Desde: The Bakunin Library, de Shawn P. Wilbur
La Révolte, Julio de 1871
Es obvio que la libertad no será restaurada en el mundo y que los reales intereses de la sociedad, de todos los grupos, de todas las organizaciones locales, como así también de todos los individuos que forman la sociedad, podrían hallar real satisfacción sólo tras la abolición del Estado. Es obvio que todos los así llamados intereses generales de la sociedad, que el Estado supone representar, y que, en realidad, son nada más que la general y constante negación de los intereses positivos de las regiones, provincias, comunas, asociaciones y la mayoría de los individuos sujetos al Estado, constituyen una abstracción, una ficción, una mentira. El Estado es como un gran carnicería, como un inmenso cementerio donde, bajo la influencia de esa abstracción, todas las personas generales, todos quienes componen la fuerza viva de un país, vienen tontamente a dejarse sacrificar y enterrar. Ahora, ninguna abstracción existe por sí sola, ninguna abstracción tiene los brazos para crear, o el estómago para digerir aquella masa de víctimas que le servimos, es obvio que la abstracción religiosa o celestial, Dios, representa, en realidad, los muy positivos, muy reales intereses de una clase privilegiada, el clérigo: es igualmente obvio que su complemento terrenal, la abstracción política, el Estado, representa los no menos positivos y reales intereses de la clase hoy principalmente, si no exclusivamente explotadora, y la que, aparte, tiende a incluir a todas las demás, la Burguesía. Y como el clérigo está siempre dividido y hoy tiende a dividirse aún más en una muy poderosa y muy rica minoría y una mayoría muy subordinada y bastante miserable, así también la burguesía y sus diversas organizaciones sociales y políticas, en la industria, en la agricultura, en la banca y en el comercio, como así también en las funciones administrativas, financieras, judiciales, universitarias, policiales y militares del Estado, tiende a separarse cada día más en una oligarquía realmente dominante y una contra-masa de criaturas, más o menos vana y más o menos derrotada, que vive en una ilusión perpetua, siempre más apartada del proletariado por una fuerza irresistible, aquella del presente desarrollo económico. Los desgraciados son inevitablemente reducidos a servir de instrumentos ciegos de aquella oligarquía todopoderosa.
MICHEL BAKOUNINE