Prólogo del libro: “Black Flame. The Revolutionary Class Politics of Anarchism and Syndicalism” [Llama Negra. La Política Revolucionaria de Clase del Anarquismo y el Sindicalismo] de Michael Schmidt y Lucien van der Walt. Luego del prefacio, ofrecemos una traducción de la entrada de wikipedia sobre el libro a modo de introducción al mismo.
Prefacio
Stuart Christie
Usando la metáfora de la vida vegetal, las semillas del anarquismo han estado presentes desde tiempos inmemoriales, pero la planta misma — las ideas y el movimiento como los entendemos hoy — germinaron por primera vez en Septiembre de 1869 durante el cuarto congreso general de la Primera Internacional en Basel, Suiza. Rápidamente comenzaron a expandirse, a arraigarse y a florecer en pueblos, ciudades y villas en toda Europa, las Américas y, más adelante, por todo Asia y África. Las manifestaciones más inmediatas de esto fueron la revuelta de Lyon de Septiembre de 1870 y la Comuna de París de Marzo de 1871.
Los siguientes 138 años de historia del movimiento han estado caracterizados por sueños igualitarios, la búsqueda de justicia, y una actividad propagandística interminable cultural y educativa salpicada de acciones directas, huelgas, insurrecciones violentas y no-violentas, y por revoluciones abortadas y frustradas.
Esta presencia anarquista en la vida política y social no ha pasado desapercibida. Desde aquel primer encuentro en Basel, los anarquistas han adquirido una reputación de honestidad, integridad, abnegación, sacrificio, y lucha. Los enemigos del anarquismo, en la derecha y en la izquierda, destacan, en contraste, el supuesto “fácil” recurso a los asesinatos y otras dramáticas acciones directas acaparadoras de titulares, con imágenes exageradas, de blanco-y-negro, que han influenciado a historiadores, comentaristas de medios, y políticos.
Desde aquellos primeros días, la bandera rojinegra del anarquismo ha sido — y sigue siendo — seguida por variadas y amplias secciones de la población. Algunos historiadores, como el marxista Eric Hobsbawm, creen que esto es algo bastante anormal y atípico. La “normalidad” en su visión, es que la “doctrina científica” que necesitaba el proletariado era el “socialismo” marxista; lo que encontraban “anormal” era el grado en el que el anarquismo y su brote, el sindicalismo, hubiese logrado echar raíces en algunas de las ciudades más industriales y modernas en Europa, ciudades como Barcelona, y en otras, baluartes de la clase trabajadora donde el socialismo marxista y parlamentario nunca logró gran éxito. De hecho, en términos electorales, de todas las ciudades en Europa occidental fue solo en Alemania que un influyente partido socialista de masas logró consolidarse.
El anarquismo y el anarcosindicalismo no son por ningún motivo fenómenos “excepcionales” o “extraordinarios” en la historia de los movimientos político-sociales; fue solo tras la Primera Guerra Mundial con la cooptación o seducción del sindicalismo “socialista” y de partidos “socialistas” hacia el sistema político parlamentario que — con las notables excepciones de España, Argentina, y Suecia — la influencia del sindicalismo revolucionario orientado a lo anti-político, anti-estatista, y a la acción directa comenzó a desvanecerse en otras partes del mundo.
Aunque el anarquismo y el anarcosindicalismo han probado ser menos estables y robustos de lo que podrían haber esperado los anarquistas — caracterizados como lo han estado por la discontinuidad tanto cronológica como geográfica — sin embargo aún florecen cuando y donde menos se espera. Generalmente desaparecen de vista y son descartados por historiadores como George Woodcock, luego reaparecen, sin anuncios, con los estallidos de protesta.
La obra presente, sin embargo, no es ni obituaria ni panegírica; es el primero de dos volúmenes de análisis críticos sobre la evolución en marcha de las ideas y movimientos anarquistas, sobre el proyecto social por la libertad y cómo mejor transformar y organizar una sociedad futura libre de coerción basada en los principios del comunitarismo, la democracia directa — y la consistencia entre medios y fines.
Tampoco es una antología de escritos anarquistas ni una historia de los movimientos libertarios; es un intento por definir el anarquismo dentro de los marcos del marxismo clásico, el liberalismo económico, y las ideas de P.J. Proudhon, y de evaluar el impacto — o no — de estas ideas anarquistas y sindicalistas, y de repensar modos de implementar estas ideas y prácticas en la economía global del siglo veintiuno.
La obra no solo es una fuente de referencia invaluable, es estimulante al pensamiento, reveladora y enciclopédica en su alcance, sintetizando como lo hace, una historia global del movimiento y las ideas que le conducen, mientras que al mismo tiempo desafía, constructivamente, muchas visiones y concepciones erradas sobre el anarquismo y el sindicalismo revolucionario.
Stuart Christie
Usando la metáfora de la vida vegetal, las semillas del anarquismo han estado presentes desde tiempos inmemoriales, pero la planta misma — las ideas y el movimiento como los entendemos hoy — germinaron por primera vez en Septiembre de 1869 durante el cuarto congreso general de la Primera Internacional en Basel, Suiza. Rápidamente comenzaron a expandirse, a arraigarse y a florecer en pueblos, ciudades y villas en toda Europa, las Américas y, más adelante, por todo Asia y África. Las manifestaciones más inmediatas de esto fueron la revuelta de Lyon de Septiembre de 1870 y la Comuna de París de Marzo de 1871.
Los siguientes 138 años de historia del movimiento han estado caracterizados por sueños igualitarios, la búsqueda de justicia, y una actividad propagandística interminable cultural y educativa salpicada de acciones directas, huelgas, insurrecciones violentas y no-violentas, y por revoluciones abortadas y frustradas.
Esta presencia anarquista en la vida política y social no ha pasado desapercibida. Desde aquel primer encuentro en Basel, los anarquistas han adquirido una reputación de honestidad, integridad, abnegación, sacrificio, y lucha. Los enemigos del anarquismo, en la derecha y en la izquierda, destacan, en contraste, el supuesto “fácil” recurso a los asesinatos y otras dramáticas acciones directas acaparadoras de titulares, con imágenes exageradas, de blanco-y-negro, que han influenciado a historiadores, comentaristas de medios, y políticos.
Desde aquellos primeros días, la bandera rojinegra del anarquismo ha sido — y sigue siendo — seguida por variadas y amplias secciones de la población. Algunos historiadores, como el marxista Eric Hobsbawm, creen que esto es algo bastante anormal y atípico. La “normalidad” en su visión, es que la “doctrina científica” que necesitaba el proletariado era el “socialismo” marxista; lo que encontraban “anormal” era el grado en el que el anarquismo y su brote, el sindicalismo, hubiese logrado echar raíces en algunas de las ciudades más industriales y modernas en Europa, ciudades como Barcelona, y en otras, baluartes de la clase trabajadora donde el socialismo marxista y parlamentario nunca logró gran éxito. De hecho, en términos electorales, de todas las ciudades en Europa occidental fue solo en Alemania que un influyente partido socialista de masas logró consolidarse.
El anarquismo y el anarcosindicalismo no son por ningún motivo fenómenos “excepcionales” o “extraordinarios” en la historia de los movimientos político-sociales; fue solo tras la Primera Guerra Mundial con la cooptación o seducción del sindicalismo “socialista” y de partidos “socialistas” hacia el sistema político parlamentario que — con las notables excepciones de España, Argentina, y Suecia — la influencia del sindicalismo revolucionario orientado a lo anti-político, anti-estatista, y a la acción directa comenzó a desvanecerse en otras partes del mundo.
Aunque el anarquismo y el anarcosindicalismo han probado ser menos estables y robustos de lo que podrían haber esperado los anarquistas — caracterizados como lo han estado por la discontinuidad tanto cronológica como geográfica — sin embargo aún florecen cuando y donde menos se espera. Generalmente desaparecen de vista y son descartados por historiadores como George Woodcock, luego reaparecen, sin anuncios, con los estallidos de protesta.
La obra presente, sin embargo, no es ni obituaria ni panegírica; es el primero de dos volúmenes de análisis críticos sobre la evolución en marcha de las ideas y movimientos anarquistas, sobre el proyecto social por la libertad y cómo mejor transformar y organizar una sociedad futura libre de coerción basada en los principios del comunitarismo, la democracia directa — y la consistencia entre medios y fines.
Tampoco es una antología de escritos anarquistas ni una historia de los movimientos libertarios; es un intento por definir el anarquismo dentro de los marcos del marxismo clásico, el liberalismo económico, y las ideas de P.J. Proudhon, y de evaluar el impacto — o no — de estas ideas anarquistas y sindicalistas, y de repensar modos de implementar estas ideas y prácticas en la economía global del siglo veintiuno.
La obra no solo es una fuente de referencia invaluable, es estimulante al pensamiento, reveladora y enciclopédica en su alcance, sintetizando como lo hace, una historia global del movimiento y las ideas que le conducen, mientras que al mismo tiempo desafía, constructivamente, muchas visiones y concepciones erradas sobre el anarquismo y el sindicalismo revolucionario.
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EN WIKIPEDIA:
Black Flame: The Revolutionary Class Politics of Anarchism and Syndicalism (Counter-Power vol. 1) es un libro escrito por Lucien van der Walt y Michael Schmidt que trata sobre “las ideas, historia y relevancia de la amplia tradición anarquista a través de un sondeo de 150 años de historia global.”
El libro incluye un prefacio del anarquista escocés, y ex-prisionero político, Stuart Christie.
Es el primero de dos volúmenes en la serie Counter Power [Contra Poder] de los autores. Black Flame es una obra temática, sobre la historia y teoría del anarquismo y sindicalismo global. La secuela por venir, Global Fire, ofrecerá una historia narrativa global del movimiento.
Alcance global
En términos de alcance, Black Flame asume una aproximación excepcionalmente global que, mientras también analiza la Europa occidental y Norteamérica, toma la historia del anarquismo y el sindicalismo en Latinoamérica, África, y Asia con seriedad.
Estas regiones son entretejidas en un solo relato global, que repasa temas centrales, desarrollos y debates en la tradición anarquista y sindicalista. Van der Walt y Michael Schmidt critican las obras “estándar” sobre la historia y teoría general del anarquismo y el sindicalismo por centrarse en la región Nor-atlántica, y por insistir en el indefendible “excepcionalismo español,” la noción de que solo en España el anarquismo y el sindicalismo fueron movimientos de masas.
Una visión global demuestra que España fue por ningún motivo única. De acuerdo a Lucien van der Walt, "una vez que miras globalmente, encuentras movimientos de masas de influencia comparable, a veces mayor, en países que van desde Argentina, a China, a Cuba, a México, a Perú, a Ucrania y así. Lo que se pierde un poco en los estudios que se enfocan en la Europa occidental es que la mayor parte de la historia anarquista y sindicalista tomó lugar en otras partes. En otras palabras, no puedes comprender el anarquismo a menos que comprendas que mucha de su historia fue en el oriente y en el sur, no solamente en el norte y en occidente."
Por lo tanto, aparte de movimientos como la Confederación Nacional del Trabajo en España, el libro examina movimientos como la Industrial Workers of the World, la Federación Obrera Regional Argentina, la Federación Anarquista Uruguaya, la región autónoma Shinmin fundad por anarquistas coreanos, y el Territorio Libre ucraniano del Makhnovismo. Se presta también atención a figuras y movimientos parcialmente influenciados por el anarquismo, como Augusto César Sandino, y la Industrial and Commercial Workers' Union, en África del sur.
Black Flame examina además ideas y debates anarquistas y sindicalistas globales: por ejemplo, el relato de debates anarquistas sobre si la Unión Soviética fue “capitalista de estado” incluye las visiones de anarquistas asiáticos, mientras que secciones sobre anarquismo, sindicalismo y raza incluyen coberturas de materiales y movimientos chinos, mexicanos, peruanos, y sudafricanos.
Black Flame y un canon global anarquista/ sindicalista
Black Flame argumenta que Euopeos orientales como Mijail Bakunin y Piotr Kropotkin son los dos pensadores anarquistas más importantes. Sin embargo, el libro insiste que globalmente “el movimiento tuvo un impresionante despliegue de escritores y pensadores, realmente cosmopolita.”
El canon anarquista y sindicalista debe ser comprendido como uno “global”, que debe “incluir figuras dentro y fuera de occidente,” idealmente incluyendo figuras como Li Pei Kan (Ba Jin) y Liu Shifu (“Shifu”) de China, James Connolly de Irlanda, Armando Borghi y Errico Malatesta de Italia, Nestor Makhno y Piotr Arshinov, de Ucrania, Juana Rouco Buela de Argentina, Lucía Sánchez Saornil y Jaime Balius de España, Ricardo Flores Magón, Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, Antonio Gomes y Soto y Práxedis Guerrero de México, Ferdinand Domela Nieuwenhuis de los Países Bajos, Ōsugi Sakae, Kōtoku Shūsui y Kanno Sugako de Japón, Lucy Parsons y Emma Goldman de los Estados Unidos, Enrique Roig de San Martín de Cuba, Shin Chaeho y Kim Jwa-jin de Corea, Rudolph Rocker de Alemania, Neno Vasco y Maria Lacerda de Moura de Brazil, Abraham Guillén de España y Uruguay, y S.P. Bunting y T.W. Thibedi de Sudáfrica.
Otras "tesis centrales"
Entre las "tesis centrales" de Black Flame se incluyen proposiciones de "que el movimiento anarquista global emergió en la Primera Internacional, que el sindicalismo es una parte integral de la amplia tradición anarquista, que esta tradición se centra en el racionalismo, el socialismo, y el anti-autoritarismo, que los escritos de Mijail Bakunin y Piotr Kropotkin son representativos de sus ideas centrales, y que esta definición 'estrecha' es tanto empíricamente defendible como analíticamente útil."
De acuerdo al libro, las ideas centrales del anarquismo (incluyendo su variante sindicalista) abarcan la lucha de clases revolucionaria de la clase trabajadora y el campesinado, el internacionalismo, la oposición a toda forma de desigualdad social y económica, el anti-imperialismo, y un compromiso por crear un sistema global autogestionado de socialismo libertario, basado en la planificación participativa y la abolición de mercados y estados.
Principales temas, áreas y tópicos
Mientras la aproximación de Black Flame a definir el anarquismo ha atraído gran atención, en realidad esta es una parte menor del libro.
Entre otras áreas cubiertas se incluyen:
El libro se embarca en el pensamiento académico contemporáneo sobre asuntos de raza y género, pero lo hace mediante una examinación detallada de "las ricas venas del pensamiento anarquista y sindicalista sobre la cuestión nacional, sobre las luchas de las mujeres, sobre la estrategia sindical."
El propósito no es "'actualizar' el anarquismo mezclándole con aproximaciones académicas presentes," sino examinar "lo que el movimiento real anarquista y sindicalista pensó en verdad" e "hizo en verdad." Solo desde la base de una comprensión sólida de la historia y la teoría del movimiento, como "una tradición intelectual con gran profundidad de entendimiento en asuntos de inequidad social y económica, así también como una estrategia en torno a estos asuntos," que se hace posible y útil involucrarse en el trabajo académico presente.
Definiendo el anarquismo
Un aspecto notable de Black Flame es su argumento de que “el anarquismo de 'lucha de clases', a veces denominado anarquismo comunista o revolucionario, no es un tipo de anarquismo … es el único anarquismo,” de modo que no incluye ideas a veces denominadas anarquistas individualistas, identificadas con figuras como William Godwin y Max Stirner. Respecto a las así llamadas “tradiciones filosóficas, individualistas, espirituales y de ‘estilo de vida’,” los autores dicen “no consideramos estas corrientes como parte de la amplia tradición anarquista.”
Black Flame insiste que mientras el anarquismo tiene una deuda inmensa con la temprana corriente de los mutualistas y con Pierre-Joseph Proudhon, no puede ser reducido a, ni fundido con, el Mutualismo. Por ejemplo, destaca la lucha de clases y la revolución social, al contrario del Mutualismo, que concibió el cambio gradual a través de la construcción de cooperativas.
El libro argumenta que no hay bases racionales o históricas para incluir corrientes como el Stirnerismo y el Mutualismo en la tradición anarquista.
Algunos estudios hacen esto, definiendo el anarquismo básicamente como un movimiento anti-estatal. Sin embargo, los autores argumentan, que si esto fuese cierto, entonces el marxismo-leninismo y el liberalismo económico debiesen también ser considerados "anarquistas," pues el uno apunta a "que el estado se marchite" y el otro, a una reducción enorme del control estatal. Estas corrientes no pueden ser lógicamente excluidas del anarquismo, si el anarquismo es definido como un anti-estatismo, pero sería también un sinsentido incluirlas dentro del anarquismo.
En vez, el anarquismo (incluyendo el sindicalismo) emerge como movimiento en la Asociación Internacional de Trabajadores, o "Primera Internacional," fundada en 1864: la nueva corriente anarquista emergió simultáneamente en Europa y América Latina. Tras la división de la Internacional en 1872, la mayoría anarquista (a veces conocida como la Internacional Anarquista de St. Imier) atrajo afiliados de Asia central y el Norte de África. Esto es ignorado por los fallidos estudiosos del siglo veinte, que redujeron al anarquismo al anti-estatismo, fundiendo así el movimiento con corrientes libertarias anteriores (así como también con corrientes paralelas). Por ende, el anarquismo es considerado aquí como una tradición ideológica y política distintiva, continua y novedosa, no como una galería de momentos y pensadores superficialmente similares.
El anarquismo nace como una corriente radical anti-capitalista en la clase obrera y los ambientes campesinos. Dado que este ambiente fue producto del capitalismo moderno y del estado moderno en los 1800, las primeras formaciones anarquistas emergieron en las décadas de 1860 y 1870 en zonas que por entonces estaban siendo remodeladas por estas fuerzas: partes de Europa oriental como también occidental, El Norte de África como también en Norteamérica, y Latinoamérica y el Caribe. A medida que la modernidad capitalista se expandió al sur de África desde la década de 1880 y al este de Asia desde la de 1890, el anarquismo se extendió a aquellas regiones también.
Además, ya que el sindicalismo es una variante del anarquismo, argumenta Black Flame, los sindicalistas que rechazaron la etiqueta anarquista, como James Connolly y Bill Haywood son no obstante aun parte de la tradición anarquista.
No es la identidad, señala Black Flame, (como el llamarse a sí mismo 'anarquista') lo que le hace a uno "anarquista": el término "anarquista," después de todo, ha sido usado por la derecha radical, por neoliberales de libre mercado, y por estrellas del rock. Es el contenido ideológico lo que importa, y este contenido va hacia el pasado hasta la bandera Bakuninista de la "Primera Internacional." Así, figuras como el sindicalista Bill Haywood, quien a menudo usó el término "anarquismo" en modo negativo, forma parte de la tradición mayor anarquista — mientras figuras sin conexión real con aquella tradición, como Stirner, no.
Anarquismo de masas (incluyendo el sindicalismo) versus anarquismo insurreccionalista
Van der Walt y Schmidt argumentan, en vez, que la división principal en el movimiento anarquista ha sido entre dos aproximaciones estratégicas, "anarquismo de masas e insurreccionalista." El libro es más cercano a la perspectiva anarquista de masas, aunque ofrece cobertura considerable del insurreccionalismo.
Para los autores, el anarquismo de masas "remarca que solo los movimientos de masas pueden crear cambio revolucionario en la sociedad," y "que tales movimientos se construyen típicamente a través de luchas en torno a asuntos y reformas inmediatas."
Un ejemplo clave de "anarquismo de masas" es el sindicalismo, que es una variante del anarquismo, y una aproximación clave "anarquista de masas". Sin embargo, no todos los anarquistas de masas son sindicalistas, ni tampoco todos los anarquistas son anarquistas de masas.
Se sigue comentando que "la aproximación insurreccionalista, en contraste, clama que las reformas son ilusorias, que los movimientos como los sindicatos son baluartes a voluntad o involuntarios del orden existente, y que las organizaciones formales son autoritarias." En consecuencia, el anarquismo insurreccionalista comúnmente enfatiza la acción violenta — 'la propaganda por el hecho' — como el "medio más importante de evocar un incremento revolucionario espontáneo" de parte de las clases populares.
Es el primero de dos volúmenes en la serie Counter Power [Contra Poder] de los autores. Black Flame es una obra temática, sobre la historia y teoría del anarquismo y sindicalismo global. La secuela por venir, Global Fire, ofrecerá una historia narrativa global del movimiento.
Alcance global
En términos de alcance, Black Flame asume una aproximación excepcionalmente global que, mientras también analiza la Europa occidental y Norteamérica, toma la historia del anarquismo y el sindicalismo en Latinoamérica, África, y Asia con seriedad.
Estas regiones son entretejidas en un solo relato global, que repasa temas centrales, desarrollos y debates en la tradición anarquista y sindicalista. Van der Walt y Michael Schmidt critican las obras “estándar” sobre la historia y teoría general del anarquismo y el sindicalismo por centrarse en la región Nor-atlántica, y por insistir en el indefendible “excepcionalismo español,” la noción de que solo en España el anarquismo y el sindicalismo fueron movimientos de masas.
Una visión global demuestra que España fue por ningún motivo única. De acuerdo a Lucien van der Walt, "una vez que miras globalmente, encuentras movimientos de masas de influencia comparable, a veces mayor, en países que van desde Argentina, a China, a Cuba, a México, a Perú, a Ucrania y así. Lo que se pierde un poco en los estudios que se enfocan en la Europa occidental es que la mayor parte de la historia anarquista y sindicalista tomó lugar en otras partes. En otras palabras, no puedes comprender el anarquismo a menos que comprendas que mucha de su historia fue en el oriente y en el sur, no solamente en el norte y en occidente."
Por lo tanto, aparte de movimientos como la Confederación Nacional del Trabajo en España, el libro examina movimientos como la Industrial Workers of the World, la Federación Obrera Regional Argentina, la Federación Anarquista Uruguaya, la región autónoma Shinmin fundad por anarquistas coreanos, y el Territorio Libre ucraniano del Makhnovismo. Se presta también atención a figuras y movimientos parcialmente influenciados por el anarquismo, como Augusto César Sandino, y la Industrial and Commercial Workers' Union, en África del sur.
Black Flame examina además ideas y debates anarquistas y sindicalistas globales: por ejemplo, el relato de debates anarquistas sobre si la Unión Soviética fue “capitalista de estado” incluye las visiones de anarquistas asiáticos, mientras que secciones sobre anarquismo, sindicalismo y raza incluyen coberturas de materiales y movimientos chinos, mexicanos, peruanos, y sudafricanos.
Black Flame y un canon global anarquista/ sindicalista
Black Flame argumenta que Euopeos orientales como Mijail Bakunin y Piotr Kropotkin son los dos pensadores anarquistas más importantes. Sin embargo, el libro insiste que globalmente “el movimiento tuvo un impresionante despliegue de escritores y pensadores, realmente cosmopolita.”
El canon anarquista y sindicalista debe ser comprendido como uno “global”, que debe “incluir figuras dentro y fuera de occidente,” idealmente incluyendo figuras como Li Pei Kan (Ba Jin) y Liu Shifu (“Shifu”) de China, James Connolly de Irlanda, Armando Borghi y Errico Malatesta de Italia, Nestor Makhno y Piotr Arshinov, de Ucrania, Juana Rouco Buela de Argentina, Lucía Sánchez Saornil y Jaime Balius de España, Ricardo Flores Magón, Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, Antonio Gomes y Soto y Práxedis Guerrero de México, Ferdinand Domela Nieuwenhuis de los Países Bajos, Ōsugi Sakae, Kōtoku Shūsui y Kanno Sugako de Japón, Lucy Parsons y Emma Goldman de los Estados Unidos, Enrique Roig de San Martín de Cuba, Shin Chaeho y Kim Jwa-jin de Corea, Rudolph Rocker de Alemania, Neno Vasco y Maria Lacerda de Moura de Brazil, Abraham Guillén de España y Uruguay, y S.P. Bunting y T.W. Thibedi de Sudáfrica.
Otras "tesis centrales"
Entre las "tesis centrales" de Black Flame se incluyen proposiciones de "que el movimiento anarquista global emergió en la Primera Internacional, que el sindicalismo es una parte integral de la amplia tradición anarquista, que esta tradición se centra en el racionalismo, el socialismo, y el anti-autoritarismo, que los escritos de Mijail Bakunin y Piotr Kropotkin son representativos de sus ideas centrales, y que esta definición 'estrecha' es tanto empíricamente defendible como analíticamente útil."
De acuerdo al libro, las ideas centrales del anarquismo (incluyendo su variante sindicalista) abarcan la lucha de clases revolucionaria de la clase trabajadora y el campesinado, el internacionalismo, la oposición a toda forma de desigualdad social y económica, el anti-imperialismo, y un compromiso por crear un sistema global autogestionado de socialismo libertario, basado en la planificación participativa y la abolición de mercados y estados.
Principales temas, áreas y tópicos
Mientras la aproximación de Black Flame a definir el anarquismo ha atraído gran atención, en realidad esta es una parte menor del libro.
Entre otras áreas cubiertas se incluyen:
- teoría económica anarquista, comparada con la economía marxista y el liberalismo económico;
- la composición de clase de los movimientos anarquistas y sindicalistas;
- anarquismo campesino: causas, patrones y resultados;
- el caso contra el "excepcionalismo español";
- debates sobre el organizacionismo dual;
- anarquismo, sindicalismo y la promoción de "contrapoder" y "contracultura" revolucionaria;
- debates sobre los sindicatos en el anarquismo;
- anarquistas y sindicalistas en luchas anti-imperialistas y anti-coloniales; y
- anarquismo, sindicalismo y libertad de las mujeres
El libro se embarca en el pensamiento académico contemporáneo sobre asuntos de raza y género, pero lo hace mediante una examinación detallada de "las ricas venas del pensamiento anarquista y sindicalista sobre la cuestión nacional, sobre las luchas de las mujeres, sobre la estrategia sindical."
El propósito no es "'actualizar' el anarquismo mezclándole con aproximaciones académicas presentes," sino examinar "lo que el movimiento real anarquista y sindicalista pensó en verdad" e "hizo en verdad." Solo desde la base de una comprensión sólida de la historia y la teoría del movimiento, como "una tradición intelectual con gran profundidad de entendimiento en asuntos de inequidad social y económica, así también como una estrategia en torno a estos asuntos," que se hace posible y útil involucrarse en el trabajo académico presente.
Definiendo el anarquismo
Un aspecto notable de Black Flame es su argumento de que “el anarquismo de 'lucha de clases', a veces denominado anarquismo comunista o revolucionario, no es un tipo de anarquismo … es el único anarquismo,” de modo que no incluye ideas a veces denominadas anarquistas individualistas, identificadas con figuras como William Godwin y Max Stirner. Respecto a las así llamadas “tradiciones filosóficas, individualistas, espirituales y de ‘estilo de vida’,” los autores dicen “no consideramos estas corrientes como parte de la amplia tradición anarquista.”
Black Flame insiste que mientras el anarquismo tiene una deuda inmensa con la temprana corriente de los mutualistas y con Pierre-Joseph Proudhon, no puede ser reducido a, ni fundido con, el Mutualismo. Por ejemplo, destaca la lucha de clases y la revolución social, al contrario del Mutualismo, que concibió el cambio gradual a través de la construcción de cooperativas.
El libro argumenta que no hay bases racionales o históricas para incluir corrientes como el Stirnerismo y el Mutualismo en la tradición anarquista.
Algunos estudios hacen esto, definiendo el anarquismo básicamente como un movimiento anti-estatal. Sin embargo, los autores argumentan, que si esto fuese cierto, entonces el marxismo-leninismo y el liberalismo económico debiesen también ser considerados "anarquistas," pues el uno apunta a "que el estado se marchite" y el otro, a una reducción enorme del control estatal. Estas corrientes no pueden ser lógicamente excluidas del anarquismo, si el anarquismo es definido como un anti-estatismo, pero sería también un sinsentido incluirlas dentro del anarquismo.
En vez, el anarquismo (incluyendo el sindicalismo) emerge como movimiento en la Asociación Internacional de Trabajadores, o "Primera Internacional," fundada en 1864: la nueva corriente anarquista emergió simultáneamente en Europa y América Latina. Tras la división de la Internacional en 1872, la mayoría anarquista (a veces conocida como la Internacional Anarquista de St. Imier) atrajo afiliados de Asia central y el Norte de África. Esto es ignorado por los fallidos estudiosos del siglo veinte, que redujeron al anarquismo al anti-estatismo, fundiendo así el movimiento con corrientes libertarias anteriores (así como también con corrientes paralelas). Por ende, el anarquismo es considerado aquí como una tradición ideológica y política distintiva, continua y novedosa, no como una galería de momentos y pensadores superficialmente similares.
El anarquismo nace como una corriente radical anti-capitalista en la clase obrera y los ambientes campesinos. Dado que este ambiente fue producto del capitalismo moderno y del estado moderno en los 1800, las primeras formaciones anarquistas emergieron en las décadas de 1860 y 1870 en zonas que por entonces estaban siendo remodeladas por estas fuerzas: partes de Europa oriental como también occidental, El Norte de África como también en Norteamérica, y Latinoamérica y el Caribe. A medida que la modernidad capitalista se expandió al sur de África desde la década de 1880 y al este de Asia desde la de 1890, el anarquismo se extendió a aquellas regiones también.
Además, ya que el sindicalismo es una variante del anarquismo, argumenta Black Flame, los sindicalistas que rechazaron la etiqueta anarquista, como James Connolly y Bill Haywood son no obstante aun parte de la tradición anarquista.
No es la identidad, señala Black Flame, (como el llamarse a sí mismo 'anarquista') lo que le hace a uno "anarquista": el término "anarquista," después de todo, ha sido usado por la derecha radical, por neoliberales de libre mercado, y por estrellas del rock. Es el contenido ideológico lo que importa, y este contenido va hacia el pasado hasta la bandera Bakuninista de la "Primera Internacional." Así, figuras como el sindicalista Bill Haywood, quien a menudo usó el término "anarquismo" en modo negativo, forma parte de la tradición mayor anarquista — mientras figuras sin conexión real con aquella tradición, como Stirner, no.
Anarquismo de masas (incluyendo el sindicalismo) versus anarquismo insurreccionalista
Van der Walt y Schmidt argumentan, en vez, que la división principal en el movimiento anarquista ha sido entre dos aproximaciones estratégicas, "anarquismo de masas e insurreccionalista." El libro es más cercano a la perspectiva anarquista de masas, aunque ofrece cobertura considerable del insurreccionalismo.
Para los autores, el anarquismo de masas "remarca que solo los movimientos de masas pueden crear cambio revolucionario en la sociedad," y "que tales movimientos se construyen típicamente a través de luchas en torno a asuntos y reformas inmediatas."
Un ejemplo clave de "anarquismo de masas" es el sindicalismo, que es una variante del anarquismo, y una aproximación clave "anarquista de masas". Sin embargo, no todos los anarquistas de masas son sindicalistas, ni tampoco todos los anarquistas son anarquistas de masas.
Se sigue comentando que "la aproximación insurreccionalista, en contraste, clama que las reformas son ilusorias, que los movimientos como los sindicatos son baluartes a voluntad o involuntarios del orden existente, y que las organizaciones formales son autoritarias." En consecuencia, el anarquismo insurreccionalista comúnmente enfatiza la acción violenta — 'la propaganda por el hecho' — como el "medio más importante de evocar un incremento revolucionario espontáneo" de parte de las clases populares.