en el nombre del rey," o su más hipócrita “en el nombre del pueblo sentencio”; el soldado con su entrenamiento para el asesinato, y el sacerdote con su “la autoridad viene de dios.”
Los exteriores de las prisiones, las armerías, y las iglesias muestran que son instituciones en las que cuerpo y alma son sometidos. Aquel cuyos pensamientos van más allá de esta filosofía de la colección de animales ve en ellas la expresión más fuerte de la visión de que no es posible hacer que la vida valga más la pena de ser vivida con la ayuda de la razón, el amor, la justicia, la solidaridad. La familia y la escuela se ocupan de preparar al ser humano para estas instituciones. Lo entregan al Estado, por así decirlo, con los ojos vendados y con las extremidades encadenadas. Fuerza, fuerza. Suena el eco a través de toda la historia. La primera ley que sometió al ser humano por el ser humano estuvo basada en la fuerza. El derecho privado de la persona a la tierra fue construida por la fuerza; la fuerza apartó las demandas por hogares de la mayoría y las volvió inestables y transitorias. Fue la fuerza la que le habló a la humanidad de esta manera: "Venid a mí, humíllate ante mí, sírveme, lleva los tesoros y las riquezas de la tierra bajo MI techo. Estáis destinados por la Providencia a estar siempre en necesidad. Se os permitirá sólo lo suficiente para mantener la fuerza con la que me enriqueceréis infinitamente por vuestros esfuerzos y para cargarme con superfluidad y lujo".
¿Qué es lo que mantiene la esclavitud material e intelectual de las masas populares y la locura de la autocracia de los pocos? La fuerza. Los trabajadores en las fábricas y talleres producen las cosas más diversas para el uso humano. ¿Qué es lo que los lleva a producir estos productos por el bien de la especulación de los que no producen nada, y a contentarse con sólo una fracción de los valores que se producen? Es la fuerza.
¿Qué es lo que hace al trabajador intelectual tan dependiente en el ámbito intelectual como al artesano en el mundo material? La fuerza. El artista y el escritor, obligados a ganarse la vida, no se atreven a soñar con dar lo mejor de su individualidad. No, deben analizar el mercado con el fin de averiguar lo que se necesita en ese momento. No es distinto al comerciante en ropa, que debe estudiar el estilo de la temporada antes de poner su mercancía ante el público. Así, el arte y la literatura se hunden hasta el nivel del mal gusto y la especulación. La individualidad artística se reduce ante las tablas de cálculo. Lo que mueve al artista o al escritor no es lo que más recibe expresión; las demandas vacilantes de las personas mediocres deben ser satisfechas. El artista se convierte en el ayudante del comerciante y de la persona promedio, que trota siguiendo las huellas del hábito aletargado.
Los socialistas de Estado aman afirmar que en la actualidad vivimos en la era del individualismo; la verdad, sin embargo, es que la individualidad nunca fue valorada tan bajo como hoy en día. El pensar y sentir individuales son gravámenes y no recomendaciones para los caminos de la vida. Dondequiera que uno se halle en el mercado se encuentra con la palabra "adaptación". Adáptate a las exigencias de los poderes sociales reinantes, actúa como siervo obediente ante ellos, y si produces algo asegúrate que no vaya contra tus "superiores", o di adiós al éxito, la reputación y la recompensa. Divierte a la gente, sé su payaso, dales clichés para que rían, prejuicios que tengan por justicia y falsedades que tengan por verdades. Pinta todo, corónalo con el respeto a las buenas costumbres, pues a la sociedad no le gusta oír la verdad de sí misma. Elogia a las personas en el poder como padres de la gente, y que los devoradores del carnaval de la riqueza común sean como benefactores de la humanidad.

Por supuesto, la fuerza que humilla a la humanidad de esta manera está lejos de declararse abiertamente como fuerza. Está enmascarada, y en el curso del tiempo ha aprendido a avanzar con el menor ruido posible. Esto disminuye el riesgo de ser reconocida.

La república moderna es un buen ejemplo. En ella la tiranía está tan correctamente velada, que hay un gran número de personas engañadas por esta mascarada que sostienen que lo que perciben es un rostro verdadero de ojos sinceros.

Sin zar, sin rey. Pero en consonancia con éstos están los terratenientes, comerciantes, fabricantes, monopolistas. Todos ellos tienen posesión, lo que es tan fuerte garantía para la continuidad de su poder como un castillo rodeado de gruesas murallas. Quien posee puede robarle a quien nada posee para su independencia. Si dependo del trabajo para vivir, para lo cual necesito inventos y máquinas, que yo mismo no puedo producir, porque no poseo medios, debo sacrificar mi independencia ante quien posee estos inventos y máquinas. Puedes trabajar aquí, me dice, pero sólo bajo la condición de que entregarás los productos de tu trabajo a mí, para que yo pueda comerciarlos y obtener beneficios de ellos.

Quien no tiene posesiones no tiene otra opción. Puede apelar a la declaración de los derechos humanos; puede señalar sus derechos políticos, la igualdad ante la ley, ante Dios y los arcángeles — pero si quiere comer, beber, vestirse y tener un hogar tiene que elegir trabajar bajo las condiciones que las plantas industriales mercantiles o agrícolas le imponen.

Por medio de una oposición organizada de los trabajadores algo puede mejorar esta condición; con la ayuda de los sindicatos pueden regular las horas de trabajo y dificultar la reducción de los salarios a un nivel demasiado bajo para la mera supervivencia. Los sindicatos son una necesidad para los obreros, un baluarte contra el que las demandas más insoportables de la clase de los poseedores reboten; pero una liberación completa del trabajo — ya sea de naturaleza intelectual o física — puede llevarse a cabo sólo a través de la abolición del trabajo asalariado y del derecho a la propiedad privada de la tierra.

(el ensayo se interrumpe aquí)

La batalla por Kobane ofrece un vistazo al nuevo modelo de democracia de los Kurdos

Traducción al castellano: @rebeldealegre

Mientras la batalla contra los guerreros del Estado Islámico atrae espectadores de todo el mundo, se le ha puesto algo de atención a las mujeres y hombres que les ofrecen resistencia al norte de Siria. La parte Siria del Kurdistán, o Rojava, como los Kurdos gustan llamarle, ha estado luchando contra los Islamistas por más de dos años ya, pero solo recientemente la batalla por la ciudad fronteriza de Kobane les ha sacado a la luz.
Y mientras es fácil retratar al pueblo Kurdo en confrontación con esta nueva amenaza terrorista, en realidad están involucrados en algo por lejos más profundo. Kobane es simbólica y el conflicto ahí carga una importancia universal. No solamente están batallando los Kurdos contra los Islamistas, sino que además están intentando crear un modelo de democracia que podría en efecto traer estabilidad a una región devastada por la guerra.
La visión política Kurda no se funda sobre ninguna creencia particular racial, étnica, regional o religiosa sino sobre una idea, o un conjunto de ideas, que debiesen resonar en las personas de todas partes.
Las luchadoras y los luchadores en Kobane afirman que se levantan por la libertad de todos en la región, sean Kurdos, Turcos, Árabes o cualquier otro. El modo en que las luchadoras y luchadores de Kobane han desafiado los roles estereotípicos de género es solo un ejemplo.
En cuanto a las diferencias religiosas, Kobane desaprueba tanto a los Islamófobos que creen que el Oriente Medio es incapaz de progreso como a los Islamófilos políticamente correctos que impulsan la condescendiente idea de que la identidad religiosa es una prioridad máxima para los Musulmanes del mundo entero. En su disposición a defender a la minoría Yazidi contra la persecución del Estado Islámico, los Kurdos han estado esencialmente promoviendo un secularismo radical y una visión de tolerancia en una región arrasada por la lucha religiosa.
Lo novedoso respecto a la lucha Kurda por la auto-determinación es la definición misma de auto-determinación. Se asume generalmente que el concepto, al aplicarse a naciones, significa el derecho de las naciones a separarse y formar Estados propios, pero los Kurdos lo ven de otra forma. Muchos creen que un experimento de confederación democrática es lo que la región realmente necesita.
Esta es una idea patrocinada por el fundador del PKK Abdullah Ocalan, quien es un intelectual y figura moral central para los Kurdos. El PKK, o Partido de los Trabajadores del Kurdistán, ha estado luchando contra Turquía por mayor autonomía desde 1978 y también ha entrenado luchadores Kurdos en Kobane. Los escritos de Ocalan, compilados desde los confines de una prisión Turca donde ha languidecido por cerca de 15 años, han provisto de una sólida plataforma ideológica a la lucha Kurda. Él cree que los Estados-nación son inherentemente opresores. Puede que los grupos oprimidos  tengan un deseo legítimo de formar Estados propios, pero incluso tales Estados recién formados solo sirven para reemplazar una forma de dominación por otra. Para él, el Estado-nación está ligado al nacionalismo xenofóbico, al sexismo y al fundamentalismo religioso.
El confederalismo democrático es un sistema de gestión que estaría basado en mayor consenso colectivo y participación voluntaria. La ecología y el feminismo son vistos como pilares centrales para el auto-gobierno local. Se clama por un sistema económico que ha de estar basado ni en la explotación del trabajo humano ni en el uso irracional de los recursos naturales.
Kobane ha implementado esencialmente esta teoría en la práctica. Las ideas podrían parecer utópicas y los realistas pueden, con bastante legitimidad, cuestionar la sustentabilidad de las comunas autónomas que no tengan el respaldo político o militar de un Estado centralizado. Pero como dijo Oscar Wilde, el progreso es la realización de la Utopía. Quizás el progreso de Kobane es justamente eso.
La lucha por Kobane es un evento de importancia global a la par con la Declaración de Independencia, la Toma de la Bastilla, la Comuna de París, o la victoria Vietnamita en  Dien Bien Phu.
El éxito de los Kurdos desafiaría los horizontes intelectuales, éticos y políticos establecidos.
En un momento en que los partidos de derechas están creciendo en Europa y en todas partes, y el fundamentalismo de las minorías crece en paralelo, los Kurdos están ofreciendo algo distinto y que no debe ser ignorado. En ese sentido, están luchando por todos.

Max Baginski: “Stirner: El Único y Su Propiedad”

Publicado en Mother Earth Vol. 2. No. 3, Mayo de 1907 
Traducción al castellano: rebeldealegre

I.
Benjamin R. Tucker ha publicado la primera traducción al inglés de “Der Einzige und sein Eigentum,” escrito en 1845 por el ingenioso pensador alemán Kaspar Schmidt bajo el seudónimo de Max Stirner. El libro ha sido traducido por Steven T. Byington, con la asistencia de Emma Heller Schumm y George Schumm. El Sr. Tucker, sin embargo, nos informa en su Prefacio al libro que “la responsabilidad por errores e imperfecciones especiales” descansa sobre sus hombros. Él es por lo tanto responsable también por la Introducción del fallecido Dr. J. L. Walker, cuya concepción estrecha de mente sobre Stirner es sugerente de una idolatría individualista.
Stirner dijo: “Ich hab’ mein’ Sach’ auf Nichts gestellt.” (“He puesto mi causa en la nada.”)[1] Pareciera que los anarquistas individualistas han puesto su causa en Stirner. Ya han enviado dinero a Bayreuth y Berlín, con el propósito de clavar las acostumbradas placas memoriales en los lugares de nacimiento y muerte de Stirner. Como los devotos peregrinos que se ponen en marcha hacia Bayreuth, perdidos en admiración por el genio musical de Richard Wagner, así también los adoradores de Stirner pronto comenzarán a infestar Bayreuth y provocar incidentalmente un alza en los precios hoteleros. Los publicadores de Baedeker harán bien en tomar nota de esta profecía, que la atención de la multitud itinerante será convocada a los altares de Stiner.
Un culto burgués inofensivo. Involuntariamente me recuerdo de otro teórico anarquista individualista, P. J. Proudhon, quien escribió tras la Revolución de París de Febrero: “Quiérase o no, hemos ahora de resignarnos a ser Filisteos.”

Posiblemente el Dr. J. L. Walker tuvo en mente tal resignación cuando se refirió con desdén en su Introducción al libro de Stirner al “supuesto movimiento revolucionario” de 1848. Lamentamos que el ilustrado doctor esté muerto; quizás pudimos haberle demostrado con éxito que esta revolución — en tanto fue agresivamente activa — probó ser del mayor beneficio para al menos un país, barriendo, como lo hizo, con la mayor parte de los restos de feudalismo en Prusia.
No fueron los revolucionarios quienes comprometieron la revolución y causaron la reacción; la responsabilidad por esto último la tienen en vez los campeones de la resistencia pasiva, á la Tucker y Mackay.

Walker no tuvo escrúpulos en insinuar que  Nietzsche había leído a Stirner y posiblemente robado sus ideas para engalanarse con ellas; y que, sin embargo, omitió mencionar a Stirner. ¿Por qué? Para que el mundo no descubriera su plagio. El discípulo Walker prueba estar no poco obsesionado con los atributos divinos de su maestro, cuando exclama con sospechas: “Nietzsche cita veintenas o cientos de autores. Había leído todo, ¿y no a Stirner?”

Buenas razones psicológicas denotan a esta imputación como indigna de credibilidad.

Nietzsche se refleja en sus obras como el más fanático de la veracidad respecto a sí mismo. La sinceridad y la franqueza son su pasión — no en el sentido de querer “justificarse” ante otros: él hubiese despreciado eso, como también Stirner — es su ternura y pureza interior lo que le propulsa imperiosamente a ser veraz consigo mismo. Con mayor justicia que ninguno de sus contemporáneos literarios pudo Nietzsche decir de sí mismo: “Ich wohne in meinem eignen Haus,” [2] y ¿qué razón tenía él para plagiar? ¿Estaba él necesitado de ideas robadas — él, cuya mismísima abundancia de ideas probaron ser fatales para él mismo?

Añadir a este hecho que mientras más adelante y más alto fue Nietzsche en su heroica ruta, más solo se sintió. No solo como el misántropo, sino como quien, rebosante de riqueza, en vano daría maravillosos regalos, pero no hallaría oídos que escucharan, ni manos capaces de recibir.
Cuán terriblemente sufrió en su aislamiento mental se evidencia en numerosos pasajes de sus obras. Buscó en el pasado y el presente por acuerdos armoniosos, por ideas y sentimientos que congeniaran con su naturaleza. Con cuánto ardor reverencia a Richard Wagner y cuán profundo es su pesar por encontrar sus caminos tan separados! En sus últimas obras Nietzsche se volvió el más inflexible oponente de la filosofía Schopenhauer; no obstante eso no le frenó a rendir sincero tributo al pensador  Schopenhauer, cuando exclama:

Seht ihn euch an — 

Niemandem war er untertan
.”[3]

Si Nietzsche hubiese conocido el libro de Stirner, le habría rendido con dicha — podemos asumir con justicia — el tributo al reconocimiento apreciativo, como lo hizo en el caso de Stendhal y Dostoyevsky, en quienes vio espíritus afines. De este último  Nietzsche dice que aprendió más psicología que de todos los textos existentes. Eso por cierto no parece ser un encubrimiento estudiado de sus fuentes literarias.

En mi estimación no hay gran afinidad intelectual entre Stirner y Nietzsche. Cierto, ambos luchan por la liberación de la individualidad. Ambos proclaman el derecho del individuo al desarrollo ilimitado, como también contra toda “santidad,” toda pretensión sacrosanta de abnegación, toda moral cristiana y puritana; y sin embargo cuán distinto es el individualismo de  Nietzsche al de Stirner!

El individualismo de Stirner está cercado. Al interior acecha el demasiado abstracto Yo, que es como el individuo visto tras rayos-X. “No perturben mi círculo!” clama este Yo a las personas fuera de la cerca. Es de algún modo un Yo forzado. Karl Marx parodia al Einzigkeit de Stirner señalando que vio por primera vez la luz en la estrecha callejuela de Berlín, la Kupfergraben. Eso fue malicioso. En verdad, sin embargo, no se puede negar que el Individualismo de Stirner no está libre de cierta inflexibilidad y rigidez. El Individualismo de Nietzsche, por otro lado, es una consigna en regocijo, un jubiloso grito de guerra; es más, abraza dichosamente a la humanidad y al mundo entero, les absorbe, y, así enriquecido, penetra a su vez la vida con fuerza elemental.

Pero ¿por qué contrastar a estas dos grandes personalidades? Repitamos en vez con M. Messer — quien escribió un ensayo sobre Stirner — el dicho de Goethe respecto a sí mismo y a Schiller: “Seid froh, dass ihr solche zwei Kerle habt.”[4]

Que los campeones del Individualismo puro-y-simple puedan ser tan quisquillosos y mezquinos para con otras individualidades como el moralista promedio se comprueba con la observación extremadamente carente de tacto en el Prefacio de Tucker sobre la novia de Stirner, Marie Daehnhardt. Stirner dedicó su libro a ella; por ello debe ahora ser censurado por Mackay-Tucker en el siguiente modo:
Las investigaciones de Mackay han traído a la luz que Marie Daehnhardt no tenía nada en común con Stirner, y por ende era indigna del honor conferido a ella. Ella no era un Eigene. Por lo tanto reproduzco la dedicación meramente en el interés de la presición histórica.”
No hay duda que Tucker está firmemente convencido de que  Individualismo y Einzigkeit son sinónimos con el Tuckerismo. Afortunadamente, eso es un error.

Max Stirner y Marie Daehnhardt seguramente sabían mejor lo que tenían en común en el momento de la dedicación de lo que  Tucker-Mackay saben ahora.
Pero no debemos tomar el asunto con tanta seriedad. Stirner pertenece a aquellos quienes ni siquiera sus admiradores ni sus testamentarios pueden matar. El señor Traubel y el Conservator no han logrado aún disgustarme con Walt Whitman; ni pueden tampoco los Anarquistas Individualistas lograr robarme a Stirner.

Una gran falta en la traducción es el no describir la atmósfera intelectual contemporánea de Alemania en el tiempo de Stirner. El lector norteamericano queda en total ignorancia en cuanto a las condiciones y personalidades contra las que las ideas de Stirner estaban dirigidas. Esto es, además, deshonesto — sin pretensión, no hay duda — para con los comunistas. La controversia de Stirner era específicamente con Wilhelm Weitling — quien, a propósito, es probablemente muy desconocido para la mayoría de los lectores norteamericanos; hubiese sido por lo tanto no más que honestidad común señalar que el comunismo de Weitling no tiene sino una mera semejanza externa con el comunismo expuesto, entre otros, por Kropotkin y Reclus. El comunismo moderno ha dejado de ser una mera invención, para pasar a serle forzado a la sociedad; es en vez un Weltanschauung fundado sobre la biología, la psicología y la economía.

La edición inglesa de “El Único y su Propiedad” da la impresión de que el traductor no escatimó en esfuerzos para ofrecer una obra adecuada y completa; desafortunadamente, no lo ha logrado tanto. Es un caso de demasiada filología y muy poca percepción intuitiva. Stirner mismo es en parte responsable por esto, puesto que a pesar de su rebelión contra todo fantasma, es un maestro consumado en el juego con abstracciones.

II.
El “Der Einzige und sein Eigentum” de Stirner fue un acto revolucionario. Es la rebelión del individuo contra aquellos “principios sagrados” en el nombre de los que él siempre fue oprimido y sometido. Stirner expone, por así decirlo, la metafísica de las fuerzas tiránicas. Lutero clavó sus noventa y cinco acusaciones contra el Papismo en la puerta del Schlosskirche en Wittenberg; la declaración de independencia del individuo de Stirner lanza el desafío a TODO lo “sagrado” — en la moral, la familia y el Estado. Le arranca la máscara a nuestras “inviolables instituciones” y descubre tras ellas nada sino fantasmas. DIOS, ESPÍRITU, IDEAS, VERDAD, HUMANIDAD, PATRIOTISMO, todos esto son para Stirner meras máscaras, tras las cuales — como si desde la montaña sagrada — emanan mandamientos, los imperativos categóricos Kantianos, todos indicados a suprimir la individualidad, a entrenarla y taladrarla y por ende a robarle toda iniciativa, independencia y Eigenheit. Todas estas cosas claman ser buenas en sí mismas, a ser cultivadas para su propio bien y todas exigen respeto y sumisión, todas demandan admiración, veneración y la humillación del individuo.

Contra todo esto se dirige la rebelión del Yo y su Eigenheit y Einzigkeit. Detiene el respeto y la obediencia. Sacude desde los pies el polvo de las “verdades eternas” y proclama la emancipación del individuo de la dominación de los ideales y las ideas; desde entonces el Único libre y auto-determinado debe dominarles a ellos. Ya no está más pasmado por lo “bueno”; ni condena lo “malo.” Es sin religión, sin moral, sin Estado. La concepción de Justicia, Derecho, Bien General ya no le atan; cuando mucho, él les usa para sus propios fines.

Para Stirner, el Único es el centro del mundo; donde sea que mire, halla que el mundo le es propio — en la medida de su poder. Si este Único pudiese apropiarse del mundo entero, establecería entonces su derecho a ello. Sería el monopolista universal. Stirner no dice que quiera que su libertad esté limitada por la igual libertad de los otros; por el contrario, él cree que su libertad y Eigenheit están delimitados solo por su poder de logro. Si Napoleón usa a la humanidad como balón de fútbol, ¿por qué no se rebela ésta?

La libertad demandada por sus contemporáneos democráticos y liberales era para Stirner como meras limosnas arrojadas a un vagabundo.

J. L. Walker malentiende por completo el mismísimo espíritu de Stirner cuando señala en su Introducción: “En Stirner tenemos el cimiento filosófico para la libertad política.” Stirner no tiene nada más que desprecio por la libertad política. La considera un dudoso favor que los poderosos conceden a los sin poder. Él, como Eigener despreciaría aceptar la libertad política si se le diese opción. Se mofa de quienes piden derechos humanos y ruegan por libertad e independencia, en vez de tomar lo que les pertenece por virtud de su poder.
Es esta misma crítica de la libertad política lo que constituye una de las partes más ingeniosas del libro de Stirner. Esto se comprueba mejor con la siguiente cita:[5]
“‘Libertad política,’ ¿qué es lo que debemos entender por eso? ¿Quizás la independencia del individuo del Estado y sus leyes? No; por el contrario, la sujeción del individuo en el Estado y las leyes estatales. Pero ¿por qué ‘libertad’? Porque uno ya no está separado del Estado por intermediarios, sino que se sitúa en directa e inmediata relación con él; pues uno es un ciudadano, no el súbdito de otro, ni siquiera del rey como persona, sino solo en su calidad de ‘suprema cabeza del Estado.’ ...

“La libertad política significa que la polis, el Estado, es libre; la libertad de religión que la religión es libre, así como la libertad de consciencia significa que la consciencia es libre; no, por lo tanto, que Yo soy libre del Estado, de la religión, de la consciencia, o que me he deshecho de éstos. No quiere decir mi libertad, sino la libertad de un poder que me gobierna y me somete; quiere decir que uno de mis déspotas, Estado, religión, consciencia, es libre. Estado, religión, consciencia, estos déspotas, me vuelven un esclavo.”

Stirner es anti-democrático como también anti-moral. No creía que el individuo se liberase de sus cadenas morales “humanizando la divinidad,” como lo afirmaba Ludwig Feuerbach; que no harían más que sustituir al despotismo religioso por el moral. Lo divino se había vuelto senil y débil; algo más potente se requería para mantener al hombre en sometimiento.
Al encarnar la “idea de dios” en el hombre, los mandatos morales se transforman en su mismísima esencia mental, esclavizándole entonces a su propia mente en vez de a algo externo; así sería suplantada la anterior esclavitud meramente externa por una interna mediante su temor ético a ser inmoral. Nos podríamos rebelar contra un mero dios externo; la moral, sin embargo, haciéndose sinónimo con el humano, se torna inerradicable. La dependencia y servidumbre del hombre alcanzan en esta humanización de lo divino su máximo triunfo — liberado de la esclavitud de una fuerza externa ahora es con más intensidad esclavo de su propia “necesidad moral interior.”

Todo buen cristiano lleva a dios en su corazón; todo buen moralista y puritano, su gendarme moral.

Los librepensadores han abolido al dios personal y luego absorbieron el microbio ético, inoculándose con escrófula moral. Proclamaron con orgullo su habilidad de ser morales sin ayuda divina, nunca sospechando que es esta misma moral la que forja las cadenas del sometimiento humano. Los gobernantes ignorarían con vítores la creencia en dios si estuviesen convencidos de que los mandatos morales serían suficientes para perpetuar al hombre en su esclavitud.
Mientras el “infierno de una consciencia enferma” esté en ti — en tus huesos y sangre — tu esclavitud está garantizada.

En conexión con esto Stirner dice:
“¿Adonde se puede mirar sin descubrir alguna víctima de la renuncia de sí? Frente a mi casa vive una joven que desde hace cerca de diez años ofrece a su alma sacrificios sangrientos. Era tiempo atrás una adorable criatura, pero hoy la palidez mortal cubre su frente, y su juventud se desangra y muere lentamente bajo sus mejillas pálidas. ¡Pobre niña, cuántas veces las pasiones habrán palpitado en su corazón y el impulso de la juventud habrá reclamado su derecho! Cuando ponía su cabeza en la almohada, ¡cómo se estremecía la naturaleza despertándose en todos sus miembros, cómo fluía la sangre en sus arterias! Ella sola sabe y sólo ella podría contar las ardientes fantasías que encendían en sus ojos la llama del deseo. Entonces, apareció el espectro del alma y de su santidad. ¡Espantada juntaba las manos, elevaba al cielo su torturada mirada, rezaba! El tumulto de la naturaleza se apaciguaba y la calma inmensa del mar ahogaba el océano de sus deseos. Poco a poco, la vida se extinguía en sus ojos, cerraba sus párpados pálidos, se hacía silencio en su corazón, sus manos juntas volvían a caer inertes sobre unos pechos sin resistencias; un último suspiro se escapaba de sus labios, y el alma quedaba apaciguada. Pero se dormía para despertar al día siguiente con nuevas luchas y nuevas oraciones. Hoy, la costumbre de la renuncia congeló el ardor de sus deseos y las rosas de su primavera palidecen frente al viento envenenador de la Bienaventuranza. El alma está salvada, el cuerpo puede morir. ¡Cuánta razón tuvieron Lais y Ninon en despreciar esa pálida virtud! ¡Una mujer libre y alegre, por mil solteronas encanecidas por la virtud!”
Así las cadenas caen una a una desde el Yo soberano. Se eleva éste cada vez más alto sobre todo “mandato sagrado” que haya tejido su camisa de fuerza.

Ese es el gran acto liberador de Stirner.

Considerado abstractamente, el Único es ahora einzig; ¿pero qué hay de su Eigentum?[6] Hemos llegado ahora al punto en la filosofía de Stirner donde las meras abstracciones no son suficientes.
La resolución de la sociedad en individuos einzig conduce, considerado económicamente, a la negación. La vida de Stirner es la mejor prueba de la impotencia del individuo forzado a llevar una batalla solitaria en oposición a las condiciones existentes.
Stirner, demuele todos los fantasmas; mas, forzado por necesidad material a contraer deudas que no puede pagar, el poder de los “fantasmas” prueba ser mayor que el de su Eigenheit: sus prestamistas le envían a prisión. Stirner mismo declara la libre competencia como una mera apuesta, la que solo puede acentuar  la artificial superioridad de chupamedias y zánganos por sobre los menos aptos. Pero también se opone al Comunismo que, en su opinión, haría de todos nosotros unos bribones, al privar de su propiedad al individuo.

Esta objeción, no obstante, no aplica para un número muy grande de individuos, que no poseen propiedad de todos modos; se vuelven bribones por que son forzados continuamente a batallar por la propiedad y la existencia, sacrificando así su Eigenheit y Einzigkeit.

¿Por qué las vidas de la mayoría de nuestros poetas, pensadores, artistas e inventores fueron un martirio? Porque sus individualidades eran tan eigen y einzig que no podían competir exitosamente en la lucha por la propiedad y la existencia. En esa lucha tuvieron que mercantilizar su individualidad para asegurarse un medio de sustento. ¿Cuál es la causa de nuestra corrupción del carácter y nuestra hipócrita supresión de convicciones? Se debe a que el individuo no se posee a sí mismo, y no se le permite ser su verdadero sí mismo. Se ha vuelto una mera mercancía del mercado, un instrumento para la acumulación de capital — para otros.

Qué hace un individuo, un Stirneriano, un Eigener en una oficina de un diario, por ejemplo, donde la habilidad y poder intelectual son prostituidos para el enriquecimiento del editor  y los accionistas. La individualidad se recuesta sobre la cama de Procusto del negocio; en el intento de asegurar su sustento — muy a menudo del modo menos agradable — sacrifica su Eigenheit, sufriendo así la pérdida de la mismísima cosa que valora tan en alto y que mejor disfruta.

Si a nuestra individualidad le fuese puesto el precio de respirar, qué lío habría por la violencia ejercida hacia la personalidad! Y sin embargo nuestro solo derecho a alimento, bebida y refugio está con mucha frecuencia condicionado por nuestra pérdida de individualidad. Estas cosas les son ofrecidas (y cuán escasamente) a los millones sin propiedad a cambio de su individualidad — se vuelven meros instrumentos de la industria.

Stirner ignora sublimemente el hecho de que la propiedad es el enemigo de la individualidad, — que el grado de éxito en la lucha competitiva es proporcional a la medida en que desconocemos y nos tornamos traidores de nuestra individualidad. Quizás pudiésemos exceptuar solo a quienes son ricos por herencia; tales personas pueden, hasta cierto punto, vivir a su propia manera. Pero eso no expresa en modo alguno el poder, el Eigenheit de la individualidad del heredero. El privilegio de heredar podría, por cierto, pertenecer a los más zopencos llenos de prejuicio y a los fantasmas, así como también al Eigener. Esto conduce a un Individualismo pequeño burgués y arribista que vuelve más estrecho en vez de más amplio el horizonte del Eigener.

Los comunistas modernos son más individualistas que Stirner. Para ellos, no solo la religión, la moral, la familia y el Estado son fantasmas, sino la propiedad también no es más que un fantasma, en cuyo nombre el individuo es esclavizado — y cuán esclavizado! La individualidad es hoy por hoy contenida con ataduras mucho más fuertes por la propiedad que por el poder combinado del Estado, la religión y la moral.

Los comunistas modernos no dicen que el individuo deba hacer esto o lo otro en nombre de la Sociedad. Dicen: “La libertad y Eigenheit del individuo demandan que las condiciones económicas — producción y distribución de los medios de existencia — deban ser organizadas así y asá por su bien.” La condición principal es que el individuo no debe ser forzado a humillarse o rebajarse por la propiedad y la subsistencia. El comunismo crea entonces una base para la libertad y Eigenheit del individuo. Yo soy Comunista porque soy Individualista.
Tanto plena como efusivamente los Comunistas concurren con Stirner cuando pone la palabra tomar en lugar de demandar — eso conduce a la disolución de la propiedad, a la expropiación.

Individualismo y Comunismo van de la mano.


NOTAS
[1] Erróneamente traducido por Byington: “Todas las cosas para mí son nada.”
[2] Literalmente, “Yo vivo en mi propia casa.”
[3] “Observadlo — él es por nadie dominado.”
[4] “Rejocíjate de tener dos compañeros tan mayúsculos.”
[5] Citamos la versión de Byington.
[6] Queriendo decir, en esta conexión, la propiedad.