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Gustav Landauer: ¡En pie, Socialista! (1915)

Traducción al castellano: @rebeldealegre

Extracto del texto originalmente publicado en el número inaugural del periódico pacifista Der Aufbruch (El Despertar, Vol. I, No. 1. Enero de 1915) de Ernst Joël y que aparece en «Anarchism — A Documentary History of Libertarian Ideas. Volume One» (Cap. 10, Texto No. 49, pág. 164) de Robert Graham. La traducción al inglés es de Robert Ludlow.



El socialismo es asunto de la conducta y el proceder de las personas, pero antes que nada la conducta y el proceder de los socialistas: de las relaciones vivas de economía y comunidad que éstos formen  entre ellos. La naturaleza y el espíritu no permiten ser ridiculizados  ni desalentados: lo que ha de ser, debe crecer; lo que ha de crecer, debe comenzar como embrión; y lo que los iniciadores ven como un asunto de la humanidad, deben iniciarlo por el bien de su propia humanidad y como si fuese para sí mismos solamente. ¿No es esto acaso maravilloso? El socialismo es una imagen de quienes lo contemplan, de quienes ven ante ellos, clara y atrayente, la posibilidad de la transformación total; y sin embargo comienza en los actos de los actuantes, quienes se retiran de el todo como ahora es para salvar sus almas, para servir a su Dios.

Ser socialistas parece significar nada más que nuestra lúcida percepción de que el mundo, los espíritus, las almas podrían cambiarse totalmente si las bases sociales cambiasen (y el anarquismo añade a esto, que las nuevas bases debiesen ser tales que, como todo organismo en crecimiento, unan en sí mismas estabilidad y renovación, poderes cósmicos y caóticos, el principio de preservación y el principio de revolución). Estamos decididos hace un tiempo — hace un largo tiempo — a nada más que proclamar esta gran obra a la gente, y a requerirla de su parte. Al final lo que sale a relucir es que en esta realización del intelecto [Geist], lo esencial no es su contenido, sino la postura y orientación del espíritu [Geist] mismo. Lo esencial en el socialismo es su productividad, su voluntad por remodelar el mundo. Del reconocimiento de que las personas de nuestro tiempo son producto de sus condiciones, viene a los verdaderos socialistas la voluntad y necesidad de no dejarse doblegar, sino de crear productivamente nuevas condiciones para sus vidas. El socialismo une en sí la habilidad de captar, mediante la experiencia, la naturaleza de una norma social, con la voluntad de superarla; el reconocimiento de estar limitado y controlado por una situación  degradante fue ya el primer paso hacia la liberación de este cautiverio.

Por dos décadas ha habido incluso temor a esta verdad, de que el socialismo es el poder de creatividad y de sacrificio, que requiere intensidad religiosa y heroísmo, que en un comienzo es obra de pocos; temor a que todo individuo productivo sepa, temor a lo demoniaco que toma al alma débil en cuerpo débil, le fuerza a salir de sus límites, y le envía por el camino de la realización. Este temor al acto [Werkangst] de parte de aquellos llamados a la creación ha deformado los esfuerzos productivos del socialismo en una teoría de las leyes del desarrollo, y en el partido político que depende de ella [el Partido Social Demócrata Alemán]. Y toda aquella industriosa naturaleza [Wesen] fue irrelevante [unwesentlich]; y todo lo hablado y todo el ajetreo sobre desvíos externos fue la tímida excusa de quienes, oyéndose a sí mismos llamados por su Dios, se encogieron de miedo como gnomos tras el seto de su obsesión por el temor [Angstbeschäftigung].

No queda nada más que hacer sino ponernos nuevamente en pie y hacer de nuestros métodos el destino. El mundo, en el que el espíritu se construye el cuerpo, ni en la era de la máquina siquiera se ha tornado en absoluto mecanicista. El milagro en el que la superstición cree, el milagro que el materialismo y el mecanicismo asumen — que lo grandioso viene sin grandes esfuerzos y que el socialismo completamente desarrollado crece no desde los inicios infantiles del socialismo, sino del colosal cuerpo deforme del capitalismo — este milagro no llegará, y pronto dejarán las personas de creer en él. El socialismo comienza con el acto del socialista, el acto que será más duro mientras más pequeño sea el número de quienes osen y deseen intentarlo. ¿Quién más ha de hacer lo que él mismo ha reconocido como correcto, quién más que el mismo que reconoce? Somos en todo momento dependientes y en todo momento libres. De ningún modo estamos condenados al ocio y la espera temporales — meramente haciendo propaganda y demandas. Hay mucho que podemos hacer, mucho que un grupo unido puede crear y llevar a cabo, si no rehuye a los esfuerzos, los problemas, la persecución, y el ridículo. Finalmente, ¡entrégate a la tarea, socialista! Dado que no vendrá un comienzo de ningún otro modo, necesitas — para las masas, para la gente, para la humanidad, para el giro de la historia, para la decencia en las relaciones económicas, la vida en comunidad, entre los sexos [Geschlechter] y en la crianza — en un comienzo no a las grandes masas, sino sólo compañeros. Están aquí hoy, como siempre lo están, si tú estás aquí: la tarea está aquí, pero no sigues tu llamado, te dejas esperar. Si se unen, y salen de los límites de la esfera de lo que es en este momento posible para su pequeño y creciente grupo de compañeros, se harán conscientes: no hay fin para lo que es posible.