Traducción al castellano: @rebeldealegre
«Anarquismo», escrito para The Encyclopedia of Philosophy por George Woodcock.
ANARQUISMO, una filosofía social que rechaza el gobierno autoritario y mantiene que las instituciones voluntarias son más adecuadas para expresar las tendencias sociales naturales de los seres humanos. Históricamente, la palabra “anarquista,” que deriva del griego an archos, y significa, “sin gobierno,” parece haber sido utilizada primero peyorativamente para indicar a alguien que niega toda ley y desea promover el caos. Fue utilizada en este sentido contra los Levelers durante la Guerra Civil Inglesa, y durante la Revolución Francesa por la mayoría de los partidos al criticar a aquellos que se posicionaban a su izquierda en el espectro político. El primer uso de la palabra como descripción aprobatoria de una filosofía positiva parece haber sido de Pierre Joseph Proudhon cuando, en su Qu'est-ce-que la propriete? (¿Qué es la Propiedad?, París, 1840), se describe a sí mismo como anarquista porque creía que la organización política basada en la autoridad debía ser reemplazada por la organización social y económica basada en el acuerdo contractual voluntario.
Sin embargo, los dos usos de la palabra han sobrevivido juntos y han causado confusión al discutir el anarquismo, que para algunos ha parecido una doctrina de la destrucción y para otros una doctrina benevolente basada en una fe en la bondad innata del ser humano. Ha habido mayor confusión por la asociación del anarquismo con el nihilismo y el terrorismo. De hecho, el anarquismo, que se basa en la fe en la ley y la justicia naturales, se halla en el polo opuesto al nihilismo, que niega toda ley moral. Similarmente, no hay conexión necesaria alguna entre el anarquismo, que es una filosofía social, y el terrorismo, que es un medio político utilizado ocasionalmente por individuos anarquistas pero también por activistas pertenecientes a una amplia gama de movimientos que nada tienen en común con el anarquismo.
El anarquismo apunta a la máxima libertad posible compatible con la vida social, en la creencia de que la cooperación voluntaria por parte de individuos responsables no es solamente más justa y equitativa sino también, a largo plazo, más armoniosa y ordenada en sus efectos que el gobierno autoritario. La filosofía anarquista ha asumido muchas formas, ninguna de las cuales puede ser definida como una ortodoxia, y sus exponentes han cultivado deliberadamente la idea de que es una doctrina abierta y mutable. Sin embargo, todas sus variantes combinan una crítica a las sociedades gubernamentales existentes, una visión de un a sociedad libertaria futura que las pueda reemplazar, y un modo proyectado de alcanzar esta sociedad por medios externos a la práctica política normal. El anarquismo en general rechaza al Estado. Niega el valor de los procedimientos democráticos porque están basados en la regla de la mayoría y en la delegación de la responsabilidad que el individuo debe conservar. Critica a las filosofías utópicas porque éstas apuntan a una sociedad “ideal” estática. Se inclina hacia el internacionalismo y el federalismo, y, mientras las visiones de los anarquistas sobre los asuntos de la organización económica varían en gran medida, se puede decir que todas rechazan lo que William Godwin denominó la propiedad acumulada.
Se han hecho intentos de parte de apologistas anarquistas de rastrear los orígenes de su punto de vista en sociedades primitivas no-gubernamentales. Ha habido además una tendencia a detectar pioneros anarquistas entre una amplia variedad de maestros y escritores que, por diversas razones religiosas o filosóficas, han criticado a la institución del gobierno, han rechazado la actividad política, o han puesto gran valor en la libertad individual. De este modo, se han encontrado ancestros tan variados como Lao-Tse, Zenón, Espartaco, Etienne de La Boetie, Thomas Münzer, Rabelais, Fenelon, Diderot, y Swift; se ha detectado también tendencias anarquistas en muchos grupos religiosos que apuntaban a un orden comunalista, tomo los esenios, los primeros apóstoles cristianos, los anabaptistas, y los dujobory. Sin embargo, mientras es cierto que algunas de las ideas centrales libertarias se encuentran en diversos grados entre dichas personas y movimientos, las primeras formas de anarquismo como filosofía social desarrollada aparecieron a comienzos de la era moderna, cuando el orden medieval se había desintegrado, la Reforma había alcanzado su fase radical y sectaria, y las formas rudimentarias de organización moderna política y económica habían comenzado a aparecer. En otras palabras, la aparición del Estado moderno y del capitalismo se da en paralelo con la aparición de la filosofía que, en varias formas, se ha opuesto a ellos más fundamentalmente.
Winstanley. Aunque Proudhon fue el primer escritor en denominarse a sí mismo anarquista, al menos dos predecesores delinearon sistemas que contienen todos los elementos básicos del anarquismo. El primero fue Gerrard Winstanley (1609-c. 1660), un vendedor de telas que condujo al pequeño movimiento de los Diggers durante la Commonwealth. Winstanley y sus seguidores protestaron en nombre de un cristianismo radical contra el pesar económico que siguió a la Guerra Civil y contra la desigualdad que los nobles del Nuevo Ejército Modelo parecían decididos a preservar. En 1649-1650 los Diggers ocuparon trechos de tierra común en el sur de Inglaterra e intentaron establecer comunidades basadas en el trabajo de la tierra y el reparto de bienes. Las comunidades fracasaron, pero sobrevivió una serie de panfletos de Winstanley, de los cuales The New Law of Righteousness (La Nueva Ley de la Justicia, 1649) fue el más importante. Llamando a una cristiandad racional, Winstanley equiparó a Cristo con “la libertad universal” y declaró la naturaleza corruptora universal de la autoridad. Vio “un privilegio equitativo y compartido en la bendición de la libertad” y detectó un íntimo lazo entre la institución de la propiedad y la carencia de libertad. En la sociedad que bosquejó, el trabajo se haría en común y los productos se compartirían equitativamente mediante un sistema de bodegas abiertas, sin comercio.
Winstanley. Aunque Proudhon fue el primer escritor en denominarse a sí mismo anarquista, al menos dos predecesores delinearon sistemas que contienen todos los elementos básicos del anarquismo. El primero fue Gerrard Winstanley (1609-c. 1660), un vendedor de telas que condujo al pequeño movimiento de los Diggers durante la Commonwealth. Winstanley y sus seguidores protestaron en nombre de un cristianismo radical contra el pesar económico que siguió a la Guerra Civil y contra la desigualdad que los nobles del Nuevo Ejército Modelo parecían decididos a preservar. En 1649-1650 los Diggers ocuparon trechos de tierra común en el sur de Inglaterra e intentaron establecer comunidades basadas en el trabajo de la tierra y el reparto de bienes. Las comunidades fracasaron, pero sobrevivió una serie de panfletos de Winstanley, de los cuales The New Law of Righteousness (La Nueva Ley de la Justicia, 1649) fue el más importante. Llamando a una cristiandad racional, Winstanley equiparó a Cristo con “la libertad universal” y declaró la naturaleza corruptora universal de la autoridad. Vio “un privilegio equitativo y compartido en la bendición de la libertad” y detectó un íntimo lazo entre la institución de la propiedad y la carencia de libertad. En la sociedad que bosquejó, el trabajo se haría en común y los productos se compartirían equitativamente mediante un sistema de bodegas abiertas, sin comercio.
Como posteriores filósofos libertarios, Winstanley veía el crimen como un producto de la desigualdad económica y mantuvo que las personas no debían depositar su confianza en gobernantes. En vez, debían actuar por sí mismas para poner fin a la injusticia social, de modo que la tierra se convirtiese en un “tesoro común” donde las personas libres puedan vivir en plenitud. Winstanley murió en el anonimato y, fuera del pequeño y efímero grupo de Diggers, parece no haber ejercido influencia alguna, excepto posiblemente sobre los primeros Cuáqueros.
Godwin. Un bosquejo más elaborado del anarquismo, aunque aún sin el nombres, fue provisto por William Godwin en su Enquiry Concerning Political Justice (1793) [Investigación sobre la justicia política]. Godwin difería de la mayor parte de los anarquistas posteriores al preferir antes que la acción revolucionaria el proceso gradual y, a su parecer, más natural, de discusión entre las personas de buena voluntad, mediante lo cual esperaba que la verdad triunfaría eventualmente por su propio poder. Godwin, que fue influenciado por la tradición inglesa de los Dissenters (lit., “disintientes”) y la filosofía francesa de la Ilustración, puso en marcha en forma desarrollada las críticas básicas anarquistas al Estado, a la propiedad acumulada, y a la delegación de la autoridad mediante el procedimiento democrático. Creía en una “moral fija e inmutable,” manifestándose en la “benevolencia universal”; el hombre, pensaba, no tenía derecho “a actuar nada sino la virtud y a pronunciar nada sino la verdad,” y su deber, por lo tanto, era actuar hacia sus semejantes en acuerdo con la justicia natural. La justicia misma se basaba en verdades inmutables; las leyes humanas eran falibles, y las personas debían usar su comprensión para determinar qué es justo y debían actuar de acuerdo a su propia razón en vez de en obediencia a la autoridad de “instituciones positivas,” que siempre forma barreras al progreso ilustrado. Godwin rechazaba toda institución establecida y toda relación social que sugiriese desigualdad o el poder de uno sobre otro, incluyendo el matrimonio e incluso el rol de un conductor de orquesta. Para el presente puso su fe en pequeños grupos de personas que buscasen la verdad y la justicia; para el futuro, en una sociedad de individuos libres organizados localmente en distritos y ligados holgadamente en una sociedad sin fronteras y con el mínimo de organización. Toda persona debe tomar parte en la producción de necesidades y debe compartir el producto con todo aquel que lo requiera, sobre la base de la distribución libre. Godwin desconfiaba en el exceso de cooperación política o económica; por otra parte, anhelaba un intercambio más libre de los individuos mediante la ruptura progresiva de las barreras sociales y económicas. Aquí, concebido en la forma primitiva de una sociedad de agricultores y artesanos libres, estaba el primer bosquejo de un mundo anarquista. La integridad lógica del Political Justice, y su asombrosa anticipación a argumentos libertarios posteriores, lo convierten, como dijo Sir Alexander Gray, en "la suma y sustancia del anarquismo."
ANARQUISMO EUROPEO DECIMONÓNICO
Sin embargo, a pesar de las similitudes con filosofías libertarias posteriores, los sistemas de Winstanley y Godwin no tuvieron influencia perceptible en el anarquismo europeo decimonónico, que fue un desarrollo independiente y que derivó principalmente de la peculiar fusión del primer pensamiento socialista francés y el neo-hegelianismo alemán en la mente de Pierre Joseph Proudhon, el tipógrafo de Besanzón que ha sido denominado padre del anarquismo. Esta tradición centrada en gran medida en un movimiento revolucionario social en desarrollo ha alcanzado dimensiones masivas en Francia, Italia, y España (donde el anarquismo permaneció fuerte hasta el triunfo de Franco en 1939), y en menor grado en la Suiza francófona, Ucrania y Latinoamérica. Aparte de Proudhon, sus principales defensores fueron Mijaíl Bakunin, el príncipe Piotr Kropotkin, Errico Malatesta, Sébastien Faure, Gustav Landauer, Élisée Reclus, y Rudolf Rocker, con Max Stirner y Lev Tolstói en los márgenes individualista y pacifista respectivamente. Además, surgió entre los anarquistas del siglo diecinueve una mística de que la acción e incluso la teoría debían emerger del pueblo. Las actitudes libertarias, particularmente en conexión con el anarcosindicalismo de Francia y España, fueron influenciadas por la racionalización e incluso la romanticización de la experiencia de la lucha social; los escritos de Fernand Pelloutier y Georges Sorel en particular emanan de este aspecto del movimiento anarquista. El anarquismo decimonónico asumió un número de formas, y los puntos de variación entre ellas yacen en tres áreas principales: el uso de la violencia, el grado de cooperación compatible con la libertad individual, y la forma de organización económica apropiada para una sociedad libertaria.
Anarquismo individualista. El anarquismo individualista descansa en el extremo y a veces dudoso margen de las filosofías libertarias puesto que, en la búsqueda por asegurar la independencia absoluta de la persona, con frecuencia parece negar la base social del auténtico anarquismo. Este es particularmente el caso en Max Stirner, quien específicamente rechazó la sociedad como también el Estado y redujo la organización a una unión de egoístas basada en el respeto mutuo de individuos “únicos”, cada cual erguido sobre sus “fuerzas.” El anarquismo francés durante la década de 1890 estuvo particularmente inclinado al individualismo, que se expresaba en parte en una desconfianza por la organización y en parte en las acciones de terroristas como “Ravachol” y Émile Henry, quienes por sí solos o o en grupos pequeños llevaban a cabo asesinatos de personas sobre las cuales se habían apuntado como jueces y ejecutores.
Godwin. Un bosquejo más elaborado del anarquismo, aunque aún sin el nombres, fue provisto por William Godwin en su Enquiry Concerning Political Justice (1793) [Investigación sobre la justicia política]. Godwin difería de la mayor parte de los anarquistas posteriores al preferir antes que la acción revolucionaria el proceso gradual y, a su parecer, más natural, de discusión entre las personas de buena voluntad, mediante lo cual esperaba que la verdad triunfaría eventualmente por su propio poder. Godwin, que fue influenciado por la tradición inglesa de los Dissenters (lit., “disintientes”) y la filosofía francesa de la Ilustración, puso en marcha en forma desarrollada las críticas básicas anarquistas al Estado, a la propiedad acumulada, y a la delegación de la autoridad mediante el procedimiento democrático. Creía en una “moral fija e inmutable,” manifestándose en la “benevolencia universal”; el hombre, pensaba, no tenía derecho “a actuar nada sino la virtud y a pronunciar nada sino la verdad,” y su deber, por lo tanto, era actuar hacia sus semejantes en acuerdo con la justicia natural. La justicia misma se basaba en verdades inmutables; las leyes humanas eran falibles, y las personas debían usar su comprensión para determinar qué es justo y debían actuar de acuerdo a su propia razón en vez de en obediencia a la autoridad de “instituciones positivas,” que siempre forma barreras al progreso ilustrado. Godwin rechazaba toda institución establecida y toda relación social que sugiriese desigualdad o el poder de uno sobre otro, incluyendo el matrimonio e incluso el rol de un conductor de orquesta. Para el presente puso su fe en pequeños grupos de personas que buscasen la verdad y la justicia; para el futuro, en una sociedad de individuos libres organizados localmente en distritos y ligados holgadamente en una sociedad sin fronteras y con el mínimo de organización. Toda persona debe tomar parte en la producción de necesidades y debe compartir el producto con todo aquel que lo requiera, sobre la base de la distribución libre. Godwin desconfiaba en el exceso de cooperación política o económica; por otra parte, anhelaba un intercambio más libre de los individuos mediante la ruptura progresiva de las barreras sociales y económicas. Aquí, concebido en la forma primitiva de una sociedad de agricultores y artesanos libres, estaba el primer bosquejo de un mundo anarquista. La integridad lógica del Political Justice, y su asombrosa anticipación a argumentos libertarios posteriores, lo convierten, como dijo Sir Alexander Gray, en "la suma y sustancia del anarquismo."
ANARQUISMO EUROPEO DECIMONÓNICO
Sin embargo, a pesar de las similitudes con filosofías libertarias posteriores, los sistemas de Winstanley y Godwin no tuvieron influencia perceptible en el anarquismo europeo decimonónico, que fue un desarrollo independiente y que derivó principalmente de la peculiar fusión del primer pensamiento socialista francés y el neo-hegelianismo alemán en la mente de Pierre Joseph Proudhon, el tipógrafo de Besanzón que ha sido denominado padre del anarquismo. Esta tradición centrada en gran medida en un movimiento revolucionario social en desarrollo ha alcanzado dimensiones masivas en Francia, Italia, y España (donde el anarquismo permaneció fuerte hasta el triunfo de Franco en 1939), y en menor grado en la Suiza francófona, Ucrania y Latinoamérica. Aparte de Proudhon, sus principales defensores fueron Mijaíl Bakunin, el príncipe Piotr Kropotkin, Errico Malatesta, Sébastien Faure, Gustav Landauer, Élisée Reclus, y Rudolf Rocker, con Max Stirner y Lev Tolstói en los márgenes individualista y pacifista respectivamente. Además, surgió entre los anarquistas del siglo diecinueve una mística de que la acción e incluso la teoría debían emerger del pueblo. Las actitudes libertarias, particularmente en conexión con el anarcosindicalismo de Francia y España, fueron influenciadas por la racionalización e incluso la romanticización de la experiencia de la lucha social; los escritos de Fernand Pelloutier y Georges Sorel en particular emanan de este aspecto del movimiento anarquista. El anarquismo decimonónico asumió un número de formas, y los puntos de variación entre ellas yacen en tres áreas principales: el uso de la violencia, el grado de cooperación compatible con la libertad individual, y la forma de organización económica apropiada para una sociedad libertaria.
Anarquismo individualista. El anarquismo individualista descansa en el extremo y a veces dudoso margen de las filosofías libertarias puesto que, en la búsqueda por asegurar la independencia absoluta de la persona, con frecuencia parece negar la base social del auténtico anarquismo. Este es particularmente el caso en Max Stirner, quien específicamente rechazó la sociedad como también el Estado y redujo la organización a una unión de egoístas basada en el respeto mutuo de individuos “únicos”, cada cual erguido sobre sus “fuerzas.” El anarquismo francés durante la década de 1890 estuvo particularmente inclinado al individualismo, que se expresaba en parte en una desconfianza por la organización y en parte en las acciones de terroristas como “Ravachol” y Émile Henry, quienes por sí solos o o en grupos pequeños llevaban a cabo asesinatos de personas sobre las cuales se habían apuntado como jueces y ejecutores.
Una forma más suave de anarquismo individualista fue defendida por el escritor libertario americano [sic] Benjamin Tucker (1854-1939), quien rechazaba la violencia en favor de rehusarse a obedecer y quien, como todos los individualistas, se oponía a toda forma de comunismo económico. Lo que decía era que la propiedad debía ser distribuida y equiparada de modo que toda persona tuviese el control sobre el producto de su labor.
Mutualismo. El mutualismo, desarrollado por Proudhon, difería del anarquismo individualista en su insistencia en el elemento social en la conducta humana. Rechazaba tanto la acción política como la violencia revolucionaria — algunos de los discípulos de Proudhon incluso objetaban las huelgas como forma de coerción — en favor de la reforma de la sociedad mediante el esparcimiento de asociaciones pacíficas de trabajadores, dedicadas particularmente al crédito mutuo entre productores. Un plan mutualista recurrente, nunca consumado, fue el del banco del pueblo, que arreglaría el intercambio de bienes sobre la base de notas de trabajo. Los mutualistas reconocían que los sindicatos de trabajadores podían ser necesarios para el funcionamiento de la industria y las utilidades públicas, pero rechazaron la colectivización a gran escala como un peligro para la libertad y basaron su aproximación económica tan distante como fuese posible sobre la posesión individual de los medios de producción por parte de campesinos y pequeños artesanos unidos en un marco de arreglos de intercambio y crédito. Los mutualistas pusieron gran énfasis en la organización federalista desde la comuna local hacia arriba como sustituto del Estado nacional. El mutualismo tuvo muchos seguidores entre los artesanos franceses durante la década de 1860. Sus exponentes fueron fervientemente internacionalistas y jugaron un gran rol en la formación de la Asociación Internacional de Trabajadores en 1864; su influencia disminuyó, no obstante, con el ascenso del colectivismo como filosofía libertaria alternativa.
Colectivismo. El colectivismo es la forma de anarquismo asociado con Mijaíl Bakunin. La filosofía colectivista fue desarrollada por Bakunin desde 1864 en adelante, cuando estaba formando las primeras organizaciones internacionales de anarquistas, la Hermandad Internacional y la Alianza Internacional de la Democracia Socialista. Fue el anarquismo colectivista el que conformó la principal oposición al marxismo en la Asociación Internacional de Trabajadores y comenzó así la histórica rivalidad entre las visiones libertaria y autoritaria del socialismo. Bakunin y los demás colectivistas concordaban con los mutualistas en su rechazo al Estado y a los métodos políticos, en su insistencia en el federalismo, y en su visión de que el trabajador debía ser recompensado de acuerdo a su labor. Por otra parte, diferían en enfatizar la necesidad de medios revolucionarios para llevar a cabo el derrocamiento del Estado y el establecimiento de una sociedad libertaria. Más importante, defendían la propiedad pública y la explotación de la tierra y todos los servicios y medios de producción por parte de asociaciones de trabajadores. Mientras en el mutualismo el trabajador individual había sido la unidad básica, en el colectivismo era el grupo de trabajadores; Bakunin específicamente rechazó el individualismo de cualquier tipo y mantuvo que el anarquismo era una doctrina social y debe basarse en la aceptación de responsabilidades colectivas.
Comunismo anarquista. El colectivismo sobrevivió como filosofía anarquista dominante en España hasta la década de 1930; en todo otro lugar fue reemplazado durante la década de 1870 por el comunismo anarquista asociado particularmente con Piotr Kropotkin, aunque parece probable que Kropotkin fuese meramente el exponente más articulado de una tendencia que creció desde las discusiones entre intelectuales anarquistas en Génova durante los años inmediatamente posteriores a la Comuna de París de 1871. Mediante los esfuerzos literarios de Kropotkin el comunismo anarquista fue descifrado con mucho mayor elaboración que el mutualismo o el colectivismo; en libros como La Conquête du Pain (La Conquista del Pan, 1892) y Fields, Factories and Workshops (Campos, Fábricas y Talleres, 1899) Kropotkin elaboró el plan de una sociedad semiutópica descentralizada basada en una integración de la agricultura y la industria, de la vida de ciudad y la vida de campo, de la educación y la formación. Kropotkin vinculó además sus teorías con las teorías evolutivas corrientes en los campos de la antropología y la biología; el anarquismo, sugirió en Mutual Aid (El Apoyo Mutuo, 1902), era la etapa final en el desarrollo de la cooperación como factor en la evolución. El comunismo anarquista difería del colectivismo en sólo un punto fundamental — el modo en que el producto del trabajo debía repartirse. En lugar de la idea colectivista y mutualista de la remuneración de acuerdo a las horas de trabajo, los comunistas anarquistas proclamaron el lema “De cada cual de acuerdo a sus capacidades, a cada cual de acuerdo a sus necesidades” e imaginaron almacenes abiertos desde los que cualquier persona podía tener lo que quisiese. Razonaron, primero, que el trabajo era una necesidad natural que se podía esperar que las personas podían satisfacer sin la amenaza de la carencia y, segundo, que donde no hubiese restricción sobre los bienes disponibles, no habría tentación para nadie de tomar más de lo que pudiese usar. Los comunistas anarquistas pusieron gran énfasis en la organización comunal local e incluso en la auto-suficiencia económica local como garantía de independencia.
Anarcosindicalismo. El anarcosindicalismo comenzó a desarrollarse a fines de la década de 1880, cuando muchos anarquistas entraron a los sindicatos franceses, que estaban recién comenzando a reemerger tras el período de supresión que siguió a la Comuna de París. Más tarde, los militantes anarquistas pasaron a posiciones clave en la Confederation Generale du Travail [Confederación General del Trabajo], fundada en 1895, y desarrollaron las teorías del anarcosindicalismo. Traspasaron las bases del anarquismo a los sindicatos, a los que veían como organizaciones que unían a los productores en la lucha en común como también en el trabajo en común. La lucha en común debía tomar la forma de “acción directa,” principalmente en la industria, dado que ahí los trabajadores podían golpear con mayor agudeza a sus enemigos más cercanos, los capitalistas; la más alta forma de acción directa, la huelga general, podía terminar paralizando no solamente al capitalismo sino también al Estado.
Mutualismo. El mutualismo, desarrollado por Proudhon, difería del anarquismo individualista en su insistencia en el elemento social en la conducta humana. Rechazaba tanto la acción política como la violencia revolucionaria — algunos de los discípulos de Proudhon incluso objetaban las huelgas como forma de coerción — en favor de la reforma de la sociedad mediante el esparcimiento de asociaciones pacíficas de trabajadores, dedicadas particularmente al crédito mutuo entre productores. Un plan mutualista recurrente, nunca consumado, fue el del banco del pueblo, que arreglaría el intercambio de bienes sobre la base de notas de trabajo. Los mutualistas reconocían que los sindicatos de trabajadores podían ser necesarios para el funcionamiento de la industria y las utilidades públicas, pero rechazaron la colectivización a gran escala como un peligro para la libertad y basaron su aproximación económica tan distante como fuese posible sobre la posesión individual de los medios de producción por parte de campesinos y pequeños artesanos unidos en un marco de arreglos de intercambio y crédito. Los mutualistas pusieron gran énfasis en la organización federalista desde la comuna local hacia arriba como sustituto del Estado nacional. El mutualismo tuvo muchos seguidores entre los artesanos franceses durante la década de 1860. Sus exponentes fueron fervientemente internacionalistas y jugaron un gran rol en la formación de la Asociación Internacional de Trabajadores en 1864; su influencia disminuyó, no obstante, con el ascenso del colectivismo como filosofía libertaria alternativa.
Colectivismo. El colectivismo es la forma de anarquismo asociado con Mijaíl Bakunin. La filosofía colectivista fue desarrollada por Bakunin desde 1864 en adelante, cuando estaba formando las primeras organizaciones internacionales de anarquistas, la Hermandad Internacional y la Alianza Internacional de la Democracia Socialista. Fue el anarquismo colectivista el que conformó la principal oposición al marxismo en la Asociación Internacional de Trabajadores y comenzó así la histórica rivalidad entre las visiones libertaria y autoritaria del socialismo. Bakunin y los demás colectivistas concordaban con los mutualistas en su rechazo al Estado y a los métodos políticos, en su insistencia en el federalismo, y en su visión de que el trabajador debía ser recompensado de acuerdo a su labor. Por otra parte, diferían en enfatizar la necesidad de medios revolucionarios para llevar a cabo el derrocamiento del Estado y el establecimiento de una sociedad libertaria. Más importante, defendían la propiedad pública y la explotación de la tierra y todos los servicios y medios de producción por parte de asociaciones de trabajadores. Mientras en el mutualismo el trabajador individual había sido la unidad básica, en el colectivismo era el grupo de trabajadores; Bakunin específicamente rechazó el individualismo de cualquier tipo y mantuvo que el anarquismo era una doctrina social y debe basarse en la aceptación de responsabilidades colectivas.
Comunismo anarquista. El colectivismo sobrevivió como filosofía anarquista dominante en España hasta la década de 1930; en todo otro lugar fue reemplazado durante la década de 1870 por el comunismo anarquista asociado particularmente con Piotr Kropotkin, aunque parece probable que Kropotkin fuese meramente el exponente más articulado de una tendencia que creció desde las discusiones entre intelectuales anarquistas en Génova durante los años inmediatamente posteriores a la Comuna de París de 1871. Mediante los esfuerzos literarios de Kropotkin el comunismo anarquista fue descifrado con mucho mayor elaboración que el mutualismo o el colectivismo; en libros como La Conquête du Pain (La Conquista del Pan, 1892) y Fields, Factories and Workshops (Campos, Fábricas y Talleres, 1899) Kropotkin elaboró el plan de una sociedad semiutópica descentralizada basada en una integración de la agricultura y la industria, de la vida de ciudad y la vida de campo, de la educación y la formación. Kropotkin vinculó además sus teorías con las teorías evolutivas corrientes en los campos de la antropología y la biología; el anarquismo, sugirió en Mutual Aid (El Apoyo Mutuo, 1902), era la etapa final en el desarrollo de la cooperación como factor en la evolución. El comunismo anarquista difería del colectivismo en sólo un punto fundamental — el modo en que el producto del trabajo debía repartirse. En lugar de la idea colectivista y mutualista de la remuneración de acuerdo a las horas de trabajo, los comunistas anarquistas proclamaron el lema “De cada cual de acuerdo a sus capacidades, a cada cual de acuerdo a sus necesidades” e imaginaron almacenes abiertos desde los que cualquier persona podía tener lo que quisiese. Razonaron, primero, que el trabajo era una necesidad natural que se podía esperar que las personas podían satisfacer sin la amenaza de la carencia y, segundo, que donde no hubiese restricción sobre los bienes disponibles, no habría tentación para nadie de tomar más de lo que pudiese usar. Los comunistas anarquistas pusieron gran énfasis en la organización comunal local e incluso en la auto-suficiencia económica local como garantía de independencia.
Anarcosindicalismo. El anarcosindicalismo comenzó a desarrollarse a fines de la década de 1880, cuando muchos anarquistas entraron a los sindicatos franceses, que estaban recién comenzando a reemerger tras el período de supresión que siguió a la Comuna de París. Más tarde, los militantes anarquistas pasaron a posiciones clave en la Confederation Generale du Travail [Confederación General del Trabajo], fundada en 1895, y desarrollaron las teorías del anarcosindicalismo. Traspasaron las bases del anarquismo a los sindicatos, a los que veían como organizaciones que unían a los productores en la lucha en común como también en el trabajo en común. La lucha en común debía tomar la forma de “acción directa,” principalmente en la industria, dado que ahí los trabajadores podían golpear con mayor agudeza a sus enemigos más cercanos, los capitalistas; la más alta forma de acción directa, la huelga general, podía terminar paralizando no solamente al capitalismo sino también al Estado.
Cuando el Estado se paralizase, los sindicatos, que habían sido los órganos de la revuelta, podían ser transformados en las unidades básicas de la sociedad libre; los trabajadores tomarían las fábricas donde habían sido empleados y se federarían por industrias. El anarcosindicalismo creó una mística de las masas trabajadoras que iba contra las tendencias individualistas; y el énfasis en los productores, como distintos de los consumidores, perturbó a los comunistas anarquistas, quienes se horrorizaban ante la visión de masivos sindicatos osificándose en instituciones monolíticas. Sin embargo, en Francia, Italia, y España fue la variante sindicalista la que llevó al anarquismo su primera y única audiencia masiva. Entre quienes elaboraron la filosofía del anarcosindicalismo se incluyen militantes como Fernand Pelloutier, Georges Yvetot, y Émile Pouget, quienes crearon entre ellos un movimiento que surge del genio de los trabajadores. Hubo además intelectuales fuera del movimiento que sacaron conclusiones teóricas de la práctica anarcosindicalista; el más importante fue Georges Sorel, autor de Reflexions sur la violence (Reflexiones sobre la violencia, 1908), que veía la huelga general como un “mito social” salvador que mantendría a la sociedad en un estado de lucha y, por ende, de salud.
Anarquismo pacifista. El anarquismo pacifista ha asumido dos formas. Aquella de Lev Tolstói intenta dar forma racional y concreta a la ética cristiana. Tolstói rechazó toda violencia; defendió una revolución moral, su gran táctica la negación a obedecer. Había mucho, sin embargo, en las críticas de Tosltói a la sociedad contemporánea y sus sugerencias para la futura que iban paralelas a otras formas de anarquismo. Denunció al Estado, la ley, y la propiedad; previó la producción cooperativa y la distribución de acuerdo a la necesidad.
Más tarde apareció en el movimiento anarquista una tendencia pacifista en la Europa occidental; su exponente principal fue el ex-socialista neerlandés Domela Nieuwenhuis. Difería del Tolstoianismo estricto al aceptar formas sindicalistas de lucha que se frenasen de la violencia, particularmente la huelga general milenarista por la abolición de la guerra.
A pesar de sus diferencias, a todas estas formas de anarquismo las unía no solamente su rechazo al Estado, la política, y la propiedad acumulada, sino también ciertas actitudes más escurridizas. En su evitación de la organización y prácticas políticas partidistas, el anarquismo conservaba más el elemento moral que otros movimientos de protesta. Este aspecto se demostró en particular agudeza en el deseo de sus exponentes por la simplificación de la vida, no solamente en el sentido de remover las complicaciones de la autoridad, sino también en rehuir los peligros de la riqueza y establecer una suficiencia frugal como base para la vida. El progreso, en el sentido de llevar a todos un suministro constantemente creciente de bienes materiales, nunca atrajo a los anarquistas; por cierto, es dudable si su filosofía es del todo progresista en el sentido ordinario. Rechazan el presente, pero lo rechazan en nombre de un futuro de libertad austera que resucitará las virtudes perdidas de un pasado más natural, un futuro en el que la lucha no terminará, sino sólo se transformará dentro del equilibrio dinámico de una sociedad que rechaza la utopía y no conoce ni absolutos ni perfecciones.
A pesar de sus diferencias, a todas estas formas de anarquismo las unía no solamente su rechazo al Estado, la política, y la propiedad acumulada, sino también ciertas actitudes más escurridizas. En su evitación de la organización y prácticas políticas partidistas, el anarquismo conservaba más el elemento moral que otros movimientos de protesta. Este aspecto se demostró en particular agudeza en el deseo de sus exponentes por la simplificación de la vida, no solamente en el sentido de remover las complicaciones de la autoridad, sino también en rehuir los peligros de la riqueza y establecer una suficiencia frugal como base para la vida. El progreso, en el sentido de llevar a todos un suministro constantemente creciente de bienes materiales, nunca atrajo a los anarquistas; por cierto, es dudable si su filosofía es del todo progresista en el sentido ordinario. Rechazan el presente, pero lo rechazan en nombre de un futuro de libertad austera que resucitará las virtudes perdidas de un pasado más natural, un futuro en el que la lucha no terminará, sino sólo se transformará dentro del equilibrio dinámico de una sociedad que rechaza la utopía y no conoce ni absolutos ni perfecciones.
La principal diferencia entre los anarquistas y los socialistas, incluyendo a los marxistas, yace en el hecho de que mientras los socialistas mantienen que el Estado debe ser apropiado como primer paso hacia su disolución, los anarquistas argumentan que, dado que el poder corrompe, toda toma de la estructura existente de autoridad puede solamente conducir a su perpetuación. Sin embargo, los anarcosindicalistas consideran a sus sindicatos como el esqueleto de una nueva sociedad creciendo dentro de la antigua.
El problema de reconciliar la armonía social con la libertad individual completa es recurrente en el pensamiento anarquista. Se ha argumentado que una sociedad autoritaria produce reacciones antisociales, que se desvanecerían en la libertad. Se ha sugerido también, por Godwin y Kropotkin particularmente, que la opinión pública bastará para disuadir a quienes abusen de su libertad. Sin embargo, George Orwell ha señalado que la dependencia en la opinión pública como fuerza que reemplace a la coerción manifiesta podría conducir a la tiranía moral que, no teniendo fronteras codificadas, podría al final probar ser más opresora que cualquier sistema de leyes.
Bibliografía
George Woodcock, Anarchism: A History of Libertarian Ideas and Movements (Cleveland, 1962) es una historia completa. El estudio más reciente es de James Joll, The Anarchists (Londres, 1964).
Obras anteriores y menos completas: Paul Elzbacher, Anarchism (New York, 1908); E. V. Zenker, Anarchism (London, 1898); y Rudolf Rocker, Anarcho-Syndicalism (London, 1938).
Mucho material valioso está contenido en los tres volúmenes de Max Nettlau, Der Anarchismus von Proudhon zu Kropotkin (Berlin, 1927); Anarchisten und Social-Revolutionare (Berlin, 1931); y Der Vorfrühling der Anarchie (Berlin, 1925).
Alexander Gray, The Socialist Tradition (London, 1946) contiene provocativos estudios críticos sobre Godwin, Proudhon, y Bakunin; Bertrand Russell, Proposed Roads to Freedom (New York, 1919) tienen un capítulo (2) titulado "Bakunin and Anarchism."
— George Woodcock
George Woodcock, Anarchism: A History of Libertarian Ideas and Movements (Cleveland, 1962) es una historia completa. El estudio más reciente es de James Joll, The Anarchists (Londres, 1964).
Obras anteriores y menos completas: Paul Elzbacher, Anarchism (New York, 1908); E. V. Zenker, Anarchism (London, 1898); y Rudolf Rocker, Anarcho-Syndicalism (London, 1938).
Mucho material valioso está contenido en los tres volúmenes de Max Nettlau, Der Anarchismus von Proudhon zu Kropotkin (Berlin, 1927); Anarchisten und Social-Revolutionare (Berlin, 1931); y Der Vorfrühling der Anarchie (Berlin, 1925).
Alexander Gray, The Socialist Tradition (London, 1946) contiene provocativos estudios críticos sobre Godwin, Proudhon, y Bakunin; Bertrand Russell, Proposed Roads to Freedom (New York, 1919) tienen un capítulo (2) titulado "Bakunin and Anarchism."
— George Woodcock