Traducción al castellano: @rebeldealegre
Esta corta pieza contiene una de las líneas más citadas de Landauer, su definición del Estado como “una relación social; un cierto modo de relacionarse las personas unas con otras.” Publicado como “schwache staatsmänner, schwächeres volk!” en el Der Sozialist del 15 de Junio de 1910.
Un hombre pálido, nervioso, y débil se sienta en su escritorio. Garabatea notas sobre una hoja de papel. Está componiendo una sinfonía. Trabaja diligentemente, usando todos los secretos de oficio que ha aprendido. Cuando la sinfonía es interpretada, ciento cincuenta personas tocan en la orquesta; en el tercer movimiento, hay diez timbales, quince yunques, y un órgano; en el movimiento final, un coro de ocho partes de quinientas personas se suma como así también una orquesta extra de pífanos y tambores. La audiencia está fascinada con la enorme fuerza y el imponente vigor.
Nuestros estadistas y políticos — y cada vez más toda la clase dominante — nos recuerdan a este compositor que no posee poder real, sino que hace que las masas parezcan poderosas. Nuestros estadistas y políticos esconden además su real debilidad y desamparo detrás de la orquesta gigante dispuesta a obedecer sus mandatos. En este caso la orquesta son las personas en armas, los militares. Las voces furiosas de los partidos políticos, las quejas de los ciudadanos y los trabajadores, los puños del pueblo apretados en los bolsillos — nada de esto ha de ser tomado en serio por el gobierno. Estos actos carecen de toda fuerza real porque no son apoyados por los elementos que naturalmente son los más radicales en cada pueblo: los jóvenes de los veinte a los veinticinco. Éstos están alineados en los regimientos bajo el mandato de nuestro inepto gobierno. Siguen cada orden sin preguntas. Son ellos quienes ayudan a camuflar las reales debilidades del gobierno, permitiéndole seguir inadvertido — tanto al interior de nuestro país como también fuera.
Nosotros los socialistas sabemos cómo el socialismo, es decir, la comunicación inmediata de los verdaderos intereses, ha estado luchando contra el dominio de los privilegiados y su política ficticia por más de cien años. Queremos continuar y fortalecer esta poderosa tendencia histórica, que conducirá a la libertad y la justicia. Queremos hacer esto despertando el espíritu y creando realidades sociales distintas. No nos concierne la política de Estado.
Si los poderes de la política sin espíritu y violenta al menos retuvieran la fuerza suficiente para crear grandes personalidades, es decir, políticos fuertes con visión y energía, entonces podríamos tener respeto por tales personas aún si estuviesen en el campo enemigo. Podríamos incluso conceder que los antiguos poderes seguirán aferrándose al poder por algún tiempo. Sin embargo, se está volviendo cada vez más obvio que el Estado no se basa en personas de fuerte espíritu y poder natural. Se basa cada vez más en la ignorancia y pasividad del pueblo. Esto vale incluso para los más desdichados entre ellos, para las masas proletarias. Las masas no comprenden aún que deben huir del Estado y reemplazarlo, que deben construir una alternativa. Esto no es solo cierto en Alemania; es también el caso en otros países.
Por un lado, tenemos el poder del Estado y la impotencia de las masas, divididas en individuos desamparados — por el otro lado, tenemos organización socialista, una sociedad de sociedades, una alianza de alianzas, en otras palabras: un pueblo. La lucha entre los dos lados debe tornarse real. El poder de los Estados, el principio de gobierno y aquellos que representan el viejo orden se volverán más y más débiles. El sistema entero se desvanecería sin rastros si el pueblo comenzara a constituirse a sí mismo como pueblo aparte del Estado. Sin embargo, el pueblo aún no ha captado esto. No han comprendido que el Estado cumplirá cierta función y seguirá siendo una necesidad inevitable mientras su alternativa, la realidad socialista, no exista.
Una mesa puede ser volcada y una ventana puede ser destrozada. Sin embargo, aquellos que creen que el Estado es también una cosa o un fetiche que puede ser volcado o destrozado son sofistas y creyentes en la Palabra. El Estado es una relación social; un cierto modo de relacionarse las personas unas con otras. Puede ser destruido creando nuevas relaciones sociales; es decir, por personas que se relacionan unas con otras de modo diferente.
El monarca absoluto dijo: el Estado soy yo. Nosotros, que nos hemos hecho presos en el Estado absoluto, debemos darnos cuenta de la verdad: el Estado somos nosotros! Y seremos el Estado mientras no seamos algo distinto; mientras no hayamos creado las instituciones necesarias para una comunidad verdadera y una verdadera sociedad de seres humanos.
Esta corta pieza contiene una de las líneas más citadas de Landauer, su definición del Estado como “una relación social; un cierto modo de relacionarse las personas unas con otras.” Publicado como “schwache staatsmänner, schwächeres volk!” en el Der Sozialist del 15 de Junio de 1910.
Un hombre pálido, nervioso, y débil se sienta en su escritorio. Garabatea notas sobre una hoja de papel. Está componiendo una sinfonía. Trabaja diligentemente, usando todos los secretos de oficio que ha aprendido. Cuando la sinfonía es interpretada, ciento cincuenta personas tocan en la orquesta; en el tercer movimiento, hay diez timbales, quince yunques, y un órgano; en el movimiento final, un coro de ocho partes de quinientas personas se suma como así también una orquesta extra de pífanos y tambores. La audiencia está fascinada con la enorme fuerza y el imponente vigor.
Nuestros estadistas y políticos — y cada vez más toda la clase dominante — nos recuerdan a este compositor que no posee poder real, sino que hace que las masas parezcan poderosas. Nuestros estadistas y políticos esconden además su real debilidad y desamparo detrás de la orquesta gigante dispuesta a obedecer sus mandatos. En este caso la orquesta son las personas en armas, los militares. Las voces furiosas de los partidos políticos, las quejas de los ciudadanos y los trabajadores, los puños del pueblo apretados en los bolsillos — nada de esto ha de ser tomado en serio por el gobierno. Estos actos carecen de toda fuerza real porque no son apoyados por los elementos que naturalmente son los más radicales en cada pueblo: los jóvenes de los veinte a los veinticinco. Éstos están alineados en los regimientos bajo el mandato de nuestro inepto gobierno. Siguen cada orden sin preguntas. Son ellos quienes ayudan a camuflar las reales debilidades del gobierno, permitiéndole seguir inadvertido — tanto al interior de nuestro país como también fuera.
Nosotros los socialistas sabemos cómo el socialismo, es decir, la comunicación inmediata de los verdaderos intereses, ha estado luchando contra el dominio de los privilegiados y su política ficticia por más de cien años. Queremos continuar y fortalecer esta poderosa tendencia histórica, que conducirá a la libertad y la justicia. Queremos hacer esto despertando el espíritu y creando realidades sociales distintas. No nos concierne la política de Estado.
Si los poderes de la política sin espíritu y violenta al menos retuvieran la fuerza suficiente para crear grandes personalidades, es decir, políticos fuertes con visión y energía, entonces podríamos tener respeto por tales personas aún si estuviesen en el campo enemigo. Podríamos incluso conceder que los antiguos poderes seguirán aferrándose al poder por algún tiempo. Sin embargo, se está volviendo cada vez más obvio que el Estado no se basa en personas de fuerte espíritu y poder natural. Se basa cada vez más en la ignorancia y pasividad del pueblo. Esto vale incluso para los más desdichados entre ellos, para las masas proletarias. Las masas no comprenden aún que deben huir del Estado y reemplazarlo, que deben construir una alternativa. Esto no es solo cierto en Alemania; es también el caso en otros países.
Por un lado, tenemos el poder del Estado y la impotencia de las masas, divididas en individuos desamparados — por el otro lado, tenemos organización socialista, una sociedad de sociedades, una alianza de alianzas, en otras palabras: un pueblo. La lucha entre los dos lados debe tornarse real. El poder de los Estados, el principio de gobierno y aquellos que representan el viejo orden se volverán más y más débiles. El sistema entero se desvanecería sin rastros si el pueblo comenzara a constituirse a sí mismo como pueblo aparte del Estado. Sin embargo, el pueblo aún no ha captado esto. No han comprendido que el Estado cumplirá cierta función y seguirá siendo una necesidad inevitable mientras su alternativa, la realidad socialista, no exista.
Una mesa puede ser volcada y una ventana puede ser destrozada. Sin embargo, aquellos que creen que el Estado es también una cosa o un fetiche que puede ser volcado o destrozado son sofistas y creyentes en la Palabra. El Estado es una relación social; un cierto modo de relacionarse las personas unas con otras. Puede ser destruido creando nuevas relaciones sociales; es decir, por personas que se relacionan unas con otras de modo diferente.
El monarca absoluto dijo: el Estado soy yo. Nosotros, que nos hemos hecho presos en el Estado absoluto, debemos darnos cuenta de la verdad: el Estado somos nosotros! Y seremos el Estado mientras no seamos algo distinto; mientras no hayamos creado las instituciones necesarias para una comunidad verdadera y una verdadera sociedad de seres humanos.